Partida Rol por web

Me llevé las manos a la cabeza, temiendo que se me abriera en mil pedazos. Quizás eso era lo que sentía Kiara.

-Por Dios, ¿qué es este dolor?

-No, Kiara sufre mucho más. No te puedes hacer una idea de cuanto....mi pobre pequeña...-

Besa tu frente, y tu cabeza deja de doler, te acaricia la cara tiernamente.

-Ese dolor es el precio que hay que pagar por hacer posible lo imposible.-

Aparta un mechón de tu cabello que ocultaba uno de tus ojos. Sonríe.

-Debes abrir tu mente a todo, las reglas de tu mundo, las reglas de este mundo...no se aplican a nosotros. Podemos hacer cualquier cosas...si pagamos el precio.-

Te da un cariñoso golpecito con el dedo en la frente.

-Ya has sufrido bastante por hoy, seguiremos maña...piensa en las cosas que se han dicho, y en las que no.-

Desaparece, deshaciendose en plumas tan negras como las de sus alas.

Ella desapareció y me quedé parada de una pieza, tenía razón. Muchas cosas no eran iguales y nunca lo serían por lo cual no podía tener la misma mentalidad que en nuestro mundo. No sabía qué hacer o hacia dónde ir. Mi mente se quedó clavada en esas palabras acerca de Kiara.

El tiempo pasa mientras estás ahi parada observando el paisaje, precioso, pero calmado.

De pronto notas unas manos, que tapan tus ojos, con cuidado, amablemente. Tr hacen con mucho cuidado, cerrar los párpados. Bajan acariciando tu cara, y tu cuello, con extrema delicadeza, para llegar a tus hombros, descienden por tus brazos hasta llegar a tus manos, allí se entrelazan con tus dedos.

Notas tu espalda contra un bien formado pecho masculino, una nariz acariciarte entre tu pelo, deslizándose por tu oreja hasta tu cuello, unos suaves labios, lo besan.

vuestros brazos, enlazados, se abrazan a ti delante tuya.

-¿Puedo beber de vos, mi princesa?-

Las palabras parecen, sencillamente, el fluido continuar de las caricias, completamente natural.

Con los ojos cerrados, te estremeces, pero es un estremecimiento agradable.

Las caricias me envuelven en un mundo que no es el mío, ni es ese en el que estamos. Sé que no es Jamie porque él me toca de otras maneras pero no puedo evitar relajarme y gozar de aquellos bien formados músculos, de esa voz melodiosa que me invita al pecado pero entonces, recuerdo a mi amado Jamie y me pregunto hasta qué punto aquello no es correcto.

-Kio... ¿Beber de mi sangre es correcto? No soy una princesa...

Acaricié sus manos que me sostenían desde atrás, sin intentar apartarme siquiera.

-¿Qué demonios está pasando? ¿Qué estoy haciendo?

-No, no lo eres. Pero si que lo eres. Si para mi.-

Sus labios vuelven a rozar tu cuello, una y otra vez, su aliento, fresco, recorre tu cuello, su olor llega a tu nariz.

Una de sus manos, va a tu pelo, se enrreda en él, y te hace, suavemente, girar la cabeza, de modo que sabesq ue estáis cara a cara, aunque no hayas abierto los ojos aún, su aliento recorre tus labios, antes de lo hagan sus labios, de forma extremadamente suave, ligera, dulce. su nariz acaricia la tuya, antes de que sus labios vuelvan, esta vez, notas que no será tan suave, el leve aumento de la presión de sus manos te indica que la pasión va a crecer, sin duda alguna.

La pregunta sigue en el aire, esperando tu permiso.

Intenté apartar mis manos pero fue inútil, mi aliento, mi deseo estaban prendidos de aquel cuerpo que gozaba al tenerme tan cerca de él.

-Kio... Kio...

Noté su boca muy cerca de la mía en claro peligro, mi cuerpo sujeto por el suyo, estábamos demasiado cerca pero la única manera de detenerlo era apartándome y no podía ¿o si? Eché la cabeza hacia atrás, dejando mi cuello al descubierto del todo, no quería hacerle daño a Jamie, no, no podía pero mi voz se escuchó limpia y clara entre pequeños jadeos.

-Bebe de mi sangre, Kio...

Y bebe de ella, aunque apenas nada.

Todos los dias se repite esa rutina...entrenamiento con Eros, preguntas, respuestas, misterios...y el mismo trato de kio. siempre lo hace igual, te besa suavemente, y después te va a besar más intensamente, pero te da tiempo a apartarte si lo deseas. siempre bebe muy poca sangre.

El mordisco es doloroso, al principio, como si te clavasen hierros candentes. Pero placentero después.

Dos semanas después, no obstante, tras darte el primer y suave beso, aunque sus gestos son iguales, su forma de acariciarte el pelo y girarte la cabeza, no notas que te vaya a besar.

Si notas como su mano se desliza por tu vientre, hasta posarse sobre tu ropa interior, con levisimas carias. Solo entonces notas que va a besarte de nuevo, dándote tiempo, como siempre.

Me estremecí tras aquella caricia, no podía entender bien cómo había conseguido contenerme antes pero esta vez era tan distinto y tan necesario, además, eran quince días sin ver a Jamie y mi cuerpo estaba pidiendo un poco de cariño.

-¡Mi Dios!

No me aparté, no podía. Sólo tomé su mano para que no siguiera bajando, la detuve sobre mí con cierta fuerza mientras me entregaba sin abrir los ojos de nuevo.

Te besa apasionadamente, aunque su mano no hace nada más, ya que no quieres que lo haga, sus labios y su lengua te hacen perderte en ellos. Besa como el mejor, no hya duda que jamás has besado a nadie que lo hiciera tan bien, de forma tan ardiente...y cariñosa a la vez.

No para de besarte, sabes que no lo hará, hasta que no se lo digas tú.

Aunque no existe nada más que sus labios, su olor, su lengua, su tacto....

Solté su mano y me abandoné a sus besos, no puedo pararlo. De pronto es como si el mundo completo hubiera desaparecido y me llenara sólo con el olor y el sabor de Kio. Mi mente estaba cerrada a nada más, colgué mis brazos de su cuello y lo dejé hacer lo que mejor sabía. Sin duda aquel beso era el mejor que había probado en mi vida y no sabía bien qué otras cosas hacía con tanta pericia aquel humano.

Sigue besándote con esa pericia, su mano, ya libre, desciende a tu sexo y lo acaricia, casi etéreamente....finalmente, deja de besarte, estás excitada. Sus dedos te pellizcan ese botón del placer que tienes entre tus piernas, justo al mismo tiempo que sus colmillos se hunden en ti.

Bebe algo más está vez, pero sus dedos te masturban furiosamente.

En apenas 10 segundos, tus piernas flaquean en un orgasmo intenso, la combinación de sensaciones ha sido demasiado intensa.

Durante las siguentes dos semanas se repite exactamente lo mismo.

Tras tus orgasmos, el siempre se queda a tu lado, acariciandote, tranquilo, paciente. Cariñoso. Tu perdida de sangre para alimentarlo, sumada a la inusitada fuerza de tus orgasmos, te dejan medio zombie, acunada en sus brazos amables, mecida en sus susurros de tranquilidad, de protección.

Siempre despiertas en tu cama, con el olor de una buena merienda.

Llevas dos semanas, incluso cuatro, aunque las dos ultimas son mejores, viviendo en el paraiso.

Apenas podía creer lo que estaba sucediendo, cada vez era mejor y no sabía si podría vivir con ello. Seguía extrañando a Jamie, amándolo pero necesitaba de aquello casi como de alimentarme y no podía detenerlo, al menos no por el momento. Abrí los ojos nuevamente con aquel olor, era una delicia, todo lo era pero necesitaba reponer fuerzas y salir a buscarlo, eso era. Sólo que algo me detuviera no lo haría.

Cuando acabas las clases de ese día....esperas...pero Kio no aparece.

El tiempo pasa, y sigue sin aparecer.

¿Qué ocurre?

Como Kio no aparecía comencé a buscarlo por cada lugar que conocía, especialmente en los lugares que habíamos estado. Era como si necesitara que bebiera de mi sangre, que me tocara para poder estar completa.

Nada...no le encuentras en ningun sitio conocido.

Finalmente encuentras una puerta entornada. Sabes que está tras ella, pero al mismo tiempo sabes que si entras, algo cambiará. para siempre.

Te quedas ante la puerta, sin duda él sabe que estás ahi.

Necesitaba hablar con él, sabía que tenía que hacerlo aún cuando las cosas cambiaran para siempre después de aquella vez.

-¿Kio...?

Empujé la puerta suavemente.

-¿Kio, podemos hablar?

Kio no dice nada, te espera en la cama, tapado por una sábana, por lo demás, desnudo, lo sabes. Abre levemente la sábana para invitarte a entrar, simplemente te mira, sin decir nada.

Me acerqué hasta la cama, mirándolo a los ojos, sabiendo lo que me estaba diciendo sin hablar, me meti bajo las sábanas encontrándome con su cuerpo desnudo. Y acaricié su mejilla.

-¿Dónde te has metido? ¿Qué sucede?

De nuevo, silencio.

Solo te responde con su mirada y sus caricias, caricias que te despojan de la ropa, lenta, pero inevitablemente.

Te besa levemente, sin dejar de mirarte a los ojos.

Si no le detienes....¿pero acaso quieres detenerle?