Partida Rol por web

Jarek había sido una perra al respecto, pero al fin habían llegado a Alemania Occidental. Durante su primera noche, mientras debatían cómo mejor encontrarse con los pioneros del Equipo Carisma, algo sucedió.

Las luces murieron como si sus ojos se negaran a hacer pasar la luz por sus retinas, y de repente sentiste la presencia de varios vampiros, y algo más sutil y penetrante que mera fuerza física; dominación, control, fuerzas que no pertenecían a este mundo.

No sabes cuántos días pasaron en este agujero infernal, y has estado sola.

O eso creías.

"¡¿Dónde estamos?!"

"¡¿Qué nos va a pasar?!"

"¡¿Libéranos?!"

"¡Tu culpa! ¡Todo tu culpa!"

"¡Andrew! ¡¿Dónde está Andrew?!"

"¡Lo perdiste, zorra!"

Y ahí entendiste. Dos días los espíritus habían estado atormentándote, pero sin señal de Andrew. 

Tu silla.

*71 horas; 20 minutos; 42 segundos.*

Tu bastón.

*71 horas; 21 minutos; 03 segundos.*

Tus instrumentos. ¡Tus notas!

*71 horas; 36 minutos.*

¡Se lo habían llevado todo!

*71 horas; 59 minutos; 17 segundos.*

¿Cuánto quedaría de tu mente? ¿Qué sería de tu investigación? ¿Tus logros?

*72 horas*

Quedar a la merced de otros no era un pasatiempo que debiera realizarse sin los implementos necesarios, en buen cuero italiano y las adecuadas tonalidades de rojo, pero algo mezquino y obstinado parecía querer convertirlo en la nueva Coca-Cola de Dieta.

Tras quedar indefensa ante una mente avasalladora en el cuerpo de un mortal que usualmente mirarías a través de su jaula, y encarar negocios cuya dificultad no experimentabas desde la crisis cubana de misiles, todo paso como un vórtice incontrolable.

Sucedió durante tu primera noche en Berlín, tras compartir información con el dúo dinámico, y mientras ponderabas sobre cómo mejor encontrarse con los pioneros del Equipo Carisma. Las luces murieron como si sus ojos se negaran a hacer pasar la luz por sus retinas, y de repente sentiste la presencia de varios vampiros, y algo más sutil y penetrante que mera fuerza física; dominación, control, fuerzas que no pertenecían a este mundo.

No sabes cuántos días pasaron en este agujero infernal, y has estado sola.

El vórtice de confusión tras un torpor causado por el combate más reñido que has tenido en décadas, la sensación de expulsión y náusea, la adrenalina de beber de tu fiel ghoul mientras sus preocupadas hermanas de camada, tus otras gatas, observan preocupadas por ambos.

Tras esto suelen seguir semanas de hedonismo. Pero...

Las luces murieron como si sus ojos se negaran a hacer pasar la luz por sus retinas, y de repente sentiste la presencia de varios vampiros, y algo más sutil y penetrante que mera fuerza física; dominación, control, fuerzas que no pertenecían a este mundo.

No sabes cuántos días pasaron en este agujero infernal, y has estado solo.

El escapista compartió información de manera apresurada. Algo sobre el príncipe oriental preparando una defensa contra su vástago occidental, cuyo nombre nunca habías escuchado, un enclave de Tremeres Nazis compartiendo la ciudad en un delicado equilibrio, frágil, y a punto de entrar en absoluto caos mientras el mundo de tinieblas y la mascarada se debate el nuevo estatus quo.

El hombre se fue, dejándote con demasiadas preguntas. Información que no sabías cómo manejar.

De seguro el resto sabría qué hacer con ella, aunque lo más probable es que fueran más efectivos consiguiéndola en primer lugar.

De cualquier manera, eras la vanguardia, el pionero. Montaraz. El primero.

De algo serviría.

Las luces murieron como si sus ojos se negaran a hacer pasar la luz por sus retinas, y de repente sentiste la presencia de varios vampiros, y algo más sutil y penetrante que mera fuerza física; dominación, control, fuerzas que no pertenecían a este mundo.

No sabes cuántos días pasaron en este agujero infernal, y has estado solo.

Durante su primera noche en Berlín, tras compartir información con la zorra-tiburón, y mientras ponderaban sobre cómo mejor encontrarse con los pioneros del Equipo Carisma, algo sucedió.

Las luces murieron como si sus ojos se negaran a hacer pasar la luz por sus retinas, y de repente sentiste la presencia de varios vampiros, y algo más sutil y penetrante que mera fuerza física; dominación, control, fuerzas que no pertenecían a este mundo.

No saben cuántos días pasaron en este agujero infernal, y han estado separadas y solos. Aislados.

Berlín del Este, Alemania Oriental.

Durante sus tres días en cautiverio, han estado aislados en la oscuridad, rodeados por cuatro paredes de concreto sin ninguna muesca o irregularidad; una caja perfecta. La tortura a la que han sido sometidos no ha sido física, pero la espera y la duda carcome sus mentes. Todas sus tareas fueron cortadas a la mitad cuando perdieron la consciencia. Inicialmente, los más duchos en ocultismo, pudieron pensar que estaban sufriendo un efecto secundario por haber cruzado la Cortina de Hierro. 

Durante las últimas horas de la noche, conscientes, aunque secos, las luces amarillas invaden sus retinas y revelan un camino desde fuera hacia el centro de la caja que no da señales de alguna vez haber estado cerrada. Siguen el camino hacia un círculo al aire libre, desde el cual otras seis puertas equidistantes se abren, revelando a algunos de sus antiguos compañeros de grupo.

Oscuridad.

Una vieja compañera que a todos nos había acompañado en algún momento, pero esta vez era diferente.

Había traído consigo a viejos amigos, y estaban pudriendo mi mente. Desconozco cuánto tiempo ha pasado desde que nos encerraron aquí, desconozco quienes fueron y por qué lo hicieron, aunque puedo tener sospechas. Pero no me importa.

He golpeado estas paredes, he limado mis uñas contra su superficie. He gritado. Y he llorado aquí dentro. Mi piel se seca, poco a poco, sí, tengo hambre.

Me torturan voces, que no sé de dónde vienen, pero sé que ninguna es de él. Por momentos sospecho que este es el fin. Que toda la aventura no ha merecido la pena, debí haberme dejado arrastrar al más allá hace décadas, me hubiese ahorrado sufrimiento.

Pero un hilo de luz ilumina un camino, desconcertada lo contemplo, con miedo, con temor. ¿Será la sentencia final? No estoy dispuesta a descubrirlo en primer lugar.

Mis uñas se clavan en la palma de mi mano formando apretados puños. Por primera vez en toda la expedición, mi expresión despreocupada ha mudado hacia una seriedad que rezuma enfado: "¡Capturado! Yo, Andreas Aelker: la joya de la familia. El mundo existía para mi beneplácito, y ahora me despreciaba con aquella insultante captura sin sentido."

Paso la vista por encima de mis compañeros de misión

"Alguien pagará por esto"

No puede ser mi culpa, alguien de mi equipo tiene que haberla cagado en el cumplimiento de su función.

- ¡Tú! - Lanzo mi acusación apuntando con el dedo al anciano de la silla de ruedas: Jarek Gorski .- Habla, ¿qué nos han hecho?

Probablemente fuera culpa de aquel carcamal tremere, pero por el momento iba a ser práctico. Lo primero que necesito saber son las repercusiones de lo que haya podido ocurrirle a mi cuerpo durante el bloqueo mental y qué repercusiones tiene. Después buscaría la forma de escapar de aquella prisión.

Fueron días de tortura. Dolor pero no fue algo físico, si no aun peor, aunque no podía describirlo. Mi mente estaba aún confusa por el tema de lo que me hubieran hecho. Lo realmente dolido era mi orgullo ya que había fallado a la hora de encargarme de la seguridad. Eso era realmente más doloroso que otra cosa.

Seguí aquella luz, la cual me llevo a un lugar al aire libre donde podía ver varias puertas más. De ellas aparecieron caras conocidas, las de los compañeros que me fueron designados. Uno de ellos el estirado apunto con su dedo al viejo de la silla de ruedas. Por mi parte estaba demasiado confuso  y cansado para hablar, aparte prefería centrarme en cómo salir de ese lugar. Por ello mire si había alguna posibilidad para salir de ese lugar.

También el pensamiento de como estarían mis gatitas me surgió de repente. Al fin y al cabo las tenía algo de aprecio eran unas bellezas muy útiles, aunque ahora no serviría de nada pensar en ello.

En absoluta oscuridad y completamente aislada. Casi me dejo caer en el pánico y la confusión, pero busqué mantenerme impoluta. No sabía cuanto tiempo iba a pasar ahí adentro, encerrada con mi mente, así que busque mantener la sensoridad intacta para no perder la cordura y con ella el control.

Recorrí el espacio, establecí límites, calculé altura, pasé mis dedos por la superficie, busque hacer sonidos, intenté buscar la voz de mis compañeros, incluso me alimenté de mi propia vitae. Cualquier cosa era necesaria para mantener mis sentidos intactos.

Dejé que mi cuerpo se sumerja en el sueño sobrenatural de cada mañana para contar los días del encierro, y así pasaron 3 días. No me precupaba morir. Era evidente que las fuerzas sobrenaturales que nos llevaron a ese lugar tenían intenciones de mantenernos con vida, aunque desconocía las razones.

Y una noche, cual capricho de creador, se hizo la luz. Caminé hacia ella rogando que todo terminara. Aunque sabía que recién comenzaba.

Ya en el aire libre pude reconocer a mis compañeros. Estabamos todos muy mal, algunos de mal humor.

Andreas lanzó una acusación, seguramente causa de la frustración del encierro.

No me preocupó, aunque sabía que necesitabamos contención emocional. Hasta las bestias necesitan consuelo, luego de semejante tortura.

-Andreas! Quien quiera mantenernos vivos durante 3 noches, y decide no matarnos, seguramente tiene sus razones y habrá espacio para explicaciones. Nos necesitamos los unos a los otros más que nunca. Si el enemigo nos avasalla que nos encuentre unidos y organizados.- Lo digo en tono calmado y sin mirar a nadie al rostro, incluso con la mirada perdida. Pero observo minuiciosamente el lugar buscando detalles.

Desde tu coto de caza, escuchas a los más bonitos y rimbombantes miembros del grupo, profiriendo insultos, amenazas, y llamados a la paz. Parece que el niño bonito, la mayor amenaza a tu integridad física, está amenazando al buen doctor, mientras la mujer-tiburón trata de calmarlo y establecer un debate.

Salas de reuniones, asedios, cárceles... repiten la rutina sin importar la situación.

El doctor Gorski salió de su celda valiéndose del hormigón como apoyo. Al viejo le habían privado incluso de su bastón, y desnudo como estaba se asemejaba más a un cadáver que a un ser humano. Sin sus ropas, era poco más que una cáscara marchita y arrugada que emergió de las sombras con el rostro contraído por su demencia, como si aquella experiencia le hubiera alejado aún más de la cordura. De vez en cuando susurraba alguna cifra e, inconscientemente, mecía el dedo índice de su mano izquierda una y otra vez, como si se tratara de un metrónomo que oscilaba al ritmo del secundero de un reloj invisible que solo podía ver él.

Cuando se encontró con Andreas y su dedo acusador, se limitó a sonreír hasta que Darla terminó de hablar. A diferencia del pequeño de los Aelker, la niña todavía guardaba algo de sentido común. 

—Efectivamente. ¿Es que no os enseñan más que a partir huesos en las, como las llamáis ahora… las fuerzas especiales? —espetó, poniendo especial énfasis en aquellas dos palabras, como si más que un logro fueran un insulto— Nuestro misterioso anfitrión pretende, y creo que es evidente, doblegar nuestra voluntad, volver a la Bestia contra su huésped. Huelga decir que sea quien sea, aún tiene mucho que aprender. Si de verdad quería que enloqueciera, tan solo tendría que haberme encerrado con vos —el anciano hablaba con seriedad, inconsciente de su propia locura—. Pero no importa. Cuando nos encontremos cara a cara con él estaré encantado de darle algún consejo… 

Chasqueo la lengua ante la cháchara "tranquilizadora" de Darla. El viejo tampoco parecía tener respuestas ¿Era mucho pedir que un puto vampiro respondiera por una vez a lo que se le pedía y no a lo que le salía de los cojones?

- Jódete abuelo

Busco con la mirada a mis otros acompañantes y me fijo en Bree esta vez

- Tu también eres de los usurpadores ¿no?  - digo refiriéndome al clan Tremere - Igual chocheas menos que el viejo. Solo quería saber si tenéis idea alguna de cómo nos han capturado para que no nos vuelva a joder el primer desgraciado que se cruce en nuestro camino.

Y en lugar de esperar una respuesta más elaborada de Bree, me pongo a explorar el lugar con paso ligero. Tocando las paredes, puertas, siguiendo corrientes de aire y buscando señales que haya podido dejar algún antiguo inquilino de aquella prisión.*

Los segundos fluían descompasados, más lentos de lo que recordaba. 

¿Era así como se habían sentido sus víctimas, antes de acabar en la mesa de operaciones? 

Pese a su frialdad, la ironía de aquella situación no le era del todo ajena. Nadie podía escuchar sus risas, una sarta de carcajadas amargas que intentaban ocultar su propia impotencia. Tal vez algunos de sus compañeros fueran capaces de abrirse camino a cabezazos a través del hormigón y el acero, pero él no. Y aunque pudiera, no lo haría. Su cuerpo estaba atrapado, su mente no. No, eso nunca. Él había sido liberado por su sire, del mismo modo que Enoch había liberado a Malkav. Sentado en una de las esquinas de la sala, meditó acerca de cómo había acabado allí. 

La verdad, no era un recuerdo agradable. Cada paso que había dado desde que abandonó Edimburgo había sido más frustrante que el anterior, hasta el punto de que aquella misión resultaba, con mucho, el más rotundo fracaso de su carrera como agente al servicio de la Camarilla. Algo que, sin duda alguna, debía enmendar. Pero no todo estaba perdido: fuera quien fuera su enemigo, le mantenía convenientemente vivo cuando bien podría haberle abandonado a su suerte en aquel abismo con una estaca atravesándole el pecho. Por tanto, dedujo, no quería matarle. De momento. Como solía ocurrir, las preguntas se iban acumulando. 

Guarda, guarda. 

El susurro de las entrañas todavía resonaba en sus oídos, como la noche en que lo oyó por primera y única vez. Su significado todavía le eludía. ¿Qué había hecho mal? ¿Dónde estaba su fallo? Por estúpida que fuera la posibilidad, las consideró todas, desde el momento en el que Rivadavia le presentó al resto de miembros de la sociedad, hasta que llegaron todos a Berlín. Él no había errado, concluyó. Por tanto, descartada esa hipótesis, consideró la negligencia de cualquiera de sus compañeros. Negligencia... o deslealtad. 

Muy a su pesar, aquello eran solo conjeturas, teorías sin una base empírica o un fundamento, más allá del hecho de que los Vástagos eran traicioneros por naturaleza. Para su desgracia, como solía ocurrir cuando el buen doctor no tenía un espécimen sobre el que verter su locura, esta comenzó a ensañarse con su propia mente. 

Volvía a estar en su sótano, escarbando entre las vísceras de su último paciente y escuchando los secretos que sus tripas le tuvieran a bien confesar. 

Las horas pasaron, hasta que una luz se encendió al fondo de un pasillo. A duras penas, el doctor abandonó su celda. 

Mis uñas rozaron el concreto, anunciando la salida de aquella caja que nos había tenido encerrado durante días. Meses para mi, siglos, eones. Ni siquiera había dejado ver mi piel desnuda, y reseca por el hambre, cuando el cretino de turno ya estaba mentando mi nombre en vano.

Abandoné la caja deslizándome sobre mis pies descalzos, con un leve y frágil vaivén, sonreía con malicia y negaba con la cabeza, incrédula ante las acusaciones de aquel hombre. De Andreas.

─¿Qué mierda tienes en la cabeza, desgraciado? No vuelvas a mencionarse sin más, o te juro que me haré ropa nueva, pero con tu asquerosa y sucia piel. ─los colmillos, vaya... se podían apreciar mis colmillos. Estaba hambrienta, y furiosa─

Las palabras de Darla y de Jarek habían pasado a la historia, borradas completamente de mi mente a causa de la intrusión verbal de Andreas. Una pena, por que creía que tenía algo más interesante que decir.

—Nos han capturado porque acudimos en tropel a una batalla en la que los números son una desventaja —contestó—. Como dije en su momento, debimos instalarnos por oleadas... 

Por algún motivo, Andreas pensaba que ellos eran Tremere. Era insultante, pero le daba igual. No era su sire, y no tenía por qué explicarle las diferencias entre Clanes. 

Después, miró en derredor, buscando alguna salida. 

—Seis puertas. O algunos de nuestros amigos no han sido capturados, o nuestro raptor les ha dispensado un trato muy distinto al que hemos recibido nosotros... 

Basta damas y caballeros. Dije en tono duro. Recordemos quienes somos y que hacemos aquí. Ahora mismo lo más prudente es apoyarnos y trabajar en equipo. Guste o no guste. Mire a los que gritaban. Solo puedo decir que si nos deseaban muertos ya lo estaríamos y eso me preocupa sobre todas las cosas. Esa idea había comenzado a germinar en mi mente “¿Por qué dejarnos vivos?” Se me ocurrían muchas opciones y ninguna agradable.

Voto por buscar una vía de escape, una manera de fugarnos de aquí. Comente a todos, lo consideraba la prioridad, no deseaba continuar encerrado y sobre todo sintiéndome tan desnudo y desprovisto de todo. Me sentía como un paria cosa que no me agradaba.

Cuando estemos a salvo y en un lugar seguro, podremos discernir sobre lo ocurrido. Sentencie, mientras miraba una vía de salida.