Partida Rol por web

Miré con el entrecejo fruncido a Drago. ¿Quién se creía que era para decirme qué debía hacer y a dónde debía ir?

Escuché sus palabras y noté mi cara encenderse de nuevo. Sentí que el vello de la nuca se me erizaba al notar su mano en mi brazo y mi respiración se agitaba.

-¿"Cariño"?- repetí, con el ceño fruncido.

Me desembaracé de la mano de Drago y lo miré fijamente.

-Que quede clara una cosa- lo señalé con el dedo-: ni soy tu cariño ni he pedido preferencia ante las otras doncellas- dije, obstinada-. Tan solo me voy a la cama porque estoy agotada, tal y como he dicho. Así que, no pienses que por que me levante momentos después de tu.... proposición- añadí, intentando buscar la palabra más indicada- es debido a que te quiero entre mis muslos. No es así- negué con la cabeza, tratando de que no se me notara que mentía descaradamente.

Miré a mi alrededor y me dolía un tanto la cabeza. Me llevé la mano a la frente y miré a Drago.

-Es más, creo que te lo pasarías mejor con esas doncellas, porque yo, lo que viene siendo, digamos, ese "arte"- entrecomillé con los dedos-, cero experiencia. Lo que viene siendo que, sí, soy virgen y por nada del mundo me iba a entregar a una persona que apenas conozco de hace unas horas y menos a alguien que me hace tal invitación- volví a mentir, poniéndome colorada.

"Ni en sueños se lo traga", pensé, amargada.

-Por tanto- era ridículo seguir con ese teatro. Estaba claro que la guinda de la noche sería pasarla con Drago y me cerraba en banda por mi propio orgullo-, no quiero que te pases por aquí dentro de un rato, ni quiero que te acuestes conmigo- alcé las cejas mirándolo seria, para que pillara el mensaje. Drago no era tonto, al menos eso esperaba porque decir aquello abiertamente, sin tapujos y sin tonterías se me hacía verdaderamente difícil-. Así que no te esperaré despierta y, aún menos, ansiosa- puntualicé. 

Miré a Drago y a Gunnar, alternativamente.

-Por vuestra culpa me quedaré con las ganas de saber quiénes son esos tipos- recriminé como si no hubiera mayor delito que el impedir saciar mi curiosidad.

Resoplé y di un par de pasos hacia mi habitación. Me giré y añadí:

-No hace falta que entréis ni nada parecido- dije, un tanto enfadada, debido al estado en el que me encontraba. En una situación normal no hubiera subido el tono ni me hubiera preocupado por tal tontería, pero en ese momento, sólo sentía que lo habían hecho aposta. Ambos-. Así que, dejadme en paz. Cada mochuelo a su olivo.

Me tambaleé un poco al volverme a girar para caminar por el pasillo y reí de forma estúpida al apoyarme en la pared.

-Estoy bien- informé, sin girarme, levantando la mano-. Estoy bien. Podéis volver y tomaros unas jarras- añadí, cómica-. Hacedlo a mi salud- añadí, señalándome.

Cuando estaba a un par de pasos de la puerta de mi habitación, me giré una última vez y los miré.

-Por cierto, ya podéis enteraros de quiénes son esos tipos, porque mañana, con vuestro permiso o no- añadí, como si fuera una niña que amenaza con escaparse de casa-, me enteraré del asunto. Ya veré cómo, pero lo haré.

Fruncí el ceño una vez más y me giré con la cabeza alta, como si por esa situación tan ridícula debiera sentirme orgullosa.

-Hasta mañana- me despedí, escueta. 

Los hombres se giran hacia vosotros, agape abandona la estancia antes de que ellos se den cuenta de su presencia, los hombres miran a drago y a gunnar con perspicacia, como intentando medirlos, el hombre de el pelo largo echa una mirada a vuestras armas y despues os dirige la palabra.

-Vuestras caras no me suenan, pero esta claro que sois guerreros, no teneis pinta de guardias asi que quienes sois? habeis venido a alistaros?

Subes la escalera y facilmente encuentras tu habitacion, tras abrirla compruebas que esta hecha de buenos materiales, no tendras visitas inesperadas esa noche, al entrar encuentras una comoda cama por la que das gracias a los dioses, y una ventana desde la cual se puede ver la ciudad iluminada por la luna, y los vastos mares de hierba que rodean la fortaleza..

Antes de abrir la puerta de la habitación, me imaginé cualquier aspecto que pudiera tener. Suciedad, cama deshecha, polvo, humedad, grietas, suelo mohoso y sucio... Sin embargo, tuve que callarme. 

Miré la habitación con una sonrisa en mi rostro. 

-No está mal- murmuré, cerrando la puerta tras de mí y caminando por la estancia-. Nada mal...

Eche un vistazo rápido a la cama. Cogí impulso y me tiré sobre ella como cuando hacía de niña. Mi tío siempre me regañaba por hacer aquello... Pero, bueno, ahora no estaba.... Aunque no me hubiera importado que me regañara también esa vez.

Hundí la cara en la almohada con un dolor palpitante en mi cabeza y cerré los ojos. Me quedé en esa postura sin saber cuánto tiempo. No podía dormir, no tenía sueño. 

Me di la vuelta y me quedé mirando las vigas de madera del techo.

Me aburría sobre manera. Sin sueño, con dolor de cabeza y pensando en lo bien que se lo deberían de estar pasando los otros.

Resoplé y me levanté de la cama. Me dirigí a la ventana y escudriñé el exterior, curiosa. Sólo se veían luces en alguna que otra casa y poca gente caminando por la calle. Algunos salían ya de la posada, con esa cara de resignación al ver que no tenían cama donde dormir esa noche.

Apoyé la frente en la ventana y sentí el frío. Me reconfortó sin saber muy bien por qué y continué mirando. Aún pensaba en aquellos tipos de la compañía del Acero Rojo.

-¿Quiénes serán?- me pregunté a mí misma, dubitativa-. Por culpa de estos me he quedado con las ganas de saberlo- dije, irritada. Resoplé, y continué mirando a través del cristal, sintiendo un poco de frío y recordando que me había dejado abajo la capa y los guantes. 

Ya Ágape estaba segura en su habitación, pero no sabía que nos deparaban los dioses en nuestro futuro cercano. Lo mejor sera manejar las cosas con fuerza de la mente y no con al espada o la hacha. Aclaré un poco mi garganta antes de hablar, para así llamar la atención del hombre que había interrogado a mis compañeros:

- Primero me gustaría saber quien es usted, "oficial", antes de que nosotros tengamos que decirle quienes somos. - Tomé un trago de mi jarra antes de continuar. - Y déjeme agregar que no hemos venido a "alistarnos" a nada.

-Me llamo Harold, harold el bastardo, official de la compañia del acero rojo, y dejadme añadir, que poca gente lleva armas si no piensa alistarse en alguna compañia, o es que acaso ya trabajais en una.

El hombre creyendeose suspicaz por haber descubierto una especie de tapadera inexistente, baja poco a poco su mano hasta el pomo de su espada sin dejar de sonreir.

Gunnar vio como aquel hombre acercaba su arma hacía su espada con intención de desvainar. La situación se presentaba tensa, 3 oficiales de la Hermandad de acero visiblemente alterados no era cosa para tomarse a la ligera, por muy desconocida que le sonase tal Hermandad a Gunnar.

El explorador intentó hacer lo propio y con sigilo fue a dirigir su mano al mango de su espada.

El don de la palabra era de Donaar y lo mío las armas eso lo tenía muy claro. Dejé que Donaar dialogara con aquellos mercenarios mientras me percaté de que Gunnar era hombre de armas como yo y comenzó a ponerse alerta.

Me preparé para lo peor mientras mantenía esperanzas de que Donaar calmara a aquellos hombres...

- No trabajamos en una compañia, Harold el Bastardo. Simplemente custodiamos una de las tantas caravanas comerciales que vinieron a ésta prospera ciudad. Y si yo mal no recuerdo, el portar armas está permitido en todo el reino. Es más, usted y sus compañeros entraron con sus armas a éste lugar. - Esperé un minuto para ver cómo reaccionaba el hombre ante mis palabras. El silencio en ese momento fue tal que incluso se podía cortar con un cuchillo. - Me parece que lo mejor, señores, es que ustedes se retiren del lugar y busquen otra posada o taberna en donde hospedarse. Aquí, cómo dijo el propietario, ya no hay más lugar.

El hombre mas que convencido parece aburrido por tanta conversacion, de repente dos guardias entran en la posada al parecer estan alli por casualidad y su unica intencion es beber un rato por lo que ni se fijan en los hombres, sin embargo los mercenarios si lo hacen y deciden salir de alli cuanto antes, aun asi mientras se alejan harold habla de nuevo

-Recordare vuestro nombres caballeros, ah y un consejo no viajes al este..

Antes de que pudierais responder abandonan la posada.

Con el peligro superado, cansado y un poco mareado por la cerveza que había corrido abundantemente en nuestra mesa, me disidí a poner fin al día e irme a dormir.

- Adiós, muchachos. - Le dije a mis compañeros mientras me levantaba de mi asiento. - Ya he bebido suficiente y mañana me debo levantar con el alba. Y me espera un largo viaje. Buena suerte en la empresa que tomen. - Y sin agregar más, subí a habitación para descansar.

Tras oir las palabras de despedida de Donnar, no quise entristecerme y al contrario intenté subir los ánimos:

-Muy bien Donnar, supongo que mañana no nos veremos cuando partas hacia tu destino. Ha sido un honor compartir viaje contigo amigo y no dudes en que algún día nos volveremos a ver. De momento disfruta con mi regalo, el cual te está esperando en tu habitación no lo olvides...

Despues de darle un fuerte abrazo a Donnar le guiñé el ojo para que aprovechara bien aquellas 20 monedas de acero que me costó la despedida de mi amigo. Mientras me marchaba a mi habitación les dije a ambos:

-Buenas noches señores, Donnar que tengas buen viaje...y a ti Gunnar nos veremos mañana.

Al llegar a mi habitación encontré a una hermosa doncella de cabellos morenos y sedosos, la cual se encontraba semidesnuda sobre la cama. Despues de una breve presentación y con motivo de las jarras que había tomado, no me demoré demasiado para aprovechar aquellas monedas invertidas y me dispuse a disfrutar de aquel cuerpo mecerado por tantas y tantas manos anteriores. Estaba claro que la chica muy nueva no era, pero al fin y al cabo, eso era lo que necesitaba en aquel momento...