- No tiene ni... idea... - jadea Victoria, en brazos de Obed, completamente desarmada ya, sintiendo el dolor cada vez menos - No sabe nada de ésto... Ella sólo quiere vivir tranquila... "Vivir tranquila"... Je... - Victoria había rechazado una vida tranquila. Hijos, marido, casita con jardín...
La aventura era su juego. Y la partida se acababa en la mejor parte...
- Tú... Tú sí que lo sabes, ¿verdad, vienesa...? Tú... - tos, sin fuerzas - Haz... Lo que tengas que hacer... Mientras puedas...
Victoria morirá aquí. Moriría también - lo haríamos los tres - si aquella puerta negra, lisa y tan repugnantemente inmaculada vuelve a abrirse.
No hay, por tanto, más opción para ella - para todos - que seguir a Karin y enfilar el camino que lleva al único lugar donde la muerte no es una certeza.
Sosteniendo a la mercenaria, viendo cómo se le escapa la vida poco a poco, escuchándola mezclar delirios con - reparo sorprendido - revelaciones no ajenas a Karin...siento una curiosidad insana por huir hacia delante. En otros lugares y otras circunstancias he hecho exactamente lo mismo que voy a hacer ahora: agarrarme a lo que se desconoce buscando el milagro de la salvación. Quien haya creído alguna vez en la existencia de Dios, sabe perfectamente de lo que hablo.
Esto es, nada más y nada menos, que un ejemplo práctico perfecto, Obed.
Karin, vámonos!- apremio guardando la pistola atrás, en la cinturilla del pantalón. Mi otro brazo rodea la cintura de Victoria, sosteniéndola con firmeza y presionando la herida. La herida..., mi culpa.- La linterna.
Es hora de vaciar la mente. Despejarla de preguntas, eliminar la hojarasca que me impide ver con claridad. Concéntrate, Obed, en lo que tienes delante: dos mujeres, un hombre, un pasillo oscuro,...
...sobrevivir.
La miro fijamente mientras habla, notando que la vida se le va por momentos, que se aferra a mí, a mi opción, la única real. La peor de todas. Trago saliva, notando como mis ojos empiezan a brillar.
Escucho a Obed, ¿Seré capaz? Notando en las sienes los latidos de mi corazón ¿Cómo puedes pedirme esto, Karin? A ellos. Coloco una mano en mi boca para ayudarme a respirar, cerrando los ojos un instante, al abrirlos, separo la mano y le tiendo una a cada uno, extendidas, a unos centímetors de sus cuerpos.
Entre los tres podemos intentar salir de aquí con mi don. Pero... pero puede que no lo resistáis, ELLA lo dijo, es a costa de vuestra energía. Con voz rota, lúgubre, saben que les hablo de la muerte, de la suya, y miro a Vi, sinceramente creo que es la que marca la diferencia, y la que creo que no va a sobrevivir. Pero es la única forma de cumplir lo que dijo, de eso estoy segura.
Miro a ambos, esperando su aceptación, su contacto. Y que sea lo que dios quiera.
- Mi diferencia radica... entre... Morir en éste sitio oscuro ahogada en mis propios meados... o morir de forma... "Sofisticada"... - el último golpe de sarcasmo, no podía faltar tratándose de Victoria Kreuk - Y echando una mano... Si al otro lado podéis enterrarme... Que sea con un vestido negro de Chanel y con una lápida que diga "aquí yace Victoria Kreuk, o la versión femenina y guapa de Rambo", o mi fantasma... os atormentará: Os lo juro - naturalmente, no era cierto... Pero daba mucho más gusto disfrazar la muerte que enfrentarse a ella en un baile sin disfraces: El suyo era el humor. Nació siendo dura, y moriría del mismo modo.
Pálida, tragó saliva... Un gusto metálico y ácido a la vez...
- Venga ya, coño... - sollozó, mirando al suelo.
Ninguna de las dos bromea, pero...todo resulta tan increíble, tan delirante, que mi cerebro se divide entre razón e intuición.
Por el amor de Dios, Karin!...- dice la razón, exhausta y de nuevo sorprendida, sabiéndose inútil e incapaz de encontrar el rastro de la lógica.
La intuición, sin embargo, hace que mi brazo derecho estreche a Victoria contra mi cuerpo. Lo hace con vigor, marcando los músculos bajo la piel desnuda, aumentando el área de contacto: Victoria está débil. Yo me encuentro con fuerzas...., y si todo se reduce al intercambio de energía que Karin reclama...quizá ese "venga ya, coño" no sea lo último que salga de la boca de la mercenaria.
Con los ojos de la razón, miro a las dos mujeres y me decido en tomar el mando de la situación. Daremos media vuelta, pienso, y abriremos la puerta. Ella aún puede disparar. Es buena. Es dura...y este pasillo hará de "cuello de botella": los eliminaremos según entren...Sí, eso es. Uno a uno. No parecían muy rápidos, tampoco demasiado listos...
Aún así, la intuición rechaza esos planes, por absurdos y suicidas, y hace que mi mano derecha presione aún más sobre la herida de Victoria, manchándose ya de su sangre. Mientras, el brazo izquierdo se extiende dubitativo hacia Karin. El puño se cierra lentamente, a mitad de camino, haciendo de él el último bastión de la parte racional.
Son los ojos de Karin de Viena. Ellos provocan que el puño se abra. La intuición gana...y estrecho su mano.
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierr...- qué pocas veces te ha ayudado esto, Obed...
Miro a Vi, viendo toda la entereza que yo no tengo todavía, mujeres como ella son las que debería tener este don. Como Annek. Gracias, incapaz de decirlo en voz alta.
Tras su aceptación, miro a Obed, suplicaría por que saliese corriendo y me dejará aquí. Cuando se agarra a mí y empieza el arrullo de la oración en mis oídos, noto el contacto húmedo de una lágrima que se desliza por mi mejilla.
Que dios me perdone.
Cierro los ojos, pensando en Roux, la muchacha rubia que me ayudó, aquélla que había sufrido las mismas crueldades que yo, la que soportaba la misma carga. Aprieto un poco la mano de cada uno. Respiro profundamente. Lo haré, este sacrificio no será en vano, será lo que me dará la fuerza necesaria para resolver lo que venga.
Y me aíslo de lo que me rodea, solo el recuerdo de la explosión de poder que sentí con Raiza. Sólo veo a la francesa, lo único que siento es la necesidad apremiante de ir con ella. Poco a poco… más y más….
¡¡¡QUIERO IR CON ROUX!!!
Una sensación muy diferente a cualquiera que habéis sentido hasta ahora os recorre el cuerpo, Victoria y Obed sienten como si algo absorbiera su vida desde las entrañas hasta la parte del cuerpo que está en contacto con la austriaca, y luego una explosión, todo se vuelve negro al principio y tornándose poco a poco en una claridad casi cegadora…
El dolor aumenta de intensidad, hasta volverse casi insoportable, es como si algo os intentara aspirar, un grito de la mercenaria resuena en vuestra mente, imágenes de una niña rubia, caminando por unas calles desconocidas, imágenes que se mezclan con muerte y sangre, una orquesta, instrumentos, una familia de raza negra, ríen, todo es confuso, sentís claramente como su vida se apaga, y al hacerlo el dolor de Obed y Karin aumenta de manera exponencial, la presión las manos de Obed va cediendo, poco a poco, aflojándose hasta que casi se escurre.
La imagen de Roux, una joven mujer blanca, de aspecto abatido, demasiado lejana, Karin lo sabe, un niño, Emil, no lo vas a conseguir, es lo mismo que la otra vez, ese maldito portal…
Y entonces todo cesa, la luz, el dolor, sólo el impacto de vuestros cuerpos contra el suelo, tres cuerpos, dos vivos y uno muerto, el rostro de Victoria aparece desencajado por el dolor, pero sus ojos inertes, se ven diferentes, simplemente eso. Una extensión de terreno familiar para Obed, apenas podéis moveros, cansados y agotados, pero habéis conseguido salir de aquel extraño edificio para terminar cerca de Bukavu…
En esa escena continuamos.