Partida Rol por web

Marcus registró la carreta mientras la gente a su alrededor se apartaba.  El principal contenido del carruaje eran sacos de trigo que no estaban rellenos de cereal, sino de tierra. Sin duda para ocultar lo que se escondía bajo la lona. Debajo de una lona que cubría la parte de atrás había tres cadáveres, muy recientes y frescos (las profesiones de la magia y la medicina están siempre necesitadas de cuerpos recientes), junto a algunas palas, picos y cubos. Una soga de más de treinta metros, un martillo con un juego de clavos y unas capas con capucha eran todo lo que había.

El gigante negro buscó de arriba a abajo en el carro fúnebre, sin ningún éxito para sus ambiciones. Resignado y maldiciendo por lo bajo, regresó junto a sus dos compañeros de secta, quienes habían preferido la total quietud antes que la reacción. Luego del pobre resultado del saqueo, el hombre lobo no podía culparlos por la falta de iniciativa.

- Absolutamente nada. Mi paciencia se agota, hechicero...

Advirtió con enfado mientras frotaba algo de tierra seca entre sus amplias y oscuras palmas, limpiándolas así un poco del contacto con la sangre y demás fluídos corporales que plagaban toda la carreta y a sus mortecinos pasajeros.

La magia -susurró el hombre blanco- no es exacta. El objeto está aquí, pero no sé dónde; y estamos llamando mucho la atención -añadió ante los numerosos ojos que miraban al blanco y al negro registrando el carruaje.

- Hemos de defender nuestra misión a toda costa, aún con nuestras vidas. Estamos demasiado cerca como para darnos por vencidos. No podemos fallarle a lord Reinholn - Sentenció con crudeza el titán obsidiana, abandonando ya su inspección mortuoria para dirigir una mirada suspicaz hacia la multitud allí presente.

- Si los muertos no saben nada, puede que los vivos sí... - Comentó de manera discreta a sus compañeros sectarios, sin quitar ni por un segundo sus imponentes ojos de aquella gente que curioseaba en la escena.

- Vamos querido - dijo la elfa agarrando el brazo del noble - va siendo tarde para que la gente de nuestro estatus pasee por estas callejuelas, y quiero darme un buen baño para quitarme este olor a pobredumbre de encima.

- Por supuesto, vayamos a una posada y descansemos. Mañana tenemos mucho que hacer.-

dijo Maximillian ante las palabras de la elfa, a buen paso, buscaron una posada cercana y de la categoría adecuada para gentes de su alcurnia.

- ¡FUERA DE AQUÍ, TODOS! Los muertos no han de ser perturbados... - Gritó amenazante de cara a la multitud el negro guardaespaldas. Su paciencia había llegado al límite, y su ingenio también. Creía que si la gente se dispersaba un poco, quizás podría entonces reconocer a aquél que portaba el objeto buscado. No era una táctica brillante ni mucho menos, pero Markus no hubiera sabido descomprimir aquella incómoda situación de otra forma.

Los presentes se hicieron a un lado o abandonaron el lugar, lejos de aquel gigante furioso. Un par de guardias aparecieron repentinamente frente a Marcus. Uno de ellos se acercó al hombre-lobo. Marcus pudo percibir como estiraba la espalda, ganando algunos centímetros. Aún así no logró igualar la altura de Marcus.

No perturbes a estos ciudadanos, ¿dónde está tu amo?

Klins se mantenía discretamente detrás.

Regresaron a la posada, en ese momento sólo ocupada por tres sacerdotes de Verena que discutían acaloradamente sobre algún tema judicial con la ayuda de un pesado tomo. Su amigo Gustav Golder ya no estaba, y su asiento estaba vacío, aunque aún estaba allí la copa de la que había estado bebiendo. El camarero no tardó en recogerla para limpiarla, no debía haberse ido hace mucho.

...no, no. La ley de de leva militar especifica que en caso de invasión militar el Conde Elector tiene la potestad de reclutar a cuantos hombres armados estén a su disposición.

Exacto, pero los ciudadanos de otras provincias no están a disposición del conde de Middenland, ni del del Middenheim. Legalmente no puede reclutarles. 

No podemos distinguir a los middenlandeses de los demás ciudadanos.

¿No? ¡Son los más grandes y bravos!

- Hummm... no me gusta nada eso de la leva. Al menos nuestro origen noble impedirá que nos recluten como carne de cañón. De todos modos, intentaremos evitar a los soldados y milicianos imperiales. Ahora pidamos una habitación y pasemos desapercibidos hasta mañana.-

le dijo a la elfa. Luego se acercó al encargado y pidió:

- Buenos días caballero, desearíamos una habitación para pasar la noche.-

Markus no temía a la estirpe del Imperio. Durante su violenta carrera había masacrado a docenas de esos infelices, cuyos mayores atributos a su parecer eran los de gritar como afeminados, sollozar como niñas, y en el mejor de los casos huir de manera sumamente rápida y efectiva en la derrota. Los hombres del Imperio sangraban muy bien además, aunque el sabor de su carne era más bien rancio y detestable.

- Desconozco el paradero de mi señor. Es un noble muy diligente y atareado...

Más el guerrero de ébano sabía que ese no era el momento ni el lugar adecuado para aumentar su cuenta personal de enemigos abatidos. Los guardias de la ciudad los doblaban en número, y el hombre obsidiana ni siquiera estaba seguro de que sus compañeros se unirían a él en caso de desatarse una lucha sin cuartel.

- Ya me marchaba. - Afirmó en un tono sosegado y bajando su mirada al suelo en señal de humildad. Suspiró largamente entonces antes de proceder a reunirse con sus camaradas y marcharse de la escena.

Klins lanzó un sonoro suspiro cuando Marcus decidió marcharse y no enfrentarse a los soldados imperiales, había estado conteniendo el aire desde que los había visto llegar y ahora por fin se sentía mucho más calmado.

- Si vamos, dejemos descansar a los muertos. Vayamos a ver si encontramos a alguno de los sacerdotes de Morr por aquí cerca.

Por supuesto, mi señor. -El hombre hizo una reverencia digna de un maestro del protocolo- Le reservaré una de mis mejores habitaciones de matrimonio, son muy confortables. ¿Le parece bien? Si me dice su nombre, mi señor. Sus...acompañantes -dijo mirando a los mercenarios- ¿también desean una habitación para los criados?

El hombre mantenía la pluma en el tintero.

Había sacerdotes de Morr y, como había aventurado Klins, muy cerca. Apenas unos cincuenta metros separaban el alboroto del Jardín de Morr, donde un numeroso grupo de sacerdotes acólitos y curiosos examinaban unas tumbas cavadas a plena luz del día. Los ladrones debían estar muy desesperados, o ser muy audaces, para haber intentado excavar a plena luz del día.

Era sabido que la profesión de la medicina y de la magia estaba necesitada de cadáveres. No había muchos magos en Middenheim, pero sí médicos, y si algo no le faltaba a Middenheim eran muertos. La guerra, la enfermedad y los primeros brotes de peste habían hecho mella entre la población. Una profunda herida que tardaría mucho en sanar.

No pasaron desapercibidos: un negro, un albino y un cheposo no eran precisamente un grupo discreto.