Partida Rol por web

El lobo muerde con furia al trabajador, y salta encima suyo intentando derribarlo. Findar a su vez lo muerde y lo intenta atrapar el brazo de su daga. El pobre hombre parece superado por los dos animales

Aquél malnacido había vuelto a clavar aquél puñal que manejaba con mortífera precisión, esta vez entre sus costillas. El dolor la hizo aullar y sintió, por tercera vez, como la sangre manaba bajo su coraza, esta vez de una manera demasiado peligrosa. Aquél golpe podría haberla matado si no hubiera sido por la poca fuerza que aquél asesino imprimaba a sus golpes, sin duda gracias a la distracción que Raff suponía tras él.

Sin perder tiempo, ignorando el dolor y apretando los dientes para no gritar con el movimiento, volvió a levantar su espada. Pero esta vez no fue como antes. En lugar de un golpe dirigido y preparado, simplemente soltó su escudo, que cayó por las escaleras con un fuerte atronar, y alzó el arma como si de un mandoble se tratara, dando un poderoso tajo hacia abajo que, sin embargo, la herida volvió demasiado lento.

Con un gruñido, observó como el corte que debía acabar con el matón se desviaba unos centímetros, errando a su enemigo y dejándola desprotegida.

Raff soltó la ballesta mientras se iba posicionando detrás del trabajador, y se llevó una mano a la cintura ¿Daga o espada? dudó, Espada. Su mano se cerró  en torno a la empuñadura del arma y el metal susurró al deslizarse. El pícaro ni lento ni perezoso, descargó un ataque sobre el hombre rodeado esperando que en el apuro no pudiera defenderse eficientemente.

Hodrum guardó la ballesta y sacó una bolsita y una pequeña vela. - Para este almancén yo creo que lo más adecuado será un escarabajo bombardero gigante celestial. - Cansado de ver lo que costaba de cargarse a los jodidos trabajadores avisó  a sus compañeros  - A este paso acabaré pegandole fuego al edificio - Se encogió de hombros - En fin, serían daños colaterales. Aunque no creo que a Sir Talasek le gustase el resultado - Asintió como si diese la razón a sus pensamientos y empezó a realizar la invocación, con la esperanza de que el escarabajo fuese más útil que él en combate.

El trabajador esquiva la embestida del lobo, echandolo hacia atrás en haciendo un esfuerzo supremo, pero ante su sorpresa otra bestia magica más aparece.

Un hipogrifo carga en su direccion pero afortunadamente para el trabajador su embestida no es lo suficientemente precisa y puede esquivarla.

Uno de los trabajadores es mordido por sorpresa por Findar. A pesar de haber resistido el derribo del lobo, el mordisco del leopardo resulta fatal para él. Ahora yace tendido en el suelo, desfigurado entre un gran charco de sangre.

Por su parte, el otro trabajador había evitado la estrategia de Raff y moviéndose en diagonal con un pequeño salto lanza una brutal puñalada al pícaro, provocándole una fea herida.

—¡Nrggh! ¡Otra vez no!— Raff se dobló de dolor, otro corte había atravesado su armadura, sentía algo caliente que le corría por el brazo y le empapaba la ropa. Por un segundo casi había perdido la conciencia, pero cuando enderezó la cabeza la furia llameaba en sus ojos. Apretó los dientes y lanzó otra estocada. Esperaba que fuera la última, de lo contrario estaría en problemas.
 

La estocada del trampero es certera, sin embargo el oponente sigue en pie. Ensangrentado y malherido, parece estar dispuesto a luchar hasta la muerte.

Con un gesto Findar se retira, mientras el lobo se abalanza sobre el trabajador pero este le esquiva con pericia, justo antes de desaparecer en el suelo, de vuelta a su plano de origen.

Con el hipogrifo no tiene tiene tanta suerte, un garrazo casi le arranca el pecho pero al esquivarlo deja que la otra pezuña le impacte para acto seguido un mordisco le deje malherido.

- Menudo fanatico gilipollas, sentencia Barakanar, mientras se acerca a ver el estado de Findar

El hipogrifo despedaza literalmente al oponente que yace tendido sobre un charco de su propia sangre. Sus múltiples y feas heridas le dan un aspecto realmente macabro a su cuerpo sin vida.

—Supongo que esto significa que venimos "bien" encaminados— dijo Raff mirando al muerto. Luego miró al hipogrifo Y pensar que parecen criaturas tan nobles.

El pícaro se tanteó el corte, para ver que tan grave era. No le gustaba nada. Besó la negra moneda que le colgaba del cuello y susurró unas plegarias en voz baja.

—Ya han perdido sus vidas, no les molestará perder sus pertenencias— dijo con una mueca de desagrado, ni a él le había resultado gracioso. Se frotó las manos para sacarse los nervios y se agachó junto al cadaver. Quizás tuvieran alguna llave o algo importante en los bolsillos.

Raff se apresura a registrar a una de las víctimas y, para su sorpresa, bajo sus ropas de trabajador porta un camisote de mallas que le permitía evitar gran parte del daño de vuestros ataques físicos. El puñal con el que os amenazaba también parece ser de buena factura, decorado con gran detalle. Por último, el hombre lleva un saquito con 120 piezas de oro.

De repente, se oye una voz desde el piso superior.

¡Va todo bien! - Exclama sin duda la voz de Sir Talasek. - ¿Necesitáis ayuda?

- Aqui hay algo turbio, los envasadores de mermelada no suelen ir con camisote de mallas ! - grita el druida.

Con mucho cuidado empieza a rebuscar por la sala, mientras va mirando los frascos intentando ver si realmente es mermelada, o hay otros ingredientes en los botes

Justo cuando empezaba a desaparecer la bruma que envolvía al escarabajo bombardero, el hipogrifo de Barakanar descuartizaba al "trabajador" que permanecía aun en pié.

- Amigo coleoptero, lamento haberte llamado, pero la diversión se ha acabado. Al menos por ahora. De todas formas nos puedes acompañar por si aparece alguien más -

Raff empezó a rebuscar entre los trozos algo que le fuese valioso, soltando un intento de humor negro y Barakanar buscó si las mermeladas en realidad eran experimentos de gas lacrimogeno o tan solo mermeladas.

- Pues nada, yo buscaré en el otro cuerpo por si también tiene algo interesante - Se acercó al otro cuerpo y empezó a buscar. - Lástima que no hayamos podido conseguir que uno de ellos quedase con vida pero incapacitados para luchar. -

Las heridas causadas durante el combate habían sido peores de lo que creía. En cuanto la adrenalina desapareció de su cuerpo y la sangre volvió a bombear con normalidad, lo supo. Sus músculos, agarrotados, dolían con cada movimiento que hacía para desentumecerlos tras la tensión de la pelea, pero lo realmente preocupante eran los cortes que ardían bajo su armadura, dejados como recordatorio de lo peligrosos que podían ser los puñales en espacios cortos. En aquél caso, las afiladas hojas de aquellas dagas habían cortado solo piel y carne, pero en otro momento podrían haber atravesado algún órgano vital, lo suficientemente importante como para acabar con ella. Tendría que estar más atenta.

Tras cinco minutos que utilizó para recuperar la movilidad de todo su cuerpo y limpiar la espada en las ropas de uno de los cadáveres, escuchó la voz de Sir Talasek y la respuesta de los demás. No pudo menos que sonreír ligeramente, pero no dijo nada. Tenía otras cosas de las que preocuparse primero.

Lo más importante, era recuperar sus fuerzas, reponer su vitalidad y cerrar las heridas. No tenía en cambio tiempo para quitarse la armadura, limpiar los profundos arañazos y coses, así que tuvo que, tras sacar su medallón de plata, recurrir a la magia, a su dios. Una plegaria en voz baja escapó de sus labios mientras gesticulaba sobre los lugares lastimados, y lentamente sintió como una ola de calor la recorría, cauterizando rápidamente y aliviando el dolor. Aún notaba ciertas zonas tirantes, sabía que no habían sanado totalmente, pero tendrían que valer. Unos rasguños no iban a frenarla en aquél momento. 

Lo siguiente era, por supuesto, los demás. Miró a sus compañeros, mientras se dedicaban a rebuscar en el almacén y los cuerpos de los caídos, y torció el gesto. No disfrutaba del expolio ni soportaba que robaran a los muertos, pero en aquél momento tampoco se quejó. Era necesario descubrir quienes eran y que protegían, porque lo que estaba claro es que no era un simple almacén. Con ello en mente les dejó trabajar, ya fuera en los cuerpos, los botes o en busca de puertas secretas que aquellos hombres ocultaran, y mientras tanto se fue fijando en las heridas que habían sufrido los demás.

Raff tenía un feo rastro de sangre, y por otro lado Findar, la fiel mascota del druida, parecía cojear y haber sufrido tanto como ella. Suponía que Barak podría ocuparse de su animal, así que se acercó al pícaro cuando este se levantó y apoyó una mano en su hombro. 

– Has luchado bien – dijo seria, pero con el atisbo de lo que podría ser una sonrisa, un cumplido –. Deja ahora que te cure.

Sin esperar respuesta eso hizo, elevando un nuevo salmo que la colmó de energía, una fuerza que extendió hacia Raff con un simple toque, haciendo desaparecer los daños. Luego asintió, y giró la cabeza hacia el resto.

– ¿Habéis encontrado algo?