Partida Rol por web

Era el último entrenamiento antes de los juegos y estaba realmente agotada pero sobretodo, una sensación de urgencia se estaba apoderando de ella. Ya casi, pensaba. Con nerviosismo, se acercó al puesto de armas a distancia, con el fin de complementar su entrenamiento anterior. Se acercó de nuevo a las pequeñas dagas con las que había estado practicando el combate cuerpo a cuerpo y permitió que el hombre que se ocupaba de ese puesto le corrigiera la posición del cuerpo con tal de acertar la diana, algo que en seguida comprobó que era considerablemente más difícil de lo que ella habría esperado. O sería así si no fuera porque recordaba su experiencia con un arpón y había sido nefasta, prometiéndose a sí misma que no volvería a intentar lanzar un arma con fin de ataque pero... las circunstancias resultaban apremiantes. Después de practicar unas cuantas veces con la diana, empezó a lanzar las dagas a diversos objetos que lanzaba el entrenador.

Al final se alejó algo insatisfecha, sin saber si había resultado provechoso o más le valía luchar con el arma atada a la mano.

Max llegó después de comer más relajado. Llevaba tiritas en un par de dedos y tenía los brazos cansados pero se animó a sí mismo mentalmente como solía hacerlo su hermano mayor. Ojalá esté a la altura, se dijo. Por un instante se imaginó en su televisor, como tantos tributos antes, mientras su familia lo contemplaba. No podía imaginar lo que sentiría su padre o su madre al contemplar estos juegos, ¿orgullo? ¿horror? ¿impotencia? Apartó todos esos pensamientos y se centró en su entrenamiento.

Lo único que le apetecía era volver a intentarlo con las trampas. Había aprendido muchos trucos para cazar pero seguía sin saber hacer trampas en condiciones y podría serle útil.

Volvió a acercarse al hombre y le saludó.

Me gustaría volver a intentarlo.- dijo Max.

Si vas a seguir tan espeso como la otra vez, ahórratelo, ambos perdemos el tiempo.- dijo girándose y volviendo a sus nudos.

Max se acercó a él, le cogió del hombro, le giró y le miró a los ojos.- Me esforzaré como si mi vida dependiera de ello.- contestó con seriedad. El hombre asintió complacido y le señaló unas cuantas cuerdas con las que ya había practicado.

Volvió a empezar desde el principio, pero , esta vez, recordaba los movimientos mucho antes.

Giro, giro y nudo repetía mentalmente una y otra vez. Empezó con nudos, cuando dominó los sencillos pasó a las trampas.

La trampa de lazo fue la primera, un lazo corredizo enganchado a un palo. Practicó y le salió sin problemas. La siguiente fue la trampa lazo bajo tensión o con resorte, más compleja pero más efectiva. Trampa de resorte con puntas, para engancharla a un árbol y que el animal quede atravesado contra el árbol. Cuando dominó las más rudimentarias y el hombre pareció entender que se lo tomaba en serio, le llevó a otra zona.

Allí había trampas mucho más complejas, y no valían únicamente para animales pequeños. Max se frotó las manos y se puso manos a la obra. Le enseñó a hacer trampas para detectar intrusos, para colgarlos en el aire, para atravesarlos con un palo y para que se quedaran atados.

Max salió de allí agotado, lo único que deseaba era irse a la cama.

Tras volver de comer, me quedaba tan solo una tarde para poder practicar que lo quisiera. Así que quería aprender a hacer fuego rápidamente. - Buenas. - Dije saludando a los que estaban en supervivencia. Había bastantes tributos allí. - ¿Qué hay que hacer para aprender a hacer fuego? - Le pregunté al monitor que gobernaba la prueba. Tras minutos explicándomelo, me fui hacia un sitio a practicar las técnicas que me dijo.

DÍA DE ENTRENAMIENTO PRIVADO

Esperé mi turno, era de los últimos, entrabamos en el orden del distrito, primero los chicos y después las chicas. Como todos los años. Cuando me avisaron de que bajase estaba nervioso, la prueba frente a los patrocinadores deba lugar a muchas cosas, te permitía tener mejores patrocinadores si destacabas, pero también podía dar lugar a grandes enemigos y ponerte una diana en la espalda. Había decidido ir a por la segunda opción. 

Cuando llegue estaban tomando unos refrigerios, Los técnicos habían preparado lo que había solicitado a través de Vicenta: un revólver ligero con tres balas en el tambor y a unos metros de distancia tres bases que lanzarían hacia el aire una moneda cada una. El mecanismo era sencillo, la moneda estaba sobre la base, que cogía aire por los laterales, lo comprimía y con eso golpeaba a la moneda, haciendo que saliera girando hacia las alturas, unos tres metros. 

Mi idea era conseguir juntar dos de los mayores logros con las armas de fuego conocidos, por un lado disparar una moneda en el aire. Era un objeto pequeño, girando sobre su propio eje, solo el centro de la moneda era un blanco válido, y estaría en movimiento. Por otro, disparar tres balas en un único movimiento. Así tenía el disparador más rápido de la historia el récord de balas por segundo, había estudiado su técnica, conocía los movimientos.

Hago lo posible por relajarme, agito los brazos, muevo el cuello, tenía que evitar estar rígido, pero debía mantenerme tenso. Me acerco al revólver y compruebo su estado. Calculo las distancias y apunto. Junto a mi pie había un botón, en cuanto lo pulsase mis objetivos saldrían despedidos hacia las alturas y tendría poco mas de tres segundos para acertarles. 

Apoyo el pie en el disparador, noto su resistencia. Libero el aire de mis pulmones, y lo presiono. Los nervios hacen que sencillamente me quede quieto, mientras veo las monedas alzarse en el aire y volver a caer, inmaculadas sobre sus peanas. "No voy a ser capaz de hacerlo". Notaba mi determinación viniéndose abajo. Un bostezo en el palco, me indica que los patrocinadores me dan por un caso perdido.

Levanto el pie, el botón se eleva, las válvulas de las bases de aire comprimido se abren y el sonido silbante del aire entrando en ellas se mezcla con el de las primeras conversaciones sobre otros tributos que han pasado antes que yo. Puede que mi determinación hubiera caído, pero estaba encendido de rabia. Presiono el botón, las monedas rasgan el aire, los disparos rompen las conversaciones con sus estallidos atronadores que contrastan con el tintineante sonido del metal contra el suelo.

Me acerco a donde estaban las bases, y pasando de largo, recojo las monedas atravesadas por las balas. Tenían limpios agujeros en el centro, y se lo demuestro a los patrocinadores colocandomelas como anillos. Dos de tres, tampoco estaba mal.

El último día de entrenamiento no fue sin lugar a dudas el mejor, quizás por que estuviera cansado de días anteriores o porque los nervios de saber que faltaba poco para salir a la arena y combatir contra los demás tributos.

Esa noche antes de acostarme me dí un buen baño, y me quede pensando que haría al día siguiente para impresionar a los patrocinadores, los ojos se me iban cerrando por lo que salí de la bañera y me acosté.

Me desperté pronto y como las mañanas anteriores la mesa estaba repleta de cosas para desayunar, los nervios no me dejaron desayunar mucho, mi estómago estaba lleno de mariposas que revoloteaban sin parar. Cálmate Leroy no va a salir mal, me decía una y otra vez.

Baje a la planta sótano del Hotel como me habías dicho y esta vez todo era distinto las salas de entrenamiento seguían allí pero no estaban los entrenadores y una voz se escucho en la sala: Bienvenido Tributo Masculino del distrito 6, es tu turno para demostrar tu valía.

Respire profundamente y me dije, es el momento........Me dirigí a al puesto de camuflaje, me hice con todo lo necesario para desaparecer, me introduje entre los arbustos y comencé mi obra de arte, al terminar era calcado a lo que me rodeaba casi imposible de reconocerme,claro que antes pedí un tiempo a los patrocinadores para que me dejaran prepararme sino mi puesta en escena no habría sido igual.

Cuando termine con esa prueba me limpie bien. Y como me habían dicho que tenía que hacer dos cosas me dirigí a la sala de cuerdas, y pedí que si era alguien tan amable de bajar y atarme bien para que no pudiera moverme.

Una vez atado comencé con mi prueba, como la anterior esta era una de mis especialidades y no había cuerda que pudiera sujetarme, incluso mi abuelo había cejado en su empeño por querer atraparme. Por lo que no habían pasado ni 10 segundo y ya tenía la cuerda bajo mis pies y con muchos menos nervios de los que había entrado a la sala, salí por la puerta. Lo has hecho muy bien Leroy, me dije a mi mismo.

- ¿Qué haré? - me pregunto mientras espero a que me toque.

Tengo varias opciones pero ninguna termina de convencerme pues lo que realmente quiero es sorprender a los Patrocinadores.

- Podría hacer una serie de Trampas innovadoras que los dejase sorprendidos. - pienso. Si, eso haré.

- Y si me queda tiempo agarraré una espada, hacha o lo que haya y me practicaré un rato contra lo que sea que me encuentre ahí dentro.

Ya no queda nadie por entrar cuando me dan paso.

En la sala dispongo de todo lo que necesito para realizar ambas pruebas así que me dispongo a ello.

Empiezo contruyendo una "trampa lazo" que se active al pisar en el centro pero que está protegida a su vez por un Enorme Tronco que está colgando entre las ramas de un árbol cercano de forma que si alguien intenta desmontar la trampa activará la segunda golpeándole el tronco entre la cadera y el esternon, dependiendo de la altura del objetivo. La trampa no mataría al objetivo, salvo que intentase agacharse para evitar el golpe, pero si lo dejaría hecho pulpa y con varios huesos rotos.

Después, siguiendo mi planteamiento cogí una Espada y empecé a practicar con ella pero mis movimientos fueron mucho más torpes de lo habitual. Sin duda la elaboración de la trampa me había cansado más de lo que pensaba, sobre todo levantar el pesado tronco y ponerlo en su sitio.

Una vez acabado simplemente me fuí.

No estaba orgulloso de mi trabajo.

Los entrenamientos habían terminado. Y habían sido duros. No solo el último día, en los entrenamientos de supervivencia donde intentó saber más de medicina y caza. Aún recordaba su presentación, algo tímida pese a su carácter normalmente extrovertida.

-Hola, soy Clara Feinman, del distrito 8- dijo al encargado de la sala de combate cuerpo a cuerpo, recordando que los niños acabarían peleándose entre sí- quisiera aprender a defenderme- y a atacar, estuvo a punto de decir, aunque le sonaba mal decir aquello en voz alta- y qué mejor forma que aquí, en los entrenamientos cuerpo a cuerpo.

La fuerza bruta no era lo suyo, ella lo sabía, y por eso el segundo día entrenó unas habilidades bastante distintas.

-Hoy me gustaría probar algo que mejore mi agilidad- dijo dirigiendo sus pasos al entrenamiento con cuerdas. Si en los Juegos se enfrentaba con situaciones que requerían de habilidad veía necesario entrenar- ganar algo de equilibrio, y si se puede,me vendría bien saber como escalar para moverme por el entorno.

Max esperó a que dijeran su nombre en el pasillo, bastante nervioso. Trató de calmarse recordando cada uno de los entrenamientos que practicaba con su hermano, repasando cada lección mentalmente.

Oyó su nombre y fue seguro hasta el lugar de la demostración. Tenía muy claro con lo que empezaría, el combate cuerpo a cuerpo, era lo que mejor dominaba.

Cogió un cuchillo de acero y empezó a hacer los movimientos que mejor sabía, desgarrando al muñeco de pruebas en puntos mortales, pero como deseaba mostrar su técnica no reparó en que estaba siendo muy lento. Observó a los patrocinadores de reojo y no notó que no estaba siendo muy observado. Necesitaba dar algo más, y no sabía qué. Decidió acabar lanzando el cuchillo al muñeco, se concentró y se imaginó al granjero del distrito 10, sus ojos empezaron a mostrar la rabia y el asco que sentía hacia ese imbécil y le lanzó el cuchillo al abdomen, era mortal, sin duda la herida más dolorosa, y con la que más tiempo se tardaba en morir. No fue hasta que lo vio clavado cuando se dio cuenta de que hubiera sido mejor demostrar que podía haberle dado en la cabeza.

Cómo no había quedado muy convencido con su demostración decidió repetir la prueba de combate cuerpo a cuerpo, pero está vez eligió artes marciales. Comenzó con puñetazos y bloqueos, se le dio bien, siguió con algunas llaves que había aprendido en el entrenamiento y por último se centró en las patadas. No pudo evitar imaginarse al del distrito 11 para la patada final, una patada voladora que golpeó al muñeco en la cabeza.

Salió con la sensación de que podía haber dado más de sí. Sólo esperaba que los patrocinadores también se dieran cuenta de ello.

Cuando Jonas ingresa a la sala de pruebas lo hace intentando pasar desapercibido. Se quita los zapatos y se desliza en silencio, conteniendo la respiración, buscando el lugar preciso en el suelo donde el peso de su cuerpo no provocará ruido.  Da un paso, luego otro, buscando las sombras y sorteando los obstaculos. Parece que le va bastante bien, ya que no parece que los patrocinadores no se hallan percatado de su presencia.

En un principio su idea es esconderse y no mostrar ninguna habilidad, hasta que se aburran de no verlo y lo echen,  pero cuando quiere esconderse tras el puesto de los cuchillos, golpea el soporte con el brazo y provoca un estruendo que hace voltearse a todos. El ruido parece continuar por horas, con un millón de ecos que siguen burlándose de su fallo, y ahí se queda Jonas, parado frente a ellos, en silencio. Hasta en eso ha fallado, tal vez firmando su sentencia de muerte.

Iban a ser los últimos entrenamientos que hacíamos allí, para que los patrocinadores nos mirasen. Primero iban llamando a las mujeres y luego a los hombres, pero ordenados por distrito . Cuando ya llamaron a la tributa del distrito 4, me empecé a poner algo nerviosa, ya que solo me faltaban dos personas por delante, y poder hacer mi prueba. Tenía claro lo que tenía que hacer. 

Una vez entré allí, miré a los patrocinadores. - Hola soy Caryl Harman, del distrito 5. - En terminar mi presentación algo escueta por estar nerviosa, me puse en frente de la parada para hacer demoliciones, cogí los materiales suficientes para demoler una pared que había y la pared se derrumbó aunque no quedó muy bien. Mi segunda prueba consistía en la informática. Así que cogí un ordenador, y entré dentro del sistema del edificio ese, dónde estábamos, haciendo así, un especie de programa para que las luces hicieran lo que yo quería, además de diferentes tonalidades de colores, etc. Incluso me pude adentrar dentro de los servidores y ver alguna información, aunque no muy importante. Tras minutos haciendo esas dos pruebas, y al terminar, me puse en frente de los patrocinadores y me incliné a modo de dar las gracias. Tras eso, me fui hacia la puerta de la salida, y escuchaba mientras la atravesaba como llamaron al tributo del distrito 5.

El entrenamiento de hoy iba a ser ligeramente distinto. Un grupo de patrocinadores estarían mirando mis progresos, y debia demostrarles que apostar por mi iba a ser una buena eleccion.

Como cada mañana, el desayuno lo hago rápido, sin hablar y apenas comiendo, ya que el estomago parecia tener un nudo hoy y de vez en cuando algún suspiro se escapaba de mis labios. ¿suspiro o quejido? aún no me quedaba claro, pero sin duda era por la presión que yo mismo sentía.

casi ceremonialmente me visto, la ropa que me habian dado era cómoda, pero aún preferia mis pantalones y mi camisa, aunque sabia que debia ir con la ropa nueva, asi que, aun de mala gana, es la que uso, aunque no puedo evitar llevar mis viejos guantes de cuero negro.

La espera antes del entrenamiento se me hace eterna y cuando por fín es mi turno, entro en la sala y avanzo hacia el centro, girandome hacia el palco en el que los patrocinadores esperan.
Theod Vryzak - digo en voz alta y clara - Del Distrito 2.
Hago una leve reverencia y me giro para observar las distintas zonas decidiendome por fin por las cuerdas. Me situo delante de una de ellas, la más alta, y apretando bien mis guantes comienzo lentamente a ascender por ella. Mis musculos comienzan a palpitar del esfuerzo, son varios dias ya los que les he sometido a duras sesiones y, poco a poco, según van entrando en calor, el ascenso, en vez de hacerse más dificil, parece más fácil.
Al llegar arriba, recupero un poco el aliento, casi en secreto y comienzo el descenso, rápidamente, casi dejandome resbalar por la cuerda para aterrizar facilmente en el suelo.

sin dudarlo, me dirijo hacia la zona de combate, vuelvo a colocarme los guantes bien y comienzo poco a poco a lanzar golpes, al principio con los puños, luego incluyo patadas y codos y el tiempo se detiene para mí, los golpes comienzan a hacerse más rápidos, más precisos...

una voz me saca de mi concentración, me giro y veo a un hombre que grita mi nombre, parece ser que no es la primera vez que lo hace y me dice que es sufieicnte. un poco azorado, saludo y me retiro, mirando mis manos con los nudillos pelados

A Savera le tomó mucho tiempo decidir cómo sorprendería a los jueces. Cuando su turno llegó, se encontraba muy nerviosa pero sabía que debía hacer algo que marcara sus mentes. Sabía que su apariencia no pasaba desapercibida con facilidad pero debía hacer que su presentación fuera más que un simple espectáculo de modelaje pues su rostro podían no ganarle la admiración de los jueces.

Con la mirada fuerte y la frente en alto, se dirige al centro del salón. Con la misma solemnidad con que caminaba por las reuniones junto a los aristócratas que frecuentaban sus padres, e imaginándose a sí misma en una gala de presentación a la sociedad, se dirige al centro del salón donde los jueces pudieran verla.

Se asegura de tener todo en su lugar y estar lo más bella que las circunstancias se lo permiten. Decide llamar la atención de los jueces con una reverencia perfecta y decir con voz fuerte - Savera Allardyce. Distrito 6 - una voz más fuerte de lo que se pensaría para su contextura y apariencia pero igualmente dulce y encantadora.

Se dirige al lugar donde las armas se encuentran y coge una espada que se encuentra allí. Ella era hábil con la espada y tal vez esto le daría un buen puntaje a la hora de mostrarles una acción inolvidable.

Como si de un espectáculo de danza y lucha se tratara, la joven se mueve con gracia, haciendo una danza con la espada. Ella practicaba siempre con los troncos de su distrito pues no podía más pero siempre había admirado los espectáculos de los que se hablaban en el capitolio. La espada se movía alrededor de ella como si una fuerza divina le hubiera dado vida. Daba algunos saltos, algunas vueltas y saltaba hacia atrás mientras hacía acrobacias dignas de la mejor de las gimnastas. Ella y la espada se habían vuelto un sueño, una ilusión llena de gracia y valentía. Al terminar, casi como si de un ritual se hubiera tratado, baja su mano con palma abierta y dedos rectos hacia abajo por toda la mitad de su cuerpo y hace una reverencia a los jurados.

Sabiendo que podía realizar algo más, comienza a tomar algunas de las armas que había allí y las apila todas en una línea recta. Era hora de mostrar que la inteligencia podía ser de mayor utilidad que sólo teniendo fuerza bruta. Comienza a mirarlas atentamente y a buscarles los puntos de equilibrio para hacer lo que piensa hacer. Después de analizarlas y calibrarlas bien, comienza a organizarlas, como si estuviera armando una torre de naipes, buscando el equilibrio total entre las espadas. Cuando pone a cada una de ellas de pie, soportadas en la parte del filo, comienza a formar una torre pero por la cantidad de espadas, sólo se da para dos pisos. Es una pequeña construcción a base de espadas que se sostiene en pie sin ninguna señal de tambalearse. Es una construcción lo suficientemente resistente como para mantenerse allí. Se asegura que los patrocinadores vean su acción, les hace una reverencia y con mucho cuidado retira las espadas y las pone en su lugar. Sale del salón con la misma elegancia con la que entró y sale con la esperanza de realmente haber impresionado a los patrocinadores con su actuación

Había llegado el momento, y me sentía de todas las formas menos preparada. No había que ser muy inteligente para vaticinar mi camino. Desde que habían comenzado las sesiones de entrenamiento, no paraba de darle vueltas a qué era lo que me podía hacer destacar por encima del resto. Ya había quedado claro que cosas relacionadas con la tecnología, el camuflaje o la artesanía no eran lo mio. Por desgracia, el combate cuerpo a cuerpo o a distancia tampoco era algo en lo que destacase por encima de los demás. 

Y allí me encontraba yo, a punto de entrar en escena y sin tener nada claro. - Si tu padre te viera ya te hubiese echado una buena reprimenta - pensé de inmediato. De repente, una tímida sonrisa asomó por mis labios. ¿Qué era una reprimenta en comparación con todo lo que me rodeaba?

Las indicaciones de uno de los lacayos del Capitolio me sacaron de mis pensamientos. En lugar de bloquearme, mi cabeza se puso a trabajar. Tenía que detectar lo antes posible cuales eran mis puntos fuertes e intentar sacar algo en provecho de todos ellos. Empecé a enumerar. Primero, la capacidad supervivencia. Era algo que debía más que agradecerle a mi 'querido' distrito 11. En segundo lugar, la natación. De primeras podía suponer extraño, dada mi procedencia, en su gran mayoría repleta de abismales terrenos de cultivo. Pero yo había tenido suerte. Nuestra área de trabajo estaba muy cerca de una de las principales presas utilizadas como suministro para la agricultura de la zona. Por gracia o desgracia, no eran los Guardias de la Paz los que se metían dentro del agua cada vez que había algún problema con el funcionamiento de la estructura. Por último, estaba mi constitución y fortaleza física.

Cuando entré a la sala analicé uno por uno a todos los presentes. Tras acerlo me di cuenta que no podía decidir cual me producía mayor repugnancia. Haciendo gala de su pedantería y arrogancia, ninguno se dignó a mirarme durante más de una milésima de segundo. Y eso los que habían tenido la decencia de dirigirme la mirada.

Sin esperar a que cambiase su actitud, comencé con las acrobacias. No me había percatado hasta ese momento, pero era otro de mis puntos fuertes. Volteretas, giros laterales, saltos a gran altura.... toda combinación era buena para llamar su atención. Mientras dejaba al descubierto todo mi repertorio, me dirigía conscientemente hacia la piscina. Sin pensarlo dos veces me zambullí en el lago, y desaparecí.

1........2........3.......4.......10......20......50......85......120......

Los segundos no dejaban de pasar y yo me mantenía nadando en el fondo del lago. Lo hacía despacio para no cansarme y, sobre todo, gastar la menor cantidad de oxígeno posible. Aun así, me mantenía en movimiento. Lo había hecho muchas veces. Nunca se me había dado bien aguantar la respiración quieta y estática, pero haciéndolo de esta manera habían sido muchas las veces que me había proclamado campeona.

540.....610.....720.....850......1030.....

Era increíble lo contentos que se nos tenía compitiendo por ver quien aguantaba más la respiración bajo el agua. Mi padre siempre era el campeón. Mientras pasaban los segundos, recordé todas las veces en las que me había repetido con paciencia los trucos para conseguir los objetivos. "Nunca sabrás cuando te puede hacer falta mantenerte bajo el agua", habia dicho. Y cuanta razón tenía...

Finalmente, perdí la cuenta. Los músculos se me tensaron, los pulmones empezaron a dolerme y dejé desentir la claridad en mi mente. Había llegado el momento de parar. Sin pensalo dos veces salí del lago impulsándome con las manos, y dando una voltereta en el aire. Al aterrizar me sentía tan débil que me costó un gran esfuerzo no caerme al suelo. Pero lo conseguí. Al terminar y dedicando una rápida reverencia a los presentes salí de la sala.

Para el momento en el que enunciaron su nombre, el corazón de la chica latía desbocado y notaba un ligero temblor en las manos. A pesar de todo, entró con paso firme a la sala y manteniendo la respiración bajo control, se giró hacia los patrocinadores.

- Kura Maro Tini, Distrito 4.

Se preguntó si alguien la había oído antes de echar un vistazo a su alrededor y sopesar sus opciones. Bueno, hasta el momento, no se había dignado en acercarse al lago pero estaba claro que esa era su habilidad innata. Si tenía que sorprender y destacar por encima de los demás tributos, sería en el agua. ¿Pero bastaría con nadar?

Se dirigió con paso decidido a un estante con pelotas de distintos tamaños y tras coger unas cuantas se dirigió al lago para lanzarlas en distintas direcciones y con diferente fuerza. Bien, para empezar, haría un calentamiento que serviría como prueba de habilidad en el agua.

Vamos a dar algo más de que hablar, pensó a regañadientes aunque con ferrea determinación antes de empezar a quitarse la ropa hasta quedar en bragas y sujetador. Hizo unos cuantos estiramientos en posturas sugerentes antes de entrar limpiamente en el agua de cabeza. Quizás su estilo no fuera perfecto pero estaba claro que era rápida, así que alternando entre estilo mariposa y crol fue atrapando todas las pelotas que había lanzado para devolverlas a tierra, en dirección a los patrocinadores.

Era poco espectacular. Era consciente de ello, pero aún así su única intención era demostrar que era más que apta para sobrevivir sin arriesgarse en fallar al intentar presumir de su letalidad. Pero muchas veces la arena había dado muestras de que no era el más fuerte el que sobrevivía, sino el más hábil al sobrevivir a las penurias que encontrarían.

Les hizo una señal a los patrocinadores indicando que se iba a sumergir antes de hundirse cerca de la orilla del lago. Acto seguido, cogió la primera piedra afilada que encontró y empezó a nadar bajo el agua, buscando. Casi echa todo el aire del regocijo al ver un pez desconocido para ella casi de su mismo tamaño. Fue visto y no visto. El pez que hasta el momento no había prestado atención a una de las tantas criaturas que habitaban en el lago, se vio apresado por unas piernas musculosas mientras un brazo le rodeaba el cuello con fuerza y una piedra le golpeaba con fuerza el cráneo. Pocos segundos después, la cabeza de Kura rompió la superficie en una exhalación, y empezó a moverse pesadamente hacia la orilla del lago para salir poco después empapada y arrastrando al animal muerto.

Les sonrió a los patrocinadores, contenta con el mensaje que había transmitido.

Soy pequeña pero no os dejéis confundir por mi tamaño...O mejor, que los demás piensen que no soy peligrosa. Que se confíen. Que crean que no vale la pena preocuparse por mí.

Cogió la ropa con la mano y arrastró el animal hasta delante de los patrocinadores.

- No duden en llamarme si quieren que se lo prepare. Seguro que sería el complemento perfecto para ese vino suyo.

Tras dedicarles una reverencia acompañada por una sonrisa torcida, se marchó por la puerta con paso tranquilo, sin prisas, aún chorreando y transmitiendo confianza en si misma por cada poro de su piel.

Los días de entrenamiento habían sido poco productivos para Faile, por mucho que se esforzase estaba descentrada y no podía terminar de entender que se esperaba de ella, Armando estaba desaparecido y su compañero parecía desenvolverse perfectamente en territorio hostil, al igual que el resto de tributos de otros sitios, sin embargo, ella poco o nada había conseguido.

Tras varias semanas sin embargo, ya había terminado todo el periodo de entrenamiento, y su probabilidad de supervivencia seguía siendo peligrosamente cercana al 0, pero algo tenía que demostrar en la sala que tenía delante, debía haber algo que se le diese bien, vale, curar heridas era un "algo". Pero los patrocinadores no se quedarían sorprendidos por su increíble capacidad de curación a menos que hubiese heridas y se negaba a hacer heridas intencionadamente o a hacer vendajes en el aire para demostrar una habilidad. Además seguramente sería algo que sería preferible que nadie supiese.

Mientras la joven entraba por las puertas vio a los examinadores, y se dio cuenta de que eran su público, un público hostil, como aquel viejecito de la parroquia. Pero un público a fin de cuentas, así que hizo lo que mejor se le daba, hablar, se esforzó todo lo que pudo y les explicó que ella valía más que los demás, les convenció de que podía convencer a cualquiera, puso su alma en cada palabra y provocó los puntos necesarios para hacerles quererla, en resumidas cuentas, les dio un discurso, su vista pasaba de uno a otro fijándose en cada miembro, en cada detalle, en los datos que tenía de ellos por lo que veía, por lo que había oído a los otros chavales o lo que había visto durante las semanas de entrenamiento, reunió toda la información que tenía, que había almacenado prácticamente sin darse cuenta y la dejo fluir hacía el público.

Era su alegato, el último de su vida y estaba decidida a que no fuese olvidado.

Me adentré en la sala donde los patrocinadores se encontraban de modo que realicé una pequeña inclinación de cabeza y me dirigí a la seccion donde se encontraban los cacharros electrónicos.

-Damas y caballeros, el tributo del distrito 3 Mark Dubrinsky se congratula en mostrarles como preparar un salpicón de tributo. Para la realizacion de este plato solo necesitamos un poco de TNT y unos simples conocimientos de demoliciones. Con esto creamos un simple aparato de explosion accionado por la presion, -Con algo de maña y bastante suerte logré apañar una pequeña mina antipersona,- que mas tarde camuflaremos en cualquier lugar. A pie de tierra suele ser lo mas comun.

Ni corto ni perezoso coloco el aparato explosivo bajo la pila de artefactos quedando completamente oculto entre todos los aparatos. Me alejo del monton unos 15 metros con una bobina de buen tamaño con la que jugueteo en la mano para luego lanzarla desde una buena distancia creando una pequeña explosion.

-Y de esta forma tenemos un tributo muerto o muy malherido, una entrada de una gruta o cueva bloqueada o una pila de suministros en perfecta destrucción.

Realizo una pequeña reverencia y me marcho del lugar.