Partida Rol por web

- Yo no he podido evitar que me mordieran. - respondió a la pregunta de Alese - pero algo me dice que no será la última vez que nos tengamos que enfrentar a ellos, así que si la licantropía no es de manifestación inmediata quizá puedas esperar un poco antes de ponerle remedio. - añadió.

-No, no hasta la siguiente luna llena... y para eso falta- Dijo algo relajada mientras se ponia a contar dias. Si alguien podia sentir cuanto faltaba, era ella, en la sangre palpitando.

Wolkot se quitó el sudado casco y dejó ver sus apelmazadas canas por el sudor.

Se apoyó en su espada y soltó un suspiro.

Yo estoy bien niña. No debemos quedarnos quietos mucho rato y continuar avanzando.

Los aullidos de los lobos se vuelven cada vez más frecuentes e intensos, pero eso ya no es ninguna sorpresa. A medida que os vais adentrando en el bosque vais viendo que las zonas de vegetación se vuelven más espesas y que cubren buena parte del suelo, aunque hay algunos claros en ellas. En cierto momento veis la clara huella de una zarpa en el barro que hace aún más evidente la presencia de lobos en las inmediaciones.

Tras andar durante unas cuantas horas más, con la sensación continua de que os estuvieran vigilando, llegais a lo que parece una enorme cueva que sobre sale del suelo del bosque. Desde donde os encontrais podéis ver una oscusa abertura en uno de sus lados. Sin duda aquel lugar parece perfecto para que fuera el escondite de vuestro enemigo, pero también podría ser cualquier otra cosa o incluso un refugio para los licántropos. Fuera lo que fuese, aquel lugar resultaba sospechoso.

Bueno, todos habian salido vivos, y gracias a Alese, las heridas del resto se iban curando. Pero la mision seguia, y fue en medio del camino por el bosque en casi sin pensarlo, se fue quitando sus ropas como si nada, lentamente, y guardandolas en su bolsa, para que en un momento de seguir caminando, desnuda, su piel empezo a cubrirse de pelo, y entre un paso a otro, tanto la forma de sus musculos, hueso y hasta ligeramente su altura, cambio, y para cuando llegaron a la puerta de la cueva, hacia rato que ella llevaba su forma hibrida.

-Grrsupongo querg para bienrgg o para malrgg, aqui estamos- Dice entre medio de su feral voz, ya con su cimitarra desenfundada de nuevo.

Luego murmurando y gruñendo palabras arcanas, su mano libre empezo a largar chispas las cuales deposito en una de las gemas que decoraban la base de la hoja de su cimitarra, la cual cambio de color, absorbiendo su conjuro.

A Quenya no le gustó la cueva. La presencia de los licántropos era más que evidente, pero no sabía si es que habían pasado2por allí o cada vez se acercaban más. De todas formas, que les estaban vigilando era obvio. Pero entrar en una cueva a lo loco quizá no era lo más sensato. Aunque claro, ¿dónde esperaban encontrar una espada que podría vencer al maligno? ¿Clavada en una roca en el centro de un lago que emanase paz y tranqulidad? ¿Colgando de un árbol como si fuera un fruto? Suspiró. No, tendría que estar dentro de una cueva, llena de peligros dispuestos a matarles. Y todo por querer ayudar a ese pueblo.

Supongo que tienes razón, Envy No había dejado la espada de Urik en ningún momento, y no lo haría ahora. Se sentía más cómoda con su espadón, pero si encontraba de nuevo a los lobos, ésta era mucho más efectiva.

Entremos dijo, caminando lentamente hacia la entrada.

- No me gustaría meterme en el hogar de nadie, pero tampoco hay nadie a quien preguntar donde está la espada. Avancemos, sería positivo que alguien fuese un poco por delante para ver si hay peligro y no caer todos en una trampa al mismo tiempo.
 

El camino fue incómodo, constántemente siendo acechados por criaturas tan vivas como nosotros mismos.
Por fortuna alcanzamos eda cueva, y una vez alí, tras hacer un gesto a Dino para que regresase de cazar un par de alimañas para comer, esperé.

Envia siendo ya una gran criatura peluda, se pone al lado de Alese, a su lado izquierdo. -Avancemorss detrasgrr der Quenya, yo te cubrogr-

Wolkot se ajustó el casco de nuevo y comenzó a seguir a los demás.

A medida que se adentraban en el bosque, sin rumbo fijo, pues no sabía a dónde tenían que ir, el destino pareció conducirles a la entrada de una cueva, que bien podía no ser nada, o por contra, podía ser el lugar donde se encontrasen con el último guardian y la espada que necesitban para enfrentarse contra el malvado señor de aquellas tierras.

El bosque hervía de vida hostil a sus espaldas, pero sus enemigos no se dejaban ver, quizá esperando un momento más propicio para atacar que no acababa por llegar. 

Con las mirada puesta en su objetivo, con las heridas recuperabas y con margen más que suficiente para combatir la enfermedad de la licantropía, Igor, al igual que Quenya se adentró en la cueva. Tras las palabras de Alese, le susurró a la semidragona, - ya me adelanto yo con Ocaso, dame unos metros de margen. -

Tras sus palabras desenvainó sus armas y en silencio caminó en vanguardia, alerta de los ruidos que pudiera escuchar y rastreando la senda que les tocaba avanzar, para descubir qué criaturas se hallaban en la cueva y que a la postre serían sin lugar a dudas sus enemigos.

Igor entró solo en la cueva junto a Ocaso, al estar echando un vistazo por la sala pudo cruzar su mirada con la de una hermosa fata de indómito cabello e intensos ojos verdes. Su cuerpo estaba envuelto en un brillante manto azul, bordado con símbolos de buena suerte.

Segundos después, Igor perdió toda visibilidad de la estancia. No podía creérselo pero incapaz de ver nada, por mucho que parpadeaba o que se frotaba los ojos había quedado completamente ciego. Y entonces pudo sentir como una gran cantidad de llamas recorrían su cuerpo quemando su piel y provocándole algunas úlceras en ella.

Tras la confusión incial causada por la ceguera y el estallido de llamas, Igor, pensó rápidamente en lo que había visto, una fata, un ser de la naturaleza cuya sola visión generaba normalmente la ceguera en aquellos humanoides que la miraban. Así que trató de recordar todos los detalles adicionales que conocía sobre aquellos seres feerícos.

Entre ellos recordaba que eran criaturas bondadosas, aunque su celo por proteger los lugares sagrados a los que solían estar vinculadas las hacían atacar sin más miramientos, salvo que fueras un elfo, un medio-elfo, o un druida, a los que les solía conceder la posiblidad de explicarse, quizá si deponía su actitud hostil, y se mostraba como el siervo de la naturaleza que era pudiera evitar el combate y conseguir dar un explicación.

De todos modos aquello era una tierra hostil, alineada con el mal, lo cuál bien podía significar que aquella lo estaba, por lo que debía advertir a sus compañeros antes de que todos quedasen cegados como él.

- ¡ATRÁS, UNA FATA MALIGNA, SI LA VÉIS QUEDARÉIS CIEGOS! - advirtió Igor mientras retrocedía lo más rápido posible y con la esperanza de que si no lo era, esta les diera la oportunidad de justificarse.

Envy ya en todo este tiempo, habia aprendido a que con los asuntos malignos y de ciertas criaturas, Igor era todo un asunto, con lo cual si el decia que habia tal criatura y que podia realizar tal cosa. No dudaria ni un segundo de mas.

Con lo cual la forma con pelaje de Envy, se giro sobre su pata izquierda, para tomar a Alese entre sus fuertes brazos y cubrirla con su cuerpo abrigado, y cerrando los ojos. Ninguna de las dos debian quedar ciegas.

- Envi, déjame, cierra los ojos y entra a por Igor, encuéntralo por el olor y sácalo de ahí. Tendremos que planificar esa entrada antes de introducirnos...