Partida Rol por web

No se alejaron mucho los sectarios antes de que el puente estallara. Una bola de fuego ascendió al cielo, iluminando las nubes grises para luego desvanecerse. La mitad de la ciudad estaba en llamas, desierta, vacía, muerta. Las calles que recorrían carecían por completo de vida, y aún así preocupaba el hecho de que muchas casas estaban ardiendo, aunque no se viera a orcos incendiándolas. Tal vez el fuego había llegado desde otros lugares, o tal vez los propios habitantes habían quemado la ciudad. Es posible que no pudieran averiguarlo, pero no tuvieron tiempo. Algo ocurrió.

Una luz cegadora deslumbró a los sectarios. Una figura, más brillante que la luz del sol, más hermosa que los cielos de Orientese presentó frente a ellos.

Tú...

La voz sonaba cruel, no coincidía con esa figura pura. Era un hombre alto, arreglado, vestía ropajes claros, cubría su cabeza con una extraña capucha azul rematada con una fina corona de oro. Portaba un báculo en la mano derecha. Los vientos de la magia fluían intensamente en él, hasta Marcus podía percibirlo, no como magia, sino como una extraña sensación de poder sobrenatural. Su luz era más intensa que las llamas, y la noche se hizo día a su alrededor.

Jamás obtendrás el orbe.

¡Qué sabía él del orbe! ¿No lo tenían unos bandidos del Drakwald? Algo había sucedido al margen de la voluntad del Señor de la Putrefacción y no presagiaba nada bueno. El hombre dijo unas palabras, magia sin duda y una bola blanca se alzó al cielo, iluminando la calle, debilitando a Blanch, fortaleciendo al mago blanco. El hechicero notaba como las energías mágicas escapaban a su control.

Un sudor frío recorrió la espalda de Blanch, un temor que se convirtió en desenfrenado terror al notar el efecto que aquel hechizo de luz tenía sobre él ¡Me ha encontrado ¡Utilicé demasiada magia para buscar a Marcus, no debería haber...! Se le pasó por la mente negar cualquier implicación con ese "artefacto", pero dudaba que una mentira tan burda pudiese engañar a un mago así de poderoso, por lo que se limitó a hacer lo único que podía.

¡El poder del Orbe volverá a las manos del Gran Padre, y no hay nada que tú o tus seguidores podáis hacer para impedirlo! -su grito sono fuerte, autoritario a pesar del temblor que escondía bajos las amplias mangas de su túnica- ¡Suplica nuestro perdón y quizás te dejemos marchar! -siguió faroleando, intentando que su voz sonara con la determinación de la piedra.

Yo soy Manfred Vortier, y he venido a erradicar las marcas de Nurgle, no vas a ser el primero, pero tampoco vas a ser el último...

Una inquietante sonrisa asomó en la boca del hombre y un manto de magia le rodeó, después golpeó el suelo con su báculo, preparándose para lanzar algo poderoso.

Marcus entendió pronto que si dejaban conjurar con comodidad a ese hechicero blanco las cosas se pondrían realmente complicadas para él y su compañero, asi que embistió a su rival con la espada en alto para incapacitarlo. Pero su golpe fue deplorable en el mejor de los casos, y la majestuosa figura se alzó indemne ante aquél torpe intento.

Parecía que el hechicero blanco se preparaba para eliminarlos de un sólo golpe, y aunque Ibrahm admiró el arrojo con el que Marcus se lanzó a por él, en su interior sabía que él mismo nunca sería capaz de arriesgar su propia vida de esa manera ¿Es posible que ya haya acabado con Maximillian? La afirmación de Manfred le preocupaba, pero decidió que lo mejor era concentrarse en el combate.

Suplicando la ayuda del Señor de la Corrupción, Stinth empezó a acumular poder en la superficie de su piel, endureciéndola y cuarteándola como el cuero viejo- No desapareceré -murmuró para si mismo al tiempo que avanzaba, como queriendo destruir la determinación de Vortier con la suya propia.

Lo harás...-le contestó el hechicero.

El mago utilizó su magia, canalizó energías y un cegador rayo blanco salió de sus ojos y atravesó a Marcus quien sintió una espantosa quemadura en su frente, que le atravesó carne y huesos. El dolor fue intenso, y permaneció aún después del ataque.

Marcus no vio llegar el ataque tras su fallido embate. Probablemente un ser humano común hubiera rodado por tierra ante la crudeza de la descarga, pero el sectario logró absorber dolorosamente el golpe y mantenerse en pie. Pero al abrir y cerrar sus ojos la imagen de su rival se volvió difusa, desenfocada. Otro parpadeo le dió una visión más sangrienta del mundo. Luego los colores comenzaron a desvanecerse lentamente. Estaba pasando de nuevo, y ya no podía hacer nada para evitarlo...

Ignorando la preocupación por su compañero herido, Blanch se centró en seguir avanzando implacablemente hacia su enemigo, con la mano extendida levemente frente a él Sólo tengo que tocarle... De nuevo, forzó su poder para canalizar las energías mágicas que aquella odiosa bola de luz se esforzaba por apartar de él, preparándose para su próximo movimiento.

La bestia interior había ganado otra vez, y ahora se disponía a descargar su rabia contenida contra el hechicero de ópalo. No habría tregua ya hasta que alguno de los dos cayera muerto de una manera lo suficientemente violenta como para apaciguar un poco más al dios de la Guerra. Sus zarpas se alzaron entonces tres veces en lo alto para caer con ira sobre la cabeza de su enemigo. El verdado combate había comenzado...

¡Por la sagrada llama de...!

La criatura que había frente a él era un terrorífica bestia que atacaba sin cesar, una de las zarpas causó una terrible herida en el brazo del hechicero blanco, que sólo la mágica armadura pudo amortiguar. La bola resplandeciente se movía en torno al hechicero, pero no pudo protegerle de los ataques.

El hechicero canalizó energías y una luz blanca brotó de sus ojos. El mundo se volvió blanco, y cuando el destello cesó el hechicero blanco había desaparecido.

Ibrahm parpadeó convulsivamente al nublársele la visión, pasándose la mano por los ojos para intentar recuperarse del intenso fogonazo ¡¿Dónde...?! Su cuerpo siguió canalizando las energías mágicas instintivamente, pero sus brazos se apresuraron a interponer la espada entre su cuerpo y lo que sea que pudiera acercarse a él... aunque en el fondo sabía que de poco le iba a servir contra un hechizo bien dirigido. Pese a su momentánea ceguera, los gruñidos de Marcus le trajeron viejos recuerdos a la mente, y por un momento fue capaz de creer que Manfred no escaparía.

Transcurrieron unos lentos segundos, y nada sucedió. El mago había desaparecido. Sólo un descomunal rastro de magia era lo que quedaba de él. Algo había convocado y él ya no estaba.

Pero la ciudad seguía en llamas, y no habían encontrado a sus compañeros. Marcus continuaba siendo un lobo enorme, incapaz de hablar pero consciente de sus actos. Olfateando en busca de la presa que se había desvanecido ¿Qué debían hacer?

Dándose cuenta por fin de que el hechicero de la luz no iba a reaparecer de entre los callejones cercanos, Stinth se concentró en el fluir de la magia e intentó percibir por donde había escapado Manfred- No podemos dejar que se vaya... es mejor eliminarle ahora que has conseguido herirle a que nos lo encontremos más adelante en pleno uso de sus energías -se dirigió a su compañero, intentando ignorar que éste ya no tenía forma humana.

La bestía exhaló desorientada. El hechicero se había marchado tras un halo de luz. A sus espaldas Ibrahm decía algo pero el no podía responderle. La bestía persistía en el interior. Golpeó con impotencia el suelo con ambas zarpas y emitió un gruñido tan gutural como desagradable. Luego puso su mano diestra frente a su cara. Las garras aún manchadas con sangre eran lo único que quedaba para dar caza al hechicero.

Aguzó su olfato entonces, primero sobre su mano ensangrentada, luego sobre sobre el resto de su entorno. Si ese tal Manfred estaba escondido en alguna parte, su propia sangre le delataría ante un letal cazador como la Bestia.