Partida Rol por web

Sin mediar palabra, el encapuchado arremete contra Raff y lo deja tendido en el suelo, desangrándose.

Sus compañeros caían a su lado y tras él, segados por el implacable avance de aquellos encapuchados a los que, una vez repuesto de la confusión inicial, reconocía como los mismos que habían asaltado a Talasek. Al menos, eso es lo que pensó mientras desenvainaba su estoque y arremetía contra el miserable que, frente a él, le había hecho sangrar.

Su pulso, pese a las heridas, era firme cuando lanzó a fondo una estocada contra el necio asaltante. Una sonrisa afloró a su rostro, presa de la emoción del combate y la adrenalina que bombeaba, el delirio del guerrero cuando tiene un adversario poderoso al que enfrentarse y cuya muerte está próxima. 

Sabía, por simple sentido común, que la superioridad del enemigo, en número y habilidades -habían logrado derribar a dos antes de que pudieran reaccionar-, decantaría la balanza a favor de los emboscadores, pero aún sabiendo que su fin estaba cerca, tenía la conciencia tranquila con la voluntad de llevarse a más de uno por delante.

Findar tiene 5d8+15 de vida. Si no me equivoco los animales cogen 4.5 puntos por dado d8, asi que tendria 37 PV totales.

A esos les añadimos un +4 de constitucion de mi fuerza de Oso, para tener 47PV-32 le quedan 15PV.

Vuelvo a repetir las tiradas, o se aplican las que tiré en mi turno ¿?

El leopardo herido se revuelve con furia y calza un gran bocado en el cuello de su adversario, pero se zapa de la presa y evita con habilidad los dos garrazos que le lanza el leopardo

Raff cayó al suelo con un grito, lo recibió sin parcimonia una superficie de piedra, dura y fría. La capa se le dio vuelta y le cayó encima de la cara. Sentía que algo caliente le mojaba la ropa, y un dolor agudo en las costillas. En un momento de lucidez se le ocurrió una idea, aprovechando que tenía el rostro cubierto quizás pudiera pasar por muerto si hacía un esfuerzo por respirar suavemente. No iba a ser dificil, cada vez que hinchaba un poco el pecho un relampago de dolor le recordaba que en un descuido su actuación podía volverse algo mucho más real.

De repente se oyen gritos procedentes de varias calles adyacentes:

- ¡Alto! ¡En nombre de la guardia de Greyjawk! ¡Que nadie mueva un dedo!

Todos los encapuchados se apresuran en dispersarse en todas direcciones, bajando su guardia ante los que seguís en pie.

El grito de la guardia le pilló de improviso, a la contra, mientras aún reaccionaba del envite que había realizado contra su enemigo. Giró la cabeza para ver los callejones por donde venían los soldados, y cuando volvió a girarle hacia el encapuchado al que había herido, este ya huía hacia la protección de las sombras. Su estocada, un intento vano por alcanzarle antes de que se pusiera lejos de su alcance, fue inútil, y solo atravesó aire. 

Maldijo en silencio mientras veía como todos los traicioneros asaltantes se dispersaban, decidiendo si perseguirles o mantenerse junto a sus compañeros, varios de ellos malheridos. 

-Findar Atrapa !, grita Barakanar a su leopardo al ver que los encapuchados ponen pies en polvorosa. El leopardo salta encima del bandido que escapa, pero se acaba chocando con su amo que habia intentado cortar el paso al encapuchado que huia.

El resultado fue que tanto leopardo como su amo cayeron con estrepito al suelo, mientras los bandidos escapaban sin problemas.

Tras levantarse del suelo, el druida corrió a socorrer a sus compañeros caidos, comprueba que Hodrum sigue todavia desangrandose de sus heridas, y lanza un Estabilizar al pobre mago, para que al menos no muera desangrado

Los encapuchados se dispersan rápidamente antes de que llegue la guarida. En tan solo un instante miráis alrededor y no encontráis ningún rastro de ellos.

Hodrum y Raf continúan inconscientes cuando llega una patrulla de seis hombres de la Guardia de Greyhawwk.

- ¿Qué demonios está pasando aquí?

Pregunta el cabecilla.

- Gracias a los dioses que habeis llegado. Comienza el druida dejando caer su baston al suelo. Se agacha a mientras tanto a atender a Hodrum, que esta todavia desangrandose. - Unos bandidos nos atacaron, dejando malheridos a mis compañeros. Se fueron en esa dirección, señala al callejon por donde huyeron.

- No nos moveremos de aqui, yo me encargo de guardar a los heridos. Ibamos al templo de St. Cuberth, tened cuidado, son peligrosos, concluye el druida, mientras estabiliza al pobre Hodrum con su magia

Barak había respondido por él, en un alarde de desfachatez muy propia del druida. Estaba claro que la pregunta iba dirigida al cabecilla, ¿y quién podía ser ese sino el hermoso y gallardo elfo que permanecía impasible y en pié pese a las heridas sufridas? Decidió no montar un espectáculo allí mismo, aunque se permitió mirar de reojo a su compañero y enarcar una ceja mientras pensaba que era mejor que se ocupara de los amigos caídos y le dejara las palabras para quien las dominaba. 

Cuando miró al guardia que había preguntado, esbozó una amable sonrisa mientras envainaba su estoque -limpiando su hoja previamente en su pantalón, que al fin y al cabo ya estaba manchado de su propia sangre- y se estiraba después. 

- Pues verán, como ha dicho mi compañero -¿había veneno en su voz? Era posible-, unos matones nos atacaron mientras íbamos de camino al Templo de Saint Cuthbert. Ya saben ustedes, nunca es demasiado pronto para rezar. -Dijo con total seriedad, antes de dejar escapar una risilla. - No, no, es broma, teníamos una cita con un... amigo, si, un amigo. Sir Talasek, por si le suena el nombre de ese buen y divino paladín, nos ha hecho llamar, y la verdad es que teníamos bastante prisa. Si nos disculpan, tal vez puedan hacer su trabajo persiguiendo a esos maleantes y dejarnos a nosotros seguir nuestro paseo...

Echó una mirada de reojo a Raff y a Hodrum, que estaban aún tendidos en el suelo, estabilizados pero en un charco de sangre.

- Bueno, los que podamos caminar, claro. Je. - Terminó, llevándose una mano a la cabeza y rascándose esta mientras decidía si habría que cargar con ellos o el abraza-árboles podría curarlos. Le había visto hacerlo alguna vez, pero claro, nunca se sabía.

Raff se retorció un poco en el suelo, sacandose la capucha de la cara. Se le notaba el dolor en el rostro y se agarraba fuertemente el lado derecho. Al escuchar las palabras de Nithael dio vuelta la cabeza hacia el elfo, forzó una media sonrisa y estiró el brazo izquierdo en dirección hacia su amigo. Estaba haciendole un hermoso gesto con el dedo medio.
Luego, tras una puntada de dolor, volvió a la posición en la que estaba antes y se quedó tendido, quieto.

Viendo los cuerpos tendidos de Hodrum y Raff, los charcos de sangre y a Findar enseñar los dientes, los guardias parecen ponerse algo nerviosos.

- Pero... ¿Qué demonios ha pasado aquí?- Dando un paso al frente intenta apartar a Barakanar y a Nithael de sus compañeros- ¡Apartad! ¡Tú y tú!- Ordena señalando a dos de sus compañeros-. Esposad a estos dos hombres y tú vigila a esa bestia. Vosotros dos, cargad con los hombres heridos. Cuidado con ellos.

- Vais a tener que responder por todo esto ante el alguacil-. Concluye el oficial con tono serio.

- ¡¿Nosotros?! - La incredulidad y el desconcierto fueron patentes en sus palabras mientras daba un paso atrás y llevaba una mano al estoque que ya había desenvainado antes, y que no le importaría volver a hacerlo para salvaguardar su honor. Aquellos guardias podían ser la ley, pero no había más norma que la de uno mismo cuando intentaban deshonrarle, ya podía ser un matón callejero o el mismo rey en persona. 

Sin embargo un rápido vistazo hacia sus compañeros caídos, hacia Barak y Findar, nada acostumbrados a aquél trato debido a su naturaleza libre y salvaje, y de nuevo a los guardias, le hizo suspirar y levantar las manos. 

- No hace falta que nos esposéis. Mirad, mis amigos necesitan cuidados rápidos, y Sir Talasek está cerca de morir. El tiempo corre en nuestra contra y tiene algo importante que decirnos. Hagamos una cosa, iré sin causar problemas y responderé a todo ante el alguacil. Pero llevad a los heridos a un templo y que se quede un guardia con ellos -señaló a los otros- para vigilar que no escapen mientras se recuperan, mientras el druida va a ver al paladín. Estará en el Templo de St. Cuthbert, podréis encontrarle cuando queráis. -Sonrió, intentando aparentar calma-. Por favor, nos gustaría evitar, en la medida de lo posible, tener que hacer esto por las malas.

El druida al escuchar las palabras del guardia no pudo contener su ira. - PERO NO VES QUE NOSOTROS HEMOS SIDO LOS EMBOSCADOS POR ASESINOS. IDIOTA !, el druida recupera minimamente la compostura mientras piensa malditos imbeciles, siempre ponen al más tonto del pueblo de guarda. ODIO LAS CIUDADES.

Finalmente recapacita un poco, y sigue la propuesta de Nithael

- Llevadnos al templo de St. Cuberth para atender a mis compañeros heridos y no opondremos ninguna resistencia. La pregunta que el alguacil nos haria, dice en tono levemente burlon, es que vamos a visitar al agonizante Ser Talasek de St. Cuberth cuando nos emboscaron ocho asesinos, que se fueron por alli señala la dirección por la que los bandidos huyeron.

- Pero es mejor encadenar a los viajeros heridos, antes que arriesgar el culo persiguiendo a los verdaderos ASESINOS. No te preocupes, el alguacil y sus superiores serán informados, acaba por calmarse y se resigna un poco, Ahora ayudadme a llevar a los heridos al templo de St. Cuberth, estoy harto de tonterias por hoy, y acabo de desayunar hace 10 minutos.

- Findar, pegado a mí todo el rato, y no gruñas a los amables guardas, ordena el druida a su familiar. Y lo de amables guardias no ha sonado muy amistoso
 

El oficial parece hacer caso omiso a vuestras palabras.

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡No, tenemos todo el día!

Dice arrullando a sus hombres.

- Subidlos en la carreta. Cuidado con los heridos.

Trastabillando por los pequeños empujones y embestidas de los guardias, subís a una amplia carreta tirada por 4 caballos. En ella dos guardias han colocado a Hodrum y Raff de la manera más confortable posible.

- No os preocupéis por vuestros compañeros, saldrán de ésta.

El carro avanza hasta la Ciudadela.

Desde su posición, menos cómoda seguro que la de alguno de sus heridos compañeros, gruñó por lo bajo mirando al druida. 

- No podías dejarme a mi, ¿verdad? - Suspiró, dándose cuenta, por el camino que tomaba la carreta, que por segunda vez en pocos días volvían a llevarles a la Ciudadela, de nuevo prisioneros. Empezaba a guardar cierto rencor a esa ciudad que tan pocas alegrías le estaba propiciando, y cuyos guardias tan alegremente estaban atentando contra su honor, tratándole como un vulgar bandido. Si aquello seguía así, iba a tener que desnudar el acero y darles una lección, fueran o no amparados por la ley.

Como fuera ahora poco podía hacer más que esperar, y recostado contra la pared del carruaje es lo que hizo, aguardando a ver que les deparaba el futuro próximo.

- NO !, responde bruscamente Barakanar.

- No te has dado cuenta que en esta ciudad estan todos locos, o son estupidos. El druida menea franaticamente la cabeza. - O las dos cosas a la vez. Por los antiguos dioses, entre Ser no soy nadie pero todos me quieren matar y estos idiotas, echa el pulgar hacia la parte del carromato donde estan los conductores, Creo que nos hemos metido en un buen lio. Y mi instinto me dice nos va a costar salir de él.

Vuelve a mirar a los guardias con cara de pocos amigos, para acto seguido ponerse con los brazos cruzados mirando a la parte de atras del carromato. Rumiando su ira consigo mismo. DEFINITIVAMENTE ODIO ESTA CIUDAD