Partida Rol por web

-Luego os contare con mas detalle lo sucedido pero no es la guardia no se que serán pero me atacaron sin dudar -hizo una esfera con las manos -ha vuelto a hacer lo de la otra vez -era un claro indicativo de que la esfera había hecho algo extraño -no podemos perder ese objeto y a un componente

     - Maldita sea... Mascullo. Ocho eran muchos soldados para nosotros, pero no podíamos dejar allí a Eric. - ¡Andando! Digo mientras desenfundo mi espada y una pistola de chispa. - ¡Ya hablaremos luego pero ahora hay trabajo que hacer! Miro un momento hacia atrás antes de entrar por la puerta de la posada. - Julia te quiero fuera de la línea de fuego. ¿Está claro? No quería que las heridas de mi esposa empeorasen, o aun peor, que fuese herida de nuevo. Los tres hombres nos haríamos cargo de aquella situación peliaguda.

Antes de entrar en combate intento echar una bendición sobre Alfred -Vayamos

Si claro cariño. Julia no era tonta y rápidamente desenfundó una espada corta y se colocó la rodela que tenía en su brazo. Ajustó las correas y se colocó detrás del grupo. Intentaré daros apoyo sin meterme mucho en líos. Lo cierto era que necesitarían toda la ayuda del mundo. ¿Vamos a pelear contra 8 hombres armados? Asintió con valor. Oh dios mío... Y luego dijo lo que todos pensaban. Por un miembro de la familia lo que sea... Era una premisa en el grupo.

Lo que hagamos... tenemos que hacerlo rápido, eso está claro... Dijo el comerciante del grupo que de tantos apuros había sacado a la familia que formaban los cinco. El hombre que nos cruzamos...Hannes si no recuerdo mal, seguro que ha ido a informar a la guardia, esto no pasará desapercibido, la trifulca, los muertos descompuestos de ahí atrás...Esto... esto es muy... irregular. Sacó su maza llena de pinchos y su rodela al igual que Julia se la colocó bien. Mientras se ajustaba las armas miró a Julia y luego le hizo un gesto a Alfred. Acercándose a él le dijo en voz baja. Estaré en el combate, pero cuidaré también de ella Alfred. Parecía que todos estaban bien equipados a estas alturas. Armados y listos para entrar en combate. Ante ellos, el cartel de la Luna roja colgaba tan solo de una de sus cadenas y se balanceaba en todas direcciones en vez de adelante y atrás como había hecho siempre. La puerta de la posada, gruesa y de madera tachonada con trazas de metal grueso, se encontraba cerrada tal y como había visto Felix hacer a aquel hombre que le había atacado.

Todos conocían lo que había al otro lado de aquella puerta que estaba cerrada. Habían pasado varias noches dentro de la posada. La famosa Luna Roja ahora mismo parecía un lugar peligroso en el que se iban a apostar algo muy valioso. Sus vidas. Pudiera ser que Erick ya estuviera muerto, o que por el contrario hubiera salido del lugar y siguiera vivo, o que ahora mismo se enfrentara a ocho enemigos con su típica bravuconería e insolencia. Nada más aproximarse a la puerta cerrada, tanto Alfred, Mannfred como Julia torcieron el gesto ante el horrible olor que se captaba a través de la gruesa madera.

     Aquella puerta parecía terriblemente sólida. Era una gran contrariedad. - ¡Buscad algo que nos sirva de ariete. Un banco, un poste... lo que sea!

Uno de los sujetos que estaban ahí mismo, junto al gigante de piel de ébano, avanzó hacia ti, y luego carga con un rapido movimiento que pese a tu postura defensiva penetra en tu guardia. Algo en su aspecto te hizo sufrir un escalofrío. Aquel hombre que tapaba su rostro con una capucha, era totalmente blanco. No es que fuera más blanco, o que al estar al lado del hombre de color negro intenso resaltara su palidez. Era blanco blanco. Blanco alvino.  El hombre negro se colocó en posición de reacción esperando a ver como se desarrollaban los acontecimientos mientras decía: ¡Imbécil, no intentes ninguna locura! Blanch... ¿Qué demonios? No sabes muy bien si eso te lo dice a ti o se lo dice a su compañero, pero lo que está claro es que se siente intrigado por algo. Al mismo tiempo ves como debido a tus palabras dos de los hombres armados y bastante blindados se echan hacia atrás un tanto asustados.

¡Mátalo! Dijo el alvino cuando cargó contra ti. ¡Maldito seas, brujo! Gruñò resignado el gigante de ónice, para luego moverse hasta flanquearte mientras sostenías aún con vehemencia el podrido orbe.

Alfred, creo... creo que entre todos podriamos hacer que la puerta cediera. Sugiere Mannfred mirando minuciosamente la puerta. Era cierto, la puerta era antigua y tenía muchos años y muchas reparaciones a sus espaldas. Mannfred apoyó el hombro en la puerta y esperó a que el que fuera a realizar el esfuerzo arremetiera.

     Hice gestos al resto para que apoyasen el hombro en la puerta e intentasemos forzarla entre todos. - Vamos, empujad todos a la vez. ¡Ahora! Aunque pareció ceder, al final no lo hizo. Era mas resistente de lo que parecía. - Intentemos otra vez. Una, dos, ¡Ahora! Nada, no había forma de que aquella cerradura se abriese de esa manera. Tendríamos que probar de otra forma.

Julia tambien se apoyó en la puerta e intentó hacer presión. !Arrrggggg! Pero la puerta no cedió de ninguna forma. Crujió, eso si, y se combó un poco dejando alguna astilla en las ropas de los que se habían acercado. En la posada se oian ruidos, jaleo, voces, y pasos apresurados que llegaban hasta donde estabais. ¿Que hacemos ahora? Era una buena pregunta.

Atrás perro!, no soy ninguna clase de Impío.-Maldijo Eric con vehemencia mientras desenfundaba con presteza su estoque y decidía hundirlo lo mas cercano a las tripas del que se había adelantado para atacarle.-Atrás u os tiro este objeto endemoniado malditos monstruos!.-Seguía maldiciendo bien metido en el papel de salvador de la ciudad que ciertamente no estaba tan lejos de la realidad, pues si ese objeto era el responsable de lo ocurrido abajo sería mejor destruir aquello cuanto antes en lugar de esperar mas tiempo, sobre todo si aquel maldito albino seguía intentando matarle pues el resto parecían algo mas abiertos al diálogo.

Oh... Maldita sea... Tenemos que abrir esta puerta como sea... Un puntapié no iba a ayudar, estaba claro, pero servía para descargar penalidades. Felix se veía muy magullado, sangraba por varios puntos y cortes, entre ellos uno que tenía en la cabeza. En el intento de abrir la puerta había dejado una pequeña mancha contra las maderas. Félix... ¿A que nos estamos enfrentando? ¿Quién te hizo esto? ¿Cuántos eran? !Por Sigmar esto es una locura, cuéntanos algo! Lo cierto es que estábamos actuando a lo loco y sin ninguna información. Recuperemos fuerzas y volvamos a intentarlo en unos segundos... Mientras más valdría que Félix nos dijera más sobre lo que había visto, eso le serviría a Alfred para idear un plan. Nuestro líder siempre resuelto, por algo era el patriarca de esta extraña familia.

El hombre negro te atacó con determinación. Ha llegado tu hora. Sangre para los dioses del dolor... Aquellas fueron las palabras que balbuceó, casi como un acto reflejo, justo antes de alzar su filo acerado por sobre sus inmensos hombros y descargarlo como un letal aguijón sobre ti. El golpe fue directo a por tu garganta. Por su parte el hombre alvino te atacó sin causarte daño gracias a tu armadura y tu genuina resistencia.

En aquel mismo momento los mercenarios giraron la cabeza a la vez que oías voces provenientes del pasillo que daba a las escaleras, y momentos después salieron corriendo hacia ahí con las armas en ristre. ¿Refuerzos quizás? Esa esperanza se desvaneció cuando aparecieron otros dos hombres por la puerta de la estancia. Un, con ropas de noble, te dijo al verte rodeado por dos enemigos: ¡Tú!¡Si tiras el orbe al suelo te dejaremos marchar, no tienes por qué morir! Parecía una promesa a fin de cuentas.

Eric retrocedió buscando la ventana y gritó.-A MI LA GUARDIA!.-Buscó una postura cómoda con la que mantener el arma en la mano buena mientras lanzaba otro espadazo hacia el albino y agitaba la bolsa.-HE DICHO ATRÁS O MORIREMOS TODOS PUTOS BRUJOS DE MIERDA!.-Dijo agitando la bolsa haca la ventana.

!Eh! ¿Que os pasa maldita sea? Erick está ahí dentro. Podrian haberlo encontrado. !Podrian estar matandolo! !Tenemos que entrar ahí! Una patada a la puerta no fue suficiente para abrirla, pero esperaba que los compañeros se unieran a mi y entre todos poder echarla abajo. !Venga, a la de tres! !Una...doss...TRES! Arremetí de nuevo.

    A la cuenta de Mannfred todos hicimos nuestro mejor esfuerzo y arremetimos contra aquella puerta... pero nada. Parecía hecha de pura roca. Necesitaríamos otro plan o al menos algo contundente con lo que probar de nuevo ya que estaba bastante claro que así no iríamos muy lejos. Me fijo en las ventanas y evalúo la posibilidad de entrar por ellas. Las de la planta tendrían rejas pero quizás las de la planta de arriba podrían ser practicables. No perdía nada por probar.

Venga vamos. Tenemos que echar esto abajo. Comentó el sacerdote mientras echaba un vistazo en la calle y señalaba a un banco de madera de una pieza que había junto a la posada. Usemos esto. Cojamosló entre los cuatro y arremetamos con ello. El sacerdote se acercó rapidamente al banco e intentó levantarlo pero necesitaba la ayuda de sus compañeros. Entre todos podrian hacerlo.

Sí, eso podría servir. Apoyó la moción Mannfred. Un ariete, eso es... Esa puerta no podrá resistirse. Se acercó al banco y lo tomó con pesado esfuerzo en sus manos haciendo un gesto con la cabeza a Alfred y Julia para que arrimaran el hombro y tomaran la parte trasera. Era un banco rudo, de dura madera y con pinta de ser muy antiguo, endurecida por el sol de los días que han ido pasando en aquella ciudad.