Partida Rol por web

Sir Talasek bajó las escaleras con presteza. El sonido de su armadura al bajar los escalones era inconfundible.

Tras ver la carnicería que se había producido, lanzó una mirada acusadora a Élise -. Te dije que me avisaras -. Amonestó a su compañera. 

Con algo más de tiempo para observar la escena, Talasek se dirigió ahora a todo el grupo, algo horrorizado por la muerte de dos personas -. ¿Qué ha pasado aquí? 

Barakanar no encuentra nada especial entre los frascos de mermelada. Todo parece serlo que parece y estar en orden.

Al tiempo Hodrum registra el cuerpo del otro hombre que iba equipado exactamente igual que su compañero.

Suspiró cuando el noble paladín descendió las escaleras y la miró, acusador, al darse cuenta de la sangre que manchaba el suelo y los cadáveres que acababan de ser despojados de sus cosas. No pudo negarle nada, ni tampoco darle la razón, así que simplemente se encogió de hombros y se acercó hasta él mientras los demás seguían trabajando en encontrar algo de utilidad. 

– Todo ha sido demasiado rápido – se excusó, tal vez pidiendo perdón –. Y de todas formas aquí no habrías podido hacer nada, mientras que arriba necesitábamos estar seguro de que no llegaba nadie más. 

Negó con la cabeza, aprovechó para echar una ojeada al hombre que la había apuñalado repetidas veces y ahora permanecía inmóvil en una posición nada natural, enfriándose, y volvió a dirigir la atención a Sir Talasek. 

– Parece que aquí se escondía algo. O que fuera un lugar de reunión y estos sean rezagados. Si aquí no descubrimos más, tendremos que ir a los otros almacenes – explicó, aquello, sabiendo que al devoto guerrero  no le haría gracia, pero sabiendo también que no quedaba otro remedio –. Tal vez sea el momento de que te apartes de esto y te mantengas alejado. Si no sabes de nosotros en poco... Necesitaremos que consigas nueva ayuda.

- No digais tonterias, los artesanos de las mermeladas no trabajan por la madrugada, no llevan camisote de mallas no saben usar un puñal con una destreza envidiable y finalmente no son tan fanaticos como para preferir morir antes que rendirse o cooperar.

Aqui se nos escapa algo

Barakanar se pone a buscar a conciencia, buscando algun pasadizo secreto o similiar.

Findar se pone a buscar rastros.

Después de escuchar a Barakanar asintió con la cabeza en señal de asentimiento - Élise, si no recuerdo mal, tu tenías los planos del alcantarillado. Podrías sacarlos y comprobar si en alguno de los 3 almacenes hay algún acceso dentro de ellos. - Hodrum cambió su ballesta por su bastón y empezó a recorrer todas las paredes golpeandolas a cada paso que daba por si localizaba alguna entrada oculta.

– ¿Qué...? – se giró, cortando el contacto visual con Talasek, hacia Hodrum, y entendió –. Oh, claro. Si, los tengo yo, buena idea. 

Así que se sentó sobre los escalones, sacó los planos y los extendió junto a ella, intentando buscar dónde estaban, más o menos, y seguir la red de túneles subterráneos de la ciudad, esperando encontrar una similitud. 

Talasek parecía bastante furioso con las palabras de Élise, no les encontraba demasiado sentido. Sin embargo, no dejó fluir sus pensamientos con palabras audibles y simplemente negó rotúndamente. - No, permaneceremos juntos.

Mientras tanto, Findar había empezado a olisquear toda la estancia en busca de alguna pista. Al tiempo en el que el leopardo empezó a olisquear con más ímpetu la esquina este de la pared norte, Hodrum se percató de que se trataba de un panel falso que ocultaba un pasillo secreto tras de sí.

Élise extrajo el plano de las alcantarillas pero nada de lo que aparecía en él se parecía a lo que ahora mismo estabais viendo.

El druida felicito a Findar por su descubrimiento, buen chico, mientras sacaba una pequeña golosina que el leopardo devoró con prontitud - Bueno, ya tenemos la razón de que estos defendiesen el lugar hasta la muerte.

- Ocultemos los cuerpos enterrandolos entre la montaña de fruta podrida y sigamos por el pasillo.

- Tiene toda la pinta de resolver el enigma de las visitas a este lugar

Se encogió de hombros, revisando los planos, antes las palabras de Sir Talasek. Ella ya le había dado la oportunidad de salirse de aquello, de escapar a la posible muerte que les esperaba allí abajo y vivir otro día para mantener la lucha. Pero no iba a reprocharle que quisiera permanecer al frente; al fin y al cabo, no solo era quien les había metido a todos en aquello, sino que no dejaba de ser un paladín de St. Cuthbert, un adalid del justo castigo. Tenerle a su lado, en realidad, era un honor, y sin duda una ayuda inestimable. 

– Está bien – dijo al fin, poniéndose en pie y mirando a su amigo, mientras guardaba los planos en los que no había descubierto nada de utilidad.

Se giró, miró hacia el panel que habían descubierto sus compañeros, y asintió, alzando la espada.

– Dejad los cuerpos aquí, con suerte la guardia los encuentra y abren una investigación, Total, si vienen más de estos malnacidos sabrán que algo pasa al no verles – negó pese a sus palabras, pues sabía que nada ocurriría como le gustaría, pero habrían de intentarlo –. Nosotros vamos ya. Será mejor que nos demos prisa. 

Y la primera, con su escudo por delante, se puso en marcha.

Quitarle una armadura a un hombre muerto no era una tarea sencilla. Ni agradable. Raff ni siquiera lo intentó, pero si guardó el puñal en su morral, quizás tuviera algún valor, o simplemente probara ser útil más adelante.
Evitó mirar a Talasek a los ojos. No tenía pinta de ser un tipo muy pragmático, y es verdad que siendo ellos los invasores era dificil justificar lo sucedido. No necesitaba que nadie le recordara que lo ocurrido no era la mejor de las realidades.

Al ver que Élise comenzaba a adentrarse en el tunel descubierto por sus otros compañeros, el pícaro le llamó la atención.
—¿Segura que quieres ir delante? No es imposible que el lugar tenga trampas,o que alguien pueda escucharnos si avanzamos sin cuidado... Ya sabemos que estos dos tenían como cuatro compañeros que no salieron por la puerta.

– Hum... – pensó en voz alta, rumiando aquella posibilidad que el pícaro abría ante sus ojos –. Hum.

Al final, se paró en seco, se giró, y miró a Raff. Aún no había dado más que un paso dentro del corredor, así que hizo lo mismo hacia fuera. 

– ¿Quieres ir tú delante? – ofreció, tendiendo la mano, aunque sin que en su voz sonara obligación alguna.

No le daban miedo las trampas, ni las emboscadas, pero el hombre tenía razón en que a lo mejor el sigilo y una serie de habilidades particulares eran mejores aliados en ese caso que su fuerza. Si estaba dispuesto a hacer eso por el grupo, ella estaba de acuerdo, e iría la segunda preparada para cualquier problema que pudiera surgir.

Mientras Élise dudaba, Raff levantó su ballesta del suelo y se la colgó a la espalda, casi la olvidaba ahí tirada después de la escaramuza.
—Si, prefiero ir un poco por delante. En el peor de los casos habrá sido una precaución innecesaria.

El pícaro se paró al borde del corredor. Examinó el borde que había cubierto el panel falso y recorrió rápidamente con la vista el interior del tunel. Inspiró ondo y se adentró avanzando con cuidado, atento a cualquier sonido extraño o mecánico, alguna brisa que indicara una abertura o a cualquier irregularidad en las paredes, el techo o el suelo.
 

- Me parece perfecto que sigamos este orden, comenta el druida, tenemos prisa, no sabemos cuando puede venir alguien al almacen y cogernos entre dos fuegos.

El druida espera pacientemente a las indiciaciones de Raff

Deslizáis el panel para acceder a un oscuro pasillo que parece parte del alcantarillado de la ciudad. En principio discurre recto en diagonal, al menos hasta dónde os alcanza la vista.

Los túneles tienen el suelo de tierra dura y las paredes y el techo están soportados por vigas de madera. En el suelo podéis distinguir varias pisadas recientes.

Hodrum emprende el camino después que el resto de sus compañeros entrasen por él. - Amigo escarabajo, colocate detrás de Raff por si hay algún enemigo por el camino, al menos mientras permanezcas en este plano - Dijo guiñandole un ojo, aunque seguramente el escarabajo no entendiese ese gesto.

Era un tunel angosto y lúgubre, la humedad supuraba por las paredes y el olor a calumbrecido era ténue. De vez en cuando se podía escuchar a una rata alejarse de nosotros, pero sin contarnos a nosotros, el camíno se presentaba silencioso. Por el momento.

Hodrum se giró para mirar a Talasek. - Lamento lo ocurrido anteriormente, pero no nos quedó otra opción si queríamos llegar al fondo del problema. -
 

El paladín parecía disgustado aunque dejó claro que no se trataba de nada que el mago había hecho.

No sufras amigo Hodrum, a veces el destino nos lleva a cometer actos deshonrosos por alcanzar un bien mayor. Es una carga que se ha de soportar.

El tono de Talasek era solemne e incluso algo tristón. Siguió vuestros pasos cerrando la comitiva.

Sin perder más tiempo, dejó pasar a Raff mientras ella misma entonaba un canto sobre su espada, que inmediatamente comenzó a brillar en un amplio radio a su alrededor. Siguiendo la blanca luz que emanaba de su hoja, siguió al pícaro justo después de que el escarabajo de Hodrum la adelantara, y se preparó para lo que estuviera por llegar.

No le pasaron, así mismo, desapercibidas las pisadas. Lo más inteligente sería seguirlas, continuar el rastro hasta la verdadera guarida del culto, pero no dijo nada, se mantuvo en silencio, consciente de que el hombre, seguramente, sabía lo que hacía, o no se habría presentado voluntario para abrir la marcha.

Tampoco, de igual manera, pasó inadvertida la conversación que, al final de la comitiva, tenía lugar entre el mago y Sir Talasek. Sin abrir la boca igualmente, si que asintió, de acuerdo con las palabras del paladín, consciente de la cantidad de cosas que uno debía hacer en busca de aquél bien mayor del que hablaba, y que tantas veces parecía tan difuso a la luz de los actos cometidos en su nombre.

Tras un lento suspiro, alejó aquellos pensamientos de su mente y, con paso firme, siguió adelante.

El druida canturrea ligeramente una melodia inteligible mientras Talasek y Hodrum hablan, lololo,hum,jum,hum looloo mientras la comitiva avanza por las alcantarillas. - Habias dicho que esto no estaba en el mapa de las alcantarillas, no pregunta a Elise.

Señalo a las vigas, - Pues alguien se ha tomado la molestia de cavar este tunel, asi que debemos ir con cuidado, tras acabar de hablar el druida deja de canturrear y vuelve a ponerse serio

El túnel sale a un corredor subterráneo mucho más amplio que parece formar parte del alcantarillado.

Cuando Raff emerge por la abertura una pequeña criatura de forma ovalada se abalanza sobre él desde la pared. Una docena de patas cortas y de púas y una cola en forma de diamante sobresalen de debajo de una recia concha. Su rostro es algo crocodiliano, con ojos hundidos, mientras que su boca es plana y circular y rodeada de dientes afilados que clava en el brazo de Raff una vez se engancha a él con sus múltiples apéndices.