Partida Rol por web

Wasp esperaba que el auto se echara a andar, ya tenía sueño, aunque podrian ir a bailar, sí, eso, con Shark iría  bailar y podríar tirar en el baño o en la parte detrás del local, pero sus ideas fueron finalizadas por la intervención de su amante, la chica se giró hacia él y escuchó sus argumentos, se le hicieron muy obvio, es decir, tenía razón, pero claro, tampoco le había gustado que le dieran ordenes.

Los ojos violeta de la chica se clavaron en Shark y tardó varios segundos en responderle, con los ojos muy fijos, y en esa expresión carente de alguna emoción, pero su mano se alargó y lo tomó de la nunca para darle un excitante beso, en donde su lengua buscó a de él, hasta que lo separó con sus propias manos.

- esta bien... me parece, -  ladeo su cabeza - súbete y luego  tendremos sexo, - no podía decir que si se entregaría, podría hacerlo, pero no estaba calificada para ese tipo de manifestaciones de afecto - y... haré el intento de entregarme...- se encogió de hombros ligeramente sonrojada.

- Jé. Genial. - sentenció el hombre, contento con la resolución de aquella discrepancia. Le hizo un gesto para que saliera del coche y se acercó a una valla metálica que había en la parte de atrás. Había cogido antes unas tenazas pequeñas, que usó para abrir rápidamente una pequeña abertura para que pudiesen pasar ambos - Escucha, hay una entrada algo más adelante, a la derecha. Es una puerta de servicio, con lo cual no deberías tener mucho problema para forzar la cerradura. Si no, pégale un tiro y entra dentro. Yo mientras me aseguraré de que me miren a mi y no a ti. -

Colocándose en posición y con sus armas cargadas, Shark empezó a contar.

- 5... 4... ¡¡YA!! - salió corriendo hacia el caos de disparos y gritos como poseído por el mismísimo demonio

Encima de todo el jaleo, a los cuatro mercenarios que se encontraban en el ático de aquel edificio les llamó la atención algo en especial. Una figura de pelo rubio, con una camisa blanca y unos pantalones negros, salió de la parte de atrás de la mansión. Iba muy armado, con un cigarrillo medio consumido que lanzó al suelo y unas gafas de sol pese a estar en plena noche (aunque la zona de la casa estaba altamente iluminada por farolas y los destellos de los cañones).

Un grupo de soldados de Luchesse se encontraba cerca y se giraron para mirarle. Por algún motivo, no abrieron fuego contra él. - ¡Es Julian Shark! - exclamó Jane apoyándose en el borde, mientras entrecerraba los ojos para verlo mejor. Pamela no necesitó más que un vistazo con el rifle para corroborar que se trataba, efectivamente, del Joker del bajo mundo. Cuando apenas Jane había reconocido al mercenario, éste sonrió ampliamente y abrió fuego con su SIG553 contra aquel grupo de seis hombres de la mafia. Todos cayeron muertos antes de poder reaccionar... y el caos alcanzó un nuevo nivel.

Shark comenzó a correr mientras disparaba con una pistola que tenía en su cartuchera, sosteniendo el fusil SIG con la mano derecha mientras. Disparaba a todo ser vivo que hubiese en aquel lugar: mafiosos de todas las familias y mercenarios por igual. Los hombres de Luchesse que se enfrentaban a él parecían realmente aterrados antes de caer víctima de sus balas y pronto todo se convirtió en una batalla de uno contra uno: todo el mundo intentando sobrevivir a la matanza de Julian Shark.

El rubio se colocó detrás de un muro de hormigón que estaba a media altura y lanzó una granada hacia atrás que, aunque no llegó a matar a nadie, llamó poderosamente la atención de todo aquel que quizás no estuviese mirando. En aquel momento, hubo como un pequeño destello en alguna parte que sólo pudo verse desde allí arriba, pero no tenían claro muy bien de qué se trataba.

Pamela, que observaba con la mira del rifle, no tenía duda: aquella cosa que había pasado rápidamente hacia uno de los laterales de la mansión era Wasp, que desapareció por un hueco tan pronto como alcanzó la pared.

-Es el momento.

Comentó a Benedict. Tenía pensado salir corriendo hacia la posición en la que querían estar para entrar, o que los llevaran. Pero tenía que ser ya.

-Una distracción. Justo lo que estábamos esperando ¡VAMOS!

Tomó un cigarro entre sus labios , las manos en las cartucheras donde descansaban sus dos Colt, preparado para iniciar una nueva carrera...

En contra a mi sentido común, admiré un poco la puntería de aquel hombre. Pero fuera de eso, estaba haciendo una matanza indiscriminada... Aunque en cierto sentido, nosotros hubiéramos tenido que hacer lo mismo, así que tal vez debería darle las gracias en vez de condenarle. Quizás en una ocasión donde nuestra vida no corriese peligro.

Preparé mis armas.

-Yo guardaré la salida. En cuanto volváis, avisad por radio para que podamos limpiar la calle... Aunque ese hombre está haciendo mi trabajo por mí. Seguro que quiere el libro también... -dije, aunque no estaba tan convencida.

-Vamos- dije asintiendo a las palabras de Black Crow y comenzando a seguirlo.

Antes de irme me giré:

-Jane, mantenlo vigilado y confirma que fue ese brillo que vimos, si se vuelve un problema ya sabes que hacer!- tras decir esto asentí ante lo dicho por Pamela y continué mi carrera hacía la mansión, tocando el comunicador para hablar con Edna.

-Vamos a entrar ahora mismo, mantennos informado-

Tomó el brazo de Julian antes de que se fuera, apretó un poco y sus labios temblaron como si quisiera decir algo, pero no sabía como hacerlo...

- no mueras, Julian...- murmuró, y terminó de soltarlo, y salió corriendo en la dirección que le había dado. No miró hacia atrás, y contra su espalda tenía su mochila, y en su mano, el arma que le había dado Julian, un sudor helado recorría su nuca, y sólo recobró el aliento cuando su espalda se pegó a la pared, ahí recién pudo ver a Julian.

Wasp iba a decirles a los demás que estaba dentro, pero algo el dijo que no lo hiciera, esos sabían todo sus movimientos, de seguro, tenían intervenida la red de comunicación. Wasp apretó los dientes y sin comunicación alguna, entró en la mansión.

Benedict, Crow y Jane bajaron el edificio donde se encontraban para dirigirse todo lo rápido que podían a la mansión y concretamente a la parte de atrás, donde habían planeado entrar. Les llevó unos minutos, pero el jaleo que todavía se escuchaba a los lejos les cercioró de que no se estaban perdiendo la fiesta en absoluto.

Cuando estaban a punto de alcanzar la mansión Jane les hizo un gesto con la mano y salió corriendo hacia la derecha, directa hacia la entrada principal de la mansión; ellos continuaron de frente para rodear el recinto. Llegaron a una especie de parque, lleno de césped y árboles bien organizados. Y allí estaba el objetivo: un contenedor de gas con una valla de seguridad alrededor, pero que no les costaría mucho escalar.

Benedict, Crow y Jane se fueron del edificio rápidamente, dejando a Pamela sola con sus armas. Allí abajo, Shark había perdido su rabia inicial y ahora se dedicaba a contener a los mafiosos y al resto de mercenarios que allí se encontraban. No tenía muy claro si deseaba una matanza, una distracción o ambas cosas, pero estaba claro que estaba consiguiendo que todos buscasen matarle.

Ellos tardarían unos cuantos minutos en llegar y poco podía hacer hasta entonces, salvo permanecer oculta. Fue entonces cuando un ruido casi le saca el corazón por la boca del susto, pero se dió cuenta de que se trataba de su teléfono móvil. Tras sacarlo, el nombre que aparecía en la pantalla la sorprendió sobremanera: Allan. Al otro lado de la línea, cuando Pamela respondió, sonó la voz del hombre, una que ya casi había olvidado.

- Hola Pam, soy Allan. ¿Puedo confiar en ti? -

Me quedé de piedra al oír su voz tras el teléfono. Sin duda, era la última persona que creía que fuera a llamarme. Había estado tan... Serio y distante esa desgraciada última vez que nos vimos. Y ahora me hacía preguntas raras en el peor momento posible.

-Por supuesto. La pregunta es si puedo confiar en ti también. -me asomé con cuidado para mirar la calle y a los alrededores. No quería que nadie me sorprendiera. -¿Qué ha ocurrido, Allan?

Ninguna de las opciones de esta posible llamada era demasiado buena. Y no era tan inocente para creer que después de tantos años sin una palabra, se hubiera decidido a preguntar por mi estado de salud.

Bien... Estaban dentro. Saltó la valla con bastante agilidad y ya estaban donde el contenedor de gas. Por allí debía estar la entrada hacia la mansión.

-Vamos. Cuanto menos tiempo perdamos, mejor..

No fumó allí: Era un adicto pero no era estúpido. No podía dejarse de imaginar qué ocurriría si cayera una colilla en algún lugar con demasiada concentración de gas.. Revuelto de Black Crow.

Las dos manos seguían en las fundas de las pistolas, ahora que había terminado de escalar, tratando de mantenerse atento a todo lo que les rodeaba, aunque tenían el atrayente sonido de las balas cruzando el aire como fondo, y eso distraía bastante para aquella tarea.

Pamela pudo escuchar una especie de ruido que reconoció como la voz de Allan, sonido poco habitual en él. - No soy yo la que parece haber traicionado a mi jefe poco después de aceptar un trabajo. - su voz sonaba igual que siempre: firme y decidida, aun tras tanto tiempo y todo lo que había ocurrido. Aún no entendía por qué se había aferrado de tal manera a esa labor de guardaespaldas y a la protección tan enfermiza de la joven Natalia Moretti. Claro que había escuchado los rumores de que ambos tenían una relación, pero se le antojaba demasiado extraño que se hubiese interesado por una joven a la que debía por lo menos doblarle la edad

- No he querido consultarle a Salvatore sobre ésto porque ahora lo que más desea es ver vuestras cabezas en una pica, pero a mi me importa poco por qué habéis actuado así. Necesito tu ayuda, Pam. Natalia y yo necesitamos tu ayuda. ¿Podemos encontrarnos? -

Sortee la valla detrás de Black Crow y una vez del otro lado me puse a observar todo el entorno.

Llevé una mano a la empuñadura de la katana y medí mi respiración mientras avanzaba con cuidado, aquella zona estaba completamente desprotegida lo cual era raro.

Con suerte Julian Shark había montado un jaleo enorme o quizás Edna nos había dado el punto ciego exacto de la mansión, pero nunca había que confiarse...

-Te sigo- le dije al muchacho.

Tras saltar la valla, Benedict se dió cuenta de dos cosas. Un poco más allá, entre los árboles, había un coche deportivo descapotable. Estaba apagado y vacío (o así se veía desde su posición), no era muy fácil de ver si no se prestaba atención.

Por otro lado, en la valla que rodeaba a la mansión en sí, bastante más sólida y alta que la que acaban de saltar, había una abertura que se había hecho con las herramientas adecuadas.

Apenas veo le señalo el coche a Black Crow.

-Allí, por allí debe de haber entrado Julian Shark- le dije al joven, para luego tocar el comunicador- Edna, veo el vehículo que presumo es del rubio que esta armando jaleo, hay una abertura en la valla, si el entro, hay posibilidades de que tengamos que esperarnos que otros también lo hayan hecho?- pregunté mientras caminábamos hacía el pasadizo por donde entraríamos.

-¡No he traicionado a nadie! -le respondí con énfasis. Suspiré.- Siento el chillido. Alguien me ha traicionado, y no entiendo nada ahora. Y me gustaría coger al que lo ha hecho y hacer que cantase la Traviata. -le confesé. Por alguna razón, no quería que él pensase que era una traidora.- ¿Encontrarnos? Claro, ¿dónde estás? -Quizás pudieran venir cerca y pudiera escurrirse a verles. No demasiado tiempo, ya que los demás... Bueno, la verdad es que me había quedado fuera porque nadie más lo quería. Y nadie parecía dignarse demasiado a dirigirme la palabra. Una iba a su bola y esos chicos hacían muy buenas migas entre ellos. Me divertí pensando en una secreta relación homosexual entre esos dos tipos. Evidentemente, el cuervo era la mujer en la relación. Tuve que aguantar una carcajada. -Puedo ir yo, si quieres.

- Estoy cerca, no hará falta que nos encontremos en ningún sitio. - cuando dijo eso, Pamela escucho un ruido junto a las escaleras de incendios y al mirar, se encontró a un Allen que le devolvía la mirada mientras colgaba el teléfono. Tras él, mirando a Pamela con temor, se encontraba una joven de pelo azulado que debía ser Natalia Moretti. Lo más sorprendente no es que les hubieran encontrado, si no que de algún modo Salvatore hubiese permitido que su hija saliese de la casa sin más protección que la de Allan, teniendo en cuenta lo valiosa que era

El hombre hizo un gesto de mano, como si fuese lo más normal del mundo que se encontrase allí. - Espero que no te importe que os hayamos seguido. Nos encontramos con vosotros cuando la hacker se bajó del coche en el que íbais. - confesó el guardaespaldas, poniendo una mano en la espalda de su protegida - Puedes estar tranquila, confío en ella. Pamela, te presento a Natalia. -

La joven relajó un poco los músculos, volviendo a mirar a la ex-militar ahora con más curiosidad que miedo

- Hola. - dijo la joven, con un gesto de mano que le recordó al propio Allan. Debía tener unos 17 años, era bajita y tenía un cuerpo muy normal, ni unas curvas despampanantes ni un pecho de espanto. De no ser porque tenía una cara bonita y que había algo en ella que no sabía explicar, no le parecía nadie que pudiera 'condenarte' como decían muchos en el bajo mundo

 - ¿Eres la amiga de Allan? Encantada de conocerte. - cuando ambas se miraron a los ojos, Pam sintió que algo en su pecho se encogía, como si le hubiesen puesto una mano alrededor de su corazón - Me ha dicho que eres una mujer de fiar. Si te ayudo, ¿me ayudarás tú a mi, por favor? -