Partida Rol por web

La fina llovizna me pega los cabellos de mi desarreglada cola en la cara, el incómodo traqueteo de los caballos me fatiga y me absorbe junto a la letanía de ruidos amortiguados que pueblan este páramo de arbustos altos y musgo. – Demasiado silencio – Me apuesto un día de paga a que no puedes cazar al próximo pato que pase cerca grandullón. – Intento animar al grupo, pero las conversaciones mueren instantes después de abandonar mi boca. El silencio es tan absorbente que da reparo cortarlo. – No me gusta ¿Dónde está el sol? ¿Cómo se puede vivir en silencio y sin sol?

¿Cuánto falta? – Pregunto por enésima vez sin obtener respuesta, incomodo y hastiado. Instantes después junto los labios y los hago sonar soltando aire a presión, como si estallara una burbuja. – Va chicas que ya debe quedar poco ¿alguien quiere montar en mi caballo para que el suyo descanse un poco? – Desesperado por el entorno y por ser ignorado estoy a punto de ponerme a cantar a pleno pulmón cuando los jinetes aparecen delante nuestro - ¡¿Qué coño?! – Levanto el brazo justo después de escuchar el chasquido de los arcos y grito de dolor cuando la flecha se me clava en él.

El dolor pone mi cerebro a trabajar – no podemos huir a caballo, no somos tan hábiles y seguramente nos perderíamos en medio de este erial… ¡Piensa Malakias, piensa! Hay que utilizar el entorno a nuestro favor, representar una amenaza por la que no valga la pena luchar o tener más valores vivos que muertos. - ¡Desmontad! Poned los caballos en los flancos y entre los jinetes y nosotros ¡Nadec, en medio! Cemabí aguanta un poco, esperemos que no haya llegado a la hora de demostrar que en tu tierra sois capaces de partir a un caballo por la mitad de un hachazo. – Desmonto como puedo, agarrando con fuerza las riendas de mi caballo y el bastón.

Antes de seguir gritando susurro – Ocultaos tras los caballos y los arbustos e intentad alejaros sin ser vistos, tengo un plan. – Sin mirar al grupo, deseando darles tiempo para que se coloquen, usando a caballos y arbustos de barrera, agazapándose y arrastrándose por el suelo, grito – ¡Alto, somos una avanzadilla de comerciantes, de la rica y poderosa familia Ascand, no llevamos nada encima que merezca ser saqueado salvo los caballos que morirán sin duda si nos disparáis! Buscamos hacer negocios, y los muertos no pueden cerrar tratos, cambiamos pieles de serpiente, plumas de ganso incluso pieles de mamut por armas y joyas. Nos han dicho que por aquí cabalga la tribu de las crines rojas, será un honor para nos otros hablar con esta o cualquier otra tribu buscando negocios que no hagan más fuertes. – Empleo el lenguaje que crea que pueda ser mejor entendido por los desconocidos mientras me concentro en el bastón por si las cosas se complicaran, aún más.

Parece que los jinetes os den un pequeño respiro, pero rápidamente os dais cuenta de que solo están recargando sus arcos. Después del discurso de Malakias se detienen y podéis oir una voz desde detrás de ellos que grita.
-Ahí está ese maldito mago. Disparadle todos a él, que no salga de esta con vida.
No os cuesta reconocer la voz de Bahar Sevik, vuestro rival en esta aventura, que parece dispuesto a salirse con la suya a cualquier precio.
Los arqueros apuntan de nuevo, esta vez a Malakias.

Cabalgo hacia la voz al galope para cargar con todas mis fuerzas e intentar parar al jefe esperando llegar directamente a él.

El puñetero mercader parece tener un montón de recursos. Peor que mejor me las arreglo para situar el caballo junto a los demás tal y como indica y descabalgar. No puedo hacer mucho más, salvo...

Lo único en lo que soy medio buena es en aprovechar la oscuridad. Tal vez sea ésa mi única oportunidad de ser útil. Renegando por lo bajo por mi estupidez, anudo rápidamente las riendas de mi caballo con las del más cercano y me interno en la oscuridad, siguiendo la voz de nuestro enemigo mientras preparo mis dagas.

Veo la carga salvaje del bruto de Cernabí y contengo una maldición. Aunque con un poco de suerte nadie se fijará en una pequeña sombra añadida a la oscuridad...

Se me eriza la piel al comprender mi error – Maldita sea, estaba convencido de que Bahar había perdido nuestro rastro – Observo con temor la carga de Cemabi intentando averiguar si los arqueros cambiaran de objetivo o no.

- ¿Así has decidido malgastar la miserable vida que te regalé Bahar? Hoy no habrá mujer que me convenza de que es mejor dejarte vivir. Espero que te gusten el fango y las moscas porque este será tu lugar de reposo, ataré tu espíritu a tus huesos para que observes como, abandonado a la intemperie, te pudres lentamente mientras eres consumido por los bichejos del lugar sin poder hacer nada. Serás un lamento más en medio de esta lamentable tierra de viento, niebla y agua.

Alzo el bastón por encima de la cabeza – Espero llamar suficientemente su atención para ser yo el blanco de su ira y no Cemabi.

• Lo mismo digo a sus acompañantes, el primero en caer será Bahar, ya lo visteis en el desierto y hoy no será una excepción. Si queréis que vuestras almas queden atadas a este lugar, que vuestros caballos se coman vuestras entrañas y que la luz del sol nunca vuelva a bañar vuestro rostro, seguid a su lado, de lo contrario, huid o acertad bien en el próximo disparo. ¡Rocas a mi!

­­Al acabar mi discurso, esperando haber captado su atención y con suerte provocar alguna deserción, el bastón se pulveriza y todo mi cuerpo se endurece y resquebraja, ganando en solidez y volumen.

Lanzándose en una carga feroz, Cernabí trata de alcanzar a Bahar, pero su caballo apenas puede moverse con facilidad entre el fango y es interceptado por uno de los jinetes que guarda su arco y saca la espada. Pero el hacha gigantesca del guerrero se le clava en un costado, casi partiéndolo por la mitad. El jinete cae al suelo con un grito desgarrador y queda inerte en el barro.
El resto de arqueros disparan sobre Malakias tal como su lider les había ordenado, pero todas sus flechas rebotan sobre la impenetrable armadura de piedra de Malakias.
Mientras tanto,Vindala parece haber desaparecido.

Sigo con mi marcha hacia el jefe con un ataque feroz creyendo que han matado a Malakías, ya que he visto volar tantas flechas hacia él.
Este caballo no responde como yo quisiera pero intento acercarme a ver si acabo con este maldito rival.

Los arqueros se baten en retirada al ver que sus flechas no logran alcanzar al hechicero y uno de sus compañeros ha caído fulminado por el hacha del Lormyriano. Por suerte el terreno está de su lado y sus caballos ya cabalgan en seco mientras que el de Cernabí se clava en el barro.
Parece que todos van a huir cuando uno de los jinetes lanza un grito y cae del caballo agarrandose un costado que le sangra abundantemente, fruto del ataque de una Vindala, casi invisible que ha saltado sobre él. El jinete se levanta y saca su espada, pero el hacha de Cernabí acaba con su vida de un tajo.

Los jinetes han desaparecido dejando tras de si dos cadáveres y una infinidad de flechas en el barro.

Me acerco a los muertos y los miro con pena. Limpio la sangre de mi hacha en las ropas de los muertos como para devolverles lo que les he quitado.
Me preocupo por mis compañeros, para ver si están bien e intentar ayudarles en todo lo posible.
-Estos no van a parar hasta que los eliminemos. Dos muertos y veremos.
Miro a Nadec, para ver si esperaba esta reacción de su rival.
La próxima no tendremos tanta suerte.

Me encojo de hombros y niego levemente con la cabeza.

- Con este puré de guisantes lo único que lograría es perderme yo también -me agacho y empiezo a registrar los cadáveres con resuelta profesionalidad -Tal vez estos tipos tengan algo útil ¿puede ser que nos estén localizando con algún tipo de magia? Desde luego son perseverantes.