Partida Rol por web

Náhoda či Dopuštění

Chemnitz

Cargando editor
06/10/2008, 10:09
Lausanne Soranno

Soranno mira con consternación a su alrededor, ¿la había llamado por su nombre de pila?, interiormente satisfecha por este hecho, a pesar de lo que los rodeaba, se acerca un poco más a la posición de Takeshi, alzando la mirada para poder encararla con la suya, tras haber visto las esposas en las muñecas de la teniente.

Ella es policía, que se encargue, nosotros... traga saliva, se le nota que le incomoda la situación, pero no ha llegado hasta donde lo ha hecho por dudar a la hora de tomar decisiones, eso se le daba bien, había confiado en Kanda por su integridad entre los cientos de agentes que tenía a su disposición, y ahora eso podía convertirse en un arma de doble filo, ...no deberíamos estar aquí, si nos retienen... susurra para evitar que Strindberg les oiga descubriran quien soy, y eso me dejaría en muy mal lugar para poder continuar con nuestro trabajo le costaba ser tan fría, o por lo menos intentar parecerlo.

Una mezcla de súplica y orden se mezclaban en los ojos de la chica, parecían brillar más con esta luz, pero ella se empeñaba en ocultarlos tras su cabello con un nuevo movimiento, le debía una explicación al inspector, era consciente de ello, pero no este momento, no mientras las sirenas parecían acercarse, Tenemos que encontrar a la chica, es de vital importancia, lo sucedido aquí, puede que no tenga nada que ver con nuestro caso un poco de lógica, a saber lo que estaba haciendo en este lugar el otro agente.

Cargando editor
06/10/2008, 15:43
Kanda Takeshi

¿Sólo puede? Estoy convencido a estas alturas de que esto no tiene nada que ver con nuestro caso. Guiados por alguna extraña intuición y el deseo de echar una mano llegamos hasta aquí, y las consecuencias no han sido las mejores. Es cierto, no debíamos estar aquí. También es cierto que ahora estoy en la posición dudosa de tener que apartar a un lado mis valores y mi código ético para no poner en peligro (supuestamente) el caso. La excusa de mi compañera me parece, más bien, eso: una excusa más que una argumentación. Sé que nunca es fácil esposar a un compañero, por mucho que haya hecho. No me ha resultado fácil, desde luego. Pero tener que hacer lo contrario por... No sé bien por qué. ¿Empatía, tal vez? Sé lo que habría hecho yo en la posición opuesta. Sé lo que debería hacer ahora mismo. Y, aún con todo, tras unos segundos de reflexión, desvío la vista hacia la teniente. De cualquier forma... Meterme directamente en esto supondría retrasar nuestro caso de forma inevitable, y la vida de una persona inocente depende de nosotros. ¿Qué hacer, entonces? ¿Seguir con el caso o cumplir con el deber inmediato? Esto es un caso resuelto, el otro está inconcluso. Suspiro, el ceño fruncido, acercándome hasta la teniente una vez más, por la espalda, para retirarle las esposas con rapidez y destreza.
-No soy de aquí. No conozco las leyes en Chemnitz ni la forma de aplicarlas, pero estoy seguro de que tendrá que explicar al equipo de balística un par de cosas... Es cosa suya, no obstante, teniente -admito, sacando el arma que sustraje del individuo ya fenecido y limpiándola con un pañuelo para retirar mis huellas. Acto seguido, dejo la pistola en el suelo, cerca del cadáver-. La agente Soranno y yo nos vamos, el deber nos llama y hay una vida en juego, quién sabe si no más... Por favor, agente, por su bien y el de su espíritu: la próxima vez piense fríamente y no se deje llevar -pido, con el rostro contraído por la preocupación. Extraigo de mi gabardina una tarjeta y se la tiendo a la teniente-. Si necesita cualquier cosa contacte conmigo. En la tarjeta aparece mi correo electrónico y mi número de móvil y busca -me giro, después, hacia Soranno, más serio ahora-. Vámonos de aquí.

Cargando editor
06/10/2008, 17:05
Madeleine Strindberg

Mientras Japón me quita las esposas luego del endeble discurso de su compañera, me doy cuenta de muchas cosas. La realidad es que parece enamorado de ella y capaz de creerle cualquier cosa; no es que no le esté agradecida a la agente Soranno, de hecho es algo que no podría pagarle con nada pero al fin es un acto que no tendrá reacción porque lo que pienso hacer es lo que debería hacerse, me lo merezco. Durante años creí en los hombres de una manera por demás ideal, hasta que mi padre murió y mis hermanos me dieron la espalda, luego aquel que se fue y ahora estos dos. Steffan había sido un idiota en toda la extensión de la palabra y Japón..., Japón era más débil de lo que aparentaba.

-Creí que esto sería más difícil, inspector pero es fácil correr y dejar a los demás allí con la excusa tonta de un inocente. Inocente como el que maté-sonreí y pasé mis manos delante mientras me las acariciaba.-Sé de algo que el loco de mi compañero jamás habría hecho y eso es dejarse embaucar por un discurso absurdo como el que acabo de escuchar...

Me doy vuelta y lo escucho mientras va dejando el arma en el suelo luego de limpiarla, lo miro con cierto aire de comprensión y piedad, él la va a necesitar mucho más que yo. Me encuclillo y les miro salir sin decirles una sola palabra, hay personas a las que las palabras seguro les sobran o les vienen grandes, como Japón me ha demostrado al dejarme libre. Y no, no era eso lo que quería o se lo habría suplicado en un principio. Hago una seña con la mano pero creo que el número de Japón no me servirá ni ahora ni en un futuro, era él quien quería mi ayuda, no yo.

-¿Pensar frío? Siempre he pensado en frío, fui entrenada para ello. Fui educada para ello, el problema es que tengo demasiada sangre fría y no me importa salpicarme con la sangre caliente de un maldito asesino... Schwarz no me conocía, Japón no me conoce y nadie me conoce, ni mis hermanos, ni mi padre y sólo he escuchado de todos ellos palabras de desaliento que se refieren a mi tibieza para enfrentar los problemas pero no me conocen. ¡No me conocen!

Me siento recargándome de la pared, con la sangre de Steffan en mi torso, en mis manos, con el rostro salpicado de sangre y escuchando los pasos de los extranjeros alejarse.

Cargando editor
06/10/2008, 18:53
Lausanne Soranno

Soranno miró sorprendida al inspector, entendía el esfuerzo que suponía para él aquella acción que realizaba, y le estaba enormemente agradecida, no tenía claro que fuera a hacerle caso, y si por ella fuera la agente alemana también hubiera acabado entre rejas.

Asintió con la cabeza a Takeshi, despacio, mirándolos a los ojos agradecida, se sentía tremendamente culpable, y apartó sus azules ojos de los del japonés, buscando el espejo de los de la teniente, no lo había hecho por ella, creía que no, no sabía que la había llevado a cometer tal acto de locura, pero sinceramente, esperaba no tener que verse nunca en una situación semejante.

Miró los cadáveres con tristeza, escondiéndose una vez más en aquellas anchas prendas, parecía aún más pequeña de lo que realmente era, hizo un gesto con la mano a su compañero, y avanzó en dirección a Strindberg, hasta quedar junto a ella, y tomó sus manos, que se perdían en las de la otra mujer, mientras la sangre del muerto se mezclaba, las apretó por un instante.

No le salían las palabras, era torpe, pero era inteligente, y podía intuir la situación, miró una vez más a la teniente, confiaba en que hiciera lo que tenía que hacer, nadie debía salir indemne de un crimen, por muy justificado que estuviera, la soltó y se dio media vuelta hacia la posición del inspector.

Cargando editor
06/10/2008, 19:32
Madeleine Strindberg

-Espera, chica...-digo ante el gesto de Soranno,-ven a aquí.

Respiro profundo y la miro a los ojos.

-Sea lo que sea por lo que haces esto, descuida, haré lo correcto, voy a entregarme. Pero supongo que darte las gracias estará bien-la sujeté del brazo firme pero sin fuerza.-Van Troy está en Viena y Josef Herzog está muerto, la chica está en su casa. Creo que necesita protección pero no será la mía. Espero que te sirva de algo esto que te digo...

Hago otro gesto con la mano, seguro que Japón pudo escuchar aquello. Mejor que se den prisa y no pierdan el tiempo conmigo, es como querer salvar a alguien que ya está ahogado, no sé nada más.

Cargando editor
07/10/2008, 12:01
Kanda Takeshi

Me detengo un instante, al ver que Soranno no sigue mis pasos. Observo sus reacciones con cierto interés, a decir verdad sorprendido por su hacer. Nunca es agradable ver cadáveres, desde luego, pero es como si le afectaran más de la cuenta. Lo que sí me sorprede en demasía es su actitud para con la teniente, su silencioso apoyo. Es un gesto que la honra, aunque la teniente no parece persona necesitada de apoyos. Cruzo los brazos y espero, respetuoso, a que concluya su pequeño momento de "intimidad", mirando a un lado y a otro. Pero, un momento... ¿Strindberg sabía del paradero de Liesel Van Troy? Frunzo el ceño, desviando la vista una vez más hacia ella. ¿Ha retenido información valiosa? ¿Por qué motivo? Sus palabras hacen ver que conocía de la testigo desde el primer momento, y no ha hecho nada por allanarnos el camino... De no ser por todo esto habríamos pasado larguísimas horas de investigación probablemente infructuosa... Parece que, después de todo, la intuición de Soranno no había fallado, aunque el desenlace no ha sido precisamente esperado. Suspiro largamente, desviando nuevamente la vista, sin poder ocultar buena parte de mi frustración y enfado. He tenido algunas diferencias con compañeros del cuerpo, pero pocas veces había sido testigo de algo así. Aprovecho para sacar mi libreta y tomar un nuevo apunte. Por supuesto que nos sirve esto que nos dice... Lo que no alcanzo a entender es el motivo de haber retrasado este intercambio de información... En fin es inútil hacer conjeturas...
Guardo la libreta para cuando Soranno me alcanza y me echo al hombro la katana, nuevamente enfundada correctamente para no despertar sospechas ni problemas. Retomo el camino hacia la salida sacando ahora el teléfono móvil para llamar a la central. No hay un segundo que perder. Al obtener respuesta, contesto apresuradamente, ya lejos de la posición de la teniente...

Cargando editor
07/10/2008, 12:19
Kanda Takeshi

-Aquí el inspector Takeshi Kanda, brigada de homicidios, número de identificación ("x"); necesito dos billetes para el próximo vuelo a Viena, por favor -demando, con premura-. Envíe a mi busca o a mi teléfono móvil el número de la reserva de los mismos, si es tan amable. Muchas gracias -espero la confirmación de la central antes de colgar y, sin relajar el ceño, continúo el descenso hasta la salida del edificio. Asumo que el taxista que nos trajo hasta aquí prefirió llevar las maletas al hotel y desentenderse. La experiencia me dice que cualquiera lo habría hecho así, de modo que llamo ahora a la central de taxis de Chemnitz-. Buenos días, me llamo Takeshi Kanda, necesito solicitar los servicios de dos de sus coches: el primero que acuda al número 47 de Bom Street -un par de edificios más abajo para no interferir con el trabajo de nuestros compañeros-. Y el otro que acuda al hotel "Munich" para recoger mis maletas y las de Lausanne Soranno. Acto seguido que acuda al aeropuerto de Chemnitz, por favor. Muchas gracias -cuelgo nuevamente tras esperar la confirmación, tras lo que guardo el teléfono. No digo nada más a mi compañera. Lo cierto es que no soy de enfado fácil, pero la teniente ha conseguido sacarme de mis casillas con su secretismo inoportuno y poco apropiado...

Cargando editor
07/10/2008, 13:35
Lausanne Soranno

Soranno da media vuelta y aguanta la mirada de la teniente, traga saliva y asiente a las palabras que le brinda la mujer, sorprendida de la revelación, ¿por qué no se las dijo antes?, a pesar de que no se conocían, se supone que al fin y al cabo, están en el mismo bando, aunque lo mismo los policías de aquí tuvieran “sus propias leyes”.

La chica vuelve a mirar los cuerpos, y se tapa la boca con la mano, reprimiendo sus ganas de vomitar, alza sus ojos de nuevo hacia los de la agente, Cuidaremos de ella, la protegeremos, no se atrevió a prometerlo, porque realmente no estaba segura de lo que pasaría.

Sin nada más que añadir y con una sensación extraña en el estómago, Lausanne dio media vuelta y abandonó la habitación andando junto a Takeshi, sin mirar atrás, dejando a la teniente sola en aquel lugar, algo que ella nunca desearía que le hicieran, y que, sin embargo, ella hacía.

Cargando editor
07/10/2008, 13:46
Lausanne Soranno

Cuando ambos agentes abandonaban el lugar del crimen, algunos coches empezaron a arribar, pero ya no iba con ellos, había decidido abstraerse de todo el asunto, con más pesar e inquietud por estar faltando a su deber que otra cosa, pero no podían dar marcha atrás, pues la necesidad de ayudar a la otra joven es ahora de máxima prioridad.

La mano de Soranno se posa con suavidad sobre el brazo de su acompañante, deteniendo sus pasos, alejados del bullicio que comenzaba a oírse en la lejanía, Gracias murmura en voz baja, Sé el esfuerzo que te ha supuesto liberar a aquella mujer, saltarte el código traga saliva, algo pálida, entonces se mueve hasta quedar frente a ti.

Quiero pedirte perdón por haberte siquiera insinuado que hicieras algo así dice bajando la cabeza, se la veía afectada, no debí haberlo hecho, no tengo excusa incluso ella misma parecía confusa cuando hablaba.

Cargando editor
07/10/2008, 13:48
Kanda Takeshi
Sólo para el director

Sacudo la mano en el aire, restándole importancia al asunto (aunque realmente le confiero bastante importancia), sin perder la seriedad, tras lo que la escondo en el bolsillo de la gabardina, sin dejar de caminar hacia donde nos estará esperando el coche.
-Descuida, no debes disculparte, sé por qué lo pediste. Ahora mismo nuestra prioridad es Van Troy y, de cualquier manera, meternos en algo como esto nos hubiera retrasado mucho. Tal vez dos días enteros, estos procesos son complicados... Por no hablar de la citación a un posible juicio. Habría dado más problemas de los que hubiera solucionado... -y todo esto es cierto, lo que no quiere decir que suponga un incumplimiento claro del deber, que es lo que más me molesta en este momento. Pero así son las cosas, y hay que establecer prioridades en la vida. Hay que elegir. Y elijo procurar que Liesel Van Troy viva, pues ella es una testigo inocente-. No te preocupes, Lausanne-san, ya está hecho. Ahora debemos centrarnos en el trabajo, lo que me recuerda... -saco nuevamente el móvil y marco de nuevo el teléfono de la central-. Aquí Takeshi Kanda, de nuevo. Necesito información sobre Liesel Van Troy. Todo lo que podáis conseguir, tengo entendido que es modelo, quizá tenga algo de fama en el mundo de la moda. Enviadme lo que encontréis al correo, por favor. Necesito saber dónde podría cobijarse de ir a Viena, familiares vivos conocidos... Cualquier cosa. Gracias -y cuelgo una vez más, viendo ahora el taxi en el que debemos subir. Abro la puerta y dejo pasar primero a mi compañera, antes de entrar yo detrás-. Al aeropuerto, por favor -pido al taxista, echando un rápido vistazo al reloj y sacando ahora la blackberry, que únicamente utilizo para comprobar los correos, pues a la hora de tomar notas prefiero mi incombustible libreta, mucho más manejable y de fácil acceso.

Cargando editor
07/10/2008, 16:18
Lausanne Soranno

La agente se queda por un momento parada, si girarse mientras Kanda pasa a su lado, cruzándose hasta quedar de espaldas, no esperaba esta reacción tan… impersonal de su compañero, pero se alegra de que le reste importancia, aunque sea solo de puertas para fuera, pues eso es lo que piensa la chica.

Agacha la cabeza y deja escapar un suspiro, este no es su terreno, y se empieza a sentir muy fuera de lugar, satisfecha de la elección de un buen profesional como el japonés, pero aún consternada por lo sucedido, no estaba preparada para algunas cosas, suspiro y se dio media vuelta escuchando la conversación de Takeshi, frunció el ceño, algo confundida por la información que solicitaba, pues la teniente les había dicho claramente el lugar donde se encontraba.

Disculpa, pero Strindberg dijo que se encontraba en casa de Josef Herzog, lo mejor será encontrar su dirección, y dirigirnos allí, no tiene sentido que nos mintiera su voz intenta ser calmada, pero le resulta aún complicado, ese nerviosismo algo inexplicable no termina de desaparecer, aunque no está mal conocer toda lo referente a Van Troy añadió para no restar importancia a los datos que había solicitado el inspector. Luego, entró en el taxi, que arrancó hacia el lugar solicitado.

Cargando editor
07/10/2008, 16:26
Kanda Takeshi

-Josef Herzog está muerto, Lausanne-san, tal y como nos informó la teniente -digo, mientras voy accediendo a internet con la blackberry-. Que la señorita Van Troy esté en su casa indica, por supuesto, una conexión; pero no sabemos quién es este hombre y, en estos momentos, no es una información de interés. Me interesa más saber sobre la testigo, principalmente por una razón fundamental: está siendo perseguida muy probablemente. Quizá no vaya sola, lo que favorecería un retraso en su huída. Es fundamental tener un perfil suyo, aunque sea mínimo, para poder intuir cómo puede actuar en una situación de peligro o tensión como es la que está viviendo. ¿Se mantendrá encerrada en un único lugar, a la espera de que alguien acuda en su ayuda? ¿Se moverá constantemente para no ser encontrada? ¿A quién acudirá si se ve en un difícil aprieto? Todo esto son datos necesarios para poder acotar nuestra búsqueda, ya que en caso de que, por el motivo que sea, no se encuentre en casa del tal Herzog cuando lleguemos, la investigación quedaría bloqueada. Quiero saber todo lo que pueda sobre la señorita Van Troy precisamente para impedir que eso ocurra -aclaro, esbozando una sonrisa cortés. Es una estupidez mantener mi enfado o descontento por más tiempo. Sobre todo teniendo en cuenta que ahora vamos por el buen camino. Además es curioso cómo las cosas han terminado... No hubiéramos sabido seguramente del paradero de la testigo si no hubiera esposado a la teniente para, posteriormente, liberarla. El destino es sabio. Y justo. Otra prueba más de la presencia del karma.

Cargando editor
07/10/2008, 17:09
Lausanne Soranno

La agente asintió en silencio, se sintió como una estúpida y una incompetente, así que se acopló en el coche, encogida sobre sí misma, el pelo cubriéndole el rostro, donde su ojo aún aparecía magullado, su cabeza giró en dirección a la ventana y su mano comenzó a moverse por el desgarrón de forma distraída, no había ninguna herida ni daño aparente.

El taxista se movió con rapidez entre las calles de la industrial ciudad, había nieve en algunas partes, y el frío volvía a palparse, aunque la calefacción del vehículo impedía que fuera real, aún así, el trayecto hasta el aeropuerto se prolongó en casi media hora, y cuando se despidieron, emprendieron el camino para recoger las maletas que habían encargado les fueran entregadas en el lugar apropiado para ello.

Lausanne seguía silenciosa, mirando con aire melancólico lo que sucedía a su alrededor, os entregaron las maletas sin ningún inconveniente, el avión partiría en apenas una hora y media. Soranno se disculpó un momento diciendo que debía ir al baño, regresó a los quince minutos más o menos, con el mismo rictus con el que partió, incluso algo más serio, y se limitó a esperar instrucciones de Takeshi, había perdido parte de esa seguridad en sí misma que mostró cuando te abordó en la sede de la interpol, o por lo menos lo parecía.

Cargando editor
07/10/2008, 18:55
Madeleine Strindberg

Los observo alejarse por donde quizás vinieron, al menos la agente sí. Hago una mueca que emula una sonrisa pero no consigo forzarla, hay un olor en el aire que me tiene distraída, consumida y absorta pero lejos de allí. Me levanto lentamente y me acerco al cuerpo sin vida de Steffan; lo observo durante largo rato sin atreverme a tocarlo y las lágrimas caen por mis mejillas sin más, sin que pueda controlarlo o sin que quiera hacerlo. Me agaché muy lentamente y sujeté su mano que empezaba a enfriarse lentamente también, los ojos clavados en los suyos abiertos, sin poderse cerrar ya y me puse su mano en la cara.

Aquel día estaba siendo mucho peor de lo que hubiera imaginado jamás al levantarme y parecía que no podía empeorar, al menos eso. No entendía muy bien qué iba a pasar conmigo y de qué manera pero realmente ya no importaba, sí que le había fallado a mi compañero y me había fallado a mí misma sin poder hacer nada por él y no era lo que quería. ¿Qué quería? ¿Qué diablos era lo que quería? ¿Por qué llorar así por un desconocido? Pero él no era un desconocido, no lo era.

Por un momento sentí rabia contra él, quería golpearlo, hacerlo vivir pero sabía que eso era sencillamente imposible, habíamos sido un par de malditos imbéciles y ahora le había dado un dato a Soranno y a Japón, un dato que le había costado la vida a Steffan pero que no podía seguir yo porque una vez en la vida iba a hacer lo correcto y me iba a entregar. La vida me golpeaba nuevamente y yo, parecía destruida esta vez.

Cargando editor
07/10/2008, 21:40
Kanda Takeshi

Había estado demasiado absorto durante el viaje en comprobar si había recibido el esperado correo como dándole vueltas a las diferentes incógnitas del caso como para percatarme del estado de ánimo de mi compañera. Sólo en el momento en que acudió al baño y estuvo ahí durante 15 minutos empecé a ser consciente de que algo, parecía, no iba como debía. Por eso cuando volvió la recibí con un vaso de café con leche y una amplia sonrisa, sosteniendo la gabardina, plegada, sobre el antebrazo.
-¿Estás bien, Lausanne-san? Disculpa mi actitud de antes, pero cuando estoy trabajando soy un poco... ¿Cómo decirlo? Obsesivo. Tanto que a veces me olvido de que trabajo en compañía y de que la ayuda que puedan brindarme mis compañeros es absolutamente necesaria -llevo ahora la mano libre al pecho-. Te ruego me disculpes. Me tomo demasiado en serio el trabajo y tiendo a olvidar todo lo demás. Como he obviado, por ejemplo, que tu estado de ánimo no es el mejor. Sé que no es de mi incumbencia, y admito que esto es totalmente contrario a mis principios, pero quería preguntarte si te encuentras bien... Sería hipócrita por mi parte fingir que no he visto tu ojo, como también lo sería no decir que te noto con el ánimo caído. Para mí es fundamental que te sientas cómoda o, al menos, en buenas condiciones durante nuestra investigación. No sólo para conseguir mayor eficacia, sio también porque no creo que una chica como tú deba estar triste, Lausanne-san -admito, con sinceridad. Es cierto que el carácter de la joven resulta de lo más entrañable. No es difícil cogerle cariño. Y a estas alturas ya he deducido que la seriedad que adopta en algunas ocasiones no es sino una máscara que le ayuda a llevar a cabo mejor su trabajo-. Sólo quiero que sepas, en primer lugar, que si he sido partícipe en algún tipo de problema que puedas ahora mismo tener, te pido mis más sinceras disculpas. Y, por otra parte, si deseas compartir conmigo alguno de esos problemas, te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte a resolverlos... Y... la verdad es que me resulta raro decir esto... Es algo tan occidental que casi hasta me asusta... -emito una leve risa, tratando de quitar hierro al asunto y, principalmente, darle algún ánimo.

Cargando editor
08/10/2008, 10:13
Lausanne Soranno

La chica se muestra sorprendida al principio del discurso de Takeshi, al que escucha con atención, pero luego va formando una sonrisa en su rostro, no es alegre, sino más bien una mezcla entre cordial y triste, la hacen parecer mucho mayor de lo que en realidad es. Se remueve un poco y sostiene el café con una mano, cuando el japonés termina de hablar, ella alarga su mano libre y acaricia con ella la mejilla del inspector, sus dedos son suaves, y el contacto es de apenas unos instantes, los ojos de la chica brillan por unos momentos.

Eres un encanto Takeshi, dice visiblemente emocionada, todo está bien, no te preocupes por mí, hay cosas, que… sonríe ahora de manera más jovial, como si quisiera apartar algún fantasma de su mente, no tienes que disculparte, no siempre puedo tener un buen día, y con lo que ha sucedido, no puedo ser perfecta bromea acompañándolo de una risa algo pícara, volviendo a parecer la joven que es.

¿El ojo? dice sin perder la sonrisa, ya sabes que soy torpe, se encoje de hombros, me gustaría serte de más ayuda en algunos aspectos, pero, no es mi especialidad, ahora habla en tono mucho más neutro, intentando que su estado de ánimo no vuelva a decaer, agita el café con cuidado, lo huele, y mira a su compañero, ¿Te puedo decir una cosa?, vuelve a sonreír, ahora si iluminándose como las primeras veces, no me gusta el café ríe, quizás algo más exagerado de la cuenta, provocando que algún viajero se quede mirándola por algo más que por su aspecto, Gracias, es un honor saber que puedo contar contigo, tú también puedes contar conmigo te mira a los ojos, y esas palabras se reflejan en ellos, ojalá pudiera contarte más cosas.

Cargando editor
08/10/2008, 12:24
Jan Rhemer

No tardaron mucho más en aparecer los refuerzos, que con sus potentes linternas iluminaron la escena, gritando altos y apuntándote con las pistolas, la mayoría de los agentes te eran desconocidos, y a otros no podías verlos deslumbrada, pero enseguida dieron por controlada la situación. No te esposaron cuando mostraste tu placa, las preguntas comenzaron a lloverte, pero había demasiado desorden y caos, llamaron a las ambulancias, te atendieron por si necesitabas algo, tal vez para el dolor de cabeza, porque las otras cosas que había dañadas en ti, no la curarían unas pastillas.

Finalmente, un hombre se abre paso entre todos, demostrando algo de autoridad, lo cual ya es un paso, es joven, pero no lo conoces, no es de tu comisaría, lo cual es lógico pues andas lejos de la misma, va vestido con unas pantalones ¿de chándal? de color oscuro y una cazadora que lleva desabrochada a mitad dejando ver una camiseta azul marino.

Sonríe, comprensivo con el alboroto, y te tiende una mano, Soy el teniente Rhemer, y usted es la teniente Strindberg, si no me equivoco, es un placer conocerla te estrecha la mano con firmeza, ¿Me puede contar que es lo que ha sucedido? mira a su alrededor, agravando el gesto.

Ahora recuerdas haberlo visto recorrer el lugar con curiosidad, te fijaste porque luce unas zapatillas de deporte blancas, y su atuendo es de lo más peculiar, como si hubiera estado practicando algún deporte antes de venir. Tienes los ojos azules, que se mueven inquietos observando todo a su alrededor.

Cargando editor
08/10/2008, 15:03
Madeleine Strindberg

Las repentinas luces me descontrolaron un poco, de pronto todo era un mar de personas revisando aquì y allà, buscando algùn peligro màs. Enseguida alcè mi placa sin retirarme de donde estaba y entonces, el teniente Rhemer vino hacia mì, no fue sino hasta despuès de hablar unos instantes con èl que recordè haberlo visto antes, su atuendo no era sencillo de olvidar aùn cuando uno tuviera la cabeza embotada como yo en ese momento. Su modo de estrecharme la mano me desconcierta un poco pero atiendo el apretòn de manos con la misma firmeza o al menos eso creo yo.

-Igualmente, teniente Rhemer-respondo con la voz llorosa aùn pero dispuesta a contar todo de una vez.-Cuando lleguè a aquì, el teniente Schwarz ya estaba con estos hombres, escuchè dos o tres balazos antes de subir...

Volvì al vista a Steffan en ese momento, en verdad me parecìa un completo idiota, èl deberìa estar dando aquel informe, no yo.

-Subì las escaleras, recorrì el pasillo y entrè en este maldito lugar-mirè en derredor y luego clavè mis ojos en los suyos.-Uno de ellos me atacò y casi logra darme, las luces se apagaron y... Aquì tengo algo de confusiòn. Bueno, encontrè al teniente pero ellos tambièn nos encontraron, me dispararon y èl se nterpuso.

Continuè obviando los detalles de su muerte y lo que hablamos, ya lo dirìa si hacìa falta y entonces le relatè còmo habìa matado al ùltimo hombre, no hablè de Japòn y de Soranno, esperaba tener una oportunidad de volver a verles la cara, aunque màs no fuera que ellos me visitaran en la prisiòn.

-Lo asesinè a sangre frìa, no fue en defensa propia, Rhemer, lo habìa reducido. Creo que tendràs que arrestarme-dije miràndolo a los ojos.-El jefe estarà muy enojado...

Sonreì y soltè la mano de Steffan que descansaba en mi regazo.

Cargando editor
08/10/2008, 16:25
Jan Rhemer

El teniente tomó nota de todo aquello que le ibas relatando, interrumpiéndote de cuando en cuando para pedir alguna aclaración, y no fue hasta que no hiciste aquella confesión cuando realmente pareció mirarte de verdad, sus pupilas se dilataron, se rascó la barbarilla con una mano, la misma que sostenía el bolígrafo, asintiendo con parsimonia.

Desvió la mirada hacia las manos que se acababan de separar, seguramente eran algo más que compañeros, pensó vistas las circunstancias, no por el hecho de ese contacto, sino por la serenidad con que la agente hablaba del asesinato. Disculpe mi atuendo, estaba jugando al tenis con mi hermana, acaba de cumplir dieciséis, introduce la mano en el interior de la cazadora, y saca un pañuelo, que te tiende, es una chica increíble, lista, guapa, encantadora, pero se va haciendo mayor, y eso me asusta esboza una sonrisa melancólica, se gira a uno de los agentes de uniforme, le hace un gesto y señala a otro policía mayor, Dígale al inspector Voller que la teniente Strindberg y yo hemos ido a tomar un café, se encuentra algo nerviosa y necesito tener más detalles del caso su tono de voz es autoritario, y el subalterno se presta a cumplir la orden con rapidez.

De nuevo se vuelve hacia ti, No sé si un café será lo más adecuado, pero algo tomaremos, ¿le parece bien? pregunta con amabilidad.

Cargando editor
08/10/2008, 17:37
Kanda Takeshi

El contacto inicial me provoca un momento de desconcierto y nerviosismo. Estoy acostumbrado, como es usual en Japón en el ámbito en el que me crié, a que el contacto físico sea mínimo, casi inexistente, salvo entre miembros de la familia y amigos especialmente cercanos. Es una costumbre que en occidente no se comparte, donde el cuerpo actúa mucho más. Por eso no termino de recibirlo del todo bien en mi fuero interno, pero sé camuflar bien mis verdaderas emociones, de forma que no se noten en absoluto a flor de piel. Sonrío finalmente de forma cordial.
-Bueno, hay quienes estamos más preparados para el trabajo de campo, cuando hay otras personas que no lo están tanto. Por desgracia he vivido muchas situaciones similares a la de hoy y estoy acostumbrado, pero entiendo que siendo parte de la inteligencia francesa en trabajos de, supongo, investigación, no estés tan habituada a problemas como el que hemos tenido -añado, comprensivo, cogiendo de nuevo el café que le había tendido inicialmente. Si no le gusta no le voy a obligar a beberlo por cortesía. Eso lo haría yo, pero yo soy un tío peculiar, y soy consciente de ello. Sonrío, eso sí, más ampliamente, contagiado por su risa y más animado al verla recuperar el ánimo perdido.
-Gracias, Lausanne-san, para mí también es un honor saber que puedo confiar en ti -inclino la cabeza respetuosamente, a la manera de mi país-. Pero no deberías ser tan dura contigo misma. Soy joven, más de lo que puedo aparentar, pero desde siempre he querido ser policía y me he preparado para ello. Intento hacer mi trabajo lo mejor posible, y entiendo que esto, si estás acostumbrada a otro tipo de compañeros, te desconcierte. También debes saber que tu ayuda es inestimable: de no ser por ti no hubiéramos acudido a ese edificio y, muy probablemente, no habríamos descubierto nada sobre Liesel Van Troy o, de hacerlo, lo hubiéramos hecho muy tarde. Soy consciente de mis defectos y posibilidades, y creo que en este caso mi compañera es capaz de solaparlos con sus virtudes. Pero no me voy a deprimir por no haber tenido la suficiente intuición como para seguir por mi propio pie a la teniente. Soy demasiado analítico, no lo hubiera visto claro. Gracias a ti que ahora vamos a viajar a Viena, donde está nuestra testigo. ¡Así que arriba ese ánimo! Oh, y ya que lo mencionas, ¿cuál es tu especialidad, si no es indiscreción?