Partida Rol por web

En cuanto vi como el operador del mortero caía sin poder volver a lanzar su mortífera carga contra nosotros comencé a buscar un nuevo objetivo. Mientras lo hacía, me percaté como los impíos oficiales del enemigo señalaban a los Cyclops, pronto serían pasto de sus disparos. - Mesut, establece comunicación con el sargento Seker. Dile que los malditos herejes han detectado a los Cyclops.- Hablaba mientras buscaba mi siguiente objetivo.- Que corte el avance pues la brecha se abrirá en el muro oeste.

En mi recorrido visual por los muros había detectado otro mortero y un lanzamisiles, los había descartado pues estaban recargando y aún tardarían en poder volver a disparar. Al fin lo encontré, un cañón automático listo para volver a disparar.

Cerré los ojos un segundo y tranquilicé mi respiración, cuando los abrí seguí los movimientos del condenado hereje y cuando supe que no fallaría apreté el gatillo.

Gabarri se recuperó de la impresión de haber visto a la muerte de cerca y apuntó de nuevo persiguiendo el objetivo de acabar de una maldita vez con la vida de aquel malnacido que estaba convirtiendo a tantas hienas en coladores humanos. 

Confiando en sus habilidades, cambió el selector de tiro a semiautomático y dejó que una potente ráfaga saliese en hacía las alturas de la torre. Los impactos provocaron una polvareda al golpear los sacos que había en la cima de la torre. 

Shan Dianqiú se estaba quedando atrás y era hora de avanzar, con un último disparo al operador del lanzamisiles recogió el cañón de plasma y se preparó para ponerse en movimiento. Desde lejos le dedicó un gesto elevando el puño a sus compañeros de Drafeliv por contribuir a la progresiva desaparición de los riesgos hacia los tanques, en especial apreció los disparos de Jiang Li y el esmero de Shänshän.

La explosión pilló por sorpresa a Arrin, que no sabía que sucedía en el principio de la fila que estaban formando. Escuchó los reniegos de Kord y supo que el Sargento había pisado una trampa dejada por el enemigo. - Éstos túneles son una pesadilla señor. ¿Deberíamos intentarlo por otro pasillo? De todas formas, ya nos han escuchado, pero supongo que les será complicado determinar exactamente de dónde viene el sonido en éste laberinto. Con tanta pared y tanto rebote de sonido, será complicado orientarse hacia una explosión. - 

A pesar de estar hablando por el micro, seguía atento a sus espaldas, con el rifle en ristre y preparado para abrir fuego en cuanto viera algo hostil dirigirse hacia ellos. 

Sus hombres eran los que más estaban sufriendo durante el asalto, pero todas las cosas ocurrían según los designios del emperador. Supuso que al ser la primera vez que sangraban, debían de hacerlo más que el resto, pues todo estaba así dispuesto. La distancia hasta la muralla, la ausencia de Cyclops en el sector oeste, el número de enemigos...

-Sea así, divino Emperador- Musitó segundos antes de que otro proyectil de aquel macrocañón cayese entre los hombres de Tabris, esparciendo de nuevo la muerte sobre aquellos pobres hombres.

Por su comunicador escuchó de nuevo a Yngvarson de los Varangianos, así como el de uno de los soldados de Tabris. Llamó al cabo Murat entre aquel estruendo.

-Aquí Seker para Yngvarson de Varangia, negativo, repito, negativo, no podemos retirarnos, hay que cubrir a los cyclops del sector oeste, cuando derriben la muralla iremos directos a por el macrocañón, cueste lo que cueste, que el Emperador esté con vosotros y con sus máquinas de demolición-

Luego se dirigió a sus hombres -Soldados de Tabris...- Comenzó antes de que las interferencias hiciesen acto de presencia en su equipo de voz.

-Ord...Aguan..Pos...Fuego sob....POR...EMP...- Viendo que aquello no funcionaba, se le calentó la sangre y le dio un par de manotazos al chisme.

-JODER MURAT, ARREGLA ESTA MIERDA, NO PODEMOS ESTAR ASÍ- Gritó a su cabo antes de disparar contra un oficial enemigo.

-Mierda...-susurró Orrin entre dientes, después de que aquella explosión ocurriera y comprobar que estaban enteros. Al menos, la mayoría. La parte mala es que habrían alertado a esos cabrones, pero si se daban prisa, aún podrían pillarles con los pantalones bajados y la gallina en la mano.

-Hay que avanzar, antes de que se preparen o den la alarma. No podemos permitirnos grandes retrasos-replicó, mientras apenas quitaba ojo al auspex, atento a posibles sorpresas adicionales. Pero en aquel condenado lugar, el aparato lo estaba teniendo complicado para identificar todo. 

seguía en mi cobertura matandome con el endiablado rifle laser, "Maldito artefacto del averno, ¿como puede fallar en un asalto como este?" noto como mi compañero iba a abrir la boca, pero se da cuenta que mejor callado, pero por fin consigo desencaquillar el arma, "alabado sea el emperador y su gloria" digo mientras recargo el arma y tire la batería que había dado problema.

La proporción de bajas no le estaba gustando nada.

Cierto... los granaderos estaban sufriendo muchas menos bajas que el resto de las unidades, pero esto era por supuesto, así que no lo contaba como una ventaja real. Escuchaba las muertes de muchos hombres buenos y bravos, en la sazón de la vida, en un estilo de batalla que no encajaba tanto con ellos... y no podía hacer nada más que mandar avanzar y que se ofreciera fuego de cobertura. Para que estarán los penales, protestó amargamente en su interior ante el derramamiento de tanta sangre buena y noble.

-¡MIS LEALES! ¡MIS BRAVOS CABALLEROS!

Elevó la voz por encima del sonido de las explosiones, caminando por encima de lo que creía, y parecía, alguien que había estado vivo no hacía demasiado.

-¡MANIOBRA EVASIVA! ¿VEN ESOS ARTEFACTOS? -dijo, señalando con la sierra a los muros donde se encontraban los cyclops- ¡Y AHORA, PREPÁRENSE PARA COBERTURA! ¡QUIERO A TODO EL MUNDO PREPARANDO SUS CARGAS INCENDIARIAS! -dijo mientras empezaban a moverse en marcha a la dirección indicada, alejándose de la desconocida (pero sin duda potente) área de efecto de lo que consideraba una exótica gollería de los besabrujas- ¿VEN ESE FLANCO EN EL MURO? ¿EL QUE LES INDICO DELANTE? ¡FUEGO DE COBERTURA, ESTILO TYVIANO! ¡QUIERO QUE LOS AULLIDOS Y EL SONIDO DEL BORBOTAR DE LA CARNE DE ESOS SUBHUMANOS AHOGUE CUALQUIER ORGANIZACIÓN QUE SE ENGAÑEN EN QUE PRETENDAN TENER! ¡FLANCO ALFA... DESCARRRR-GUEN! ¡FLANCO BETA... DESCARRRR-GUEN! 

Finalmente Ynestrillas decidió hablar luego de un largo silencio en el campo de batalla. Los Tyvianos, marchando levantaron sus armas en arco deslizaron el barril hacia delante y depositaron la munición, luego dispararon, llevando la lluvia contra los traidores del imperio.

Onorato siguió la orden junto a sus hermanos, luego de ello se apresuró para mantenerse a la par de su regimiento.

Instintivamente, Reinhardt resistió el abrazo de la explosión agachándose, confiando en que la ceramita de su armadura de caparazón absorbiera la peor parte del impacto. El montón de polvo y mierda que la trampa levantó terminó de mancillar de una vez por todas el blanco huesudo de su armadura, pero cuando se disipó demostró que estaba de una pieza y que las heridas que había sufrido eran superficiales. Le costó unos segundos comprender qué era lo que había pasado, y cuando por fin se enteró se maldijo a sí mismo por no haber sido capaz de ver el dichoso cable.

—Seguimos adelante. Orrin tiene razón —susurró al microcomunicador, mientras limpiaba torpemente las lentes de su casco—, hay que avanzar. Tenemos que acabar con ellos antes de que den la voz de alarma en la Ciudadela. ¡Vamos!

-Omnissiah, que la luz azul carbonice al hereje…-Dijo con el Rifle de Plasma en las manos. Contó hasta tres y disparó sobre el hereje con el cañón laser, con la mirada fija en este y el piloto que indicaba que el rifle estaba en máxima activado desde mucho antes de que su hermano Lee le pasara el arma una vez había refrigerado. El disparo de ambos hermanos surcó el aire, dejando de si una estela de aire caliente, tras este, se produjo el habitual cambio de armas.

El muy cabrón había muerto. Uno menos. Las oleadas de penales seguían cargando hacia las torres, pero a Desastre le bastó una mirada para fijarse en que la muralla principal no parecía muy impresionada. Más bien parecía a la expectativa. Eso le hizo desconfiar. Si fuera él, las torres estarían cargadas de explosivos hasta los bordes. Su misión era distraer a las tropas, así que no veía necesidad de arriesgarse a morir todos por algo así. Se quedó dónde estaba, con los pies afianzados al suelo, y disparó al soldado pesado que quedaba, pero su tiro falló impactando a la piedra bajo el parapeto. Maldijo, ¿cuando tendrían armas decentes?

Dagmar siguió avanzando, obedeciendo las órdenes del Sargento, mientras maldecía lo poco inteligentes que habían llegado a ser. Cómo no habían caído en que aquel asqueroso lugar podría estar infestado de trampas. Tendrían que tener más cuidado a partir de ahora si no querían que aquellos túneles se convirtieran en sus tumbas.

Aunque como médico se sentía impulsada a examinar la herida que Krause había sufrido, la joven se contuvo. No era ni el momento ni el lugar adecuado. El enemigo podría aparecer en cualquier momento y sería mejor que el encuentro se produjese en una zona más ventajosa para ellos.

Kord asintió obediente ante las órdenes de su Tempestor, mientras se preparaba para escudriñar lo que pudiese venir delante:

- A la orden Tempestor, ¿Quiere que vaya en cabeza o irá usted? - Lo dijo en un tono claro, como pidiendo instrucciones. Aún no se había acostumbrado a este nuevo Tempestor, y por lo tanto, no tenía la fluidez sin palabras que confiere la camaradería prolongada.

Comprobó por enésima vez los niveles de su rifle y visores, impaciente por acabar con lo que fuera que diese esas señales y salir al exterior. Odiaba los túneles estrechos, eran ratoneras y pozos de muerte.

Jarl escuchó los aullidos en medio de la batalla. No se trataba de un engendro de la disformidad sino de su propio sargento gritando como un poseso. Sólo alcanzó a escuchar "la batería", "vuelve" y, de manera bastante ignominiosa, "bastardo psíquico". Justo en ese momento se giró para ver como un torrente de plasma impactaba al soldado del cañon láser, así que su voz se unió a la de Snarl para formar un poderoso eco que de nuevo se convirtió en electricidad pura, azotando la superficie de la batería con la energía de la disformidad.

A continuación, resoplando por el esfuerzo, volvió a acercarse a sus compañeros de regimiento. Yngvarson tenía razón, ir correteando por ahí solo hacía que tarde o temprano alguien decidiese que eras un buen objetivo...

—Seguimos adelante, Hagen —contestó, desdeñando su ofrecimiento. Entendía que el especialista estaba ansioso por probar su valía, pero la explosión no había sido más que un rasguño y seguía creyendo que la mejor opción era que él y su espada sierra siguieran en cabeza. 

Shänshän procuro que su ánimo se mantuviese tan impasible como su rostro cuando las lecturas de su matriz la confirmaron sus peores temores. Los datos y las maquinas no mentían, nunca lo hacían. El vehículo estaba muy mal. Repararlo les llevaría tiempo, mucho más del que disponían en aquellos momentos.

El rezo que entonaba se volvió más pausado, el vocalizador integrado de su unidad respiratoria dando a su voz un tono solemne mientras recitaba los salmos de despedida. Habría deseado poder conectarse mentalmente directamente al chimera, para hacerle ver mejor al espíritu-maquina que no se encontraba solo en los que podían ser sus momentos finales; pero no había manera rápida de acceder al interior del mismo y sus puertos de enlace sin causarle aún más daños.

Mientras rezaba sus herramientas y las de su servidor se movían sin descanso. Haciendo todo lo posible para asegurase de que si aquel maltratado guerrero sobrevivía a la batalla pudiese ser reparado. Su destino estaba ahora en manos del Omnnisiah.

- Me gusta. Adelante. La retaguardia es mía. Metámosles caña, Sargento. San Drusus está con nosotros, pues nada le ha pasado, señor. Vamos por el buen camino, es otra señal. - animó Arrin. 

Miró a su pardillo, entrado ya en canas suficientes como para ser el padre de todos ellos. - Vamos, recortemos distancia y atentos. - sus armas apuntaban a la parte trasera, dispuestas a abrir fuego en cualquier momento. 

Rabiah recuperó la visión poco a poco, parpadeo a parpadeo. Notó líquido correr por sus hundidas mejillas. El blanco de sus ojos se había tintado de rojo y lágrimas de sangre surcaban su rostro. Gruño, rabiosa, y señalo hacia el cielo.

¡Puedo notar Su presencia entre nosotros! – Gritó a los devotos cercanos, antes de proyectar su voz contra los caóticos, que a buen seguro no la escucharían – ¡No podréis ocultaros de Su luz! ¡¿Escucháis el estruendo?! ¡¿Escucháis el redoblar de los pasos de Sus devotos, Su vanguardia, los heraldos de Su gloria?!

Apuntó con su M36 y disparó sin pensárselo demasiado, mientras continuaba con los gritos.

Gabarri logró por puro milagro esquivar la pareja de disparos que llevaban su nombre escritos en ellos, y que impactaron en el suelo tras él sin más efecto que levantar nubecillas de tierra. Parecía que el Emperador tenía todavía algún favor guardado para el legionario penal, pero era muy improbable que sucediera algo así de nuevo.

El tirador, contrariado, cambió de objetivo y pasó a apuntar al otro enemigo inmóvil, a pesar de que iba más protegido, aquello sin duda lo haría más lento, y de nuevo, dos disparos volaron, esta vez hacia Desastre McKnife. Era poco probable que fueran a hacerle mucho daño, teniendo su armadura de caparazón "artesanal", pero nunca estaba de más no confiar en la suerte.

Pero a pesar de las bajas y los disparos que les llovía, el asalto parecía ir bien para la 34ª Legión. Los demás grupos de penales empezaban a ascender por las torres, y el que ya había llegado arriba de la de la derecha no tardó en empezar a arrollar a los defensores a base de golpes indiscriminados con sus armas y sus puños. Los demás comisarios buscaron mejores posiciones de disparo y de ver la situación general del combate, mientras que Nereida seguía lanzando arengas y órdenes a unos hombres ya enfervorecidos por las drogas.

Los que no lo estaban aprovecharon para avanzar, preparándose para la siguiente fase. Aquellas torres tan solo eran la primera parte, y ni siquiera eran la más dura a pesar de que docenas de hombres habían caído ya en el ataque. Por suerte, si algo tenían las legiones penales, eran hombres. La artillería de la Ciudadela todavía llovía sobre la columna penal, pero estos seguían avanzando, y nuevos pelotones lograron alcanzar la entreda del desfiladero, listos para unirse al ataque y encontrar su redención al dar la vida por el Emperador.

Una buena forma de gastar Su moneda.