Partida Rol por web

Suspiré de nuevo, algo más apesadumbrada que antes. Torcí la boca, y miré mi varita. La eché sobre la mochila, y la miré mal, como si se hubiera reído de mí todo este rato.

—Después lo intento, vale— asentí, agradeciendo con la mirada el apoyo a Perry—. No sé por qué no me sale. Si me gusta— añadí, como si con ello valiera.

  Miré de nuevo al muchacho de Gryffindor y contemplé su cabello. Lo que antes me había parecido una gloriosa cana, ahora sólo era el brillo de un pelo claro.

—Oh— me limité a decir, entendiendo la frustración que podría pasar.

Miré de nuevo a las águilas y, por fin, sonreí, otra vez, pícara.

—Bien, ¿exploramos?— propuse, divertida.

Perry nunca había "explorado " el castillo. Se limitaba a ir a los sitios que ya conocía pues le parecía un laberinto.

- Ehm...no sé, bueno, no creo que haya nada de malo en conocer más Howarts ¿no?- Así podría hacer buenas migas con sus compañeros de casa. Desde que Selena, Colin y Gwen se habían marchado, le parecía estar todo el día solo. Ni siquiera veía mucho a su hermano.- Siempre me ha picado la curiosidad las mazmorras. Donde se daban clases de pociones. Pero reconozco que me da un poco de miedo.

Intento ayudar a mis compañeros en todo lo que puedo.

Eire, fíjate, la varita tienes que colocarla de esta forma, como si estuvieras apuntando exactamente a la sien. Es cuestión de voluntad, seguro que a la próxima te sale - digo con una sonrisa

Pero eso sí, por favor, no más reverencias, que me da vergüenza - digo esta vez riendo.

Me apunto a lo de visitar el castillo y la verdad me da igual donde vayamos, si por mi fuera iría a cada rincón que pudiera, así que si Perry quiere ir a las mazmorras y al resto no le parece mal, podemos ir ya mismo.

Una vez me quedo solo en clase vuelvo a intentarlo pero nada. Esto empieza a resultar desmoralizador.

Sin ganas de hacer nada más salgo de clase más molesto conmigo mismo de lo que entré, si es que es posible, claro.

Olvidé por completo el hechizo y mi fracaso cuando Perry y Ryan estaban de acuerdo en ir a explorar.

—Vale, reverencias fuera— concedí, divertida—. La última— dije, haciendo una reverencia totalmente exagerada, y reí—. Ya está.

Sonreí de manera pícara, y asentí varias veces, totalmente frenética y emocionada.

—Sí, sí, sí— dije, juntando las manos, dando pequeños saltos—. Podemos ir a las Mazmorras, y ver qué oscuros secretos se guardan allí— comencé a imaginarme a un esqueleto encadenado a una pared, totalmente blanco, condenado por algo que no hizo o por un viejo hechizo—. Además, es territorio hostil— añadí, arqueando una ceja, divertida—. Es de las serpientes. Va a ser muy divertido.

Cogí la mochila, me la colgué del hombro, miré a mis compañeros, y ensanché la sonrisa.

—Vamos, vamos, vamos— dije, divertida, totalmente histérica y emocionada—. No os preocupéis por si nos perdemos. Tengo provisiones— dije, dando unos golpecitos en la parte baja de la mochila, donde guardaba golosinas y chocolate—. Sobreviviremos.

Perry reflexionó un momento.

- El problema de las mazmorras es la contraseña.- La verdad es que Perry no se había llevado bien con ningún Slytheryn desde que llegó a Howarts. Todo lo contrario.- Creo que tendremos que dejarlo para otro día.- El lago no le disgustaba aunque lo tenía muy visto. Pero sí había un sitio al que no había ido mucho y que sería interesante visitar.- ¿Qué os parece si vamos a la lechucería?- No sabía si sus amigos habían tenido lechuzas u otro tipo de mascota. Allí habrían muerto la mayor parte de las lechuzas y Perry tenía curiosidad por ver como estaba todo aquello.

Gemí, algo disgustada. No había caído en el contratiempo de la maldita contraseña. Torcí el gesto, y me llevé una mano a la nuca, tratando de pensar un lugar al que ir para pasar la tarde, y preocuparme después por el hechizo.

—Oh, la lechucería— dije, mirando a Perry.

Sopesé la propuesta y sonreí, divertida.

—Sí, claro, vamos— asentí, mirándolos. No había ido a la lechucería nunca. No tenía por qué utilizar las lechuzas, ni tenía que enviar nada a nadie, por lo que me era territorio desconocido.

Di una palmada, como si estuviera todo decidido y levantara una reunión.

—Pues, venga— dije, animada—. Vamos a la lechucería a ver a los pajaritos— añadí, riendo entre dientes. 

Asterope ya había eliminado sus malos pensamientos sobre Bastet. Aún no confiaba del todo en ella, pero también sabía que la acusación de Helen Green no podía tomarse por cierta al 100% sin tener más pruebas. El cabreo y la frustración iniciales habían cegado a la pequeña completamente, pero ahora veía con claridad que todos eran inocentes hasta que se demostrara lo contrario.

Sin duda, era un conjuro útil. Pero una duda le surgió a la serpiente, así que levantó la mano-. ¿Para apagar fuegos no se puede usar también algún hechizo que hemos aprendido en duelo, como el Aquus Guinae? O incluso el Crystallus. Quiero decir, aparte de hacer daño, digo yo que el agua o la escarcha podrían servir, ¿no? –Aunque el Extendio funcionaba de manera muy distinta a esos dos, según parecía por la demostración que hizo la profesora. No obstante, si podían usar uno u otro indistintamente, podría ser una gran ventaja-. Lo pregunto por si se te da mejor una asignatura que otra, saber si puedes elegir.

Una vez respondida la duda, se puso ante las llamas junto a sus compañeros. ¿Podrían, entre todos, unir la fuerza suficiente como para apagarlas? La aportación de Asterope no sería muy grande, ya lo daba por hecho. Pero hizo todo lo posible para, al menos, conseguir sacar el conjuro-. Extendio –dijo apuntando a la hoguera.

Parecía que la varita comenzaba a hacer algo. Asterope notó un poco la presión de la que había hablado la profesora Bastet, pero no fue capaz de aguantarla ni medio segundo. Sin saber muy bien por qué, aflojó los dedos. La varita salió despedida de su mano, impulsada por la presión del Extendio que casi estuvo a punto de salir pero que, finalmente, se quedó en el limbo de los hechizos fallidos.

Asterope soltó en su mente un montón de juramentos mientras salió corriendo a buscar el palito que tantos problemas le estaba dando. Aunque, siendo sinceros, esta vez no había tenido tanta culpa la varita como la niña y su torpeza.

La blonda habia entrado detrás de Asterope. A pesar de su rostro anodino, la blonda muchachita tenía unas pequeñas arrugas  al costado de sus ojos, y su piel de espuma parecía más pálida que lo usual. Miró de reojo a la profesora-gato y volvió rapidamente a un punto cualquiera del lugar. 

Sentía que la habitación coincidía con sus pensamientos tan funestos, y al formarse el fuego en medio de la sala no pudo apartar su vista en el brillo incandescente.

El hechizo era sencillo, pero aún así la varita de su amiga salió volando. Se concentró solo lo suficiente y apuntó con su varita al fuego que tanto la había hechizado. -Extendio...y sintió la presión, aunque pudo fácilmente con ella. 

Maxwell se quedó plantado mirando las llamas. Ellas no le imitaban. Se retorcían y contorsionaban como si fueran pera de un terrible dolor. Al menos estaban en silencio, excepto por el crepitar de los maderos.

Casi no se podía creer que por una vez fueran razonables en ese colegio, y les enseñaran a apagar un fuego antes de mostrarles cómo crearlo. Que el método fuera en extremo ineficiente e hiciera falta un grupo de críos para conseguirlo no parecía demasiado relevante en ese momento.

—Extendio —dijo al fin, apuntando con el extremo de la varita a la base del fuego.

El conjuro apenas hizo efecto. Las llamas se apartaron del punto al que apuntaba, desvelando la superficie carbonizada de los leños, nada más. Sintió la tensión ascendente en la varita, como había explicado la profesora. El agarre de Maxwell era poco elegante, pero férrero, por lo que pudo mantener el conjuro durante bastante tiempo.

Apagar un incendio. podía ser peor. Últimamente los conjuros contentaban al pequeño y tímido tejón. Al fin enseñaban cosas que podrían ser útiles.

Tampoco es como si ese conjuro fuera muy poderoso, pero sí podía sacar de un apuro. Matt escuchó atentamente a todas las explicaciones de la profesora con aspecto felino y se fijó en la madera. Hacia allí apuntó con su varita.

-Extendio.

Los efectos se pudieron apreciar. la madera fue alcanzada por un halo mágico y pareció extinguirse el fuego en algunas zonas a las que él apuntaba. Aunque todos debían apuntar al mismo tiempo para extinguirlo del todo.

Kendra ni siquiera habia ido a comer. Habia pasado sola el mediodia, sin ir siquiera en busca de Ithan despues de clase.

Entro a clase en silencio, aun bastante mosqueada consigo misma y se coloco en un lugar apartado. No, no estaba siendo un buen dia.

Escucho atentamente la explicacion de la mujer gato, la misma a la que habian culpado algunos de la muerte de las mascotas.

Por su parte, se limitó a escucharla, y, cuando llego su turno, se dedicó a practicar el conjuro- Extendio. -dijo, sencillamente, apuntando hacia la misma llama que apuntaban sus compañeros.

Por primera vez en las once semanas que llevaban de clase, se habían perdido un almuerzo. Todo por la inútil de la enfermera, que era peor que los hermanos Knower e incluso que Ollivanders, si es que eso era posible. Por un simple chichón por el que Erzsébet no debería siquiera haberse pasado por la enfermería, habían acabado perdiendo unas cuantas horas de sus jóvenes vidas.

Ya con los uniformes escolares y con sus colas de caballo devueltas a su habitual forma de ser de trenza, las crías llegaron a clase con el estómago quejándose, ¡y no era para menos!

La física en Hogwarts realmente era extraña, distinta a todo lo conocido. Una estancia, por su inercia térmica solía tardar bastante cuando una fuente de calor comenzaba a incidir en su ambiente: calentar el aire para que suba, mientras comienza a disipar las frigorías de suelos, paredes, y techo, dependía del tamaño de la fuente de calor, del tamaño de la estancia y obviamente de los materiales de construcción. En este caso que una simple hoguera calentase en un instante una gran estancia de piedra era improbable, ni siquiera en el mundo mágico.

Llegado el momento, ambas crías se pusieron alrededor de la llama, en corro con los demás compañeros y con sus respectivas varitas en mano apuntaron a las maderas que servía como alimento a la llama, junto al oxígeno sobre el que hubiera sido más difícil actuar si no querían asfixiar al resto de alumnos. Extendio, conjuraron.

La muchacha recibe algo apatica la noticia. Terminada la clase se acerca a Asterope. -Ey Aste, tengo la recuperacion de Adivinacion. Me podrías ayudar a practicar ese hechizo idiota de brillo?

Asterope asintió a la respuesta de la profesora. Sirve, pero es menos efectivo y conlleva cierto riesgo.

No le sorprendió volver a ser la única que no se llevaba puntos. Estaba algo harta de no conseguir absolutamente nada y el siguiente domingo iba a ser bastante ajetreado, pues ya tenía tres recuperaciones para ese día. No le agobiaba el trabajo en sí, solo pensar que, si tenía que esforzarse tanto, era porque estaba fallando demasiado.

Se giró cuando Ludmila le pidió ayuda. La pilló desprevenida y no sabía de lo que hablaba. ¿Adivinación? ¿Hechizo de brillo? Luego cayó-. Aaah, ¿dices el que aprendieron las otras casas el lunes del baile? -Ellos no habían podido asistir a esa clase porque la suspendieron por la fiesta, algo que podían haberse ahorrado, viendo lo horrible que fue todo-. Pues yo tampoco lo sé. ¿A eso se refería Bastet con que nos esperaba Lovegood en su despacho? -¿Cómo era posible que la profesora de Adivinación quisiera hacerles la recuperación de un conjuro que aún no habían aprendido?-. No, imagino que se referirá a los que fueron a clase y lo fallaron, ¿no? Nosotros no tendremos que ir...

Le entró algo de miedo. ¿Y si lo anunciaron y ella no lo escuchó? ¿Y si, con la apatía y dejadez que había tenido las últimas semanas y lo distraída que había estado, no se había enterado de nada?

- ¿Alguien sabe algo de esto? -preguntó al resto. Se dirigió entonces a los Hufflepuff-. ¿A vosotros os ha convocado la profesora Lance para recuperar el Artifficus que no aprendisteis? Es que me parece muy raro -La pequeña imaginaba que la mujer-gata se había referido solo a los tejones que tenían que recuperarlo, pero ¿y si no?-. Por si acaso, ¿podríais enseñarnos el de Adivinación, por favor? -les pidió amablemente.

Realmente, dudaba que pudiera aprender algo con esa varita pero, por intentarlo, que no quedara.

La mirada de la niña carecía de brillo alguno, tenía una profundidad vacía. Tenía algunas clases perdidas, y sentía que había menguado en su concentración habitual. 

-Creo que tienes razón, no lo hemos dado todavía y creo que eso nos excluye automaticamente...

Si había una ley universal que regía el todo desde que el mundo es mundo, e incluso antes, es que toda causa tiene su efecto. En mugglelandia, en la sociedad mágica y en la vida patética que los niños más inútiles se formaban en sus sueños porque la vida real no era lo que esperaban. ¿A qué viene esta pequeña digresión en una partida donde los niños deberían comportarse como niños y no tener pensamientos adultos? Pues a que había un claro causa-efecto que tenía a Erzsébet muy molesta. Y se explica de esta forma:

Matthew siempre había sido un alumno del montón inferior. No destacaba por nada, tenía notas bastante malas y pasaba desapercibido. La mañana de Halloween Erzsébet rompió su varita y a partir de ese momento Matthew empezó a demostrar una capacidad hechiceril y una habilidad para los conjuros que hasta ese momento nunca había mostrado. Dentro de la lógica tremendamente acertada, según ella, de la niña, esto solo se debía a una posible causa-efecto. La rotura de la varita de Erzsébet había hecho que toda su potencia pasara a formar parte de la varita de Matthew. Desde ese día, Matthew había sobresalido en cada clase que habían tenido, y estaba claro que esa era la única explicación.

Dejando aparte que Erzsébet estuviera pensando alguna forma de recuperar su buena estrella, o al menos volver a ocupar el primer puesto que por derecho le pertenecía entre los hufflepuff de primero, Orsolya mientras tanto solo tenía buenos pensamientos.

¡Muy bien!, aplaudió la niña de ojos color musgo. ¡Estás hecho un auténtico maestro, Mat! Astro, no te preocupes, cuando recuperes la varita verás que todo será más sencillo. Al decir eso, Orsi recibió una mirada envenenada por parte de su hermana, que decidió pasar por alto.

Nosotras ahora iremos a la recuperación de Adivinación, que tenemos que recuperar el Dectattem, siguió Orsolya, diciendo "nosotras" cuando en realidad solo tenía que recuperar Erzsébet.

Acercándose a Ludmila y Asterope, Orsolya se ofreció a ayudarlas. Sí, ese lunes tuvimos la clase del Dectattem, y vosotras la del Artifficus. No nos ha convocado, pero ya conocemos el conjuro, sonrió tímidamente. Si queréis antes de irnos, os lo enseño.

Sirve para detectar magia, para saber si un objeto está encantado, explicó. Lo que probablemente más brillara al aplicárselo será una varita, pero si lo intentáis sobre las copas del comedor o las escaleras del colegio, veréis que también se iluminaran. De hecho cuando lo conozcáis podríamos pensar en como decorar los pasillos de Hogwarts para Navidad, volvió a sonreír ilusionada.

Sacando su varita de un bolsillo interior, Orsolya tocó el palito mágico de cornejo y coral que llevaba Asterope. Dectattem, susurró.