Partida Rol por web

Bueno, pues vamos, te acerco a casa, y te dejo el cuadro, para que tu chico le eche un vistazo, ¿te parece?

Pongo algo de dinero en la mesa y con las llaves del coche en la mano giro la cabeza, increpando a Amie:

¿Vamos? Aún me queda mucha noche, tengo que ponerme pesado con Alexander...

Le entrego el cuadro, y tras una frase facilona arranco de nuevo el coche hacia casa del ocultista.

El viaje de vuelta a The Palisades, la elegante zona de las afueras donde se encuentra la mansión de Alexander es aburrido y silencioso. La Mansión Alexander, una pequeña pero cara edificación Georgiana, está a oscuras: sólo una luz en una ventana de la segunda planta, y el brillo de un cigarrillo junto a la puerta del  muro de entrada que indica que el gorila sigue allí.

Aparco el coche en una de las calles, y salgo con el sombrero y la chaqueta al hombro. Desfilo un poco mi flequillo y con mucha chanza me acerco al portero..

Oye, ¿sabes? Creo que hemos empezado con mal pie... Ahora SI necesito hablar con Alexander... Es urgente... Dile que hay algo gordo, y que no quiero ser pesado, pero no quiero que un amigo tan íntimo pierda esta oportunidad...

- Largo, polizonte. El jefe no recibe a nadie. 

Me echo para atrás, consciente de la bravuconería de la que voy a hacer uso...

Yo no soy nadie, chaval. Soy el Teniente Cleveland. ¿Quieres seguir currando aquí? No sé, sólo me lo pregunto, porque el tiempo que tardará Alexander en despedirte cuando se entere de que no me dejaste pasar zumbará tan rápido que cuando te des cuenta estarás tocando la harmónica en el metro, así que más te vale que le cabrees, si no quieres cabrearle dentro de una semana, ¿entendido? Pero oye, yo no quiero forzar a nadie, ¿eh? Escoge tu... Yo sólo te digo que es importante... Ahora, eres libre... Estamos en la tierra de las oportunidades, ¿no?

El gorila te lanza su mirada torva y ensayada de "Largo de aquí o me hago un guante con tu cara"... sólo que esta vez no termina de creerselo del todo.

Enarco una ceja, con una sonrisa bravucona (propia del teniente, seamos realistas) y encogiendome de hombros añado:

¿Y bien?

El hombre lanza un gruñido, aplasta el cigarrillo contra el asfalto y abre la verja.

- Me quedo con tu cara, Teniente Cleveland. Que te quede claro que no quiero problemas con el jefe, así que espero que sea importante, ¿entendido?

El último coletazo de orgullo de un hombre que no te mira a los ojos. La puerta se cierra tras de ti.

Entro tranquilamente por la verja, diciéndole:

Tranquilo, chaval, le diré a Alex que tú no tienes la culpa... Has hecho lo correcto.

Entro lentamente con la cazadora al hombro. Enciendo un cigarro, y entro en la casa de Alexander a ritmo de "summertime" de Bessie Smith...

La mansión era una mezcla de rancio clasicismo de Nueva Inglaterra y parafernalia ocultista egipcia, que parecía ser la moda entre los círculos de chalados y echacartas de la Costa Este. La casa está desierta, salón tras salón vacíos y a oscuras. Sólo un rayo de luz, resbalando desde el piso superior por la escalera.

La habitación había sido un despacho, pero ahora parecía un campo de batalla: La mesa volcada, una silla rota en el suelo, los cuadros desgarrados. Libros llenos de dibujos extraños y cartas de tarot estaban repartidos por el suelo como si hubiera habido un huracán. Y acurrucado en un rincón, lejos de las ventanas con las pesadas cortinas echadas, Alexandre, su aspecto de místico asceta convertida en una ruina temblorosa.

Jurarías que está sollozando.

Con una expresión de asco y pena entro en la habitación, dirigiéndome a donde está Alexander... No puedo evitar echar un vistazo por su habitación fijándome especialmente en lo que hay en su escritorio...

Que cosa tan extraña... ¿tendrá que ver con el caso? Me pregunto, mientras me adentro lentamente en la habitación.

Alex... Alex... Soy yo, Cleveland... ¿te acuerdas de mi? Que te pasa, compañero... Chst... cuéntame que pasa,  hermano... Saco un pañuelo de mi chaqueta y se lo tiendo, lentamente, esperando que lo coja...

La mano del hombre se lanza y te agarra al muñeca, con fuerza nacida de la desesperación. Tiene los ojos enrojecidos y le tiembla la voz.

- ¡Cleveland! ¡Cleveland! ¡Yo sólo quería hacer dinero! ¡Sólo quería vivir bien! ¡Tener mujeres, dinero, drogas! ¡Soy un estafador! ¡Un mentiroso, un mierda, Cleveland! ¡Haz que se vaya! ¡HAZ QUE SE VAYA!

Pego un salto hacia atrás, crispado por el susto que me ha dado, y enarco una ceja, tembloroso, pero decidido por llegar al final.

Sin duda esto no es una coincidencia... Un caso irresoluto con tintes ocultistas y el mayor coleccionista de gilipolleces de la ciudad totalmente fuera de sí.

¿!Quien, Alex,?! ¿!Quien!? Intenta pensar claro, y podré ayudarte! ¿! Alaquin?! ¿! Los Ghouls?! ¿! Que sabes del señor Hirt?!

- ¡La Torre, Cleveland! ¡La Torre me persigue! ¡Haz que se vaya!

Agarro al demente, forzándole a mirarme y le digo:

!! Joder Alex!! ¡¿Te has caido del puente de la luna?! ¿! Que tiene que ver con los inmigrantes de Red Hook?! !! Mierda!! ¿! De que jodida torre hablas!?

Sus ojos se abren en cuanto escucha tus palabras.

- ¡Tu vienes a por mi! ¡Te envían desde el Otro Lado! ¡No! ¡NO!

Trata de escabullirse, alejándose, arrastrándose por el suelo, tratando de llegar a la puerta.

Con un aire descabellado y con  pocas esperanzas de que funcione levanto a Alexander, y le digo:

Tienes que ayudarme, Alex...  Quiero ayudar a los que caen desde arriba, pero tienes que decirme que te ocurrió... Te lo prometo, te sacaré a tí y a los demás de ahí, pero tienes que contármelo todo! Confía en mí... Es lo último que te queda... Si no ellos llegarán... Puedo ayudarte, Alexander, ¡Puedo ayudarte!

- No! ¡No! ¡NADIE PUEDE AYUDARME! ¡VIENE A POR MI, CLEVELAND! ¡VIENE A POR MI Y NADIE PUEDE ESCAPAR!

Se aleja hasta la ventana. Sus manos agarran las cortinas, convertidas en garras retorcidas por la tensión. Se gira un segundo. Las lágrimas aún corriendo por su rostro, pero la voz extrañamente serena.

- No rompas el espejo. No cruces el puente. Lo que hay al otro lado es muerte y miseria, Cleveland. Sólo muerte y miseria.

De un tirón, abre las cortinas...

...y se arroja por la ventana en un estruendo de cristales rotos.

Me llevo las manos a la cabeza, con los ojos muy abiertos...

-Cáspita...-Susurro, mientras miro el cadáver, o lo que debería ser un cadáver de Alexánder.

Desciendo las escaleras lo más rápido que me permiten las piernas, para tomarle el pulso y comprobar si está muerto...

Joder Alexander... Que te has metido esta vez... Por todas las revistas de lencería... Más vale que estés vivo...

Que marrrón, joder... que marrón...-Murmuro mientras bajo las escaleras.

La ambulancia se alejó, las sirenas apagadas. Los pocos curiosos que quedaban, periodistas y algunos agentes de policía, se alejaban ya, buscando algún sitio donde tomarse un café y un bocadillo tardío.

El agente cerró la libreta tras apuntar tu declaración.

- Bueno, detective, creo que eso es todo. Mañana tendrá que firmar su declaración en comisaría y arreglar el papeleo. Intentaremos mandarselo todo a su distrito. ¿Tiene modo de volver a casa?