Partida Rol por web

Con ciertas dudas al respecto, no estaba seguro de como aproximarse a una eminencia tan alta, nunca había estado tan cerca de una posición tan exclusiva, sin intermediarios que buscaban sus propios beneficios... acarició con cuidado su mentón y finalmente sacó el pequeño trozo de papel con el numero del señor Rivadavia, marcó el número en el teléfono y esperó que le comuniquen con él.

Leonidas accedió a una reunión contigo, siempre y cuando la mantuvieras confidencial.

Rivadavia dijo que enviaría una escolta a un callejón lejano, para que te acompañase. Al llegar, unos hombres, tras presentarse, te vendan los ojos sin violencia y te meten a una camioneta. Si no opones resistencia, pasarán unos treinta minutos de silencio mientras la camioneta zigzaguea serpentinamente.

Cuando te liberan los ojos, sigues en la camioneta, pero estás sólo, con Rivadavia sentado frente a ti. "En cualquier otro caso diría que esa llamada fue una impertinencia, Señor Aelker. Pero tras la reunión que tuvimos, la reconozco como sentido común. Hay muchos factores que su falta de cortesía colectiva les impidió aprender. Sin embargo, no puedo ayudarlos abiertamente luego de esa falta de respeto. Tendrá que decirme usted con qué lo puedo ayudar."

Los hombres de Rivadavia fueron fácilmente reconocibles, después de todo no era un callejón que los mortales quisiera visitar muy a menudo, y aunque de todas maneras fuera incómodo el tener que ser llevado de aquella manera, pues no se podía esperar más luego del espectáculo que dieron en la reunión general. Se dejo hacer y colaboró con todo lo pedido, hasta que por fin llega donde Rivadavia.

Eugene se acomoda un poco el cuello de su camisa, quiera o no era un profundo impulso de acomodarse y sentir que recupera un poco el control, aunque ante la figura tan ilustre eso era algo incierto.

-La verdad es que quedé impactado luego de su segunda intervención en la reunión, señor Rivadavia...- "¿qué era lo que lo había dejado atónito? ¿que un brujah pudiera encender las llamas a voluntad y sin alzar un dedo aparentemente? ¿que el viejo haya sido tan inconsciente de su realidad?" -...me ha seguido acosando el recuerdo de aquella petición del señor Gorski a el reconocido Beckett, ¿es cierto ello?... sea o no, miembro de aquel clan de gente delicada... pues es que es peligroso que tenga aquellos impulsos.- para comenzar la reunión, buscaba consejo de parte del magnifico Rivadavia; mostrar algo de humildad, aunque su gesto era firme y poco afectado por los recuerdos, después de todo, Eugene no era un simple neonato.

Rivadavia levanta una ceja enigmática. "Señor Aelker," te dice, su voz tersa. "No creo en tener amigos, así que no intente hacer conversación banal preguntándome cosas que ya he dicho. El Malkavian es un desquiciado y posa más dificultades logísticas que una carreta sin mula, pero conoce su área. Domínelo hasta que olvide su nombre, si desea. No me importa, y haría que Beckett me pida un favor menos irritante si se entera, pero él es su mayor posibilidad de distinguir pies o cabeza de los tomos que espero encuentren en las locaciones de importancia. El Castillo Zarovgrado, por ejemplo, donde su perturbador compañero anti-tribu busca regresar."

Se acomoda los hombros en los constrictores confines de la camioneta. El hombre no es alto, pero obviamente está acostumbrado a lugares más dignos. "Lo que le diré es que el grupo no se presentó con el Príncipe de Berlín para pagar respetos, lo cual, a pesar de estar por debajo de quien llamó a la reunión, le da derecho a tomar represalias. El Príncipe Waldburg de Berlín busca hacer incursión en el Este durante las próximas noches. Un conjuro suyo le dio poder sobre el Muro, lo que nos permitió conservar Berlín del Oeste para la Camarilla, donde había estado aislado. Espera resistencia de Thule y Anarquistas, por lo que le sugiero averiguar sobre y debilitar estos grupos para que su tarea se vea lo suficientemente aliviada como para olvidar el insulto."

Leonidas golpetea el techo de la cabina tres veces y el auto se detiene. "¿Sería eso todo?"

Obtuvo lo que quería de aquellas palabras sobre el señor Gorski, 

La camioneta comienza a dar vueltas, y te sientes desorientado. La parálisis mental que vino con la perturbación de tus sentidos fue interpretada como asentimiento por parte de Rivadavia. "Entonces, le deseo buen día," dijo tan cortés como siempre.

Tus afinados instintos mejorados por años de educación y entrenamiento mental te indicaban que te encontrabas en el palacio submarino de Nemo, el Pirata, de 20.000 millas de viaje submarino, de Julio Verne. Cuando te diste cuenta de que el auto había acelerado, ya tenías la venda en tus ojos, y sentías cómo el submarino flotaba de vuelta a la superficie.

Te dejaron donde te habían recogido, y te sentiste afortunado de no haber sufrido un aneurisma por los cambios de presión inherentes en todo ascenso desde el fondo del mar.

Cuando recuperaste tus sentidos, seguías en el camión. Leonidas aún esperaba tu respuesta.

Escuchó lo que quería escuchar respecto al viejo, las palabras de Rivadavia literalmente le permitían tomar medidas "extremas" si es que el viejo no mostraba algo de sensatez... o mejor dicho si volvía a mostrar aquella actitud tan desubicada que comentó sobre su reunión con el mismisimo Beckett.

Eugene asintió levemente, actitud a la que Rivadavia podría estar acostumbrado, una innegable aceptación de todas sus palabras y ni una pizca de duda o cuestionamiento sobre lo dicho, al menos en el tema del viejo que solo esperaba la señal y permiso de tomar medidas con él si hacía más de esas peticiones "intrépidas".