Partida Rol por web

Interesante - digo mientras me rasco la barbilla en un acto de circunspección - Marineros disconformes en un barco rumbo a la Antártida no parece lo más sensato. ¿Sabes sus nombres? me gustaría hablar con ellos.

-Pues vamos a ver -dice Giles haciendo memoria-. Estaba el grumete Thompson, el ayudante de cocina Oates, el marinero Hennings... y creo recordar que estaba también uno de los maquinistas, Howard no se qué...

-"No hay tiempo para perder, ¿Dónde están esos dos ahora?"

Para Bjorn las cosas eran simples, uno de esos dos había puesto en peligro la expedición, y ahora iba a pagarlo.

Iba siendo hora de poner las cartas sobre la mesa.

Gracias Avery, creo que tendré que hablar con esos señores.

Le doy una palmada en la espalda al muchacho mientras voy en busca de los susodichos.

Bjorn, Edgar y Bell casi coincidieron en las escaleras cuando bajaban hacia las cubiertas inferiores, lugar donde normalmente se reunía la marinería. Los tres, después de ponerse al día, recorrieron el pasillo hasta uno de los comedores donde un grupo de cinco marinos jugaba a las cartas. Uno de ellos era Thompson, que en ese momento se mofaba del resto debido a una mano afortunada.

-Lo siento caballeros, pero me temo que han vuelto a perder -exclamó sonriente mientras el resto le abucheaba amistosamente.

 Una escena de camaradería de lo mas normal, pero las evidencias son muy claras, incluso si no es directamente el saboteador tiene que saber algo o haber permitido a alguien entrar durante sus guardias

De todos modos dejo que sea Edgard el que hable, se le da bastante mejor, o Bjorn, que como marinero llegará con mas facilidad a estos hombres. En principio permanezco tras ellos apoyandoles

Bjorn estaba colorado por la posibilidad de estar frente al causante de todos los problemas, pero respiró hondo para controlarse y no meter la pata.

Había otro nombre en la lista, tenemos que tenerles a los dos...

-"¿Grumete Thomson?, el segundo le ha asignado para que nos acompañe a inspeccionar el almacén de los aviones, ¿donde está Henningns?, también tiene que venir."

-¿Qué ha hecho ahora Rompehuevos? -pregunta Thompson mientras los demás estallan en carcajadas. Ese era el mote con el que la marinería había apodado a Starkweather después del incidente del frigorífico. Aunque nadie se atrevía a decírselo a la cara. Aún así los marineros miraron con amabilidad a Bjorn. Él era el único que había pasado gran parte de su tiempo con los tripulantes, ayudando y colaborando en todo-. Ahora estoy en mi tiempo libre, no sé por qué tengo que ir yo -comenta refunfuñando mientras se levanta dejando las cartas-. Ojo con mi dinero, lo tengo contado. No se dónde está Hennings -dice mirándoos.

Aunque al principio me sorprendió la estrategia de Bjorn, pude comprender por donde quería ir.

Tenerlos a los dos juntos les llevará a cometer alguna estupidez.

No importa - digo respondiendo al comentario del grumete - Aparecerá.

Lo que más importaba ahora era sacar a Thompson de esta camaradería entre colegas y mantenerlo a raya, separado de miradas y oídos indiscretos.

 Tras el incidente de los perros, contemplo agradecido como mi amigo Edgar toma control de las riendas como es habitual en él y eso me causa bastante seguridad. Decido seguirlo, ya que siempre ha sido él el hombre de acción, y aunque yo he hecho mis pinitos, yo en el fondo siempre seré un ratón de biblioteca.

Uno aventurero, ¡eso sí! Pienso con mi optimismo habitual y me alegra comprobar que ha vuelto y que sigo en la brecha a pesar de todo lo que nos ha pasado. Aún así prefiero seguirle en silencio e intervenir sólo en caso de necesidad. Los marineros son un grupo cerrado y sé que nos consideran ajenos a ellos, aunque tener a Bjorn de nuestro lado es una buena baza...

El viejo aventurero se había quedado nuevamente solo en la cubierta, acompañado únicamente por sus oscuros pensamientos y el vaivén de las olas. Sentía una profunda frustración por los éxitos del escurridizo enemigo que los atacaba desde las sombras, y sus esperanzas sobre el futuro de la expedición comenzaban a desvanecerse entre la bruma del mar.

Suspiró pesadamente, impotente ante la mala racha que los perseguía. ¿Cómo podían seguir adelante si el enemigo era uno de ellos? ¿Hasta donde llegaría para conseguir sus objetivos? Ernest creía saberlo. Seguramente todo terminaría en Australia, o quizás en algún otro lugar donde atracaran. Era imposible reponer todas las pérdidas en tan poco tiempo, y hasta los recursos del inconmovible Starkweather debían de tener un límite. Pronto todo terminaría, y el viejo expedicionario debería volver a su oscura pieza de New York.

Al recordar la opresiva selva de granito y cemento, algo reavivó el fuego interior del viejo explorador. Poco a poco, la desolada frustración se fue convirtiendo en una especie de furia. Pasara lo que pasara, no volvería a New York. No volvería a encerrarse entre cuatro paredes a esperar que le llegara la hora. Si era necesario, iría al encuentro de su propia muerte.

Con renovada determinación, se dirigió hacia la zona de carga, aquella donde deberían estar guardados los elementos para soportar el frío. Tenía una idea. Si el traidor continuaba con sus intentos de arruinar la expedición, quizás ese fuera su próximo objetivo.

También les acompaña en silencio y situada detrás de ellos. En una situación tan incómoda y desagradable prefiere que primero hablen los hombres.

-"Bueno... lo siento, son las órdenes del segundo. Vamos, busquemos a Hennings..."

Bjorn mira a la marinería cercana y pregunta en voz alta.

-"¿Alguien a visto a Hennings?"

En la bodega cuatro era donde se encontraban dos de los cuatro aparatos de la expedición aparte del cubículo cerrado con candado que era dónde se guardaba la dinamita de la expedición. Hasta allí llevó el grupo a Thompson que refunfuñaba en voz baja. Una vez allí, Virginia y Wallace se unieron al grupo. Unos minutos más tarde apareció Hennings que miró con recelo al grupo aquí reunido.

-¿Qué está pasando? Me dijeron algo de revisar la bodega de los aviones -dijo Hennings-. No sabía que iba a haber gente que no formaba parte del Gabrielle.

...

Mientras tanto, Andersen tiene sus propias sospechas y se dirige a la bodega número tres, aquella que tiene gran parte del material relativo al campamento para someterlo a una revisión concienzuda. Trineos, tiendas, herramientas, lámparas, cuerdas, ropas. Todo está sujeto en palets o empaquetados y almacenados.

Andersen examina con detenimiento todo el equipo para la nieve que hay en esa bodega sin encontrar rastro alguno de sabotaje. Cuando ya estaba punto de irse, tiene una idea más. Las grandes botellas marrones de líquido de revelado se encuentran también ahí y decide inspeccionarlas. Nada más abrir la primera un tremendo olor a cloro asalta sus fosas nasales. El alpinista no es que sepa mucho de fotografía, pero juraría que el cloro no es uno de los ingredientes para el revelado. Entonces sus ojos se posan en los aparatos de radio que también están allí y un escalofrío recorre su espalda. Busca unas herramientas y con cuidado, desatornilla las tapas que mantienen fijas las carcarsas. Sus peores temores se confirman cuando ve señales de quemaduras en algunas piezas eléctricas de las radios, hechas también con ácido.