Partida Rol por web

Una necesidad imperiosa forzó al grupo a despertar: Respirar. Sus pulmones pedían aire como si hiciera horas que no lo tuvieran. Poco a poco, los miembros del grupo se levantaron del suelo, sacudiéndose de encima la tierra, entre toses y bocanadas de aire. Cada uno descubrió que su cuerpo había estado sepultado bajo varios centímetros de una arena de un extraño color entre el negro y el gris, la misma que cubría el resto de la sala, y ahora había un bizarro agujero vagamente humanoide señalando el lugar del que había salido.

Cada inhalación traía cierto dolor en los pulmones, pero también alivio, como si no hubieran sido usados en mucho tiempo. A parte de eso, todos y cada uno de ellos sentía una cierta ansiedad: ¿Que había sucedido? Aquello era una incógnita, si, pero había algo más.

El lugar en el que se encontraban estaba en ruinas. Era una sala rectangular algo alargada, de la que quedaban solo dos paredes enteras, las otras dos eran ahora muros de no más de un metro, o metro y medio de altura. No había techo por ningún lado.

El cielo... El cielo era extraño. Parecía que era el crepúsculo. O el amanecer. Cualquiera de los dos, pero el que fuera, era uno inusitadamente rojo y caluroso. En el cielo se veían unas pocas estrellas, las más brillantes, y la luna se podía ver fácilmente. Pero tras ella había algo mas, una forma gigante que ocultaba la mayoría de las constelaciones. Una forma humanoide.

Lo cual era imposible, nada tan lejano - mas allá de la luna - debería poder verse, debería ser gigante. Más grande que los reinos, más grande que Toril. Pero fuera lo que fuera, estaba muerto. De eso no cabía duda, no por su postura algo retorcida, ni por las heridas que se veían incluso a aquella distancia, sino porque mas allá de los hombros no había ninguna cabeza y había claros signos de que debería haberla.

Un grave rugido sacudió el suelo. Era un sonido tan grave y tan potente, que más que oírlo lo notaron en su cuerpo, a través de las vibraciones del suelo. Aquello había procedido de muy lejos, pero había sonado con mucha intensidad. Provenía de algún lugar al otro lado de los muros que aun les hacían algo de sombra. Cuando sacaron la cabeza lo que vieron fue incluso más sorprendente que lo que había en el cielo.

A varias millas de allí había una esfera llameante flotando a escasa altura del suelo. Esto no indica en ninguna medida el inconmensurable tamaño de la misma. Iba desde el suelo hasta el punto más alto del cielo, y su calor se sentía desde donde estaban. Era su luz la que iluminaba el paisaje. Un paisaje cubierto de arena negruzca y gris, con tonos de rojo. Un desierto monótono, pero en el que despuntaban picos y montañas, laderas y valles, como si allí antes del desierto hubiera existido otra orografía.

Pero, si aquella monstruosa bola de fuego era la que iluminaba el mundo, ¿Donde estaba el astro rey? ¿Dónde estaba el Sol?

Nada más despertar, a parte de la ansiedad que el resto de sus compañeros sentían, Jullian notó algo mas. Algo más profundo y místico. Algo triste, descorazonador, un sentimiento que hacía que quisiera cerrar los ojos para no abrirlos nunca más.

Cuando todos vieron el cielo, sólo Jullian supo qué era la extraña figura que allí flotaba: Amaunator. El cuerpo del dios flotaba en el espacio, lacerado, herido, decapitado, muerto. Jullian rebuscó en su interior y notó allí algo, su conexión con el dios aún estaba allí, pero no era como siempre. Donde antes había un océano de poder a su alcance, ahora parecía que tuviera que succionarlo con una pajita, como si tuviera que pasar por un túnel para llegar a él. Si aún recibía su poder, debía estar vivo, pero aquello se contradecía con lo que veía y sentía: El dios colgaba del cielo, muerto.

La esfera de fuego, por otro lado, estaba formada en parte por el poder de Amaunator. Algo tremendamente poderoso había extirpado la divinidad del dios caído y la estaba usando para sus propios fines. ¿Cuales eran? Jullian no podía saberlo, pero aquella bola de fuego hacía vibrar su ser de la misma forma que cuando canalizaba la magia de su Dios.

Se incorpora despacio, tocándose a sí mismo para comprobar que todo está en su sitio. Mira a su alrededor y todos sus compañeros están junto a él. Están en un lugar totalmente desconocidos, pero al menos están juntos.

- Joder, pero qué hostias ha pasado? Dónde nos ha traído ese cabronazo?

Lo último que recuerda es su cimitarra atravesando el cuerpo del hombre rata, para acto seguido convertirse en algo extraño que le atraía a su interior.

- O estamos muertos o soñando. Y ya no sé cual de las dos opciones prefiero

-Si quieres te doy un puñetazo para que salgas de dudas.- Dice en broma Rhasgar mientras se levanta del suelo levantando una pequeña nube de polvo negruzco al quitarse la tierra de encima.

Una vez en pie se sacude cual perro que sale de un rió, haciendo que sus escamas golpeen entre ellas mismas.

Mira a su alrededor.

Produce un chasqueo con la lengua de desaprobación. Luego busca al resto de supervivientes para ayudarlos a levantarse.

El draconido tenia calor ... cosa a la que no estaba acostumbrado. Con lo que suelta un chorro de hielo a sus pies para enfriar el suelo y cambiar un poco la temperatura a su alrededor.

Chaedri se sintió desconcertada. ¿Dónde estaban? Miró derredor y se alegró de ver a sus compañeros.
- ¿Qué ocurre, dónde estamos? ¿Qué ha pasado?

Me despierto tras el extraño acontecimiento y el caos y el desconcierto reinan en mi. Estamos en un lugar desconocido, y el sol, el sol no está donde debería. Cuando me doy cuenta de la mastodóntica figura que hay suspendida en el cielo, me quedo pálido y con la boca abierta en una mueca de terror total y absoluto.

- A... Amau... nator - algo oprime mi garganta y casi impide que las palabras fluyan. Mi mirada se clava directamente en la enorme bola de fuego y termino entrando en un estado de shock inminente.

Levante del suelo lentamente, como si no tuviera prisa. Realmente era un agotamiento oculto ante mi clásica e involuntaria máscara de impasividad. Necesitaba tiempo para recuperar la sensación de vida y sentir que mi respiración tornaba a ser fluida.

No me gusto no encontrarme en el mismo lugar en el que desaparecí, no me gusto nada sentir esa arena del tono de la ceniza bajo mis botas, era desagradable, y anti natural. Camine unos pasos por el lugar antes siquiera de acercarme al exterior o escuchar el rugido.

- Mi nombre es Dalrien. - Dije adelantándome y aproximándome a uno de los muros.

Era difícil de explicar porque en ese mismo momento había tomado la decisión de presentarme, posiblemente el peor de todos, pero para mi tenia una lógica aplastante. No fue hasta ese momento en que me sentí cómodo con ese grupo. Supongo que las batallas juntos, la decisión de ayudar a una aldea, si es que yo había tomado alguna decisión en vez de dejarme arrastrar, qué era lo más probable, y finalmente el encontrarme en un lugar, sin duda peligroso, con ellos como único apoyo, hizo que les diera aquello que siempre había evitado entregarles, usando incómodos silencios, el conocimiento de mi nombre. ¿Eso quiere decir que me aprendería los suyos? Lo dudaba.

El momento en el que mostraba mis grandes dotes de dialéctica fue interrumpido con ese rugido que casi me helo la sangre, aunque nuevamente no dí muestra de ello.

Como todos, me acerque al exterior y vi aquella esfera y aquel desierto. ¿Es que el sol había caído sobre el mundo quemandolo todo? Note entonces la, más que tensión, del clérigo, y con mi característica impasividad le puse la mano en el hombro.

- Regresa. - Le anime.

Un súbito relámpago en el centro de la sala reclamó la atención de todos. La reflejante esfera de metal apareció durante el más breve de los instantes y lanzó un relámpago justo hacia abajo. Pero éste pareció impactar contra la nada, centímetros antes de llegar al suelo. La arena saltó como si algo acabara de explotar en la zona, y pequeñas gotas de metal líquido se materializaron y volaron juntas hasta formar un cuerpo humanoide tendido en el suelo. El metal desapareció dejando ver un pelaje marrón, el cuerpo de Golash.

La esfera de metal apareció unas cuantas veces más, lanzando relámpagos a zonas del lugar que parecían vacías, y se llenaban después del impacto, como si siempre hubieran estado allí.

Ahora que la sala estaba un poco más entera, todos sabían qué lugar era ese: La guarida de Golash. El mismo lugar en el que habían estado luchando momentos atrás. Ahora se veía claramente el altillo en el que habían estado las brasas, la forma de las piedras de algunas de las paredes, el cofre que había estado en una esquina también apareció con un súbito relámpago y la subsiguiente lluvia de gotas de metal.

Un leve siseo, mas imaginado que real, emergió del cuerpo de Golash cuando, con su muerte, la maldición de la licantropía desapareció y poco a poco fue recuperando su forma. Un orco. Los fragmentos de su espada aparecieron junto al último relámpago.

Fue solo después de ese seguido de sobresaltos cuando se dieron cuenta de que faltaba uno: Goinar. No había ni rastro del enano.

Una última sorpresa aguardaba al grupo, un ruido alertó a los nervios que ya tenían de punta. Alguien estaba en el exterior de la sala. Momentos después una mano se apoyó en el borde de uno de los muros en peor estado. Una mano azul. A esta le siguió un cuerpo humanoide ataviado con una túnica y capucha que ocultaban gran parte de sus facciones.

Un leve zumbido emergía de los fragmentos de la espada de Golash. Cuando Heskan miró a sus compañeros, ninguno pareció prestarle atención y instintivamente, el dracónido supo que aquello era un mensaje sólo para él, nadie más notaba su llamada. ¿Eso era bueno o malo?

Hola y bienhallados, buena gente. Digo acercándome al grupo Perdonad que no me descubra para presentarme, pero este astro DIVINO calienta demasiado como para hacerlo....

soy Andros y antes de que digáis nada... por favor... cubríos de la luz. Tiendo un petate en el suelo ante los atónitos compañeros y saco 5 túnicas muy parecidas a las que llevo yo. Poneos estas túnicas, os protegerán

-¿Y por que debería confiar en ti?- Pregunta Rhasgar con frialdad y carencia de emoción.

Un escalofrío me recorre la espina dorsal cuando noto la mano del silencioso elfo posarse sobre mi hombro. Sus palabras me sacan de mi estupor un momento y enseguida empiezan a caer los rayos y a formarse la sala donde habíamos luchado contra Golash. ¿Ha sido todo una alucinación? En mi fuero interno sabía que no. Que hasta cierto punto, lo que habíamos visto, era real. Podía sentirlo muy dentro de mi.

Pero no había tiempo para pensar. Como salido de la nada, aparece un extraño hombre azulado que nos pide que nos pongamos unas túnicas. - ¿De dónde has salido tu? ¿Y por qué debemos cubrirnos de la luz? ¿Qué está pasando aquí? - estaba muy confundido con todo lo que había sucedido y necesitaba algunas respuestas.

Chaedri dio un respingo cuando aquella criatura azulada habló. 

- ¡Por el bello rostro de Chauntea! - exclama observando a la nueva criatura - ¿Qué está ocurriendo?

Sintió la llamada de la naturaleza en sus venas y tuvo el súbito impulso de convertirse en pantera de nuevo. Estaba en otro plano, uno extraño y ajeno. Pero, ¿dónde estaba el compañero enano? 

Observa el cuerpo de Golash y se acerca poco a poco hasta situarse junto a él. Casi no se ha enterado de la aparición del recién llegado, y sus ojos parecen fijos en un lugar concreto del suelo. En silencio, se agacha sobre los restos del arma del orco-rata y los examina de cerca.

Entiendo vuestra desconfianza si habéis salido de una situación peligrosa.... pero debemos ponernos en marcha cuanto antes hacia Mithril Hall..  digo con voz calmada y sosegada... (como siempre)

Daos cuenta de que el sol que hay en este desierto... bueno... en este periodo de tiempo es diferente y muy picante... estas túnicas os pueden ayudar. No tenéis que confiar en mi... pero si lo hacéis vuestro camino y el mío, que son el mismo será más confortable.

El clérigo volvió del mundo de las pesadillas en cuanto mi mano se poso sobre la suya. Entonces llego un extraño personaje que nos dio unas túnicas que según el nos protegerían del sol extraño. Lo cierto es que si a esa hora del día hacia ese calor y el sol era así de molesto, cuando estuviera en lo alto seria literalmente mortal.

Tome la túnica mirándola bien por todos lados, a diferencia de mis compañeros yo no tenía mas razones para desconfiar del de las que tenía para desconfiar de ellos, al fin y al cabo la única raza que realmente conocía era la de la hembra del grupo, y por que la compartía conmigo. Así que una criatura azul, fuera real o pintura, no me resultaba más raro que esos orcos verdes o que ese barbudo bajito y ruidoso cubierto de metal. Por tanto me puse la túnica en cuanto la comprobé.

Pensé detenidamente en su frase, “este periodo de tiempo”. Con tranquilidad me dio a pensar, la pregunta no era donde estamos, si no cuando, o eso entendí con sus palabras, en cierta, y retorcida manera, podía parecer lógico. 

- ¿Cuándo estamos?

Lance la pregunta muy concreta y con un tono impasible confiando en que mi desarrollo mental no fuera erróneo, mientras, ya cubierto por la túnica, me acercaba al cofre que había en la sala dándole vueltas. No era la codicia lo que me movía, más bien la mentalidad de que pudiera haber algún documento que nos ayudara, o algún cacharrito nuevo para apoyar al equipo, como una espada para el guerrero.

Chaedri se adelantó y tomó la túnica. No creía que esa criatura pudiera ser peligrosa, hizo caso a su instinto y se adelantó. Estaban perdiendo el tiempo y su viaje no se había detenido allí. Fuera l oque fuera, ahora debían compartir el camino con esa extraña criatura de tono azulado.

- No perdamos más tiempo y marchemos al lugar ese ¿Está muy lejos de aquí?

Con cierta resignación y desconfianza, recojo una de las túnicas que el azulado desconocido nos ha dejado y, tras examinarla detenidamente, me la pongo. Si lo que decía era cierto y el sol en este "desierto" picaba tanto, no quería comprobarlo en mis propias carnes.

Mitrhill hall... no sabía que lugar era ese ni dónde se encontraba. De echo no sabía ni donde nos encontrábamos nosotros, pero teníamos que seguir adelante.

Señor elfo, sólo sé que yo he sido reencarnado en este mundo cambiado desde hace breve, teniendo en cuenta el cómputo de los valles. Unos personajes muy poderosos en otrora me han pedido ayuda a recuperar su posición...

El mundo ha cambiado y este desierto no es solo arena.. sino también ceniza de los mortales que murieron cuando Szass Tam adquirió los poderes supremos en el panteón divino....

Andros se toma unos segundos para que los compañeros asimilen la noticia.... y luego prosigue

Si, el 90% de la población de Faërûn murió en aquel momento, y en cualquier punto de este desierto pueden levantarse como no muertos... al paso de los que estén vivos... 

por eso.. os pediría por favor que andemos con precaución y sin hacer ruido... me desagrada mucho luchar

En una semana o varias podemos llegar allí, tengo víveres para el camino, no debéis preocuparos más que por los no muertos y el sol de Amaunator  

-Oh, entiendo, así que no estamos en otro lugar ... simplemente todo se ha desmoronado a nuestro alrededor.- Dice con voz fría, como la mayoría de gente del grupo.

Eso parecía un grupo de deficientes emocionales. Se dijo a si mismo en una sonrisa extraña que mostraba la hilera de dientes de su hocico.

Teniendo en cuenta que el sol haría calor y lo suyo eran mas climas árticos, no le quedaba mas remedio que arroparse con la túnica que les había prestado ese humanoide. Si bien antes se asegura que no haya algún conjuro oculto en ella.

Si la túnica no tenia nada, se la pondría y seguiría al grupo.