Llegando al disco de evacuación
Metidos en la tensión de aquel conflicto por la supervivencia, Eylo aun tuvo tiempo de sorprenderse por la coordinación, y aceptación, que estaba teniendo con Quest. Esta confianza que la sargento depositaba en él lo animaba a seguir adelante, a confiar más en su intuición y perspectivas, aunque se sentía avanzando por senderos cenagosos. A las puertas de aquel restaurante infernal, el eridiano sintió de nuevo el mismo miedo, aunque evolucionado, que tuvo la primera vez que vio a los skullreps, pero en esta ocasión pretendía llevar la iniciativa.
Una iniciativa quebrada por la reacción, no del todo inesperada, del que hasta ese momento había sido Zack, que confirmó las sospechas que había empezado intuir el propio Eylo. La orden de Zack irrumpió en la sala estimulando la agresiva respuesta de los alienígenas, y aunque el eridiano se había preocupado de coordinar el avance de sus compañeros, se sintió turbado momentáneamente al sentir.. ¿familiar? las palabras del asteriano.
Los disparos de Quest y los reclutas del Domo 12 respondieron al ataque skullrep, incluso unas valientes Narel y Becky, espoleadas por un inesperado Harold, pudieron dar por acabada la amenaza. La reacción de Harold se ganó una mirada suspicaz, aunque fugaz, aquella iniciativa no probaba nada, aun podría haber sido una maniobra del tecnólogo, consciente de la inminente victoria humana, para ocultar su condición alienígena. Eylo no dijo nada al respecto, se limitó a mirar a todos sus compañeros, incluido Harold, con una sonrisa sincera.
—Buen trabajo, Domo 12. Sigamos adelante —apremió uniéndose a la premura impresa por Quest —. Avancemos rápido, pero sin precipitarse. A saber si nos encontraremos más skull por el camino. Adelante. ¡Todos juntos!
No hubo más encuentros, pero sí una cacofonía de horror que impregnaba los pasillos del PEC. A medida que se iban acercando al punto de evacuación, todos los miedos que había reprimido hasta ese momento por el bien de salir adelante empezaron a salir. Pensó en Grey, temiendo por su situación y estado, y un impulso proverbial de volver atrás a buscarla se apoderó de su cuerpo. Pero la razón le retuvo, tenía una responsabilidad hacia sus compañeros, y aquello le estaba matando por dentro, y acabó llevándose la mano al pecho donde había residido tanto tiempo su colgante. Esos pensamientos de preocupación también se volcaron en los demás que no estaban presentes, Eylo empezó a respirar con rapidez y el corazón le empezó a golpear el pecho amenazando con reventarle la caja torácica.
—Hemos de encerrar a Zack en un lugar seguro y que tenga supervisión, visual, en todo momento, sargento —dijo más hablando con Quest que ordenándolo —. Puedo encargarme yo personalmente, o con alguien más si lo prefiere —tenía muchas preguntas que hacerle. Luego miró hacia los libros que había traído con ella —. Y de poder, señora, querría hojear ese libro de cartografía estelar. También sugiero mantener en secreto todo esto.. hasta informar a mandos de confianza, señora.
Quizá no era el momento, pero Eylo necesitaba hacer cosas, distraerse. A la tensión y preocupación se le unió algo más intrínseco en su ser, la Anomalía, los skullreps, los asterianos.. todo estaba conectado de alguna forma y una naciente obsesión empezó a reforzar la que ya tenía por el secreto que ocultaba Eidolón. Como si se tratara de un epílogo dramático, Eylo miró a la sargento, luego miró a Donner y finalmente a Harold.
—Donner, Elon, retened a Harold —ordenó con sequedad mirando con una sombra de tristeza en la mirada, pero convencido y comprometido con lo que hacía —. Mentiste en el polígrafo, Harold. Como los demás. No podemos arriesgarnos a que seas uno de ellos, espero que lo entiendas.
Dejó que la orden final la dictaminara Quest, que era quien tenía la potestad real de retener a Harold. Tomar esa iniciativa partió un poco a Eylo, porque fuera Harold un espía asteriano, fuera todo un error, el objetivo de esos alienígenas de sembrar la desconfianza en el seno de la Space Force lo tenían cumplido. Pero en esta ocasión, al final de esa catástrofe, con el PEC 12 desmenuzándose en el vacío del espacio, contaban con la revelación de que, quizá, los verdaderos enemigos eran los asterianos..
Resumen del Capítulo 2: En honor a la verdad
"Hey, ¿Cómo estás? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dos? ¿Tres meses? Quizá demasiados. He estado ocupado, y me resulta complicado ponerte al día de tantas cosas que casi no me creerías. Recuerdo las largas guardias en el puente de la Rust, sin que nunca pasara nada y, por los espíritus, una parte de mi le gustaría volver a esas guardias y dejar atrás todo lo que está pasando. Pero no es posible, ya no. He ido más allá de la nube roja y he visto el vacío, ¿cómo vuelves atrás cuando todo lo que conoces se tambalea? Me enseñaste a afrontar las cosas con coraje, con los que tienes al lado, convertirme en la mejor versión de mi mismo. Y, francamente, no sé si lo estoy consiguiendo..."
Eylo borró lo que había escrito mirando como las letras eran devoradas implacablemente por el editor de texto. Pensó en cómo podía contarle a Kimball y a los demás todo lo sucedido, en qué circunstancias y qué cosas les iba a poder contar o no. Sentía algo muy frío enviarles un mensaje escrito, pero una parte de él bramaba por hacerlo.. ¿pero qué iba a contarles? ¿cómo podía contar unas vivencias que le habían transformado profundamente o, puede que también, despertado de un largo letargo?
La muerte de Kurik y Sarah se había convertido en un eco lejano, una escisión de un mundo que se había deformado bajo toneladas de una ácida realidad que nunca dejaría de arremeter. Eylo sintió las muertes de ambos, cada uno con una reverberancia distinta, y es lo que el eridiano pudiera sentir por la pérdida de Sarah trascendía a lo que sentía por la muerte de Kurik. Eylo no era cínico aceptando que sentía mucho más la pérdida de la propia Lizza que la de Kurik, a pesar de lo profundamente enojado que se sentía por aquello. Pero, a esas alturas, ¿qué importaba ya? Se supone que de la muerte nadie regresa, aunque la sombra de los difuntos siempre es alargada.
La promesa que se hizo seguía en pie, y esa promesa implicaba que iba a tener que aceptar realidades con las que no comulgaba. El primer paso fue acompañar el féretro de Kurik, huérfano de un último componente en su marcha, y es que tampoco creía que los que podrían considerarse amigos o camaradas, merecían ser objeto de ningún desprecio o chanza. Ellos también sentían la pérdida, como otros la sentían por Sarah, y la muerte es la gran igualadora. Cuando Eylo tomó el hueco bajo el ataúd de Kurik se expuso a una miríada de interpretaciones, la mayoría severas o cáusticas, pero para el eridiano era una necesidad. Todos habían perdido allí, todos estaban sufriendo en mayor o menor medida, y Eylo no era indolente a ninguna clase de sufrimiento, por ajeno que pudiera sentirlo.
En esa situación, Eylo se sentía solo. Abandonado ante una tarea que, aparentemente, nadie le importaba una mierda solucionar. Todos querían ser Soldados Espaciales, pero ninguno quería realmente dar los pasos necesarios para ser uno. Era una pantomima de patio de recreo, dividida por grupos de presión que tenían "su verdad", y que no iban a ceder ninguna otra salvo la suya. El eridiano podía definir con precisión esa lacra en la figura del rencor, el egoísmo, el odio, la indolencia.. pero se sentía impotente, porque a nadie se le puede convencer por obligación. Puede que él mismo también estuviera equivocado, enquistado en su propia verdad, pero cierto era que sentía, al menos, que la suya buscaba el beneficio para todos.. y era en el todos que, incluido él, habían obrado mal en algún momento.
La llegada de los tres nuevos reclutas causó en Eylo un cambio gradual, como recuperar, o más bien encontrar, una senda que no terminaba de hilvanar. Podría decirse que fue una inspiración, aire fresco, poder ver cómo creía que debían funcionar las cosas. Un contraste opuesto al vivido en el gimnasio, donde los autodenominados combatientes aseguraban bastarse solos para lograr su objetivo. Era risible, y una aspiración tan infantil e inmadura como la que muchos creían ver como la horma de su zapato. Y es que Noor jamás fue vista por Eylo como una adversaria, era inteligente, desde luego, pero usaba esa inteligencia para sus propios fines sin pensar en los demás, y eso le quedó muy claro en la conversación que tuvo con ella.
Eylo no tendría que sostener demasiado la situación, pues asumiendo que se acabaron las peticiones, tuvo que empezar a imprimir disciplina marcial a los que creían que estaban en la escuela infantil. Sería con el estúpido enfrentamiento que tuvieron René y Anne que la paciencia de Eylo se terminó y, a la par, se terminó el supuesto grupo de resistencia perpetrado por los combatientes. Uno que jamás existió, pues John Stealer abrió los ojos asumiendo el hecho que enfrentarse a sus compañeros no les iba a solucionar una mierda, más al contrario. Eso fue un balón de oxígeno para Eylo, quien ya había empezado a trazar las ideas para llevar a cabo el papel que le habían encomendado realizar. Tenía el apoyo absoluto de los mandos y, un poco a regañadientes, se inspiró, en parte, con lo que había aprendido del comandante Kawalski, pero también del capitán Kimball.
Estaba dispuesto a aplicar el mismo castigo que Kawalski le aplicó a él durante seis años, sentía el cinturón quemar en su mano y exigirle que lo hiciera. Entonces vio la mirada de Anne, vio un eco del pasado en ella, y en ese momento decidió que no seria como aquel hombre, el que Kawalski le preparó para ser, seria mejor que él. Jodidamente mejor. Impuso las nuevas reglas, normas, organización, puso todo lo que había aprendido en el orfanato militar a su servicio para aprender y mejorar. Asumió que no podía abarcarlo todo, que necesitaba delegar, y empezó a hacerlo sintiéndose libre de una carga que había empezado a hundirle. Y algunos cometieron un error con él, uno fatal, pues creyeron que Eylo no había sido capaz de castigar a Anne por debilidad y que no cumpliría con su amenaza. Dejó que lo creyeran, porque al final, no le conocían y, al contrario que la mayoría, tenía muy claro qué se necesitaba para ser Soldado Espacial. Absolutamente claro.
Pisar el PEC fue como volver a algo parecido a casa. La gravedad artificial, el olor de los filtros de aire, el crujir del metal.. desde luego Eylo se sentía infinitamente más cómodo en el espacio que en la superficie de un planeta, a pesar de que las razones de encontrarse en el PEC eran tan funestas como las del juicio de William. Pero antes disfrutaría de tiempo con Grey, con quien evitaba mostrarse cariñoso en público, aunque ella tenía una opinión bien distinta. Sus sentimientos por la mujer se fortalecían, pero sus cimientos zozobraban por la personalidad y pasado de esta, eran muchos esqueletos en el armario, pero Eylo quería apoyarla y que encontrara su lugar en la Space Force sin necesidad de que siempre estuviera en la cuerda floja. Llegó un momento en el que dudó de sus sentimientos por ella, no por sentirlos auténticos, sino por la concatenación de hechos que los hilaron hasta ese momento, cómo si todo formara parte de una película invisible con un guionista oculto. Dudas que al volver a verla se disipaban, dudas que se empequeñecían porque.. al final.. lo que uno siente es auténtico, y eso uno lo sabe, ¿verdad?
Si el castigo de Anne Durrell fue un punto de inflexión, la sesión con la brigada Alice Arkest fue otro. Se enfrentó a la artillería de su peculiar modo de evaluar, basado en el castigo físico y la humillación. Era buena, realmente buena, buscando los puntos débiles de la coraza de Eylo, y probablemente en otra época el eridiano hubiera saltado al cuello de la mujer, de forma inútil seguramente, pero el convencimiento de sus objetivos eran un bálsamo para su temple. Fue una guerra de desgaste psicológica, que finalmente superó cuando creía que todo iba a estallar y, a pesar de la persona que era Arkest, sus reflexiones hacia él le permitieron sentir que estaba en el camino correcto. Las dudas no se iban a ir, quizá nunca lo harían, pero Eylo se sintió refrendado en las decisiones que estaba tomando, una seguridad beatífica y sanadora.
No hubo mucho tiempo para relajarse. El juicio a William exigía reuniones previas con su abogada, y esta preguntó sobre quienes podían testificar en este. Eylo se quedó, no había visto nada, pero la conversación que había tenido con Lizza creía que era importante darla a conocer. Narel le hizo cambiar de punto de vista, confesó lo que había estado haciendo para sorpresa de muchos, y pidió que apoyaran una mentira construida para proteger a Lizza. Lo que aquello generó en Eylo fue devastador, esa clase de dilema imposible que tan felices hacen a los filósofos. Si uno se pone en contexto, no había decisión correcta, puesto que lo correcto bebía de dos visiones contrapuestas igualmente refrendadas por lo que a muchos les gusta llamar "justicia". Uno podía ramificarse al pasado, buscar efectos y consecuencias, aceptadas o no, perseverar en la persecución de la verdad y la verdad. Decidió apoyar a su amiga, y a una Lizza que el Domo entero trató injustamente, y, se llenaran la boca como se llenaran, víctima de un depravado que, aun no habiéndose demostrado su acto más grave, se vanagloriaba de actos igualmente deleznables ante la indolencia de todos, incluida la suya. Había sido un cobarde, y quizá lo seguía siendo ahora, pero si realmente había interés en la justicia, Eylo creía que debía ser completa y heredera de todos los puntos de una historia que iba más allá de si William había matado a Kurik.
William era un buen hombre, o chico quizá, puede que demasiado perdido en ideales que quería conseguir demasiado deprisa, o puede que se había acostumbrado demasiado a estar solo como para ver el contexto. Aunque es cierto que era inteligente, mucho, y consciente de lo que había hecho. Los que creían que pretendía librarse sin más no tenían ni idea de quien era él, pues la supuesta justicia o verdad que bravuconeaban algunos ya se cebaba con él. Si William no le hubiera mostrado el abatimiento o desolación por lo que había hecho, Eylo no le hubiera apoyado. La justicia tiene dos caras, y nunca será absolutamente justa para nadie. Cuando todo parecía decidirse, Noor reveló sus intenciones, revelando la cara que el eridiano ya había podido ver en el gimnasio. Sí, quería justicia por Kurik, pero lo que remarcó con claridad, aunque adornándolo, que su intención que muchos fueran expulsados. Esa era la verdadera cara de Noor, una manipuladora egoísta y, a pesar de ello, lo que le pasó no lo merecía.
El asesinato de Noor provocó en Eylo una furia gélida. No esta pasando, se repetía, y temía que alguno de los presentes en la reunión hubiera tomado alguna iniciativa peregrina. Llegó a pensar en Narel, y odió aun más esa situación. Reunidos todos, se empezaron a revelar detalles, y René, en acto de estupidez supina, se declaró culpable. Una mierda, pensó Eylo, pero el hydriano estaba dispuesto a seguir con su pantomima mientras Jim soltaba barbaridades sin pruebas y Duncan les miraba como si todos fueran asesinos. Eylo intentó serenarse, empezar a lanzar acusaciones sin sentido no iba a resolver nada, pero no por ello iba a olvidar lo que estaba viendo. Estaba claro como los percibían algunos de los presentes, como siempre los habían percibido, prefiriendo tratarles de asesinos antes que de buscar pruebas. Bien, Eylo lo aceptaba, pero eso no quería decir que lo fuera a olvidar, le habían llamado asesino, o cómplice, por activa y por pasiva, solo por el hecho de llevarse mal con Noor. Era tan patético y risible, que parecía ser el protagonista de una comedia macabra. Pero había cosas más importantes de por medio, y era resolver el asesinato.
Eylo no pudo investigar una mierda, pero se apañó para organizar distintos grupos de investigación, cosa que, al menos, le alivió. Fue citado por los mandos, donde se puso al tanto de una serie de detalles sobre las hijas de Townhall. A Eylo le habían encargado el cuidado de las niñas, algo que lo veía incluso más complicado que poner en solfa a todo el Domo, pero era una orden al fin y al cabo. Seguiría un interrogatorio a René, quien tenía la capacidad de mejorar y empeorar la opinión del eridiano en tiempo récord, pero la estupidez final del hydriano había colmado su paciencia. Pasara lo que pasara, aconsejaría echarlo de la Space Force, ya que no era apto viendo lo que estaba demostrando.
La reunión de todo el Domo 12 se aceleró cuando llegó la grabación de Dunne y Jim irrumpiendo en la habitación de Buck. Fue como abrir la caja de los truenos, una suerte de caja de Pandora contemporánea que empezó con la ejecución de René a manos de Joe cuando se confesó amigo de rebeldes y traidores de la Comandancia. Eylo odió sentir que una parte de él se dijera que René se lo había buscado, pero le gustó la resolución tomada por el brigada, aunque tampoco tuvo tiempo para digerirlo. La revelación del complot alienígena, personificado por Buck, Zack y Benedict, miembros de una desconocida especie llamada como asterianos, fue un shock absoluto.
De repente el mundo de Eylo hizo un giro de ciento ochenta grados. La Anomalía de Eidolón era, efectivamente, de origen alienígena, de una civilización desconocida, pero, a su vez, un arma usada por esta. Emoción y frustración se aliaron en el estómago de Eylo, también rabia e incertidumbre, al verse revelado todo el plan de los asterianos. No, no era posible, se repetía Eylo, pero tampoco tuvo tiempo de digerir todo aquello. La conspiración no se detuvo en el asesinato de Noor, sino que todo el PEC 12 iba con ella. Las burlas de los asterianos, sus arrogantes sonrisas de victoria solo alimentaron a ese Eylo aun más arrogante y tozudo que residía en su interior. ¿Querían verse victoriosos? Una mierda, no mientras pudiera hacer algo al respecto.
Quizá se excedió, pero mientras Buck se lanzaba contra Joe, Eylo actuó con presteza organizando a sus compañeros. Se sintió ágil, incluso cómodo, por primera vez, con ese rol. Debían salir de allí, la orden de evacuación era clara, ¿tan duro habían golpeado los asterianos? A juzgar por la presunta tecnología superior de la que disponían.. no era descabellado. El eridiano quería que todos fueran juntos, sin separarse, obligados por la urgencia de salir vivos como el equipo, disfuncional eso sí, que se suponía que eran. William, de nuevo, decidió escindirse para enojo de Eylo, solo el fin de intentar salvar a las hijas de Townhall hizo que cediera e, incluso más, dejar ir a Grey. Estaba enfadado, y no podía justificar su enfado salvo por el miedo a perderla, se recriminó lo egoísta que estaba siendo, pero hizo de tripas corazón y lo asumió. Hubo más separaciones, un grupo se dirigió a buscar los datos en la computadora de Duncan, algo que tampoco compartió dada la gravedad de la situación y que pretendía llevarse a Zack y a Harold con ellos, pero no iba a ponerse a discutir, y menos con la orden de Quest de por medio.
El ascenso por los niveles del PEC fue tenso, crónica de una muerte terrible e inminente. Eylo espoleaba a seguir adelante, consciente de que la estación podía quebrarse en cualquier momento y exponerlos al vacío. Hubo una parada en la armería, auspiciada por Jim, que Quest recogió. Aunque agradecería la idea posteriormente con lo que deberían lidiar, en ese momento no estaba convencido para nada, más cuando se quedaron encerrados. Por fortuna, trastear con aparatos tecnológicos era lo suyo y pudieron salir rápidamente de la trampa mortal que se había convertido la armería. Fue con los skullrep del restaurant del Nivel 7 que parte de la conspiración asteriana seguía revelándose, Zack ordenó en su lengua el ataque de las bestias alienígenas, pero la superioridad y armas del grupo pudieron solventar el ataque sin heridos. Había algo en las palabras de Zack que le turbaban, como si le fueran.. ¿familiares? Jamás había oído ese idioma, pero.. a su vez.. no.. no podía ser. No podía ser. Respuesta que buscaría, pues tenía todo el proceso grabado.. y daría buena cuenta de ello.
La huida le permitió confirmar que había acertado con Daya. Era resuelta e inteligente, una persona de confianza que compartía su visión de las cosas. Ambos se coordinaron bien, en connivencia con Quest, para sacar adelante al grupo. Mientras corrían por sus vidas, Eylo pensó que sin Daya todo lo que estaba logrando, todo lo que intentaba hacer, hubiera sido infinitamente más difícil. No se sentía solo en la responsabilidad que le habían dado, sino cobijado y apoyado, además de que a pesar de compartir numerosos puntos de vista, también enfocaban las cosas de manera distinta. Donde uno no llegaba, el otro apuntillaba. Sí, pensaba Eylo, tengo suerte de tener a Daya conmigo, tengo suerte de tenerla como amiga.
Cuando alcanzaron el disco de evacuación, Eylo siguió encendido, tratando de organizar y preocuparse por sus compañeros. Trató de no pensar en los que aun no había visto, ni pensar en su destino, ni siquiera se atrevía a buscarlos. El eridiano quiso entretener la mente con los numerosos acertijos que los asterianos habían sembrado y, como años antes, la obsesión por la Anomalía de Eidolón había renacido con fuerza. Se habían revelado algunas partes del misterio, pero quedaban muchos.. muchísimos.. y él debía.. no, debía no, necesitaba desvelar sus secretos...
"No sé que encontraré tras la Anomalía. Me aterroriza tanto como me fascina. Uno teme a lo desconocido, pero quizá eso sea lo más aterrador de todo. Y es que para una parte de mi, la Anomalía nunca ha sido algo desconocido..."
Escape del PEC
Escuchó la orden de Zack y no le hizo falta entender lo que decía, lo que ordenaba, pues estaba claro. Agarró fuertemente su pistola láser apuntando al skullrep que sabía iba a obedecer lo que fuera que se le hubiera incitado a hacer Zack. Pero más movimientos se produjeron en el restaurante y más skullreps obedecieron al instante. No solo había uno, había más dando buena cuenta de la comida, comida que Daya podía imaginar sin problema en qué consistía.
Un disparo cerca de ella resonó inmediatamente y una de aquellas cabezas horripilantes explotó sin dar opción a su propietario a pestañear siquiera. Un segundo lo siguió en el proceso, cayendo a plomo al suelo sin vida, mientras los disparos se sucedían llenando la sala de ecos ensordecedores.
Daya vio como uno de los skulls era herido, pero no de muerte aquella vez. Apuntó y disparó. Siguió su disparo casi a cámara lenta aquella vez y vio como impactaba en el enemigo junto con otros más que cercenaron aquella vida. Ya solo quedaba uno, que supieran. Al girarse a dispararle, tuvo que levantar el arma rápidamente porque entre ella y el skull aparecieron compañeros suyos que habían decidido atacar al animal con sus propias manos armadas con cuchillos. No pudo retirar la mirada de aquella escena dantesca hasta que, segundos más tarde, aquel último skullrep cayó sin problemas y sin opción a herir a sus compañeros herido de muerte por multitud de tajos por los que chorreaba su sangre.
Se llevó la mano a la nariz de forma automática. El olor nauseabundo que inundaba la sala hacia parecer que el oxígeno se estaba acabando allí y le asintió a Eylo con una sonrisa a pesar de todo cuando ordenó seguir adelante, aligerando el paso para salir del restaurante siguiéndolo junto a Quest, retomando la carrera hacia el disco. Pero el olor no estaba solo en aquella habitación, sino que todo estaba empapado de él y de la sangre y restos orgánicos de soldados espaciales, de civiles o de ambos que se habían encontrado con los extraterrestres en su camino. Daya evitó mirar mucho aquellos restos, aunque era inevitable al pasar obviarlos todos, y se centró en poder aguantar el último tramo de carrera al ritmo que imponía la sargento. Reconoció el pasillo en el que estaba, sabía que en el siguiente recodo verían la puerta del disco, se acordaba de aquella zona.
Temió que los skullreps estuvieran allí, en el disco, pero al doblar en el pasillo y ver el resto del camino hacia la puerta vacío de cualquier tipo de vida y los sensores en verde, la empujaron a dar el último paso, el que pensaba que sus pulmones no le iban a permitir dar a aquellas alturas ya. Pero llegaron, Quest abrió la puerta y saltaron todos dentro del disco justo cuando sentían tras ellos los gritos de nuevos skullreps que estaban siguiendo el olor del grupo. Daya llegó a apuntar de nuevo al pasillo, esperando ver a alguno de ellos doblar la esquina y ponerse a tiro, pero la puerta se cerró antes a escasos centímetros de ella, alejándolos del peligro más inmediato.
Tuvo que tomarse unos segundos para recuperar la respiración, sentía a su corazón saltar en el pecho por el esfuerzo y la adrenalina. Pero no estaban a salvo, no aún. Puso su mano sobre la puerta, aseguró el arma y creyó percibir al otro lado las embestidas de los skulls por traspasar la puerta. Pobre de quien intentara llegar ya a aquel disco desde el PEC porque en lugar de encontrar una puerta abierta para la supervivencia encontraría la muerte. Ellos estaban a salvo pero ¿y los demás? Billy y Grey iban por otro camino, quizás hubiera llegado ya a ese disco o a otro. Yum, Einar y los demás no sabía que camino habrían podido seguir. El brigada y los dos compañeros que se habían quedado con él hubiera tenido lógica que hubieran llegado tras ellos… y si era así… y si alguien había subido al nivel cuatro… El corazón le dio un vuelco.
Ojalá seamos los últimos en llegar. Ojalá ninguno decidierais subir a los hangares…
Aquellos pensamientos no le llevaban a ningún sitio, salvo a no centrarse en el presente, en el suyo y en el de su grupo del que tenía que preocuparse. Nada había terminado aún, seguían en el PEC y este casi a la deriva si no lo estaba ya.
Percibió entonces a Eylo a su lado, vio su mirada, fija en la puerta, supo lo que sentía porque también lo sentía ella en el pecho. Su mano buscó la del eridiano, se la agarró con firmeza pero trasmitiendo fuerza y ánimo-Estarán a salvo… confiemos en que lo han logrado…todos…-le susurró temiendo que decidiera salir por esa puerta en busca de Grey. Sus miradas se cruzaron y volvió a ver la confianza en sus ojos, dándole igualmente fuerza a ella misma. Eylo se volvió entonces y comenzó a organizar con Quest y ella se acercó a Becky, una de las que pensaba que podía estar más afectada por todo lo ocurrido, abrazándola sin importarle mancharse con los restos del skullrep-Enorme lo que has hecho, guapa, gracias por quitar a esa bestia de en medio. Y a ti Narel-le dio otro abrazo mientras su mirada se cruzaba con la de Harold. Se quedó un instante mirándolo, pero acabó por asentirle también a él, reconociendo su acción aunque eso no quitase que ella pudiera pensar que él nunca había estado en peligro real por atacarlo. Algo le decía que el skull no le hubiera atacado.
Daya se volvió entonces hacia el pasillo que los adentraría en el disco y fue consciente de la cantidad ingente de personas que había allí dentro. Nunca había visto tanta gente reunida en el mismo sitio, tanta urgencia, tantos nervios, tantos heridos… Sintió algo que nunca había sentido. Opresión, falta de espacio, su corazón no conseguía bajar de pulsaciones y su mente se agobiaba ante tal cantidad de personas en un sitio que, aunque le había parecido grande la primera vez que estuvo allí, ahora le parecía demasiado pequeño, insuficiente. Se quedó mirando fijamente a un hombre con un tajo enorme provocado sin duda por unas garras afiladas que pasó por su lado apretando la herida ayudado por un compañero y sintió la tentación de ayudarlo pero su instinto le gritó que allí debía haber médicos y enfermeras que lo hicieran mejor que ella, que tuvieran material, ella no tenía nada aparte de sus manos. Aquel hombre era una vida, pero el disco seguía anclado al PEC. ¿Por qué? Las alarmas resonaron más fuerte aún en su interior y sintió que el tiempo se acababa, seguían estando en peligro aunque se creyeran a salvo. El disco ya debía haberse soltado si fuera todo bien en cabina. ¿Por qué seguían anclados al PEC? Desde que estaban allí no había detectado la clásica vibración en el suelo aunque, quizás, simplemente era imposible sentir aquello en mitad del caos en el que estaba inmersa.
-Sargento, con su permiso, ¿cree que puedo ser de ayuda en cabina? Nos dijeron que había necesidad de pilotos en el PEC…-le preguntó con urgencia a Quest. Sabía que no le dejarían los mandos, ni ella los quería porque llevar uno de aquellos discos no tenía nada que ver con una Eagle o un Starliner y no era un buen día para probar, pero había muchas cosas con las que ayudar a los pilotos titulares y dejarles centrarse en el pilotaje puro y duro de aquella nave. Necesitaba ayudar. Sentía que podía hacerlo. Que debía.
Quest se la quedó mirando un instante antes de asentir lentamente. Paró a un soldado espacial que pasó junto a ella en aquel instante y le ordenó que la llevase a la cabina del disco. Daya se volvió a Eylo antes de irse-Tengo que ir, el disco sigue anclado al PEC, puede que necesiten algo de ayuda y allí seré útil. Os buscaré más tarde…-sintió un poco de vértigo al separarse del grupo, era la primera vez que lo hacía desde que había llegado a Protec, pero debía hacerlo. Alguna vez debía ser la primera.
Siguió al soldado entre la marea de gente que llegaba a abrumarla por momentos. Tenían que abrirse paso a empujones. Daya no daba abasto a pedir disculpas por los empujones y los pisotones en su camino a la cabina, camino que se le hizo eterno. Cuando llegaron ante una puerta cerrada el soldado llamó al comunicador y ambos esperaron. Por unos tensos segundos, Daya pensó que no contestarían, razones tendrían, no tenían que estar ociosos allí dentro pero, de repente, se abrió la comunicación y el soldado la miró, expectante, dejando que fuera ella la que hablara.
-Soy la cadete Dana Banerjee… ¿necesitan ayuda de un piloto? No, no tengo experiencia en este tipo de naves… pero puedo ayudar si lo necesitan… -miró al soldado espacial, sin saber qué esperar y sorprendiéndose cuando la puerta de cabina se abrió y una voz a través del comunicador dejó clara la orden-Pase.
Agradeció con un gesto al soldado su ayuda para llegar allí y entró en la sala, cerrándose la puerta tras ella inmediatamente y dejándola en el interior de una sala circular en la que cuatro pilotos estaban a los mandos del disco. Saludó marcialmente a los cuatro hombres-A su disposición para lo que necesiten-sus ojos volaron sobre los paneles de control, sobre la sala, los pilotos, no tenía ojos para todo y todos. La sala imponía. Los paneles de control brillaban unos y desplegaban imágenes holográficas otros, el silencio era imponente, hablando de la concentración que allí se disparaba a niveles estratosféricos y un enorme ventanal dejaba ver el más oscuro y peligroso universo que se abría ante ellos.
Uno de los pilotos le hizo una señal para que se acercara y ella lo hizo presta-¿Naves comerciales?-le preguntó escuetamente a lo que ella asintió y completó-De transporte de civiles, más las Eagles del Domo y dos vuelos con una Starliner-aguantó la mirada inquisitiva del mando del que ni había mirado graduación. Tras unos segundos en los que se sintió evaluada hasta el más mínimo detalle, le indicó un asiento cerca de él-Integridad de la nave antes, durante y después del desacoplamiento, comprobación de niveles vitales, todo suyo cadete. Ya va tarde para realizar los controles previos-le dijo sin más, trasladándole la urgencia del momento, cosa que no hacía falta realmente que le recordase.
Daya tomó asiento frente a la consola indicada. Su mirada recorrió los controles, reconociéndolos como una versión adaptada de los de la Starliner, el piloto le había dejado algo al alcance de sus conocimientos. Sus manos bailaron por encima de ellos, como un intento de reconocerlos y asimilarlos antes de tocarlos. Se sintió temblar, pero respiró profundamente y se intentó tranquilizar. ¿Cuántas personas estaban en ese momento dentro del disco? Por lo que había visto muchas más de las indicadas, pero nada con lo que no pudiera el disco. Estaba segura. Muchas más de las que nunca había llevado, también.
Le tembló la mano antes de comenzar el inicio de las comprobaciones, sabía cual era la primera a realizar y lo que implicaba en aquel caso.
Por todo el Universo… que estén todos a salvo…
Su mano activó con firmeza una de las opciones del panel que tenía frente a ella, sellando el disco-Bloqueadas compuertas de acceso-cuatro palabras que implicaban demasiado. Implicaban vidas. Todas las de aquellos que fueran camino de ese disco en ese momento y no hubieran llegado aun segundo antes de pulsar ella la opción de bloqueo. La puerta de acceso brillaría en rojo a partir de ese momento y las tarjetas de acceso no la abrirían nunca más. Pero ahora era el momento de pensar en todas las vidas que sí habían llegado a tiempo al disco-Iniciando cross-check.
Soportes básicos y vitales como el oxígeno fueron revisados, estanqueidad, gravedad, cada uno de los parámetros principales revisados fueron confirmados por la innumita e informados al piloto que le había dado acceso a aquella consola. Uno a uno, minuciosamente pero sin dilación, cada segundo contaba.
Su última comprobación era la más importante de todas a partir de ese momento. Un par de movimientos de su mano sobre el correspondiente panel holográfico equilibraron los escudos protectores por igual en toda la nave. Podían temer tanto un ataque de frente como una explosión del PEC por detrás-Escudos al cien por cien, distribución simétrica, alineamiento automático, deriva automática según impactos manteniendo simetría. Listos para desacoplamiento del PEC-confirmó a los pilotos en cabina. Abrió canal de comunicación con toda la nave, había visto demasiada gente, cualquier problema a partir de ese momento se podría traducir en un movimiento brusco del disco y tenían que estar advertidos-Atención a toda la tripulación, desacoplamiento en curso-terminó diciendo y mirando al piloto, guardando silencio y a la espera. Su trabajo terminaba ahí y empezaba de nuevo al salir al espacio abierto. Si eran atacados iba a tener trabajo con una nave tan grande, tenía que estar preparada. Desplegó un panel delante de ella en el que pudo ver todo el sistema contra incendios, sumó un esquema de compuertas estancas que serían cerradas si alguna brecha en el casco se producía con el fin de preservar la mayor parte de la estructura a salvo. Desplegó otra a su izquierda con una visual que iba mostrando las distintas salas comunes y pasillos, todas abarrotadas de gente yendo y viniendo, situándose, abrazándose, llorando… Nada de personas sujetas a sus asientos que es a lo que estaba acostumbrada. No podía pensar en eso. Miró el panel de rumbo delante de uno de los pilotos y vio la trayectoria definida que les alejaría del PEC lo más rápidamente posible, vio como manipulaba los mapas estelares buscando otras opciones de emergencia compatibles con la ruta de escape principal y visualizó al PEC 15 en su mente llegando hasta su posición. Estaban avisados pero ¿habrían llegado? Era casi imposible a no ser que estuvieran realmente cerca. ¿Qué les esperaría ahí fuera? ¿Serían capaces de sortearlo y alejarse de allí poniendo a salvo a todas las personas que estaban en aquella nave?
Se centró en el panel holográfico de integridad del disco, si había visitantes ahí fuera, no iban a tardar en recibir impactos. Y no podía desdeñar un ataque desde dentro sabiendo lo que sabía de los asterianos. No sabía que le preocupaba más.
Un movimiento de la mano del hombre que le había dado paso a la cabina la advirtió del incremento en la fuerza de los motores antes de que se produjera. Instantes después sintió vibrar levemente la nave. Esa vibración leve que tan bien conocía. Varios sonidos de alerta comenzaron a resonar en la estancia.
Se separaban del PEC.
Contuvo la respiración y no pudo evitar hacer una última cosa, aunque se repetía una y otra vez mientras buscaba lo que quería en la lista ingente de opciones que tenía aquella consola, que no debía hacerlo, que la curiosidad no era buena en algunos casas. Desplegó una pequeña ventana, una visual de la compuerta por la que había entrado ella y sus compañeros hacia una eternidad ya para ella… Cinco, seis, siete skullreps luchaban aun por abrir la puerta que mostraba grandes arañazos en su superficie. Ni rastro de ningún humano. La imagen se nubló por un momento ¿fallaba la señal? Se alarmó por lo que podía implicar, quizás un fallo en la distribución de la energía pero, al pestañear se dio cuenta de que el problema estaba en sus ojos bañados en lágrimas de alivio al no ver nada más que skull en aquella imagen y, también, por quien no hubiera llegado al disco. Ni al suyo ni a ningún otro. Se las limpió rápidamente, lista para lo que pudiera suceder en los próximos minutos. Por ahora le tendría que bastar saber que en ese pasillo no había nadie en aquel momento, el resto… quizás algún día viera la lista de bajas, quizás supiera que alguien había pedido auxilio después de que todos los discos se hubieran ido y de que el nivel cuatro estuviera inaccesible, de que no recibieron ayuda antes de que el PEC se perdiera por completo. Pero no había marcha atrás, tenían que irse, rápido, por toda la gente que llevaban a bordo. Su mirada se cruzó con la de otro de los pilotos y, en ese momento, sintió el empuje firme de los motores.
Resumen del Capítulo 2: En honor a la verdad
Imaginaba que estar en la Space Force era algo diferente, algo lleno de reglas, de sumas matemáticas imposibles de rebatir, el clásico dos más dos son cuatro y no hay nada más que hablar pues todo el mundo está de acuerdo tanto en la premisa como en el resultado. Me habían hablado que te enseñaban a ser riguroso, a cumplir órdenes, a establecer férreos horarios regidos por la necesidades del equipo y por la lógica del grupo. Que sabías en cada momento qué hacer porque tenías la formación necesaria para saber qué hacer en cada momento, porque todos los Soldados Espaciales eran profesionales en su rama, los mejores. Únicos.
Y es cierto… es así, no me mintieron. Pero no me dijeron toda la verdad. No me dijeron que entre tanta rigidez y frialdad también jugaba algo mucho más poderoso que todo eso. Una gran nube de materia oscura.
Entre estrella y estrella ¿qué hay? Vacío. No hay nada…
Es lo mismo que se siente la primera vez que le arrebatan la vida a un compañero delante de ti y sin poder evitarlo. Es la primera vez que te enfrentas a dos ataúdes y te das cuenta de que mirar a uno de ellos te produce unas ganas de llorar irrefrenables y mirar al otro te produce algo a lo que no sabes cómo nombrar. Porque, aunque ese corazón dejase de latir, eso ha permitido que otros latan con mayor tranquilidad y, posible e incongruentemente, en breve, se lleve lejos a otro. O quizás signifique su muerte. El corazón de un hermano inocente. Una parte de ese vacío que rellena el espacio entre las estrellas, baja entonces aquí, justo debajo del esternón y te comprime la respiración. ¿Y sabes que es lo malo? Que ya siempre estará ahí contigo porque otra compañera es un cadáver en vida y sabes que podías haber hecho algo para evitarlo de haberlo sabido a tiempo.
¿Recuerdas esa sensación de querer coger algo pero nunca llegar a alcanzarlo? Algo físico, algo que está colgado delante de ti pero que, hagas lo que hagas, no consigues ni tocarlo por mucho que te pongas de puntillas y te estires….
Sí, eso define bien lo que siento. Bueno, lo que sentí aquellos días en los que quise ayudarlo a que se quedara con nosotros y no se fuera, a hacerle entender que era importante para nosotros que no abandonara, que lo queríamos aquí. Lo hice por cariño y con la mejor de mis intenciones sin saber que provocaría la apertura de un abismo entre nosotros difícil de cerrar y arrastraría conmigo a Eylo. Es increíble cuánto daño se puede hacer creyendo que se está haciendo lo correcto, incluidas a terceras personas. Eso es lo que más duele. Aún no he contestado a su proposición y di mi palabra de que lo haría antes de abandonar el PEC, antes de volver al Domo. Pero ya no existe el PEC, los acontecimientos no han dado opción. Quizás ya ni tan siquiera tiene sentido que le conteste… Quizás ya no tenga oportunidad. Pero, si la tenemos, espero que Becky y Milena sean buenas compañeras en la enfermería para él, son dos grandes mujeres. Mi sitio está en otro lugar y es por eso por lo que tengo que luchar, pero echaré de menos, mucho, la enfermería. Es algo que me gusta, algo que he descubierto aquí gracias a nuestro médico, a él, a Duncan, y eso nunca se lo podré negar.
Esa dulce brisa que te hace sonreír sin que te des cuenta siquiera… Cierra los ojos y recuérdala. Respírala, es fresca y revitalizante. Recuerda su olor, aroma de alicanias en flor. Es un buen momento para recuperar un poco de tranquilidad con ese recuerdo…
Una sonrisa, sí. Aquí esa brisa fresca han sido Milena, Lesly y Elon. Que nos han enseñado lo que es férrea lealtad, cuidar el cuerpo y el alma a la vez y cuidarse mutuamente. Que han traído recuerdos y lazos, que han removido conciencias y desarmado a poderosos oponentes sin temor. Tres supervivientes de su Domo. Quién no quiera ver que hay opciones peores que el 12 es que no tiene ojos en la cara. Ellos son la muestra viviente y no debemos olvidar su experiencia y valorar la nuestra.
Intensidad. Saber lo que se siente al estar viva. Tocar las estrellas con la punta de los dedos antes de que se aleje irremediablemente…. ¿Lo has sentido alguna vez? Reconócelo, sí, tú, tú que estas escuchando mis pensamientos. Es una sensación tan potente que se graba a fuego en tu interior y que permanecerá contigo, imborrable, hasta el último de tus días…
Eso ha sido él. Estar viva.
Como lo es sentir la incertidumbre ante el futuro, la decisión que se me plantea, si consigo vivir más allá de hoy. Si él sobrevive igualmente. Quizás he tenido que tocar las estrellas una vez para saber valorar lo que ahora no puedo tener ni retener para el futuro. O no debería. O quizás sí. Es un dilema que me quema desde que el brigada me lo tiró a la cara mientras tomábamos un café que él quiso vestir de casual pero que, estoy segura, provocó adrede para contarme una cruel realidad en la Space Force. Una parte de mi quiere ignorar la advertencia que me dio pero otra me recuerda que mi familia me necesita aquí y que espera que sea algo más que cadete o soldado espacial porque confían en mí y ellos lo necesitan. Yo lo necesito, ambas cosas... Ahora es un reto personal para mi, porque quiero pertenecer a esto, quiero ascender, pero a la vez... No quiero tirar por la borda lo conseguido hasta ahora. Pero…. coge aire, respira, cada cosa a su tiempo… No te adelantes…
Sí, cada cosa a su tiempo, como sucedió con René…
Me acuerdo del miedo en su mirada, de la vergüenza por haberme hablado de su pasado sin ser casi consciente de ello, de cómo me esquivaba temiendo confirmar lo que yo sabía de él. No quería abrir su corazón a nadie. Y lo curioso es que quizás, ahora que ya no está, entiendo parte de sus razones. No he tenido tiempo para preguntar qué sucedió, por qué lo llamaron traidor y por qué Lee Joe le disparó de aquella forma. Solo sé que él amaba a su Natgrew natal y aquí no era feliz, que llevó su palabra al límite y nos intentó defender a todos con una mentira, una que le costó la vida. El recuerdo de aquella primera tarde en el reservado, donde yo conocí Natgrew y el conoció Innum, me muestran al verdadero René, sin tamices, sin claroscuros. Ahí fue él. Sin más. Y fue feliz aunque sabía que todo era un holograma perfecto de su planeta, aunque sabía que no estaba allí realmente. Pero su mente lo llevó de nuevo a ese planeta verde y le regaló una última sensación de pertenencia y la oportunidad de poder enseñarle a alguien parte de su alma. Necesitó tiempo para abrirse y yo para entenderlo. Pero lo conseguimos.
Entender. No es tan fácil como parece, no…
Eso es Jim para mí. Un reto de entendimiento. Tal y como lo es Vera, mi fracaso personal en el PEC. Pero no quiero pensar en ella… no… no ahora…
Mejor pensar en algo bueno… Libertad. Piensa en libertad, Daya. Eso te hace feliz.
Eso es fácil, es lo que siento al mando de una nave. Mi antigua nave, a la que le tenía tanto cariño, es solo un juguete para niños, ahora lo sé. Las Eagles son otro nivel. Pero llevar la Starliner me trasmitió otras sensaciones diferentes. Sí, sé que era solo un examen, que tardarán en dejarme otra, pero lo pasé y con nota. Libertad y orgullo. Felicidad por conseguir un reto inesperado, por ver el resultado de las horas que le he dedicado a repasar los conceptos de pilotaje de ese modelo de nave en concreto mientras estuve en el Domo. La prioridad fueron las Eagles, por supuesto, pero una vez que ya no tenían secretos para mí fue la Starliner el siguiente modelo con el que intimar. El capitán Thompson me dejó pilotar durante todo el trayecto entre el Domo y el PEC, confió en mí y tuve la oportunidad de disfrutar de una visión del PEC desde la cabina de nuestro Starliner como regalo adicional a aquel pilotaje y a mis horas de perseverancia y estudio.
Perseverancia, decisión…. Venga, di tres, tres matices que los definan, Daya…. Ummm veamos… es difícil cuando se trata de definir a dos personas a la vez…Compañerismo. Lealtad. Sí, todo eso encaja.
Vale, quizás sea complicado de ver esos dos últimos pero sí, les encaja a los dos, aunque creo que pocas personas aceptarían algunos de esos términos para el brigada. Pero aun a pesar de dispararle así a René le encaja todo bajo mi punto de vista… Cadete y mando. Dos de las tres personas de las que más estoy aprendiendo, que me enseñan todos los días algo nuevo, cada uno desde su forma de ser, cada uno desde perspectivas diferentes, cada uno provocándome sensaciones tan dispares que cuando lo pienso me parece increíble que ambos estén consiguiendo lo mismo en mí. Descubrirme a misma sin dejar de ser yo. Crecer. Frank… no, para él necesito otras palabras.
¿Crecer? Bonita palabra cuando pienso en Maia y Eris. Cuando pienso en su padre. Maia ha sido una sorpresa para mí y otro enigma, porque nunca he conocido a una niña como ella, tan falta de cariño y obligada a crecer tan rápido en un mundo árido para su edad y sus necesidades. Espero que tenga la oportunidad de crecer, igual que su hermana que debe hacerlo pero en otro sentido, no en el físico. Espero que estén seguras en este momento a bordo de un disco al igual que Billy y Grey. Fue temerario ir en su busca cuando ellas deben conocer perfectamente el camino para evacuar y están rodeadas de Soldados Espaciales que no las dejarían atrás, o eso creo. Sé que Billy es lo suficientemente listo como para esquivar a los skulls, pero es un juego de azar sobrevivir a este ataque, el PEC es ahora mismo como una ratonera gigante en la que nosotros somos los ratones y han metido a gatos hambrientos que han lanzado contra nosotros. Nosotros hemos tenido suerte y aquí estamos, pero… ¿dónde están ellos cuatro?
Y ¿dónde está Noor? ¿Para qué ha servido su muerte? Nunca pensaría que iba a terminar así. Quizás en breve ella y René, Buck y Benedict incluso, sean de nuevo polvo de estrellas.
Sí, Noor, tu muerte solo ha servido para descubrir una realidad que ha permanecido oculta hasta este momento. ¿O quizás no? Me niego a creer que la Space Force no sepa de los asterianos. Otra cosa es que esa información no esté en poder de la población. Sea como sea, Frank lo sabe, sabe donde tienen que buscar para dar con ellos, para buscar respuestas y responsables. Gracias a las estrellas que mi mensaje le llegó y tuve tiempo de explicarle algo de lo sucedido. Aunque puede que lo difícil sea creer mis palabras. Ya no recuerdo que le dije exactamente. Creo que no llegué a contarle que ellos estaban aquí mucho antes que los humanos, que quieren venganza, ¿o sí se lo conté?… No le he dicho que los skullreps los obedecen y que atacan siguiendo sus órdenes, eso seguro. Espero podérselo contar todo en persona y que sirva para poder entender lo sucedido hoy en el PEC y poner freno a esa ola de destrucción que nos han vaticinado Buck y su equipo. Noor… no debiste ser su objetivo pero les diste la coartada perfecta para que te usaran en su beneficio. Cuanto he echado de menos aquella chica a la que conocí en mi primer día en la Space Force, bueno, a la que creí conocer porque ¿sabes? creo que nunca llegué a conocerte porque no quisiste que te conociera, porque nunca me consideraste para eso. Ahora lo entiendo. Pero nunca entenderé que me tendieras la mano sabiendo que pretendías vender nuestras cabezas minutos después. Me sentí traicionada y vendida por una persona en la que siempre quise creer a pesar de lo que veía cuando el sentimiento debía ser otro, y ahora lo veo. El sentimiento debió ser de reconocimiento. De reconocer las señales que había tenido delante y no quise ver. No todo el mundo es igual que yo y no puedo luchar contra eso, sino aprender a leer las señales y a interpretarlas a tiempo.
Buck, Benedict… no podréis descansar en vuestro mundo, cerca de vuestra familia. Decidisteis eso para Noor y René sin pensarlo quizás, y vosotros habéis seguido su mismo destino. Deberéis tener familias, amigos, en algún sitio, en ese que nombrasteis. Os echaran de menos, se preguntarán porque ya no los llamáis, por qué no se os ponéis en contacto con ellos. Sabrán que les ha pasado algo malo y que nunca volverán a veros, sí, lo sabrán si no lo saben ya de alguna forma. Pero las almas no descansan sin tener un cuerpo al que enterrar y estoy segura que los asterianos no sois menos. Temo solamente que ahora la sed de venganza sea mayor, mucho mayor.
Pero esa sed de venganza ha salvado una vida…
Sí, no lo ha conseguido la Capitana Heiss, ni los mejores abogados de la Space Force. Habéis sido vosotros. Vosotros habéis salvado a Billy de ese maldijo juicio que nunca se debió haber celebrado, por lo menos por ahora porque lo que pasará en el futuro es imposible predecirlo ahora. Le habéis dado tiempo. Gracias por eso.
El presente. Tu vida. Tu futuro. No el lejano, sino el que es ahora, justo en este momento. Aprende y sobrevive, hay personas que dependen de ti. Lucha por ellas. Se fuerte. Avanza y no retrocedas. Crece. Los retos son diferentes a los que siempre habías pensado que te enfrentarías pero son los tuyos ahora, tú lo decidiste y no hay marcha atrás. Además, reconócelo… Ahora no puedes irte, ya no. Hace tiempo que traspasaste esa línea temporal en el que aún tenías opción, en el que aún podías dar un paso atrás y optar por una vida tranquila, pacífica y placentera en Natgrew, lejos de Innum y de la Space Force.
De eso quería hablar desde el principio. Emociones. La Space Force es una montaña rusa de emociones de las que nadie me había hablado, para las que nadie me había preparado. Emociones que nadie me enseñará a manejar salvo yo misma y las circunstancias que la vida me vaya poniendo por delante. No hay manual ni opción en la biblioteca de Domo o PEC alguno que enseñe como enfrentar muchas situaciones. Eso es lo que llaman experiencia. Y solo se consigue con el paso del tiempo. Ese es el mejor manual. La vida.
¿Qué sucederá ahora? No tenemos PEC, quizás ni Domo, ni escuadrón si ha habido bajas. Quizás ahora el PEC y la Space Force no tengan tiempo para dedicar a unos cadetes. Puede pasar, lo sé, me advirtió Frank de que podía pasar por menos de lo que ha pasado hoy… y si eso pasa…
PIIIII PIIIII PIIIIIIIII
La mente de Daya volvió al presente y miró la consola que, a unos metros de ella, emitía aquel pitido. El piloto que la controlaba metió algunos datos con rapidez haciendo que dejara de sonar aquella alarma. Dirigió su mirada al enorme ventanal que se abría la Universo y vio a un disco aparecer brillante por la derecha acelerando hasta que una estela blanca fue lo último que quedó de él al alcanzar velocidad máxima allí mismo.
No tenía mucho tiempo. Quizás el destino solo le tendría reservados unos segundos adicionales, ahora podían ser el blanco de algún arma alienígena o podrían volar en mil pedazos por una bomba en las entrañas del propio disco. Y tenía que hacerlo… rápido…
En su mente fue visualizando los rostros de cada uno de sus compañeros de Domo, de cada uno de los mandos, de cada una de las personas que había conocido de una forma u otra en el PEC. Fue una suerte de oración que lanzó a las estrellas mientras que la estela del disco que acababa de partir se difuminaba en el infinito para que, contra todo pronóstico, se libraran del desastre y sobrevivieran todos ellos.
-Desacoplamiento finalizado-informó uno de los pilotos-Virando hacia coordenadas de salida…
Era lo que Daya estaba esperando. Movió su mano segura y rápidamente-Escudos traseros activados, derivando energía adicional a los delanteros para travesía a máxima velocidad.
-Buen viaje pilotos…-comentó cerca de ella el que entendía que era el primer piloto, el que le había dado paso a cabina.
Daya no se sintió incluida en ese deseo, ella aún no tenía allí esa categoría, pero se emocionó al escuchar aquellas palabras, así que no pudo ocultar una sonrisa timida mientras miraba de reojo a aquel hombre.
-….y cadete-terminó diciendo él justo cuando sus miradas se cruzaron y sintió como los motores imprimían fuerza a la nave.
Un latido, luego otro, y siguiendo ese, vinieron muchos más. Se unieron silenciosos los corazones de los reclutas del Domo 12, sentían sus palpitaciones en el pecho. El sonido interno de aquel febril retumbar, no cesó aún habiendo llegado al disco central, pues aún en ese momento sus vidas estaban en peligro.
La nave se agitaba, y con ella el disco. No escuchaban ya los gritos de sus compañeros, pero no dejaban de resonar en sus oídos. Aún arrastraban consigo un halo de muerte, destrucción y devastación. La sangre se impregnaba en sus vestiduras, y el aroma metálico no les abandonaba, así como el amargo sabor que testaban sus bocas. Querían olvidar y no podían. La adrenalina seguía fluyendo. Las desgracias no habían cesado. Lo sabían, y por eso aún querían ser testigos presenciales, de lo que pasaría con la estación espacial.
Desde la cabina de pilotaje existía una visión privilegiada del espacio, así como lo que estaba ocurriendo alrededor del PEC. Muchos de los soldados y reclutas se acercaron, curiosos, hacia los grandes ventanales, para observar una escena que podría ser más espectacular que cualquier película de ciencia ficción. Ya no se fijaban en las estrellas que iluminaban desde la lejanía, ni en los asteroides que, incautos, pudieran acercarse a su posición. No. La atención recaía directamente en más de treinta naves que asediaban sin piedad, el enorme coloso construido por la humanidad. El PEC 12.
Aquellas astronaves, de pequeño tamaño, disparaban láseres de manera continuada sobre la estación espacial. Daba miedo observar aquel baile de luces, todas impactando sobre la estructura que aún sujetaba el disco. Si continuaban conectados a la nave madre, terminarían todos pereciendo. ¿Por qué no se soltaban? ¿Por qué no existían evidencias de fuego cruzado? Era extraño pero la estación no se defendía, como si asumiera con deportividad su propia destrucción, y la de las personas que aún estaban dentro de sus entrañas.
Una vibración. Otra más fuerte. Un traqueteo continuo que provocó que varios soldados cayesen al suelo. Miedo. Gritos. Más caos. Alguien ordenó que se sujetaran fuerte. Sintieron una caída libre, eterna, sufrida, que podía haber provocado que los presentes murieran todos por contusión, al golpearse contra suelo y techo. Habilidad de pilotaje que no sucediera, pues había conectado el sistema de anti gravedad en el interior de la estancia, una forma de no matar a los ocupantes del disco por si éste se agitaba demasiado.
Tensión. Los pilotos habían decidido no huir de la zona en horizontal, si no hacerlo en vertical descendente. Estrategia. Evitaban que las naves que quedasen por encima de ellos, se fijasen en su presencia. La bajada supuso mucho más de diez kilómetros de distancia al PEC. El disco se estabilizó y comenzó una aceleración horizontal, cuyo objetivo era poner distancia con los atacantes de la humanidad. Recobraron la gravedad en el interior de la nave. Se dirigían hacia algún punto indeterminado del universo. Los corazones comenzaron a recobrar su latido habitual. Podían darse por satisfechos, estaban vivos.
Alivio. Fue el pensamiento generalizado de todos los presentes. Habían logrado salir vivos de la estación espacial que se suponía, seguía siendo bombardeada.
Hubo un momento de incertidumbre en el que los supervivientes no sabían qué hacer, pues estaban allí aglomerados sin cadena de mando. Se notaba cierto grado de tensión, pues la adrenalina que ya había alcanzado cotas máximas en sangre comenzaba a desaparecer, haciendo que las personas sintieran el bajonazo que surgía tras la euforia. Algunos civiles caminaban a un lado y a otro, llamando a algunos de sus familiares, mientras que otros de los congregados miraban por las ventanas, con el propósito de encontrar enemigos. Comenzaron los llantos y las lamentaciones, los abrazos y el decaimiento general. Si alguien no hacía nada por evitarlo, la moral general quedaría anulada tras lo vivido.
Fue entonces cuando una mujer tomó la palabra. La fémina se había agachado para coger un libro del suelo, un manual que acarició con cariño, como si le horrorizase la idea de que éste fuera pisado o maltratado. Sus ojos azul verdosos recorrían los rostros preocupados de sus compañeros, algunos de ellos, amigos.
- Solicito silencio - Curioso. No había elevado la voz, pero la entonación con la que decía sus palabras era clara, segura, acostumbrada al orden. No solo transmitía por saber usar una dicción adecuada, la mirada y todo su cuerpo mostraba a quien la observase de que ella tenía poder y que era quien estaba al mando.
Quest, Malbone, Sharmon y otros muchos soldados, algunos con distintivos de teniente, miraban con fijeza a la mujer, esperando, como sedientos, el agua de sus palabras - Un soldado espacial nunca es derrotado hasta que su alma abandona su cuerpo. Y estamos vivos - Comenzó a caminar por el lugar, despacio, mirando los rostros de sus hermanos armados - El comandante nos dio una orden. Evacuar y salvar civiles. Y eso hemos hecho. Ahora estamos aquí y debemos comenzar a cumplir nuestro siguiente objetivo, el de reorganizarnos antes de llegar a Comandancia - No les dio tiempo a que pudieran cuestionar sus argumentos - Quiero a los tenientes de los escuadrones que hagan una lista de todos los subordinados que estén en este disco actualmente, así como indicaciones sobre el estado físico de cómo se encuentran... - Una señal perceptible con la cabeza que instaba a la obediencia inmediata.
- Los civiles sin escuadrón asignado deberán ponerse en el sillón cercano a la gramola. Señor Target, ¿será tan amable de hacer una lista que recoja los nombres de quiénes aquí se encuentran? Ya sabe que confío en su criterio - Y allí estaba Gerald Target. El psicólogo del PEC había sido lo suficientemente habilidoso como para salir vivo de aquel ataque desproporcionado, poniéndose al servicio de la pelirroja mujer, mientras ésta denotaba inteligencia ante los presentes. Los más débiles en aquel momento eran los civiles, poner un psicólogo a atenderles desde la cercanía, era un claro indicativo de que la mujer, capitán de rango, sabía lo que hacía.
- Además tenemos aquí algunos reclutas del Domo 12, ellos deberán situarse en la zona de la barra, y sus mandos recoger por escrito quienes estáis aquí... - Paró de hablar para mirar a varios de ellos, solo les había visto una vez, entrando precisamente en ese disco cuando tuvieron la reunión con Audrey Heiss - Soy la capitán Adara Thyndall. El máximo mando de este disco hasta que se reasignen los cargos en la Comandancia... - No hacía falta explicar el porqué, no había otro capitán cerca y ella, prudente en todo momento, había esperado a visualizar la presencia de algún compañero de igual rango. No era el caso, por lo que asumía las funciones que conllevaba ser capitán en ese preciso instante. - Estamos en guerra. Supongo que comprenden la importancia de que no surjan conflictos desde dentro del disco - Les observó despacio - Les seré sincera, cualquier acción que ponga en riesgo la supervivencia del resto, tendrá unas consecuencias no reversibles - Era una manera sutil de decir "os tiro por la esclusa", pero nadie debía dudar de que la pelirroja haría lo adecuado por el bien general, y que no consentiría infantilismos o actuaciones que fueran perjudiciales para los presentes - Sé que han tenido una formación un tanto anómala en su PEC. No obstante, confío en ustedes y en su buen criterio.
Fue entonces cuando la capitán miró a las hijas de Townhall y a Gleason cerca de ellas - Suboficial Mayor, lleve a las niñas junto con los civiles - Determinó, negando la posibilidad de que se quedasen junto a los reclutas del Domo 12 - Siento su pérdida, sargento Quest - Había bajado la voz, pero las condolencias aún así habían sido públicas. Algunos de los reclutas quizás entendieran el porqué, mientras que otros, no sabrían el motivo de aquel pésame.
Y allí estaban los reclutas. Por fin todos reunidos, tras escapar de la cárcel metálica y opresiva que era el PEC. Instantes en el que los tres grupos que se habían separado en el nivel 9, se volvían a juntar, aunque con menos integrantes que al inicio, pues Stealer y Anne Durrell no parecían haber llegado al disco.
Las primeras reacciones no se hicieron esperar. Dunne rompió todo el protocolo militar para abrazar a Eylo y fundirse con él en un beso. La mujer de ojos verdes no transmitiría jamás lo mucho que sentía no haber estado al lado de su pareja durante los ataques. Momentos de desconcierto, caos y miedo. Había actuado por su propia cuenta y riesgo, pero esa era la manera en que Grey trabajaba, siempre haciendo lo que le dictaba su propia conciencia, procediendo de manera imprevista, como en la mayor parte de sus actuaciones.
Algo similar sucedería con Milena y Thompson. La joven muchacha tomaría la iniciativa tapando los ojos de Billy, mientras se disponía a su espalda, para darle un beso traicionero en la base del cuello, con el firme propósito de darle una sorpresa y así, cuando se girase, abrazarle con todas sus fuerzas, transmitiéndole no solo la alegría del encuentro si no que entre ellos todo estaba bien, mejor que nunca. Fundidos siempre serían uno, mientras en la distancia unos ojos juveniles se fijaba en la pareja, no gustándole lo que acababa de presenciar.
Era un momento emotivo. Los compañeros del Domo 12 no siempre se habían entendido, pero a pesar de las disputas, ahora tenían algo que les unía, haber luchado contra la muerte en una carrera donde se corría a la velocidad de la luz y donde la campeona intergaláctica, había sido una de las grandes beneficiadas. Allí estaba ella, Jim Foster, con Vera, su siempre fiel e infatigable compañera. Una mujer que tenía serios problemas sociales, en cuanto a hombres se trataba, pero que había demostrado que por Jim sería capaz de jugarse la vida y morir con una sonrisa en los labios. Nadie podía poner en duda de que la amaba.
Sue y Keira permanecían al lado de Duncan, la rubia muy seria y la pelirroja satisfecha, como si fuesen una metáfora de cómo se sentía uno antes y después de hacer una visita al inodoro. Las dos mujeres parecían estar muy cómodas al lado del doctor, y tras haberle dejado un tiempo prudencial de soledad, era ahora cuando no parecían dispuestas a relacionarse con muchas más personas. Keira porque cada día se sentía más alejada de todo y todos. Sue porque estaba agotada, su forma física no era la idónea, y menos tras carrera, que le había exigido un gran esfuerzo poder llegar hasta el disco.
Alvin y Becky estaban muy cerca de Narel, la joven eridiana no parecía haber mejorado su ánimo tras todo lo acontecido, por lo que la pareja se mantuvo cercana a la muchacha, dándole un afecto que parecía necesitar, aunque Dotter solo tenía ojos a para Zack, aquel perro traidor asteriano que tanto daño había hecho, ya no solo entre los reclutas, también al propio escuadrón y sin contar con el PEC destruido. La joven parecía clamar internamente venganza, aunque sabía por la custodia de Malbone y Quest, que en ese preciso instante, nada podía hacer contra él.
Harold estaba al lado de Carl. Quizás fuera el único recluta de los presentes que le trataban con normalidad, o que al menos buscaba su compañía. Jean Harris y Emory Mott no se mantenían muy lejos de ellos, pero hablaban ambos en voz baja, en intimidad, palabras que resultarían ser tan privadas que nadie supiera que impresiones se intercambiaban.
Donner estaba desubicado, quizás porque echaba en falta a Durrell y Stealer, los amigos con los que siempre se encontraba, preguntando activamente por ellos. Nadie sabría darle una respuesta de donde se encontraban. Solo se sabía, que Lee Joe, el brigada más serio de la historia de la Space Force, estaba con ellos. Fuera donde fuese.
Daya y Einar habían sido recibidos en cabina, donde otros cuatro pilotos guiaban las maniobras que les permitiría salir de la zona conflictiva. Los reclutas se encargaron de trabajos menores, pero el hecho de haber dado un paso adelante para intentar ayudar, era algo que se intuía, había gustado a los más veteranos de los presentes, quiénes en conjunto hicieron una hábil maniobra que les mantuvo a salvo. Apenas se dieron conversaciones en la zona de pilotaje. Era el vuelo más serio y profesional de la historia, siguiendo la ruta de destino a la Comandancia, un referente que por lo visto, venía marcado en cada protocolo de evacuación.
Finalmente estaba Yum, la joven oriental había quedado bastante sola y apartada. Sus dos mejores amigos estaban en la cabina de pilotaje, guiándoles hacia un lugar seguro. Evan Smart también se llevaba muy bien con ella, pero el muchacho había sido requerido por el PEC de su padre antes de que los ataques comenzasen y, aunque quedaba Martin a su lado, el joven Ruiz no parecía tener muchas ganas de interactuar con nadie. Yum Ziam hizo lo que mejor sabía, además de reparar mecanismos, pasar desapercibida.
De todos los días del mes, irónico que fuera el 12 la jornada en el que el PEC 12 sería destruido. Soldados y civiles, supervivientes ubicados en el disco, pudieron observar una luz brillante que surcaba el cielo a más de 70 grados de inclinación norte. El fin de un coloso humano. La devastación material y personal de las gentes que habitaban la Tierra. Aquel hito histórico, sería recogido en los textos y recordado por siempre.
Una semana tardarían en llegar a su destino, el planeta que albergaba la Comandancia, la Tierra. Seis pilotos eran los encargados de manejar el disco, estableciendo turnos de a dos que permitiera a cada uno de ellos, descansar lo suficiente como para no sentir aturdimiento, llevando los mandos de aquella particular nave.
Atravesar la atmósfera quizás fuera la actuación más compleja de aquel viaje. No había asientos con cinturones de seguridad para todos, así que se tuvieron que activar los sistemas anti gravedad, animando a la tripulación a que se aferrara con fuerza a estructuras sólidas y ancladas a la propia nave, para minimizar los daños por contusión. No les llevaría mucho tiempo a los especialistas de vuelo atravesar la ionosfera, quizás la capa de la atmósfera más comprometida, llegando a la troposfera, tras haber sido el interior del disco un particular parque de atracciones. Una vez hubiera sido efectiva la entrada en el planeta, tendrían todo el espacio aéreo a su disposición.
Fue así como llegaron a la Comandancia, aquel magnífico e imponente edificio que visitaron el primer día, cuando fueron seleccionados. El lugar evocaba recuerdos de nerviosismo y esperanzas, ideas que, en esos instantes, se antojaban lejanas y casi carentes de valor. Al menos en la mayor parte de los supervivientes.
Aterrizaron en el espacio aéreo de la Comandancia, desplegándose un amplio dispositivo militar para recibirles. Médicos, psicólogos y multitud de mandos dispuestos a acomodar a los recién llegados, así como recopilar las informaciones que tenían los supervivientes del PEC 12. ¿Qué había pasado? ¿Quién había logrado dañar el sentimiento de seguridad de los humanos? ¿A qué nuevos enemigos se enfrentaban? Preguntas y dudas que aún no tenían respuestas, y es que, en honor a la verdad, existían realidades que estaban aún fuera de su alcance, pero que podían investigar para poder desentrañar dichos misterios.
Habían sido los primeros en llegar. ¿O quizás los únicos? Se hizo un amargo silencio mientras se disgregaban. Soldados a un lado, civiles a otro y los miembros del Domo 12 irían, junto con sus superiores, a un lugar muy concreto. El sitio donde comenzaría una nueva historia.
FIN DEL SEGUNDO CAPÍTULO