Partida Rol por web

Atravesado de lado a lado como un muslo de un pollo malnutrido el brazo de Swen no tiene mejor aspecto que su rostro. Blanco como la leche, demacrado como la muerte, parece menos vivo que sus amigos mientras se deja caer y se apoya con la respiración entrecortada.

Con la mano torpe rebusca entre sus manchadas pieles y saca su bolsita medicinal. Murmura con dificultad unas palabras llamando a sus poderes y el brazo deja de sangrar, aunque la flecha continúa dentro inutilizándolo.

- Gunhar, vuelve -aún así le quedan fuerzas para llamar a su amigo- ya no puedes hacer más, estás agotado.

Los dioses han escuchado nuestras súplicas y Erikand y yo ya estamos en la rampa con solo un oponente cada uno, luchando codo con codo contra los monstruos cornudos. Al oír el extraño alarido de Swen, trato de no distraerme y no caer en el error de mirar atrás.

-¡Muy bien, Erikand, ahora, a por ellos! -digo a mi compañero de armas sin apartar la vista de mi adversario.

Espero el momento oportuno y lanzo un golpe bajo con la espada mientras me cubro con el escudo.

-¡Muere, monstruo!

Erikand no desaprovecha la oportunidad, en cuanto ve que están en uno contra uno, blande su maza rápidamente buscando la cabeza del engendro. Pero esta vez, no es Kenvent quien le distrae de su acertado golpe, el alarido de Swen justo cuando intenta golpear detiene sus intentos, y un rápido vistazo hacia atras le despista lo suficiente como para no levantar el escudo.

Aún así ha visto a Swen atravesado con una flecha. Aldar se la ha clavado! Por dios, como si pelear con engendros fuese poca tarea.

Un sudor frío recorre mi espina dorsal cuando escucho el alarido de... Yorsar. Dejo caer la inútil madera que es ahora mi arco largo y preparo el corto. Tras unos segundos de vacilación saco otra flecha y apunto mecánicamente al único monstruo que no está luchando cuerpo a cuerpo con uno de mis compañeros. Veo por el rabillo del ojo como el chamán sigue moviéndose y murmuro una plegaria a la Madre rezando porque se restablezca.

Esta vez la flecha va bien dirigida, aunque no parece hacerle mucho daño, pero con un poco de suerte lo ralentizará.

El combate se sucede con violencia en la parte media de la rampa. Mientras el único broo rezagado lucha desesperadamente contra la forma espectral invocada por Swen, recibe un flechazo de Aldar que a pesar de no causarle daños graves, aún lo sume más en la desesperación. Erikand no tiene suerte en su ataque y no sólo no logra acertar a su ricval, sino que recibe un golpe de maza que es absorbido por su armadura. Kenvent golpea violentamente a su rival, desequilibrandolo a pesar de su efectiva defensa y haciendo que éste clave su lanza en la pierna de su compañero, destrozandola y haciendole chillar de dolor.

Me muerdo el labio inferior y preparo dos flechas. Esta vez estoy decidido a acabar con ese maldito monstruo de cabeza de cabra. Es lo único que puedo hacer para redimir mi error con Yorsar.

Fallo la primera flecha, que se pierde en la oscuridad del fondo de la cueva, pero la segunda... le atraviesa el brazo izquierdo ¡Su alarido de dolor se solapa con mi grito de triunfo!

-¡Ja, ja, ja, ja! -una sonora carcajada escapa de mi garganta al ver cómo el broo se hace un embrollo con la lanza y golpea al oponente de Erikand. Sin embargo, este acto reflejo me hace perder la concentración y no logro iniciar otro ataque ni alzar mi escudo debidamente. ¡Ya casi los tenemos, no debo perder el tiempo! -pienso para mí al ver cómo una flecha alcanza al monstruo que hay detrás de mi adversario.

Erikand había estado demasiado distraído estos momentos de vital necesidad. No podían demorar el combate, o esos engendros... Erikand se concentra sólo unos instantes después de recibir un leve mazazo que, gracias a su gruesa capa de protección no consigue hacer daño visible.

Es entonces cuando algo se asoma por el lateral de Kenvent. Erikand abre los ojos cuando ve a su contrincante recibir una buena herida en la pierna. Desestabilizado y algo agachado por el acto reflejo, Erikand aprovecha la oportunidad. Blandiendo su maza en vertical ascendente buscando una cabeza perfectamente asomada.

Swen sigue ronroneando la herida mientras aplica ligeros toques de su bolsa medicinal, aunque su atención está en otro lugar. ¿Que hacer cuando finalmente eliminen a los que aún luchan? Ha dejado dos bros dormidos y Randan necesita alimentarse.

El conjuro tiene éxito pese a sus divagaciones. Su famélico brazo se recompone expulsando la flecha* y quedando únicamente la sangre reseca como recuerdo de la herida.

El broo rezagado cae bajo las flechas de Aldar y ataques del espectro mientras Swen termina de curar su brazo herido. Erikand, finalmente logra alcanzar con su maza a su herido rival, que no logra detener el golpe y muere al instante con la cabeza aplastada. Kenvent falla su ataque pero su contrincante, viendose solo contra tantos rivales, trata de huir en vano, ya que tropieza con el cuerpo de su compañero y cae de bruces al suelo.

Erikand observa cómo el último broo, asustado y temeroso sale huyendo hacia no sabe dónde. Con tan mala suerte que cae al suelo. Erikand, contemplando la situación mira a Kenvent. Que le sirve de ofrenda a su Dios.

- Creo que tú tienes más ganas de acabar con él. - dice medio sonriendo.

Me levanto con el rostro sombrío. Guardo el arco corto y recupero el largo, sosteniendo la cuerda rota con fastidio. Erikand y Kenvent parecen estar decidiendo cómo rematar a los broos supervivientes. Quiero rescatar a los prisioneros y asegurarme de que el resto de la cueva no oculta ningún peligro, pero antes... me acerco al chamán con los hombros caídos.

- S... Yorsar, amigo ¿cómo estás? -le muestro la cuerda rota con aire apesadumbrado- Lo siento mucho, la cuerda... se rompió.

Le devuelvo una sonrisa de complicidad a Erikand.

-¡No lo sabes tú bien! -le contesto, y acto seguido, me abalanzo sobre el broo caído, le agarro por un cuerno con la mano izquierda y le corto la cabeza de un tajo mientras intenta ponerse en pie de forma patética y alejarse a cuatro patas de nosotros. No puede haber tregua con el Caos. Luego me vuelvo hacia Erikand-. Gracias, compañero. Ahora acabemos cuanto antes con los que ha dormido Swen.

Sin esperar la respuesta de mi compañero, me dirijo hacia el broo dormido más cercano y le doy el golpe de gracia, mientras pienso con rencor en todos los seres a quienes este monstruo no habrá dado una muerte tan sencilla. Dirijo la mirada hacia lo alto de la rampa para asegurarme de que Aldar y Swen están bien y luego empiezo a descender hacia la parte baja de la cueva, en busca de los broos dormidos.

Una mueca de fastidio se dibuja en el rostro del chamán al ver como Kenvent despacha al broo guerrero antes de tener oportunidad de reforzar Randan. Con un gesto amable indica a Aldar que lo deje por el momento, que ya lo hablarán más tarde.

- Sólo queda el del altar... Orlev.

Recoge sus cosas y se encamina a seguir a los guerreros mientras transmite su última orden a la espectra.

- Randan, mientras nosotros nos deshacemos del líder, busca cualquiera de ellos que esté moribundo y estrújalo hasta que no puedas extraer nada más de él. Luego vuelve junto a nosotros y ayúdame a recargar el anillo con el poder que obtengas.

Luego comienza a ronronear nuevamente un cántico preparándose por si el broo del altar despertara al intentar eliminarlo.

Recibo con una mueca el gesto de Swenn. Entiendo que no es el momento, esto todavía no ha acabado, así que pongo otra flecha en mi arco intacto y me dispongo a revisar los límites de la cueva en busca de otras entradas o trampas. Cuando llego a la altura de donde se encuentra Erikand limpiando de restos su maza, le sugiero:

- Voy a asegurarme de que no hay más sorpresas en esta gruta. Tal vez deberías echarle un vistazo a esos prisioneros, amigo. Creo que Yorsar y Orlev se bastan para rematar al que queda -le digo, con tono amable.

Tengo ganas de terminar con todo esto para reparar el maldito arco, pienso, mientras avanzo hacia el fondo de la cueva.

La caverna parece no contener más sorpresas y cuando Kenvent llega hasta el broo dormido en primer lugar descubre que posiblemente se tratara de un sacerdote, debido a los numerosos símbolos sagrados dedicados a alguna oscura deidad del caos. Una vez ejecutado, podeis proceder a liberar a los prisioneros. En el altar tenían preparado a un hombre que se halla en estado de shock y en la celda al fondo de la caverna tenían a dos hombres más. En un rincón se apilan varios cadáveres humanos y broo que llenan el ambiente con un hedor pegajoso.

Uno de los hombres de la celda se dirige a vosotros lleno de alegría.

-¡Gracias a los dioses que habeis aparecido! Pensabamos que ibamos a morir todos esta noche a manos de estas... bestias del caos.

El hombre sale de la celda, os abraza y besa un símbolo sagrado grabado en un anillo de oro.

-No solo habeis llegado en el momento justo, sino que habeis sido capaces de acabar con todos ellos. ¡Magnífico!

Sin saber exactamente por qué, el prisionero agradecido me inspira un respeto profundo y tengo la sensación de estar ante alguien importante y de inmenso poder. Incluso me sorprende sentir un cierto miedo cuando me abraza lleno de alegría, como si fuera capaz de rebentarme las costillas a pesar de la armadura de wyverna. Cuando logro sobreponerme a este extraño efecto, envaino la espada y me dirijo a él todavía con cierta inseguridad:

-Yo también doy gracias a los dioses porque nos han dado las fuerzas necesarias para vencer a estos hombres-cabra. Encontramos los restos de una carreta a una cierta distancia hacia el sur -digo señalando la dirección con la espada- y seguimos el rastro de los broos hasta esta cueva. Mi nombre es Ken... quiero decir, Orlev, y soy miembro del clan de los C... de las tribus del... del oeste, en Brolia -añado señalando al oeste a la vez que lamento no tener preparada de antemano una mentira mejor. Luego dirijo una mirada a mis compañeros para que me ayuden, mientras intento recordar cuál era el plan que habíamos convenido. Luego vuelvo mirar al prisionero, esperando que se presente. ¿Quién será este hombre? No parece ser un simple mercader, me pregunto intrigado.