Partida Rol por web

Despertáis tumbados sobre la arena y con las ropas empapadas mientras el agua salobre os moja el torso. Cuando levantáis la mirada veis una gran playa, idílica en otras circuntancias, pero ahora, con el cuerpo magullado, os parece el lugar donde ha ido a recalar los restos de una catástrofe. Maderas resquebrajadas flotando aquí y allá, alguna camisa de algún desconocido... Al mismo tiempo que hacéis esfuerzos por poneros en pie, caéis en la cuenta de las docenas de vidas que se deben haber perdido al naufragar vuestro barco, que iba camino de Shanghái: el Emperatriz de Caledonia, del cual sólo distinguís ahora un gran trozo de madera con unas placas de metal remachado donde pone "triz de Caledonia". No recordáis muy bien cómo sucedió. Quizá más adelante.

Cuando miráis alrededor sólo os veis a vosotros cuatro, todos igual de desorientados. El entorno, idílico hace un momento, con una playa de arena que se extiende unos 400 metros a cada lado y una densa jungla a unos 100 metros hacia el interior, se vuelve opresivo por momentos. El sol os pica en la piel, y notáis que os faltan las fuerzas. La arena en vuestros labios no hace sino aumentar vuestra deshidratación, al mismo tiempo que percibís un vacío en vuestro estómago. El hambre. La sensación de urgencia os golpea a todos.

A simple vista, parece que os encontráis en una isla en mitad del Pacífico, puesto que era la ruta que seguíais hasta lo último que recordáis.

Tu MOTIVACIÓN te habla desde lo más profundo de ti, y al observar la jungla inexplorada sientes un escalofrío de maldad cósmica, que te atrae y te repele a la vez.

La mente lógica del profesor se enfoca en lo inmediatamente importante dejando de lado los detalles.

Sin para a presentarse o preguntarle a los otros náufragos sus nombres dice con voz rasposa:

-Lo primero será atender nuestras necesidades básicas.-  mirando los restos del barco añade. -Debe haber sobrevivido suficiente estructura como para construir un refugio.-

El Profesor se vuelve hacia la jungla y señala.-Estoy seguro de que se podre conseguir algún tipo de baya o comestible allí así que sugiero dividirnos las tareas.-

- Coff, coff... - Escupo agua salada mientras intento recuperar el aliento. Levanto la vista y una sensación extraña traspasa mi cuerpo cuando observo la profunda jungla. Me recorre un escalofrío y solo cuando uno de mis compañeros náufragos habla soy capaz de apartar la mirada.

- Algo maligno acecha en esa espesura... Lo noto en los huesos. - Me saco el gorro y lo escurro retorciéndolo entre mis manos. - No creo que debamos separarnos así como así. - Digo antes de volverme a poner el gorro como buenamente puedo, tratando de mantener un porte digno.

Al recobrar el conocimiento, Felix se incorpora y sentado sobre sus rodillas en la arena se lleva las manos a la cabeza mientras intenta recordar lo sucedido.
Luego se levanta y observando a su alrededor escucha la propuesta de su nuevo compañero. Al menos hay alguien sensato... Pero al oir a la mujer se gira de repente hacia ella ¿Pero qué dice esta...? y le dice en tono burlón Tiene toda la razón señora, me ha parecido ver un gorila gigante y a Robert Armstrong con una cámara, tenemos que ir con ir cuidado. Maldita película...
Voy a hacer algo últil y empieza a recuperar todos los restos del naufragio dejándolos en tierra para que se sequen alejados del agua. Hasta lo menos pensado podría sernos útil, no sabemos el tiempo que vamos a estar aquí.

A pesar de sus carácter académico, el profesor Brush parece resuelto y mira en varias direcciones buscando tareas útiles que pueda hacer para estar lo más cómodos posibles hasta que vengan a rescataros, aunque siente que esa idea es más una esperanza que una garantía. Las autoridades chinas, al menos según las últimas noticias de los diarios que iban a bordo del Emperatriz de Caledonia, estaban más preocupadas de un conflicto armado con Japón. Aún así, hay que ponerse a trabajar...

La señorita Krilov parece alterada, y mira con ojos at aterrorizados la espesura vegetal que tenéis delante, mientras que Strode, que ya la miraba con desconfianza durante el viaje, le recrimina sus ideas fantasiosas. Al momento, Strode se pone a recoger trozos de madera que flotan en la orilla. Están empapados y llenos de arena, y serían inútiles para encender una hoguera, pero aún así espera que el intenso sol que hace las seque al cabo de unas horas.

Leroy Currie parece aún confundido y no reacciona. Quizá esté asimilando la situación...

Empezáis a tener imágenes en vuestra cabeza de lo ocurrido. Recordáis un viento huracanado que enviaba olas hasta la superficie del barco. También recordáis los horribles momentos de histeria colectiva al darse cuenta la gente que iban a morir. Hubieron comportamientos irracionales... incluso salvajes entre la gente.

Tú en concreto, recuerdas que la tormenta se formó rápidamente, en cuestión de minutos. Tus conocimientos en FÍSICA te ayudan a identificar como una tormenta anómala. Tanto por su velocidad de ataque como por su aparentemente muy localizado efecto.

Además, notaste una sacudida en la nave justo antes de hundirse, como si hubiera sido golpeada por algún objeto en movimiento bajo el agua.

Notaste la nave sacudirse justo antes de hundirse, como si hubiera sido golpeada por algún objeto en movimiento bajo el agua.

No estás seguro, pero jurarías que durante el hundimiento crees haber visto una forma oscura moviéndose por el agua, arrastrando hacia las profundidades a los pasajeros que se estaban ahogando. Lo más parecido que has visto, gracias a tus conocimientos de BIOLOGÍA, son unos extraños calamares gigantes que habitan ciertas aguas, pero no estás seguro... Parecían más grandes de lo esperado.

Oscuras pesadillas agarrotaban la mente del arqueólogo Leroy Currie. Unos pesados tentáculos lo arrastraban a las profundidades hundidos en unos enormes ojos. Profundo, cada vez más profundamente hasta que...

-AGh!! - gritó en sueños.

De repente un dolor agudo le llegó a la boca. Los labios secos se resquebrajaron por  la deshidratación. Miró alrededor y vio los restos de un naufragio. Dos hombres y una mujer llegó a contar. Uno de ellos estaba rebuscando en los ruinas, y el otro hombre y la mujer parecían alterados.

Sintió la boca seca y una pesadumbre en el estomago. Podría ser hambre o podrías ser la conmoción de lo ocurrido. Cientos de cuerpos cayendo a la negra agua y la sombra, esa sombra de su pesadilla. Si era hambre mejor, sería más fácil de solucionar.

Se levantó y miró la selva. La espesura le daba impresión, pero ahí podrían encontrar lo que necesitan. Y cada ola del mar le recordaba el peligro que podía suponer océano.

-Señores y señorita, soy Leroy Currie. Un prestigioso arqueólogo, para aquellos que no lo sepan. Propongo dirigirnos con cautela a la selva en busca de algún surco de agua con el que paliar esta sed.- y clavando la mirada en sus camaradas una duda le removió.

-U... ustedes saben que ha pasado?-

De manera decidida, entre confuso por el accidente pero con la firme decisión de salir adelante, Leroy observa su entorno a la espera de ideas, mientras da por hecho que su fama le precede. Presentarse ante dos caballeros y una dama como una eminencia mientras el estómago ruge de hambre y porta un horrible aspecto resulta algo peculiar.

El profesor ignora la introducción por parte del extraño que recupero el conocimiento así como el ataque de locura que parecía poseer a la mujer.

-Bien, comida y agua será- dijo en tono decidido. -Particularmente agua, no solo necesitamos beber, si no que además debemos quitarnos la sal del cuerpo y las ropas.-

-Seguidme.- y comienza a caminar hacia la espesura.

La presentación de Currie le produce casi la misma reacción que la de la mujer.

-Bien, bien. Títulos, justo lo que necesitamos ahora.- dice en voz alta pero hablando para sí mismo.

Y sin hacerle más caso se sacude las manos de arena tras depositar los últimos restos que había recuperado y sigue al otro hombre para adentrarse en la espesura.

Leroy pasó por alto el desatino de los naufragos. Asumió que era por los nervios y el naufragio.

-No está demás conocer a quienes nos rodean. Aunqué sea para saber a quién seguir en caso de necesidad.- dijo con parente tranquilidad.

-Vamos, vamos a la selva a ver que encontramos. Con está suerte lo mismo no debora un trigre. O un mapache!

- Suerte tendremos si lo único que nos encontramos es un tigre. - Auguro mientras me recorre un escalofrío. Estar mojada empezaba a pasar factura por lo que parecía... o quizás se debía a otra cosa. - Encantada, por cierto. - Digo mientras extiendo mi mano con el dorso hacia arriba al sr. Currie. - Soy Irina Krilov, filósofa y autora de Hacia un amanecer hermético.

- Si necesitamos agua, ¿por qué no recorrer la playa? Según tengo entendido, todos los riachuelos dan al mar. -Añado dirigiéndome a los demás.

La mujer ponía nervioso a Ezekiel, no solo hablaba incongruencias si no que además les daba consejos erróneos.

-Si llegase agua fresca hasta aquí habría más vegetación cerca de la costa.- Dijo en un tono osco. -Donde más abunde la vegetación, más chances hay de encontrar agua fresca. Ahora os sugiero guardar la saliva para cuando hayamos bebido algo.-

En su area de trabajo rara vez tenía que lidiar con mujeres por lo que nunca estaba muy seguro de como hablarles.

Leroy saludó con educación a Irina y luego miró los restos del naufragio arrastrados por la marea. Deseó que mientras yacía incosciente, niguna torpe manaza hubiese alterado las evidencias.

Y si de paso encontraba algo que lo ayudase a palir ese hambre o algo util para curar sus heridas, mejor que mejor.

Mientras la dama y los tres caballeros caminan hacia la jungla, unos con más decisión que otros, no podéis dejar de espantar la gran cantidad de insectos que revolotean en torno a vosotros. Realmente, permanecer mucho tiempo en la playa puede ser un infierno, y al levantar la vista hacia la vegetación que hay delante en busca de una sensación de confort que la sombra de unos árboles altos pueden proporcionar, creéis ver algo... No sabéis si es debido al cansancio y la deshidratación, o algún efecto óptico de los que tanto se benefician en esa moda pasajera y ociosa que se ha puesto de moda actualmente llamada "cine", pero juraríais ver una espesa niebla describiendo extraños movimientos entre los árboles. Tan pronto como notáis un temor helado en vuestra nuca, la niebla desaparece.

La jungla, al menos lo que conocéis de este tipo de medio, parece inexplorada. El silencio de este lugar no es la ausencia de sonido alguno propagándose por el aire, sino que el silencio que aquí habita incluye ecos lejanos de aves desconocidas, movimiento de hojas y arbustos, rozándose unos con otros mecidos por una suave brisa, se escucha también golpes más secos, quizá provenientes de las cañas de bambú que hay aquí y allá, y por supuesto, muchos sonidos más que no lográis definir de momento.

La sensación es doble, por un lado sentís cobijo y el bienestar de la sombra que os protege del ardiente sol, pero por otro lado algo abrumador os encoge el alma. Hay "algo"... En algún sitio...

Vuestros conocimientos en Biología os hacen fruncir el ceño, puesto que no tardáis en daros cuenta que la isla es extrañamente deficiente tanto en especies animales como en vida vegetal comestible. De acuerdo a los conocimientos actuales, la biodiversidad en un entorno así debería ser mayor, pero por algún motivo el ecosistema parece perezoso, o... quizá se ha decantado por una naturaleza más simple de lo que debería.

Lo que sabes de Arqueología, que es mucho, como bien demuestra tu fama, la cual te precede, parece no ayudarte de momento. No ves ningún tipo de artefacto o construcción de ninguna cultura que habitase la zona, por lo que te es imposible identificar o datar nada.

Recogida de pruebas, en cambio, te permite identificar un rastro en el suelo de pisadas. No sabes identificarlas (al menos, con esta habilidad), pero parece de un animal cuadrúpedo que buscaba frutos, seguramente. Parece que las últimas lluvias lo han borrado bastante, puesto que varios metros más adelante se pierde, aunque parece que se dirigía en dirección opuesta a la playa.

Tu vasto conocimiento en Geología te enciente una pequeña luz a modo de alerta. Esa alerta te hace fijarte en unos extraños detalles... y es que las características aparentemente naturales del atolón son ligeramente anormales: las pequeñas simas del terreno carecen de medios de erosión, algunas rocas no muestran evidencias de edad, e incluso las gotas de rocío que se forman en algunas hojas parecen deslizarse hacia arriba por ligeras pendientes, en lugar de hacia abajo, como así indica la ley natural que debe funcionar la fuerza gravedad.