Partida Rol por web

Sin más animos de intentar otra maniobra y tentar de nuevo al diablo, se decidió Will por dejar ese lugar de desgracia, rezando porque la cámara no hubiese podido tomar imágenes muy claras de su rostro.

Corrió hasta su motocicleta a escasos metros de donde estaba, encendió el motor y aceleró la máquina, alejandose del lugar sin mirar atrás.

Así volvió a la ruta, y como desconocía que hora de la madrugada sería con exactitud, decidió conducir destino a New York y no arriegarse a ver el amanecer intentando llegar a Filadelfia antes que la noche muriera.

El camino, aunque se deslizaba raudo por debajo de su Harley, le parecía interminable y amenazante. Sus ropas manchadas de sangre le inquietaban profundamente. Pero  no tenía tiempo para reponerlas ni deseos de deshacerse de ellas.

Esperó que el viento secara la sangre y que la oscuridad ocultase las manchas de su espantoso crimen y su nefasta naturaleza...

Mayo 12 de 1995, Ruta 95, 3:40 am, Entrada de New York

Las luces de la ciudad de New York eran visibles desde hace 40 minutos, su resplandor dejaba un rastro fluorecente en el cielo nocturno que empezaba lentamente a hacer desvanecer las estrellas de una noche clara, la sangre en tu cara se había secado, o eso parecía, desde hacía unas millas atrás, y el recuerdo de aquel asesinato era latente, además de la impresión de que tu instinto de partir de inmediato parecía ser de auto-conservación. Que Dios o el Diablo te juzgaran luego.

Las zonas suburbiales de la Metrópoli se alzaron ante tí, mientras a lo lejos, el juego de luces de los rascacielos de Manhattan señalaban la isla, a pesar de la hora, es como si esa ciudad no durmiese. El tiempo apremiaba, los amaneceres, según recordabas empezaban bastante temprano en Boston, y la diferencia en Filadelfia sería mínimo, si antes de las 6:00 am, quizás menos no llegabas, seguramente el sol daría cuenta de tu no-vida, y haber dejado un cadaver en New Haven sería, ciertamente el menor de los problemas.

Al menos New York parecía más amistoso, aunque más grande e imponente, seguramente escondía sus propios oscuros secretos y sus propios diablos internos.

Al ver a la gigantesca metropoli alzarse tan luminosa y amenazante a pocos kilómetros se dió cuenta que sería muy arriesgado pasearse por las calles en el estado en que se encontraba. Así que decidió  dormir en un hotel de ruta alejado de las millones de miradas curiosas de la ciudad.

La noche tenía que terminar de una vez, y cuanto antes mejor. Sabía que estaría muy complicado a la hora de llegar a tiempo a su "cita", pero en ese momento no quería saber nada de eso ni de cualquier otra cosa.

Dormir y olvidar, deseaba resignado...

Mayo 12 de 1995, Ruta 95, 4:34 am, New York

La zona es bastante deprimida, vagabundos dormidos en la calle, grafittis en cada muro, casas en ruinas, ventanas tapiadas, sirenas policiacas a lo lejos, has llegado a uno de los clásicos barrios de inmigrantes Neoyorquinos, de los que has oído, no sabes bien donde estás, y la música del ambiente, un poco cargada de la pobredumbre de los mortales, y la inquietud de que aquellos sitios serían inseguros incluso para un vástago desprevenido y desconocedor de la ciudad... como tú.

Tras darle una vuelta a varios sitios, encuentras un pequeño motel, que aparentemente, solía tener un brillante letrero de Neon, ahora apagado, "Old dad" se alcanzaba a leer, mientras la puerta desde allí, se veía bastante deteriorada, de vidrio, con algunos rotos reparados con una lámina de metal oxidado detrás, las ventanas de aquel edificio de 5 pisos, quedaban ocultas tras el letrero, algunas tapiadas y otras rotas. No parecía el sitio más cómodo, pero quizás podrías encontrar refugio, al frente una licorería cerrada, y bastante asegurada, y varias casas con el mismo estilo.

Y por si fuera poco, un escalofrío volvió a recorrerte, y la imagen de "Johann" regresó a tu mente...

El recuerdo de Johann volvió por un momento, el horror le visitaría seguramente durante mucho tiempo en el futuro, pero ahora no había tiempo para ponerse a temblar como un niño asustado.

-Ya tendrás ocasión de atormentarme en mis sueños, ahora descansa y déjame hacer lo mismo- Dijo para sus adentros.

Detuvo su motocicleta frente al motel y entró al lugar a paso firme y con rostro de pocos amigos. Le fastiadiaba el mundo esa noche. Y más le perturbaba la idea de dejar su querida Harley afuera en un barrio tan poco confiable. 

Así que se dispuso a tratar de disuadir al encargado del motel de darle también refugio a su máquina, por las buenas o por las malas... 

El encargado es un hombre de unos cuarenta años, de color enfermizo que dormita en su asiento, tiene unas enormes entradas y una calva que empieza a extenderse lentamente con los años, su cabello pareciera que antaño fuese un rubio vivo, ahora solo queda un pajizo nostálgico, y las arrugas lo toman, tiene un cabestrillo que inmoviliza una mano enyesada. Cuando te oye entrar, se levanta, sus ojos están inyectados en sangre, al parecer del cansancio, huele a café y parece asustado al verte, de inmediato, retrocede mientras busca algo entre su pantalón y dice con una voz temblorosa y ligeramente chillona.

-B-buenas noches... desea algo?- está "en guardia" y parece mirarte con increíble alarma, como si fuese a salir en cualquier momento, al acercarte más notas su camisa amarillenta y arrugada, así como un olor a sudor. Y un ligero aumento de su palpitar que llega como un suave zumbido para tus oídos.

Por dentro las perspectivas no son mejores, la recepción, donde está el hombrecillo, es un puesto en madera sucia y raída, el piso es en madera, cruje con cada paso tuyo, y las luces parecen débiles, una telaraña se nota en una esquina, una alfombra que huele a humedad guia por un pasillo a la izquierda de la recepción y se pierde en unas escaleras. Un cuaderno viejo y arrugado, con señales de alguna vez haber sido mojado, está sobre la madera, y un esfero sin tapa descansa en el medio. Una campanilla plateada, lo único brillante del lugar y limpio. El sitio olía peor que el sujeto, a madera húmeda y polvo... pero es lo mejor que podrías conseguir por esa noche...

El lugar le pareció tétrico, como salido de una historieta retorcida, pero no podía pedir más. Había estado en lugares peores de todas formas. Un poco de descanso y tranquilidad serían un paraíso esa noche, o al menos eso se obligaba a creer.

-Oiga, quiero una pieza para esta noche- Dijo en un tono casi de orden.- Y un lugar para mi Harley.

El sujeto parecía muy inquieto, como si hubiera visto al demonio. Y no estaba tan equivocado. Pero no tenía tiempo ni paciencia para pensar en tales cosas. Volvió a hablar, esta vez con más firmeza y apuro:

-Quite esa cara, pienso pagarle- Dijo con una tosca sonrisa  mientras ponía algo de dinero sobre la mesa

- Siempre y cuando no haya ningún contratiempo, pero eso no pasará. ¿No?- Añadió devolviendo la seriedad a sus rostro...

El hombre tenía una barba incipiente, su nariz regordeta mostraba también algo de vello, y sus ojos parecían desorbitados entre más te acercabas, temblaba incontroladamente y tu orden pareció llegar a sus oídos como un campanazo, mostró una dentadura torcida que por poco empezaría a castañetear, cuando completaste la oración, su rostro de repente asumió una expresión de desconcierto y temor, cuando tu dinero cayó sobre la mesa, el tipo se apresuró a cogerla con su mano buena, y la guardó en algún cajoncito escondido a la vista en la recepción y como si hubieses activado una palanca, habló por primera vez.

-S-Si claro b-buen hombre, p-podríamos d-dejar su moto aquí en la recepción s-si lo desea- lo dijo con tal rapidez y presteza, que por poco temiste que se fuese a desmayar. Abrió el pequeño portón que daba acceso al puesto de madera y se puso a tu lado, pasando con rapidez, visiblemente intimidado, hasta la puerta.

-P-Puede entrarla?- comentó mientras sonreía, y su mano buena, temblaba sosteniendo la puerta. Su gesto era hipócrita, y su aspecto, deplorable, por decir más, sus zapatos viejos y enormes y su pantalón, oscuro, mostraba más manchas que todo el techo del recinto, lleno de humedad.

Antes de que el infelíz terminara de decir sus palabras, William ya se estaba afuera junto a su motocicleta, la cual llevó inmediatamente a la recepción, dejandola parada a un costado de las misma sin reparar mucho en sí molesteba o no.

- Aquí esta, que nadie se le acerque- Dijo seriamente mientras miraba su reloj. Ya faltaba poco para el amanecer. Una noche demasiado larga y accidentaba agonizaba. ¿Habría valido la pena? No lo sabría esa noche al menos, ni quizá nunca.

Estaba tras la pista vaga de Jeremías. Pero había subestimado la situación, y ahora sabía que Filadelfia no sería un lugar de paseo. Tendría que emplearse a fondo, y desconfiar hasta de la luna con tal de no fracasar en su cruzada.

Ya que si todo se perdía no tendría nada, estaría más a la deriva que nunca. Pero ya  tendría tiempo de pensar y angustiarse luego, ahora llegaba el alba.

- Ya es tarde, deme las llaves de la habitación. Por lo demás no se moleste...

El hombre asintió vigorosamente, aún impresionado por tu rapidez -E-entendido s-señor...- y como si hubiera recordado algo se lanzó, prácticamente de regreso a la recepción donde tomó el esfero que habías visto, y con una sacudida como para conseguir tinta, y un pulso débil y tembloros, te miró -¿S-su n-nombre?- dijo mientras trataba de sonreir. Tu motocicleta, era lo más reluciente y resaltante de allí, de verdad era un contraste fuerte entre la pobredumbre y un elemento que significaba tanto para tí, aún siendo un vástago. -S-son solo trámites- respondió el sujeto por si te podrías molestar.

Luego, presto y agil, busca dentro de la vitrina interna, hasta que saca una llave que hace unos años brillaría de un plateado, pero que ahora, opacada y sucia, estaba pegada a un viejo llavero de plástico cuyo aviso sería el de aquel antro, pero que con el tiempo se había borrado. Con una cita adhesiva como para repararla, decía 304, las llaves colgaban de la mano buena del sujeto de forma temblorosa. -La habitación es esta, al f-final del pasillo del t-tercer piso- comentó aún bastante intimidado... una buena pregunta para esa noche, quizás... habías olvidado algo...

No contestó a las preguntas.Se empezaba a aburrir del encargado. Solo quería dormir un poco, habría tanto por hacer la noche siguiente.

Subió las escaleras pesadamente, los peldaños crujían bajo sus pasos. Todo el lugar parecía un desastre, un refugio adecuado para alguién como él.

Al fin llegó al tercer piso, y se precipitó dentro de la habitación 304. Cerró la puerta con llave y tomó un par de recaudos más de seguridad antes de echarse sobre la tosca cama del motel. No podía dar ventajas ni confiarse más.

Y con gustó se entregó al letargo y la breve calma del sueño. ¿O acaso al caos de la pesadilla?

Eso ya no importaba.

-Que venga el alba- Murmuró, mientras su conciencia se perdía con la noche...

La puerta que daba inicio, era café por completo, perdiendo progresivamente su coloración, se abrió con una queja constante, no parecía muy segura... y la habitación no mejoraba las perspectivas, una cama bastante pequeña y por demás, estrecha, reforzada con unos barrotes ahora oxidados, las sábanas estaban blancas, pero con pequeños agujeros, percudidas y empolvadas, este lecho, estaba junto a la ventana, que quedaba detrás del letrero, dejando entrever parte de la noche, las cortinas eran un velo casi transparente, mal recortado al final, y que sin duda alguna no podrían ayudarte a evitar que la luz entrara al amanecer. El piso de madera, chillaba ante cada paso, el techo, un cielo raso descuidado, tenía tantos huecos y manchas de humedad, que la perspectiva de una caida de pedazos de este, más que una posibilidad, era una inminente realidad. Las paredes ostentaban grietas enormes, y una falta de aditamentos y decoración que hacían parecer el sitio más vacío de lo que estaba, una mesa pequeña, coja, que quizás pudiese sostener un televisor insistente, había una pequeña puerta medioabierta, con un tubo para la ropa, demasiado estrecha para tu contextura y con un olor peor que el de todo el conjunto. El aroma del cuarto era constante al del hotel, humedad y a madera podrida por los años, también a óxido que se filtraba por las ventanas.

Afortunadamente había baño, de entrada, el espejo, había perdido su marco y tenía un irregular borde, al observarte, tu tez pálida contrastaba con los rastros de sangre seca que quedaban en tu boca y parte de tu chaqueta. Quizás eso solo aumentaba tu imagen intimidante... el lavamanos era de tamaño pequeño, sin jabón, y al abrir la llave, se podía oir el eco del esfuerzo de la tubería por traer algo de agua. Había una pequeña ventana hacia tu derecha, al lado de una ducha con una cortina de tela deshilachado, el pequeño orificio tenía vidrios sucios (y merecía a pesar de todo ser llamada ventana), el tubo que traería el agua sobresalía de una pared pelada. No había tampoco una toalla a la vista.

Y surgía no solo la necesidad de protegerse... sino de evitar que alguien entrara durante el día a importurnarte...

El estado de la habitación era desalentador. Los rayos de sol se filtrarían por todos lados si no se aseguraba de lo contrario, y para peor la seguridad de su nueva guarida le parecía deplorable.

Tenía poco tiempo, así que dejaría de lado las sutilezas. Cerró la puerta con llave detrás de él, y la trabó arrimandole  la cama y la pequeña mesa que encontró en el cuarto.

Le pareció que lo mejor sería encerrarse en el baño, tapando primero la pequeña ventana. Para ello se sirvió de las sábanas de la cama y la cortina de la ducha, las cuales intentó colocar de manera tal que no dejarán entrar la luz solar...

En los veinte minutos que te tomó reorganizar todo, el cuarto cambió de aspecto, la improvisada barricada, pesada de mover, ahora bloqueaba por seguro cualquier intento de ingresar a tu habitación, curiosamente parecía que había más espacio, el sitio donde estaba la cama estaba más limpio y claro que el resto, como si aquel viejo y sucio mueble no hubiese sido movido en años... un leve rezago de nostalgia y las ventanas se movían balanceadas por la fuerza de una brisa que parecía portaba un mal presagio... empezabas a sentirte lentamente aletargado, ese hormigueo inusual lo conocías bien, es la sensación que antecedía al amanecer... en unos minutos el sol se asomaría y la maldición te empujaría con fuerza al letargo diurno al que estabas condenado...

Tras improvisar una tapia de tela sobre la ventanita, el sitio quedó oscurecido de forma aceptable, una vez más tu rostro ensangrentado apareció frente al espejo, con el reflejo pálido de tu tez, y quizás algo de terror en tu mirada... todo esto por cubrirte de una muerte por el sol... jamás habías presenciado algo así, pero "el viejo" te lo había advertido y tus energías se desvanecían en el sopor del gran astro sobre el cielo...

Sería un día muy muy largo...

El espejo le pareció cruel. Su imagen se había distorcionado, o quizá eran sus embotados sentidos. No hubiera sabido decir  con certeza que sucedía, pero aborreció a la imagen que veía:

Un bestia o algo peor, eso es lo que veía con espanto.

Por un momento quizo dispararle al sujeto del otro lado del espejo, pero el estupor sobrevino antes y se derrumbó en seco sobre el suelo del baño.

El húmedo techo del humilde baño, esa fue la última imagen que tuvo de esa maldita noche, luego todo se desvaneció y la oscuridad invadió su mundo, mientras afuera el Sol se alzaba abrasadoramente una vez más en el firmamento...