Partida Rol por web

La puerta se abre con un gruñido y sin oponer resistencia. El ambiente del interior, paradójicamente, aún resulta más cargante que el espeso aire del pantano, como si hubiesen concentrado la esencia de olores pútridos y húmedos dentro de la cabaña.

La casa parece estar compuesta de una sola habitación atestada de montones de trastos cubiertos con telas polvorientas apilados en los rincones. En el centro del suelo de madera, en la penumbra distingues una figura en las sombras que se mueve como si estuviese arrastrando un bulto al centro de la sala. Al percatarse de tu presencia, se gira y una voz áspera sale de debajo de la capucha de la túnica con la que va ataviado:

-Ya era hora. Estaba empezando a impacientarme.

Prentis avanzó dubitativo hacia el interior de la cabaña, a la par que su guardaespaldas. Intentó mostrar indiferencia cuando vio a su interlocultor, pero le resultaba un tanto inquietante. Una persona que oculta su cara o bien no quiere que se le reconozca o no mostrar su aspecto, probablemente deformado por el uso de la magia oscura y la nigromancia.

-Las prisas no son buenas consejeras cuando se viaja por estas tierras. Y estoy seguro de que sabrá apreciar lo suficiente la mercancía que le traigo como para saber que bien merecen una pequeña espera adicional.

El mago sacó del interior de su túnica una bolsa de cuero con cierre de cordón y extrajo de ella la enorme piedra facetada que refulgió en el interior de la cabaña dando a la escena un aspecto todavía más fantasmal.

-Ahí la tiene. Mi contable ha recibido su pagaré y dice que la firma es buena, así que solo queda un pequeño detalle por resolver. ¿Tenéis el sello que os identifica como legítimo comprador?.

Latidos...

Latidos...

El bombeo en las sienes es lo primero que notas al salir de la grumosa laguna de la inconsciencia en la que te encontrabas. Luego viene lo peor: un fuerte dolor en la base del cráneo, las rozaduras en carne viva de algo que sujeta tus muñecas y la cara pegada a  algo duro, quizá el frío suelo. Y sobre todo la falta de aire que te hace jadear. Sólo para darte cuenta de que te hallas atada dentro de un confinamiento de tela áspera (¿un saco?) que limita tus movimientos, pero sobre todo que hace dificultosa tu acelerada respiración.

El encapuchado se levanta el embozo mirándoos por unos segundos y dejando ver su poco agraciado rostro (nariz ganchuda, barbilla saliente poblada con un descuidado matojo de pelo sucio y una piel con aspecto cerúleo). Sobre todo se centra en el guardaespaldas, como si no terminase de aprobar la presencia de un tercero en la transacción.

Finalmente, sale de sus pensamientos y rebusca como con premura y cierta torpeza entre los pliegues de su túnica, sacando su huesuda mano y levantando un anillo de sello en su dedo anular y una bolsa generosa con un montón de bultitos en forma de monedas en su interior.

-Sí, sí, ya está, y ahora la piedra. Rápido.

Qué hago aquí? Cómo he llegado aquí?

Nada. No recuerdo nada. Demonios, no recuerdo ni mi propio nombre! Maldita sea, sea lo que sea o quien sea que me ha dado este golpe en la cabeza me la ha hecho buena! He leído que a veces la gente pierde la memoria por golpes en la cabeza pero nunca pensé que me pasaría a mí. Por todos los dioses! No recuerdo nada! Nada! Tengo la cabeza vacía por dentro!

Me estoy ahogando!

Tranquila, Lareela, vas a acabar sofocándote tú sola. Un momento, qué he dicho? Lareela? Es ese mi nombre? Suena raro, pero es el único que tengo en la cabeza ahora mismo. Da igual. Sea o no sea mi nombre, mi problema ahora es que no me puedo mover. Qué hago aquí? Tranquilidad, respira despacio... Uno... dos... uno... dos... uno... dos... Controla tu pulso, controla tu respiración, tienes que salir de esto. Me pregunto si la tela de este saco es tan dura como áspera...

Prentis avanza con tranquilidad, toma el sello y lo examina con detenimiento. Solo después de comprobar su autenticidad, entrega la piedra a su interlocutor con una sonrisa afable y coge la bolsa que le ofrece.

-Bueno, pues esto ya está. Ha sido un placer hacer negocios con usted. La familia Zharek le envía saludos.

Dicho esto, Prentis sale de la cabaña haciendo una señal, ante la cual, su guardaespaldas el sigue.

Nada, que no hay nada que hacer. El saco es de tela de la buena y apenas tengo capacidad para moverme. La boca está bien atada y apenas puedo usar las manos en esta posición.

Supongo que lo mejor que puedo hacer es tranquilizarme e intentar descansar. Pase lo que pase, más me vale tener todos los sentidos alerta cuando me saquen de aquí... si es que me sacan.

Lareela intenta adoptar una postura lo más cómoda posible dentro de las limitaciones del saco y las ataduras.

Y espera.

Un ruido antes de girar la esquina con algunas tablas sueltas te alerta de que alguien acaba de entrar justo en ese momento por la puerta principal. Tras unos segundos en el que tu respiración se agita involuntariamente para no proferir un imperceptible jadeo, te parece oír unas voces (dos, quizá) que provienen del levemente iluminado interior de la cabaña y surgen de la entreabierta puerta delantera.

Dos, saco con cuidado mi escudo y lo acomodo en el brazo mientras me acerco a la puerta pegado a la pared, me fijo en la poca luz que sale del edificio por si alguno de los que están dentro intentan salir, las sombras les delataran, agudizo el oído intentando escuchar lo que dicen

Justo en el momento en el que te despides, y mientras el ceñudo comprador mira con fruición la joya, te parece ver un movimiento brusco en el saco tras él, e incluso jurarías que has oído una especie de quejido salir de su interior.

"Trabajo finalizado Prentis. No te interesa, pero..." piensa el mago mientras sigue andando mirando por el rabillo del ojo hacia atrás y preparado para hacer un hechizo si sucediese algo.

Con un gesto disimulado ordenó a su guardaespaldas, que estaba en la puerta aún mirando hacia el misterioso personaje, tenerlo vigilado por si hacía algo extraño.

Al ver vuestra cautela al marcharos, se empieza a impacientar. Tanto como para intentar simular una forzada risita y haceros un ademán en forma de despedida para que os marchéis.

Al notar movimiento en el saco, da un paso hasta posicionarse más cerca de él y le propina un igualmente mal disimulado puntapié que hace que deje de moverse unos segundos, pero provoca un gritito, esta vez marcadamente femenino de su interior.

Desde el interior, y tras el velo del saco y el velo de tu agobio te parece oír algunas voces, una rasposa y seca y la otra más redonda y profunda de las cuales solo distingues palabras sueltas:

-...piedra. Rápido.

-...placer hacer negocio...Zharek.

Escuchas un par de voces tras el velo de sonido que supone tu yelmo, una rasposa y seca y la otra más redonda y profunda de las cuales solo distingues palabras sueltas:

-...piedra. Rápido.

-...placer hacer negocio...Zharek.

Prentis hace oídos sordos. Así son los negocios y así son las cosas con los magos rojos. Un trato es un trato. Oír y callar. 
Atraviesa finalmente el dintel de la puerta para adentrarse de nuevo en el inhóspito y tétrico paraje que rodea la cabaña y así se aleja caminando con dificultad, buscando el camino por el que ha venido para emprender el camino de vuelta.