Partida Rol por web

El capitán salta a tierra, espada en mano, y chapotea en el barro mientras los primeros hombres intentan cumplir las órdenes del sargento.

-¡Formen la línea! -brama.

Maldita sea, piensa, no nos va a dar tiempo a formar nada. Los indios se nos echan encima, y la mayoría de la gente sigue en las barcas. De momento habrá que pelear hombre a hombre.

Así pues, se afirma en guardia lo mejor que puede, esperando el ataque de dos bravos indios que se abalanzan sobre él.

Los indios están ahí, y no hay que perder más el tiempo en zarandajas. Sin más, el capitán pone pie a tierra (si es que a ese fango se le puede llamar de tal), espada y rodela en mano.

-¡Santiago y a ellos! -brama a sus hombres.

Esa "órden" es interpretada ambigüamente para cada cual. Algunos lo siguen, otros (los arcabuceros), se quedan detrás y encaran sus armas para disparar.

El rodelero protege al joven marinero de las piedras con su escudo, mirándole muy de cerca mientras repican sobre el metal como granizo. Poco después, la vanguardia salta a tierra, y su barca embarranca en el fango.

-Detrás de mí -le dice a Garcilaso.

Pone pie a tierra, desenvainando la espada.

Locos sedientos de sangre.

No sabría precisar quien de los dos bandos se ajustaba a aquella descripción. Sin embargo, una de las capitanías cuya vanguardia había tocado pie a tierra intentaba organizarse como Dios manda, mientras la otra (valiente, bravo y loco Alvarado) iba a luchar como mejor pudiera, deshilachados y combatiendo por su vida.

Entonces, sonó un tiro de falconete, y giró la vista hacia allá. Una buena iniciativa, aunque temeraria. Aquellos hombres no eran todavía una máquina de guerra bajo su mando, y eso se notaba. Su barca aún no había llegado a la orilla, pero hizo una seña.

-¡Retiren las barcas de vanguardia!

Tenían que desembarcar todos, y no solo unos pocos. Sino, el asunto acabaría como con Grijalva. Una piedra rebotó en su almete, pero no se bajó la visera. Si no sabían quien daba las órdenes, crearía mayor confusión.

Turno II-B [PJS]

Armando Manzanero

El disparo de falconete arranca media cara a un indio que cae al suelo. El cañón del arma queda humeante, y los artilleros se lamentan por haberlo cargado con bala rasa y no con metralla. Ha sido un buen disparo, pero no de tan buen resultado. Los hombres miran a Armando.

-¿Lo recargamos, señor? -le preguntan a voz en grito.

Juan Miguel de Quart

Tras pararse a mirar entre la muchedumbre del enemigo, el ballestero dispara a un guerrero maya especialmente tatuado y distinguido, con una especie de calavera emplumada por casco, lanza de obsidiana y puñal al cinto. El saetazo es limpio y recto, entrándole por el ojo y acabando con su vida al instante.

Esto parece hacer vacilar al grueso de indios, que aún no se lanzan al combate.

Manuel Rodríguez

El lancero pisa pie a tierra, resbalándose y perdiendo el equilibrio momentáneamente (-2 a sus acciones). Un indio con una porra de madera y un escudo se le echa encima, atacándole con saña.

El jugador debe decirme si se defiende o no y cómo.

Carlos Cabal

Efectivamente, el sargento queda clavado en el fango, desde donde da sus órdenes (tirada de destreza en este turno si quiere liberarse). Los soldados bajo su mando disparan arcabuces y ballestas, acabando con la vanguardia de nueve indios.

Sin embargo, en cuanto a lo de formar la línea, la cosa está más peliaguda. Los hombres chapotean en el barro, algunos caen y otros resbalan. Entorpecidos por el barro, les cuesta moverse. Sin embargo, gracias a la buena organización del arcabuceo inicial, son pocos los indios con los que se deben enfrentar.

Turno II-B [PNJS]

Gonzalo de Sandoval

El capitán ataca al guerrero maya que se le echa encima, que no puede parar con su rodela de madera, recibiendo un tajo que le rompe el escaupil y da en carne, provocándole una herida muy seria pero sin llegar a tumbarle al suelo del primer impacto.

Pedro de Alvarado

El de Badajoz propina un golpe a la espada de obsidiana del indio, dejándola mirando muy lejos de él. Inmediatamente después, y con el mismo movimiento, le da un revés en el pecho que rompe su armadura de algodón, provocándole una herida de consideración.

Bernal Díaz del Castillo

El rodelero salta a tierra, defendiéndose bravamente del ataque de tres indios. Para con la espada uno de los dos ataques, y con la rodela el tercero, pero una lanza rasga el cuero de su guante, dando en carne y haciéndole un corte en el antebrazo.

Hernán Cortés

El adelantado da la órden a los barqueros de vanguardia, que sorprendemente (y a pesar de la que está cayendo), reculan o giran a ambos lados, dejando paso a los compañeros de detrás y facilitando el desembarco de más soldados.

El sargento Cabal se revuelve en el barro para recuperar la compostura, ciertamente el terreno no favorece y el tener al enemigo corriendo hacia nos, menos. Mientras se incorpora sigue insistiendo a los hombres bajo su mando: -¡Cerrad filas y cubrid a los caídos! ¡No dejéis pasar ni uno! ¡Hay que ganar terreno cuanto antes para que lleguen nuestros compañeros!- Dicho esto aguanta firme la rodela y se acerca al soldado encallado más cercano para darle apoyo y tenderle una mano de ser necesaria.

Mientras se acerca a un español caído vuelve a vocear. -¡Ayudad a los compañeros y formad una línea! ¡Hay que mantener un frente!- Tras esto se inclina para ayudarlo o en su defecto darle cobertura frente ataques de los salvajes. -Levantese.- Parece que la cosa pinta mal por el momento para los españoles.

Jaguar Cero había muerto de un flechazo en el ojo. Uno de aquellos demonios barbudos vestidos de metal le había disparado con un arco de mano y había acabado con su vida.

Había sido su idea combatirles allí, donde hacía unos meses habían derrotado a los demonios extranjeros. Aquel a quienes ellos llamaban Gonzalo Norte, ya un gran guerrero y un hombre sabio en la región , les había revelado sus puntos flacos. Por eso no sería él quien cuestionaría la voluntad de su difunto jefe, y la misma voluntad del dios Nacon, cuyo nombre poseía él también.

Agitó la maquáhuitl y la rodela, haciéndose bien visible entre sus hombres. Habían detenido el avance, pero los extranjeros estaban sublimemente descoordinados y chapoteaban en el barro bajo el peso de sus armaduras de metal. Era el momento de aplacar la sed de sangre de los dioses.

-¡A ellos! ¡Conmigo!

Tomó el mando personal de una compañía en vanguardia, lanzándose al combate contra aquel quien parecía un oficial entre ellos, hundidos los pies en el barro y empuñando una lanza. Le atacarían entre varios, y luego le lanzarían una red, reduciéndolo y arrastrándolo fuera hacia el altar de sacrificio.

Turno III -El contraataque-

Los mayas se lanzan de nuevo al ataque con renovada furia, al frente de su nuevo paladín. Los conquistadores que están en tierra se defienden como mejor pueden, bregando en el barro. Algunos son arrastrados fuera de allí, y solo la intervención de sus compañeros les salva de la captura.

Carlos Cabal

Tras salir del fango, un indio muy grande y atlético, con aspecto de jefe entre todos ellos, se le echa encima junto a otros tres guerreros, que le atacan por turnos, primero el "oficial".

El resto

Resolved en este turno las tiradas que he solicitado en el anterior, o plantead vuestras nuevas acciones. Todo el que salte a tierra deberá tirar, como ya sabéis, por su destreza y número de indios, planteando sus acciones.

Con el sargento Cabal intentando acercarse para dar respaldo a sus soldados algo parece hacerle frenar, uno de esos mal nacidos desea plantarle cara, manda cojones. Además el tipo en cuestión parece ser una especie de cabecilla tribal. Más le valía no haber salido hoy del catre. ¿Con quien leches se cree esta tratando este hideputa?

Maldita suerte la mia calculé mal el salto y resbale y para colmo se me hechaba aquel hideputa mal nacido pronto solte la lanza y heche mano a la espada como pude.

-!Por dios!!Que no te salva ni tu puta madre!

La desenbaine y me prepare para encararle aun sin poder levantarme dado que lo tenia demasiado encima me prepare para recibirlo como es debido a la vieja osanza

-Vamos a ello. Uno menos, ahora toca matar a pocos, pero importantes, infieles. Mmmm, allí está don Pedro batiéndose como un jabato,... si hace falta le ayudaré.

Recargo a toda prisa el arma, saco un virote, lo beso y lo coloco en posición.

Señor, a ti encomiendo el acierto de esta flecha.

Garcilaso escucha a Bernal y asiente con la cabeza. Esta algo impresionado al ver la batalla, es la primera vez que tenia delante algo así... pero sabía como tenia que comportarse, al igual que habian hecho su padre y su abuelo tiempo atrás.

Pone un pie en tierra, el casco le queda grande y le quita visibilidad, pero sabe que es mejor no quitarselo por lo que pudiera pasar. Levantando la pesada espada con las dos manos, carga contra el indio que acababa de herir a Bernal, gritando con todas sus fuerzas:

- ¡Santiago, Santiago!

¡¡¡Me cago en mi puta vida!!!... ¡¡¡Porque cojones no hemos puesto metralla!!!...
Mirando la tangana que se había formado en la playa, descubro que hay barcazas que han maniobrado para dejar via libre...
-Imposible Señores artilleros, tardariamos en recargar lo que dura una misa, y los señores soldados de la playa durarán menos tiempo que en pedir confesión...-

Tenemos que entrar como sea o esto habrá terminado antes de un padrenuestro.

Dandome la vuelta, me dirigo a los hombres de mi barcaza: - ¡¡¡A ver Señores!!! Tenemos a gente por toda la playa asi que los arcabuceros irán detras de los Señores rodeleros... ¡¡¡ está claro!!! No quiero que tengamos que lamentar perdidas Españolas por errar el tiro...- Me dirigo a los rodeleros; - Intenten poner un poco de orden en cuanto toquen tierra, ya saben, una buena defensa sin huecos, y avanzando si se tercia poco a poco- Mirando a los Arcabuceros; -Ustedes señores, cuando la linea se estabilize, bajarán detras y se mantendrán cerca de los señores rodeleros en segunda linea, preparados para turnarse y llenar de plomo a esos putos herejes en cuanto se tercie...- Joder donde estará algun oficial ahora, no me pagan por esto...Mirando a los artilleros; - Huelga decirles señores, que bajo ningun concepto ustedes pondran pie a tierra, y defenderán con su vida el falconete...-
Me dirigo hacia mi mochila, compruebo que mis cuchillos estan en la bandolera, espada corta al cinto y saco una granada de la mochila.

¡¡¡Venga preparense señores, tocaremos la playa en breve!!!

Turno IIIB

Carlos Cabal

(Debe realizar sus tiradas de defensa y ataque según lo descrito)

Juan Miguel de Quart

El ballestero se queda en la barca, recargando su arma con el cranequín a gran velocidad.

Garcilaso Martín

El joven se lanza hacia adelante y ataca con saña al indio, que poco puede hacer para defenderse con su lanza, recibiendo un tajo en el brazo que le abre una zanja en el hombro, haciéndole tambalear, pero aún no cae.

Bernal Díaz del Castillo (PNJ)

Por su parte, el rodelero decide cargar contra uno de los indios, realizando dos ataques. El primero yerra el blanco, pero el segundo casi le cercena la pierna, haciendo caer al indio al suelo. Sin embargo, el tercer indio le ataca con su macana, fallando el rodelero su desvío con el escudo. Da la porra en el otro brazo, ya bastante maltrecho por la herida anterior. Aún así, parece que aguanta.

Manuel Rodríguez

El lancero falla la parada con la espada, bloqueando el golpe del indio con la rodela, le mete la punta por los pechos, sacándole una cuarta por la espalda. Sin embargo, más muerto que vivo, el indio parece que aún no se da por vencido.

(La próxima vez realiza tu la primera tirada)

Armando Manzanero

A pesar de no ser un oficial, los hombres cumplen sus órdenes... más o menos. El asunto se resume en que al tocar tierra, un grupo si las sigue, y otro salta a tierra y se une a otras líneas de defensa. Los hombres matan a cinco indios, entre ellos al indio que en ese momento había herido a Bernal en el brazo.

Tras terminar con el indio que le ocupaba, el capitán se giró al resto de hombres de su compañía que chapoteaban en el barro. Tenía sangre fresca en la hoja de la espada.

-¡Muro de rodelas! -bramó.

Los hombres formaron el muro (+2 a la defensa de todo el mundo)

Besó su medallón, saltando a tierra con la bandera cogida en las manos. Había indios muertos allí, pero la situación parecía más ordenada que antes, en la que a punto estuvieron de llevarse a rastras a varios españoles para hacerles Dios sabía qué.

Y como la valentía colectiva contagia, tremoló la bandera para que todos le vieran, bramando:

-¡Santiago, duro a ellos!

Alvarado estaba en su elemento natural, luchando contra tres indios. Hirió a uno, abriendo la cabeza al otro. Sin embargo, un tercero le echó una red por encima, haciéndole caer de un fuerte tirón. El herido y otro indio se sumaron a la tarea de arrastrarle ladera arriba, mientras él intentaba herirles a tajos, sin resultado alguno.

-¡Luchad con honor, bastardos! -bramó.

Y por un momento, le aterró la posibilidad de terminar sacrificado en honor a un dios bárbaro.