Partida Rol por web

Ardo, que estaba cubierto, en cuanto escuchó que el mutalisco empezaba a atacar de nuevo, salió parcialmente de su escondite para poder tener a tiro a la criatura y así acabar con ella de una vez por todas.

Sin embargo, el cubrirse también le dificultaba ver a su objetivo correctamente, y entre eso, y las gotas de sudor que le bajaban por la frente, su disparo se fue lejos del objetivo.

Ardo levantó lentamente el arma. El disparo había salido claramente desviado. M´Butu se había enfrentado de lleno contra el mutalisco, Jon estaba cerca de él. Mientras el fuego no acababa de alcanzarle, Littlefield descargó una ráfaga poderosa sobre el Zerg que hizo que trozos del cuerpo de este salieran despedidos en varias direcciones.

Entonces vieron a la teniente Breanne en medio del humo, acurrucada junto al panel del mapa. Meredith estaba justo detrás de ella. Smith-Punn también agazapado, se encontraba al otro lado del mapa. A una señal de Breanne salieron los dos a la vez y descargaron sus armas contra el mutalisco. Más trozos de sí mismo salieron despedidos en todas direcciones.

Al acabar volvieron a cubrirse, Breanne le indicó con un gesto a Jon y a Ardo que aguantaran posiciones. A continuación se señaló los ojos con el dedo índice y anular e indicó a Smith Punn. El ácido había dañado numerosas consolas y había abierto muchisimos agujeros. Seguía saliendo humo de la cavidad abierta por el Mitalisco muerto pero por lo demás la habitación parecía vacía. Había vuelto a desaparecer.

M´Butu sí que lo había visto. El animal había huido de su rango de fuego, había volado hacia atrás ante las numerosas ráfagas que le habían herido. Si los demás mutaliscos habían hecho eso, quizás hubiera más de uno vivo después de todo. El viejo murciélago de fuego se paró un segundo a mirar al técnico. Tenía un feo cardenal que coloreaba un chichón en un lado de la cabeza. Desde luego no iba a envidiar la jaqueca que tendría luego. Entonces vio a sus compañeros, agazapados cual cobardes detrás de las consolas.

Breanne hizo un nuevo gesto. Señaló a Jans, luego a M´Butu y después al ascensor. Parecía una órden directa. ¿Y el mutalisco? Pero lo cierto era que sin Jans, jamás podrían salir de ahi.

- ¡Jans! ¡Soy Marz! ¡Estoy a menos de diez kilómetros de ahi...!

A través de las ventanas podía verse, en la lejanía, hacia el oeste, la Nave de Descenso. Un punto recortado contra el fondo formado por las estelas de los numerosos transportes condeferados que se estaban levantando hacia el sol.

- No te preoc... herman... ré... ontigo... pocos se...

- Maldita sea Teniente. - pienso mientras mi cara muestra mi total desagrado con la orden recibida.

No obstante agarro a Jans y protegiéndolo con mi cuerpo me dirijo hacia el ascensor mientras le hago indicaciones a la teniente de la dirección por la que ha huido el mutalisco.

Ardo, viendo que el mutalisco se había retirado, se prepara para cumplir las órdenes de la teniente. Asomándose al muro en el que estaba cubierto, preparó el arma para, en el momento en el que apareciese el bicho, disparar.

ElZerg se va y por ahora tenemos calma, veo como se aleja M´Butu escoltando a Jans. Ardo cubre un lado y yo hago lo propio del otro lado, esperando que aparezcan para recibirlos como se lo merecen. Con el arma al frente, el cuerpo al cubierto y el dedo en el gatillo contando el tiempo hasta que nos saquen de este lugar.

Dos pasos dió M´Butu. Algo brillante cayó entre el ascensor y él con un sonido húmedo. Empezó a humear. Al mirar hacia arriba, el murciélago de fuego no pudo dar crédito a lo que estaba viendo. Una serpentina de plata fundida avanzaba en un arco irregular a lo largo del techo. Su curva se volvió hacia sí misma, describiendo un círculo en el techo, justo encíma de la isleta de mando. Las vigas estructurales se estaban fundiendo bajo la lluvia de ácido. Ya se oía el gemido del metal que cedía bajo su propio peso...

- ¡¡CUIDADO!! - grito. ¡¡EL TECHO SE CAE!!

Dicho esto me lanzo hacia Jans y placándolo nos introducimos en el ascensor con cuidado de no aplastarlo bajo el peso de mi cuerpo con la armadura.

Noto como el ácido carcome el metal pero no logro reaccionar hasta que M´Butu nos grita. Ahí es cuando me doy cuenta del peligro en el que estamos, en una fracción de segundo miro a los que me rodean y analizo a quien ayudar y me decido por la Teniente, si el rango estamos muertos. Mis músculos se tensan, mis piernas comienzan a moverse en una carrera muy corta hacia ella. Me tiro con todas mis fuerzas hacia ella para terminar arrastrándola lo más lejos posible de la isleta y del posible aplastamiento.

El marine analizó la situación y comprobó que era el momento de salir de allí. Sin pensarlo, comenzó a correr para alejarse de la isleta y tratar de salvar la vida.

- ¡Vamos vamos vamos!

Breanne y Smith-Punn levantaron la vista al mismo tiempo. No necesitaron que dijera nada más. Breanne saltó por encima de la consola que bordeaba la isleta en uno de sus lados. Smith-Punn cogió a Melanie del brazó y corrió hacia las escaleras. La empujó hacia la pasarela que rodeaba el perímetro de la sala justo antes de saltar tras ella.

Ardo no tuvo problemas en salir corriendo y esquivar el techo que caía. No así, Littlefield, que en un acto heróico salió corriendo para salvar a la Teniente. Pero esta era aún más rápida que él y para cuando llegó allí, ella ya no estaba.

Con un crujido desgarrador, el techo de la Sala de Operaciones cedió y cayó sobre la isleta de mando. El peso del blindaje y la estructura de soporte aplastó la isleta con un ruido atronador. El sistema entero de antenas cayó junto a él y se convirtió en una maraña de metal apenas reconocible, mientras el pesado trozo de la estructura resbalaba sobre la isleta y caía sobre las planchas del suelo, que el ácido había debilitado. Nadie podía haber sobrevivido a eso. Pensaron todos mirando el lugar donde, instantes antes, había estado Littlefield.

M´Butu tiró furiosamente de Jans, tratando de apartarse de la trayectoria de la colosal avalancha de metal retorcido. El ténico, sin embargo, estaba empezando a despertar y se oponía a sus esfuerzos.

- ¡Preparados! - gritó Breanne - ¡Ya están aqui! - No había tiempo para los caídos.

Había rodado por el suelo y se había incorporado dolorosamente. Tenía una grieta en la armadura y, tras ella, un profundo corte en el hombro que sangraba profusamente. Smith-Punn se encontraba al otro lado de la isleta, junto con Melanie. Estaban tratando de llegar al ascensor. Pero las puertas se cerrarían y el único que podía detener eso, era M´Butu. A la vez se vio de nuevo: formas aladas que penetraban volando por la apertura del techo. Los mutaliscos habían abierto una nueva entrada al Centro de Mando y habían logrado sacar a los humanos de su posición resguardada. Las presas estaban ahora al descubierto y eran vulnerables.

El techo se le caía encima y él había quedado a merced por ayudar a un superior. Pero aún le quedaba algo por hacer. Rodó a un lado, metiendose debajo de la consola y rezando para que el hueco de debajo del mismo no estuviera lleno de cacharros. Con un sonoro golpe, el techo cayó sobre la isleta haciendo que ella cayera a su vez sobre el hueco.

El peso del derrumbe arrastró consigo la isleta de mando espachurrando la pierna de Littlefield a su paso. Por suerte, portaba su armadura.

Desconectando los engranajes que le ataban la pierna, Littlefield pudo liberarse de la trampa mortal en que habia caído por culpa de esos puñeteros Zergs. Gravemente herido por las contusiones del derrumbe y con una pierna casi inutlizada, Littlefield agarró el arma y vió que tenía dos salidas.

Una era por el piso inferior a través de uno de los agujeros que había hecho el ácido en el casco. El otro daba directamente a la misma Sala en la que estaba, pero quizás por el otro lado a donde se encontraba el ascensor. Si salía por alli, quedaría vulnerable,  pero pillarían a los zerg en mitad de dos fuegos. Si bajaba por el hueco, tendría que tener cuidado de no caer un piso. Un golpe seco contra el suelo podía significar el final de aquel marine.

Acero y cables, pedazos de pantallas y ácido se caen sobre mi. La teniente me "esquiva" con una agilidad que me supera para su suerte, pero no para la mía porque me trastabillo al creer qur terminaría en un lado y no es así. Mi pierna es aplastada y por suerte la federación cuida de lo suyos al darnos un traje que me permite ahora contar todavía con mi pierna.

Veo que mandarme por el hueco me sacaría de acá, pero mis compañeros quedarían solos y en estos momentos necesitan de todo la potencia de fuego posible. Con el arma por delante y arrastrando la pierna por detrás, espero que el combate se reanude para que tengan su atención en mis compañeros, cuidando de no quedar expuesto por alguno que esté escondido,. y así tener toda su espalda al descubierto para abrir fuego.

Ardo vio cómo Littlefield caía y maldijo por dentro.

Uno menos.

- ¡Teniente, tenemos que salir de aquí!

Ya poco importaba todo mientras levantaba el arma para lanzar una ráfaga de proyectiles a los malditos zergs voladores.