Partida Rol por web

La ruina del Hombre

Días de música y sombra (Nactas, 2 de Numa del 471 d.T.)

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14/01/2008, 19:17
Director

Tras la despedida, las calles se antojaron hermosas y llenas de un esplendor amenazado, lo que quizá las hizo aún más bellas. Descendían sinuosas como las raíces fuertes y expuestas de un árbol milenario, y jalonadas de casas de piedra clara como la colina de la que se nutría la ciudad, sus adornos de metal brillante y otras piedras semipreciosas llamaba la atención de los siempre sorprendidos ojos del Peloreon. Por cómo vestía la gente, los talleres y los almacenes, seguía el paso por una amplia calle de artesanos...Forjadores, como muchos les llamaban, que podían ser carpinteros, orfebres, escultores y pintores, herreros y otros tantos oficios de metal y piedra, hasta que al fondo emergió el gris y anónimo edificio de las savas, del que esa misma mañana había emergido él hacia la luz. Cuando quedó cerca de su entrada, notó el frío de olor neutro, pero que no molestaba, aunque le traía recuerdos dolorosos en el hombro y la cabeza que, por cierto, seguía doliendo un poco junto con el brazo vendados.

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14/01/2008, 20:54
Trevor

Poco a poco, Trevor se fué alejando de la ciudad alta...cada paso le acercaba más y más a una miseria en la que él mismo había vivido hasta no hacía mucho tiempo....y de pronto se sintió incómodo con la ropa que vestía.
Ahora entendía lo que al parecer había querido decirle Jorgall...así no conseguiría ninguna información, como mucho que algún miserable con más hambre que juicio, le intentase arrebatar aquellas ropas para intentar venderlas...necesitaba otras.

Los ojos del escudero comenzaron a buscar a su alrededor algún lugar donde pudiera haber prendas más humildes con las cuales pudiese vestirse....no es que le llamara la atención convertirse en un ladrón, pero hay veces que la situación te hace tomar unas decisiones que de otro modo jamás te plantearías.
Quizá incluso encontrase una pequeña bolsa en la cual guardar la vestimenta que actualmente le cubría...así no la perdería ni tendría que responder a las preguntas de sus señor.

Callejeó en busca de aquellas prendas que necesitaba y posteriormente algo de información...si no encontraba nada ya iría mas tarde a "El Ocaso", pues era el último lugar en el que había visto al trovador.

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17/01/2008, 13:02
Hans Peloreon

Con las palabras del veterano guardia apartadas transitoriamente en algún recondito lugar de su cabeza, el joven Hans se dispuso a continuar disfrutando de los tesoros en forma de hermosas y espléndidas calles que le brindaba la gloriosa urbe.

Una nueva calle se abrió ante sus sorprendidos ojos, no esperando encontrar lo que allí había. Talleres, almacenes y pequeños negocios salpicaban aquel lugar llego de una magia muy peculiar... una que se obra con las propias manos.

Curioseando aquí y allá, el menor de los Pelóreon se interesaba por el trabajo de alguno de los artesanos que, muy dispuestos, atendían amablemente las cuestiones del joven de noble casta. Entusiasmado por algunas de las cosa que allí encontró se prometió volver a aquel lugar lleno de embrujo. Por lo pronto, concertó con el herrero una nuevas herraduras para la hermosa Bela... mandaría, al día siguiente, al joven criado, en su nombre, con un juego de las desgastadas para que le sirviesen de modelo.

En el fondo de la empedrada calle, emergió el edificio de las Savas. Sus pasos le guiaron, ahora hipnotizado por los recuerdos, hasta la entrada misma... por aquella que habia sido también salida. Se quedó unos segundos, inmóvil, intentando recordar el nombre con el que se había dado a conocer aquel hermoso ángel... Sin embargo, tan sólo pudo evocar las molestias de su maltrecho hombro y magullada cabeza... ¿Cómo es posible que me haya olvidado?... es imperdonable. Pensó desconcertado y algo malhumorado consigo mismo.

Aquello le hizo dudar más de la cuenta... pero finalmente, tragando saliva, se hizo notar haciendo uso del aldaba de la puerta.

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17/01/2008, 21:32
Director

La aldaba produjo un sonido sordo que se transportó hacia el interior oscuro y fresco, como un ave nocturna. Al cabo, una de las savas abrió la puerta. Era joven, rubia y de tez blanca y serena, como aquella misma que le había atendido. Quizá fuera la misma. Hans no pudo estar seguro, y se sorprendió de aquello, pues no había pasado más que la mitad del día. Había mucho que las asemejaba, pero también había detalles que las distanciaba.

De refilón vio lo alto del palacio, un lugar que en apenas una noche se le había vuelto lúgubre en lugar de brillante. Así parecía estar el día, que poco a poco descendía y la luz ya no era la misma, por eso quizá no podía ver igual de bien a la sava, medio cubierta de sombras por el pasillo oscuro y porque el Sol se iba ya lejos del centro del cielo.

Hans empezó a notar el hambre. Lo cierto era que apenas había probado bocado durante el día.

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17/01/2008, 21:35
Sava

- ¿Qué deseais, mi señor? - recitó la sava. Su mirada experta lo recorrió sin pudor, deteniéndose en sus vendajes y observando sus ojos como si pudiera ver más allá de ellos. Su porte, su vigor. Parecía estar averiguando mientras saludaba inocentemente qué enfermedad o dolencia pudiera afligir al Peloreon, además de las evidentes.

- Necesitáis cambiar el vendaje, ya lo veo. Acompañadme, por favor.

E hizo ademán de comenzar a andar hacia el oscuro y casi frío interior, de cuyo lugar Hans recordaba un dolor palpitante en la cabeza que aún no se había ido del todo, y que le reprimía en parte el hambre.

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19/01/2008, 17:24
Hans Peloreon

El portón se abrió y de él asomo una hermosa Sava... su luz pareció cegar al joven Pelóreon que quedó perplejo... estupefacto. ¿Es ella... o no lo es?... Apostaría que sí, pero parece de mayor edad y sus ojos.... ainssssssssss... ¿Cuál era su nombre?.... ¿Nooooja?, no era más suave... ¿Nooota?, demasiado raro... ¿Nooova?, puede ser... Entre tantas la hermosa mujer rompió el silencio.


- ¿Qué deseais, mi señor?
Aquellás palabras seguidas por unos ojos que buscaban su propia respuesta desconcertaron al joven Hans. Su rostro, además, se ruborizó, poco acostumbrado que lo examinase una mujer de esa forma tan ... meticulosa. Gracias al cielo que estaba oscureciendo disimulando su expresión... aunque no tanto como le hubiese gustado.

- Necesitáis cambiar el vendaje, ya lo veo. Acompañadme, por favor. Su propia respuesta... una que además es bien cierta. Hizo ademán para adentrarse en la oscuridad del pasillo.

-. Sí, mi Señora, estais en lo cierto...- El menor de los Pelóreon tragó la escasa saliva que tenía en la boca. Y tras unos segundos de incertidumbre se adentró con la hermosa Sava... cerrando el portón tras ellos. El ruído de sus protestonas tripas se camuflaron con el del cierre. Recordó que no había comido apenas nada...

Aceleró el paso hasta alcanzar a la Sava, que le estaba esperando pacientemente para guiarlo por el sinuoso y oscuro pasillo.

-. Creo recordar que su nombre es Noova, mi señora... perdone mi mala memoria si no es así...- Con voz algo balbuceante y llevándose la mano a la cabeza. Las mujeres guapas siempre le ponían algo nervioso y le hacían sentir ridículo... inseguro. Algo no tan extraño en un joven de su edad pero que no debería ser así si pretendía ser un hombre. Cierto es también que el vino había obrado un milagro aunmentando su osadía con la joven del Ocaso. -. He guardado reposo como me habeis aconsejado... y he recuperado mi espada también.- Le cuenta mientras la acompaña, sin venir a cuento esto último, pero el silencio de la mujer le inquietaba aun más. Una sonrisa nerviosa en su cara.

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22/01/2008, 00:50
Director

Al escudero no le fue difícil encontrar unos pedazos de ropa bastante sucios y malolientes. Quizá incluso los hubieran meado algo antes, pero podrían valer. Fue más difícil evitar que nadie le viera cogerlos, y quizá tampoco pudo ocultar su intención de ponérselos, aunque buscó un lugar más discreto que pudiera vigilar con facilidad.

Dejó la espada a mano mientras se colocaba un pantalón grande y una túnica fina y raída sobre sus ropajes de escudero. Por si acaso, se manchó la cara con algo de barro y el pelo con restos de fruta tirada y medio podrida. Ya olía mal y además su aspecto era deplorable. Sin embargo, para ocultar la espada debía moverse de forma que parecía cojo. Así podía dejar una pierna algo más tiesa y el tercio último de la espada podía quedar oculto.

Aún así no estaba muy seguro del resultado. Debía cuidar mucho sus movimientos para no asomar la punta, ni que algún doblez traicionero de la ropa delatara la silueta del acero.

Cuando quedó más o menos cómodo, siguió con un paso lento y trastabillante por los callejones. Hizo alguna prueba para ver si podía alcanzar el mango con un movimiento razonablemente rápido, y quedó contento. No había demasiada gente, la tarde comenzaba a vencer a la luz, y las calles podrían hacerse cada vez más peligrosas.

Trevor se cruzó con todo tipo de individuos, desde timadores de tres al cuarto, hasta putas medio muertas de hambre, o chicos borrachos de sangría. Hombres que parecían piratas de esas historias lejanas de barcos y mar, recaderos, matones, hombres más o menos honrados.

Posiblemente debiera encaminarse hacia algún lugar concreto, o inventar una buena historia para comenzar a recabar información. Las tabernas, los mentideros, eran buen lugar para ello si se sabía desgranar la verdad de la invención. También se podía apartar a alguien y sacarle algo bajo amenaza, o seguir a alguien sospechoso, o simplemente andar y esperar un golpe de suerte.

Trevor sonrió. No había pasado tanto tiempo junto a su señor Alessian como para haber perdido el seso de la calle. No se engañaba acerca del tipo de golpe que podía esperar sin andorreaba por la ciudad baja sin motivo, con una pata aparentemente mancada, y unos ojos que denotarían a los avispados que sin duda se encontraba perdido.

La actitud era importante. En esos lugares los ladrones atacaban a los débiles y a los incautos, y nadie los socorría ni los echaba de menos. Esa podía ser otra opción, dejarse atracar y ver qué pasaba luego, cuando los rufianes se encontraran de bruces frente a una espada y a alguien con dos piernas sanas para moverse...

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22/01/2008, 00:55
Director

La sava sonrió y no dijo nada, ni siquiera confirmó su nombre, si es que era ese. Guió al Peloreon por varios pasillos que parecieron adentrarse en la negrura, hasta que la joven encendió un par de hacheros y él notó el cálido chisporroteo de una llama que no podía estar enferma ni envenenada.

Su luz hizo a la joven más brillante, y sus cabellos tan dorados que parecieron arder con la tea bajo el blanco de su vestido. Allí encontró una puerta con hojas talladas en la madera y pintadas de verde, e invitó a Hans a pasar. Una vez dentro, iluminó una sencilla habitación con un banco donde podían sentarse dos personas. Ella sentó a Hans en el centro y de sobre una mesa en la esquina recogió un par de telas blancas que mojó en un cuenco que olía a vinagre. Retiró las vendas y aplicó las telas en las heridas, más aún en la cabeza, y Hans sintió un frío agradable que le hizo erizar el cabello y endurecer los pezones, como si de repente se zambullera en un río frío, pero lo necesitara.

Tras un rato así, la sava colocó nuevos vendajes. Luego, antes de que Hans se levantara, se puso frente a él y le habló, con la misma sonrisa de siempre.

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22/01/2008, 00:59
Sava

- Diría por vuestros ojos que algo os inquieta, más mis conocimientos no alcanzan ese tipo de dolor interno. Quizá nuestra Primera pueda ayudaros, si es lo que queréis y lo que buscáis, más allá de los vendajes. Decídmelo y os llevaré con ella.

No pareció más convencida de una cosa que de otra, simplemente diría que tomó una decisión acerca de una impresión. La joven muchacha parecía tan ausente de los juicios morales como una hormiga o un oso blanco de las brumas.

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25/01/2008, 17:07
Hans Peloreon

El joven Hans se dejó hacer... se dejó cuidar. Sentado en aquel solitario banco, el torso desnudo y la cálida luz procedente de los candeleros. Recibió con alivio el bálsamo impregnado en aquellas telas que, aplicadas por las suaves manos de la joven mujer de nombre confuso, cubrían la zona magullada de su cuerpo. El vello de su cuerpo se le erizó y varios escalofrios azotaron su cuerpo, no podriamos asegurar si por el contacto de las telas embalsamadas o de las sedosas manos que las manipulaba.

La sava se movía con soltura y delicadeza haciendo parecer la tarea más sencilla de lo que realmente pudiera ser... un ritual de gran belleza. Las telas dieron paso a un nuevo vendaje, más elaborado que el anterior,... lo sintió más prieto, pero no molesto, limitando algunos movimientos de su maltrecho hombro.

Fue entonces, justo cuando hubo finalizado, cuando la hermosa mujer irrumpió, con palabras cordiales, el silencio... y el hilo del pensamiento del joven noble. Éste, asombrado, le respondió elevando sus extraños ojos bicolores, que hasta ese momento reposaban en sus manos, hasta encontrarse con los de joven mujer de sonrisa encantadora y rostro angelical. Su impresión era más que acertada... los ojos del menor de los Pelóreon son una amplia ventana en la que asomarse para contemplar sus sentimientos e inquietudes. Algo preocupaba al noble… y disimularlo no era lo suyo.

Quizás fuese el acogedor ambiente recreado por la tenue luz... quizás fuese la presencia de la joven mujer que con tanta dedicación e interés le había cuidado, y cuidaba... quizás fuese su melodioso timbre de voz sincero y empático... quizás fuese que el menor de los Pelóreon a nadie conocía en aquella poblada ciudad con el que compartir sus inquietudes... quizás fuesen todas juntas, o quizás ninguna. Sin embargo, sea lo que fuera lo que empujó al joven Hans... éste comenzó a hablar.

-. Mi señora... Sin tiempo para ordenar sus pensamientos. Baja su mirada de nuevo hacia sus torpes manos algo avergonzado. -. No soy lo que se supone que debería ser... a los ojos de mi respetado padre, el Barón de Deerenthal. En sus palabras cierto pesar. Eleva nuevamente los ojos con un brillo vidrioso inexistente con anterioridad. -. Presa de un terrible enfermedad que se extiende progresivamente como la carcoma... una enfermedad de la que no existe remedio conocido... una maldición que consume su vida a paso acelerado. Su miedo a dejar el legado más importante de nuestra familia, el apellido y la sangre, a su incompetente…, mimado… y débil… hijo pequeño fue acrecentándose con la misma velocidad que su enfermedad.- Pronunció con desprecio los adjetivos que le hubiese otorgado a buen seguro su querido padre. Una pausa para tragar la saliva que se acumulaba en su boca. -. Invirtió parte de su fortuna, cobró algunos favores y adquirió otros para ponerme en manos, finalmente, del Marqués de Hyss, conocido por su férrea disciplina y buen saber. Por un lado, me alejaría de mi querida madre cuyo amor, según el Barón, fue un muro demasiado protector para lograr él mismo lo que espera que haga conmigo el Marqués. Y por otro, tendría más tiempo para preparar, en el poco tiempo que le resta, al futuro regente, mi hermano mayor, de las posesiones de la familia.- Resopla y se encoge de hombros lo que da de sí el vendaje. -. Eso último me da igual… las tierras, la fortuna… no busco eso. No lo deseo ni lo ansío. Quiero a mi padre, lo respeto, no me planteo eso tampoco. Sólo me importa que se sienta orgulloso de mi por una vez, la primera, en su vida antes de que el mal que le consume se lo lleve al claro del final del camino. Ese fin me propuse al salir de mi añorado hogar… hacer méritos bajo la tutela del Marqués y adquirir el título de caballero otorgado por el mismísimo donner. Eso le llenará de orgullo, estoy completamente seguro.- Su discurso se hace apasionado tras anunciar su resolución. Sus ojos adquieren un brillo bien distinto del de la tristeza… el de la convicción. -. Llevo apenas un día en este hermoso lugar, Colmillo Blanco. Llegué lleno de esperanzas, con un propósito firme, como bien ha visto mi señora, y ahora estoy confuso… perdido.- Toma aire y prosigue con aire más lacónico. -. Mi primera noche, nada más recien llegado,… me dejé embaucar por los efluvios del buen vino del Ocaso y la grata compañía… olvidando el rostro de mi padre. Entre unas cosas y otras terminé contra una sólida puerta… despertando en este lugar magullado, despojado de mi espada y con la ropa rasgada… y sin haberme presentado al Tutor.- Las mejillas del joven Hans se ruborizaron aun más al recordar, además, cierto episodio. Traga de nuevo saliva. -. Ahora nada de eso importa. Mi Tutor, el Marqués de Hyss, perdió la vida ayer… ajusticiado in situ para salvaguardar las vidas de los presentes. Al parecer perdió el juicio convirtiéndose en poco menos que un animal salvaje que no atendía a razón y agredía a todo aquel que se cruzaba en su camino.- Suspira y baja de nuevo la mirada. -. Con él murió la oportunidad de enorgullecer a mi padre… mi propósito. Me siento huérfano… confuso… perdido… apenas conozco a nadie… resido de invitado en una construcción que está siendo objeto de investigación… y tengo la extraña sensación de la que muerte me ronda.- Se lleva las manos a la cabeza con nerviosismo sintiéndose acorralado. -. Estoy intranquilo… sí. No sé lo que me depara ahora este lugar. Podría volver a casa, junto mi amada madre… pero no puedo, en el estado en el que estoy, hacer semejante viaje a caballo… y, además, no quiero… maldita sea!!, no quiero…!! no puedo rendirme tan fácilmente.- Resopla ahogando un sollozo que consigue controlar. -. Puede que mi padre tenga razón, que no sea más que un niñato inútil mimado y débil… y eso me aterroriza.- Su voz tiembla y muere con cada palabra. La respiración se le acelera… el pecho le oprime… y siente un tenue hormigueo en la punta de sus dedos… el mal se atenúa…

Poco a poco consigue controlar su respiración obligándose a hacerlo más lentamente haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad. Más calmado eleva nuevamente su mirada a la joven mujer. -. El Donner en persona desea verme en las proximos días. No sé que desea de mi… quizás aclarar mi situación y buscarme algún acomodo… quizás interrogarme sobre los graves sucesos acontecidos. No sé que decirle… ni cómo… Respecto a mi difunto Tutor, nunca había coincidido en persona con él… pero mi hermano sí, fue su valedor tiempo atrás, y nunca dejó constancia de ese comportamiento que se le atribuye recientemente.- Se pone en pie abandonando el asiento del solitario banco. Comienza a vestirse pausadamente ante los ojos de la joven mujer. -. No sé si vuestra Primera puede ayudarme mi Señora… pero os puedo asegurar que vos sí lo habeis hecho con vuestra atenta escucha. Os doy gracias de corazón…- Dijo con sinceridad el menor de los Pelóreon.

Y era bien cierto, nuestro joven noble se sentía más aliviado ahora tras compartir la carga que pesaba sobre sus hombros… y más adentro. Bendita aquella joven mujer de nombre olvidado… cuya capacidad de aliviar iba más allá de lo puramente somático.

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25/01/2008, 23:19
Trevor

Trevor mantenía los ojos atentos a todo cuanto le rodeaba, y más aún el otro sentido que le funcionaba incluso mejor que la vista....el oído.
Era realmente importante estar atento a cualquier frase que pudiera escuchar, pues nunca se sabía en qué momento unas palabras sueltas desgranadas al aire, le podrían otorgar una pista hacia el lugar donde conseguir información.

Sin embargo, tenía la clara convicción, de que caminar por las calles sin rumbo fijo no le otorgaría nada interesante...a menos que un fuerte golpe en la cabeza pudiese ser catalogado de aquel modo.

Necesitaba ir hasta un lugar donde se reuniera bastante gente...y que el alcohol ayudase a soltar la lengua.
Podía resultar peligroso si le pillaban prestando demasiada atención a los que se decía...incluso si algún borracho la tomaba con él sin motivo alguno...pero debía hacerlo, esa era su misión y no se echaría atrás por cobardía....no, no se presentaría ante Jorgall con las manos vacías.

Observó pasar a un grupo de tres hombres ya entrados en años, y que caminaban con la seguridad que da conocer el lugar hacia donde se dirigen los pasos...quizá tuviese suerte.

Con toda la rapidez que le permitía ahora su limitación de movimientos, comenzó a seguirlos de la forma más discreta posible...algo le decía que se dirigían al único lugar donde la gente humilde consigue olvidar sus miserias...una taberna.

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26/01/2008, 21:51
Director

La sava permaneció silenciosa, dejando que sus manos trabajaran como pequeños aleteos sobre la piel dolorida. Cada roce era un agradable escozor, medido, que redimía la herida y la perdonaba por su daño.

Y mientras el espíritu de Hans se desahogaba en palabras que caían como un río en torrentera, imposibles de detener una vez comenzaba su fluir, la sava terminaba su vendaje con silenciosa maestría. Una vez el Peloreon fue consciente del final, ella mantuvo la sonrisa amable.

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26/01/2008, 21:53
Director

- Si me describís los males que sufre vuestro padre quizá pueda servir de ayuda. O si mi arte es poco para su dolencia, entonces nuestra Primera sin duda podrá aportaros esperanza. Pocas hermanas saben más que ella de cualquier tipo de pesar dentro de esta tierra, mi señor. Incluso en los antiguos reinos de Irrfall se la respeta y escucha.

Y nada más añadió.

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26/01/2008, 22:08
Director

Un cartel de madera oscura y ajada, con los restos del dibujo basto de un pollo sin cabeza, apareció tras un recodo. Anunciaba la presencia de un edificio casi ruinoso, gris oscuro cubierto de pútrido liquen y mohos purulentos y viscosos, como el vómito de una montaña. La puerta bajo el cartel era baja, pequeña, Trevor tuvo que agacharse para entrar, y cuando lo hizo descubrió un lugar cálido de techo bajo al amparo de una gran hoguera donde ardían leños enormes. Verdaderamente hacía calor allí, y sobre grandes mesas de troncos grandes se arracimaban hombres borrachos aferrados a sus jarras y a sus risas. Olía a orina, a alcohol y a bilis, y a sudor e incluso a sangre. Una barra en una esquina, no demasiado grande, flanqueaba el acceso a unas barricas colocadas en estanterías resistentes, y unos botelleros guardaban las botellas de sólido vídrio oscuro, con su corcho aromático apuntando como un pezón dispuesto.

El tabernero era un hombre de unos cuarenta años vigorosos, aunque llenos de cicatrices y "recuerdos" de esos que pasan por la vida en un tris de ser los últimos. Miraba con ojos de águila, apropiados para la nariz que reposaba en su rostro, y se detuvo un momento en Trevor cuando lo vio pasar.

Otros cuantos, aún no tan borrachos como para haberse desmayado o no ser conscientes de apenas nada, miraron en dirección al muchacho, aunque sólo uno o dos parecieron interesados en él, junto con el tabernero, quien no dejaba de mirarle mientras seguía a lo suyo desde que entró.

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27/01/2008, 13:29
Trevor

El escudero intentó retener en su memoria todo cuanto veía, adivinar de dónde podría llegar el peligro....era una tontería, allí el peligro se encontraba en cada hombre que llenaba el local...debía estar atento si quería salir con bien de aquello.

Los ojos de Trevor buscaron las sombras...un lugar donde pudiese pasar desapercibido arropado por la oscuridad y así poder escuchar sin llamar la atención.
Sintió la mirada del tabernero un segundo antes de comenzar a moverse hacia uno de los laterales del recinto....y se frenó, no podría hacer lo que quería bajo aquella mirada tan inquisitiva...tenía que cambiar los planes, pero sin duda sería peligroso.

Con una inspiración profunda comenzó a caminar hacia la barra, sin olvidar aquella cojera que se había autoimpuesto...no sería un buen momento para mostrar el arma que llevaba escondida.

Apoyó su brazo en la barra, dando a entender que necesitaba de aquella sujección para poder descansar su pierna - ¿Tienes algo que pueda comer? - preguntó con una voz un tanto lastimera - Puedo pagarla trabajando esta noche sirviendo en tu local.

Era casi una medida desesperada, pero si surtía efecto, le daría la oportunidad de poder moverse libremente entre todos los clientes y así poder escuchar lo que decían.

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29/01/2008, 18:51
Tabernero

El hombre, con amplia y rizada barba que tapaba alguna que otra cicatriz, dejó ver su sorpresa mezclándola con sorna a partes iguales.

- Joder, ¿tanta hambre tienes? A ver si vas a ser uno de esos apestados que van por ahí rabiosos como si fueran perros sedientos de carne.

Acercó el rostro a Trevor, que pudo ver una hilera de dientes de metal entremezclados con otros medio podridos y sólo alguno que otro bueno.

- Mira, aquí si propones ese trato más te vale hartarte, porque vas a trabajar duro. Mi clientela es buena bebedora. No distingue meados de caballo de un caldo de la Holm menor, pero sí sabe que quiere cantidad, y cantidad les damos. Y si alguno falta por pagar, tenlo claro, te lo cobro a ti. Así que como no tienes nada, estarías fregando esto hasta que por fin fuera capaz de ver el color de las paredes y el suelo sin mierda.

Un vistazo del escudero le dejó claro que un trabajo así le llevaría la noche entera y parte del día siguiente...y más con su "cojera".

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30/01/2008, 07:06
Trevor

Aquello podía volverse en contra del escudero...y este lo sabía, pero ya no podía dar marcha atrás, tendría que arriesgarse con el plan que había decidido poner en marcha y afrontar las cosas como vinieran....lo bueno es que aquel hombre no sabía que él podía correr como el viento, y que su cojera era simulada....eso le aportaba una ventaja que quizá pudiese aprovechar en caso necesario.

Está bien - respondió finalmente...su rostro intentó simular un gesto de duda antes de aceptar por completo el trato - acepto las condiciones pero...¿podrías entonces ponerme algo de comer? Después comenzaré a servir a tus clientes.

Aquel lugar le provocaba una cierta sensación de repulsión, pero podría soportarlo durante una noche....o quizás necesitase menos tiempo para averiguar algo. Si escuchaba algo interesante buscaría la forma de escabullirse antes de tiempo.

Mientras negociaba con aquel hombre cuyo aliento sería capaz de tumbar a un caballo, Trevor ya se había puesto manos a la obra, poniendo atención a las conversaciones que le rodeaban.

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31/01/2008, 16:51
Hans Peloreon

El joven Hans escuchó atentamente las palabras de la hermosa mujer y, además sava. Suspiró con resignación y en sus extraños ojos no había atisbo alguno de esperanza... De pie. Ante la mujer. Las palabras volvieron a fluir pero esta vez con más calma... y pesar.

-. Comenzó en Wynn remontándonos apenas dos años atrás... y comenzó con una simple tos. Vanal al principio... molesta tras un tiempo... insufrible después... Halegh, dos meses después, a la tos le acompañó, por momentos, expectoración carmesí. Fue entonces cuando el Barón de Deerenthal decidió llevar el asunto en secreto recibiendo visitas de varios sabios del reino por la noches... muchos fueron los remedios que probaron sin aparente exito aunque quizás si lograsen refrenar su progresión. Eso me dijo mi madre cuando le pregunté por esas misteriosas visitas que, casualmente, había presenciado en más de una ocasión... nada sabía entonces de la enfermedad del barón.- Toma aire y prosigue. -. En los meses de verano la tos se atenuó, bien por algún remedio... bien porque así debía ser, pero su cuerpo comenzó a mostrar estigmas de su incesante enfermedad. Fue perdiendo peso inexorablemente, la delgadez se hizo patente... el cansancio, poco a poco, le impedía realizar cada vez más actividades recluyéndolo en sus aposentos largos periodos de tiempo... el tiempo se aceleró haciendolo envejecer años en tan sólo unos meses... su piel adquirió un tono más cetrino y palido... el aire comenzó a parecerle insuficiente... y la tos en salvas volvió, cruelmente, a hacer acto de presencia...- Una nueva pausa. La cruda realidad había sido expuesta... el Barón había sido tocado por la Parca... -. Me duele decirlo mi señora, el Barón de Dereenthall... mi padre se muere...- Suspira apesadumbrado... derrotado. -. Mi única esperanza es que no sufra... Verme convertido en caballero era mi forma de... Todas estas desgracias que han ocurrido...- El dolor de su voz le impeden continuar. Sus ojos se llenarón de lágrimas retenidas con esfuerzo.

Sus aspiraciones a Caballero responden a su deseo de agradar a su padre enfermo... Lo que no sabe el pobre Hans es que al Barón le resta bien poco de vida... insuficiente para ver su deseo cumplido, incluso aunque ningún mal le hubiese ocurrido a su valedor.

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04/02/2008, 18:38
Tabernero

- Coño, mozo, que te gusta endeudarte antes de empezar. Quizá esa costumbre te hizo buscarte esa cojera. Mira, no me toques los cojones y cojearás de la otra. Pero como dudo que puedas salir corriendo si algo se tuerce, aquí hay un cuenco con melocotones. Coge uno y tira.

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04/02/2008, 18:39
Director

El cuenco era de madera oscura y parecía resistente, aunque horriblemente tallada, más parecía a mordiscos que con ningún tipo de herramienta.

Los melocotones no estaban mucho mejor, de hecho incluso peor. Pochos y blandos, con algo de moho ya sobre la piel, pero todavía comestibles.

Y así comenzó una jornada en verdad extenuante. El tabernero desde luego no mentía. Los "feligreses" pedían de comulgar sin detenerse siquiera a terminar la jarra que ya tenían, y daba igual que les sirviera vino más picado que una mesa de sastrería, ellos no se quejaban y reían y chanzaban. Alguno incluso se ponía a bailar y otros se terminaban por mear en los pantalones de la risa, o se dormían allí mismo mientras otros más atentos buscaban por si aún le quedaba algún dinero.

De entre todos, sólo uno estaba agazapado sin decir nada, y parecía huir a todos como todos le huían a él. Tenía los ojos hundidos como si no hubiera comido, y se refugiaba detrás de una vela solitaria y casi extinta mientras bebía sin parar y devoraba pan duro con trozos de hueso y sobras de la misma calle. Pidiendo más y más tras cada uno que terminaba.

El tabernero llamó a Trevor la atención sobre ese en particular.