Partida Rol por web

Notas de juego

Magnus dijo:

- He procurado mantener una porción de mi vida ajena al resto. En la ciudad soy el Concejal Smith, entre los Iluminados soy el Maestro Quaesitor Magnus Iudisk Semperveritas. Pocos han conocido mi vida privada fuera de los que la han integrado directamente. Os explico esto porque quiero que entendáis que lo que estoy a punto de contaros no lo sabe nadie mas fuera de estas paredes.

Hace años, en mi juventud, fundé una Cábala. El Fuego del Fénix, la llamé. El objetivo de la misma era combatir la corruptela de los Magos Oscuros. Los Maestros Gabriel y Minerva formaron parte, entre otros, de dicha Cábala. El Maestro Wei fue un aliado valioso en no pocas ocasiones. Otro miembro de esta Cábala era Eire Evergreen. La mujer cuyo nombre llevan esta finca y esta mansión, cuyo retrato cuelga en las escalinatas. La que fue mi amor.

El rostro de Minerva se ensombrece al oír hablar de la mujer.

Los miembros de la Cábala rastreábamos y derrotábamos a cuanto Mago Oscuro se cruzaba en nuestro camino. En uno de esos enfrentamientos supimos de un culto a gran escala, repartido por medio mundo, que pretendía convocar a una poderosísima entidad maligna. Llamadla Deidad, llamadla demonio, da igual. Al líder de dicho culto se referían como el Señor Oscuro.

Los otros Maestros mostraron diferentes reacciones ante ese apelativo, todas mezcladas, difíciles de leer. Definitivamente, ninguna buena.

Fuimos desmontando su culto base a base, pero, de algún modo, parecía ir por delante nuestra. De hecho, cuando por fin pudimos enfrentarnos al mismísimo Señor Oscuro, éste había ya abierto una puerta al Dominio de Erkigal Madre de Monstruos, la entidad a la que quería franquear el paso a nuestro mundo. La lucha fue encarnizada. Llegó un momento en el que se supo vencido y, aprovechando el poder que a través de ese portal le suministraba Erkigal, descargó contra mí una última maldición. Por desgracia, pude defenderme y desviarla, ya que no tenía poder suficiente para anularla directamente.

Ahora las emociones se vuelven mas fáciles de leer. El rostro de Minerva es una máscara de odio gélido, el pesar hace mella en Gabriel. Fa parece estar presenciando un horror innombrable.

El Señor Oscuro pereció - prosiguió Magnus con la voz embotada de cansancio - pero a qué precio. Algunos compañeros murieron aquel día. Otros tuvimos peor suerte. La maldición que desvié golpeó de lleno a Eire, mi amada Eire... - se le quiebra la voz.

Fa añadió:

- No teníamos ni idea sobre los términos de la maldición. La formulación en esa lengua retorcida de los Oscuros no nos daba pista alguna, por lo que la llevamos de inmediato a lugar seguro y me dispuse a emplear todo mi saber de Magia Perceptiva para intentar estudiarla. - menea la cabeza, como negando - Fue difícil. Hasta intentar leerla tenía sus riesgos, pero lo conseguí. Tras mucho esfuerzo entendí que la maldición, pensada para que afectara a Magnus, se había adaptado a las particularidades de Evergreen. La idea del Señor Oscuro fue implantar su alma maldita en su Némesis, Magnus, como una suerte de chiste macabro, para así poder vivir en aquel que le dio muerte. Sin embargo, como decía, en Evergreen no fue así. La maldición mutó, si es que tal cosa puede suceder, y en vez de afectar a la mujer... afectó a su futura descendencia.

Eire Evergreen estaba encinta durante el enfrentamiento - añade tras una pausa - y la maldición encontró menor resistencia en una criatura gestante que en un humano no sólo desarrollado, sino además Despierto. La maldición cambió. Se implantó en el cuerpo gestante, pero no se habría de manifestar de inmediato. Sólo al conocer el afecto y el cariño de quienes le rodean.

 Magnus:

- Así es. Eire daría a luz a una criatura muy esperada por los dos, para quién teníamos planes de futuro. Y si le mostrábamos el menor aprecio, el alma del Señor Oscuro daría la cara y viviría la vida que le correspondería a nuestra pequeña.- añade con ira

Por supuesto, lo intentamos todo para romper la maldición, pero, por desgracia, como ha dicho el Maestro Fa, en cierto modo estaba viva, mutando, cambiando... Se defendía de nuestros intentos.

Minerva se remueve, incómoda.

Pero como si no tuviera suficiente en emponzoñar a nuestra hija, la maldición mató a Eire durante el parto. Sólo vivió el tiempo suficiente para darle su nombre. Willow.

Fa:

En un último giro perverso, la maldición puso un segundo mecanismo de salida: que el cuerpo no muriera por causas naturales de la edad. Si la pequeña... - parece dudar un instante - recibiese la Buena Muerte, que diría nuestro estimado Andreas, el Señor Oscuro reaparecería.