Partida Rol por web

Mierda, si... Digo, mientras apuro rápidamente el cigarrillo, uno tras otro. Voy a abrir otro, cuando veo que la cajetilla está vacia. La arrojo al suelo, con furia, y me froto la cara enérgicamente con las manos...

Oficial... Antes de irme me gustaría echarle un vistazo a la habitación del cadáver. Sospecho que puede ver con el caso Hirt, y quiero asegurarme que hago mi trabajo. A primera hora estaré en la comisaría. ¿le importa?

- Lo siento, Detective: como involucrado en el asunto, no puedo dejarle entrar de nuevo. Mañana pasarán los Detectives del distrito, pero hasta entonces nadie entra ni sale. Váyase a casa, eche un sueño. Llame a la Comisaría del Distrito Palisades por la mañana y hable con quien pongan al cargo. Hoy no hay nada que hacer aquí, jefe.

A mandar...-Digo, mientras me pongo el sombrero.

Subo a mi coche y me dirijo al apartamento, dispuesto a irme a casa cuanto antes a dormir. Pongo el despertador a las 9, para llegar un poco tarde (menos de lo normal) y hacer el maldito papeleo.

 Al subir al coche recuerdas algo: Habías quedado hace un par de horas con los demás en la entrada de Red Hook.

Mierda... es cierto...

Enciendo el motor y me dirijo a Red Hook.

Tras dejar el Puente de Brooklyn comienzas a callejear por las antiguas callejuelas entre los canales. Barrios sucios, llenos de gente sucia, donde la brisa del mar sólo arrastra el olor del puerto, una mezcolanza de diesel, pescado podrido y agua estancada. Cada dos edificios hay algún local cerrado con tablas, algún grupito de gentes de malvivir en las esquinas, algún trapicheo de poca monta. El calor rezuma del asfalto viejo y parcheado, de los ladrillos oscuros y sucios, de los tejados de tela asfáltica mal puesta.

Y entonces sientes una desagradable sensación en la nuca, como cuando alguien te está mirando desde lejos.

Comienzo a acelerar el paso, tremendamente desconfiado, y con mi mano agarrada a mi pistola.

El sudor comienza a correr por mi frente, nervioso y abrumado por todo lo que había ocurrido esa noche.

tranquilo colega... sólo es una mala noche... El puto Alex estaba como una cabra, no dejes que te lo pegue...

Aún así sigo tremendamente paranóico, mirando a todos los lados, y dando tumbos de forma confusa, con la esperanza de llegar hasta mi coche...

En un momento del camino me giro por completo y aguardo unos segundos, con la respiración acelerada.

Vamos... muestrate.. -Digo, masculllando entre dientes.

La calle está vacía, incluso desolada. Apenas se mueve nada, hasta las cortinas de las ventanas abiertas están quietas, esperando la brisa que no llega.

En la distancia, hacia el noroeste, Manhattan, una montaña de luces que trepa hacia las estrellas, detrás de los bloques de ladrillo sucio adornados con ropa tendida y viejas escaleras de incendios. Las luces se derraman desde las pocas farolas encendidas como graza amarillenta que salpica los edificios y el asfalto recalentado.

Nada se mueve.

Cuando vuelves al coche, lo ve: En el retrovisor, un reflejo que a penas es un destello de luz pálida. Un rascacielos, una torre fantasmal, translúcida, evanescente. Entre los edificios, se alza hacia el el cielo, curvándose y curvándose y curvándose hacia arriba, sin fin.

Enarcando una ceja me acerco al retrovisor- pero que demonios...- Vislumbro esos extraños edificios, mientras me rasco la cabeza...- no he dormido lo suficiente y he bebido demasiado... Tranquilo muchacho, deberías descansar...-Digo mientras intento buscar el reflejo de esos edificios a mi espalda.

Al volverte no ves nada inusual: Debe haber sido un reflejo de la luna, que comienza a salir entre las nubes, en alguno de los rascacielos del Bajo Manhattan. 

solo es sueño, chico-digo, frotándome las manos con la cara.

Me subo a mi viejo coche y arranco, con dirección a Red Hook, donde he quedado con los muchachos.

Red Hook. Un vertedero de basura humana en el extremo de Brooklyn, entre muelles en decadencia y mataderos abandonados. Las casuchas de ladrillo que antaño albergaban a la orgullosa mano de obra americana que movía la industria de la ciudad se han convertido en nidos de depravación y vileza, infestados por extranjeros de pieles tiznadas y miradas torcidas que chapurrean en idiomas oscuros y desagradables. Corrillos de hombres con barbas desarregladas y ropas raídas se reúnen en los soportales y las esquinas. Mujeres de extraña belleza mediterránea se ocultan tras las ventanas, cerrando las cortinas a vuestro paso, y los niños desgarbados y malnutridos martirizan cruelmente a algún perro callejero, tan flaco y lleno de moscas como ellos mismos.

Las miradas de las personas con las que os cruzáis son hostiles: Reconocen a los extraños, y parecen poder presentir a los polis.

El calor de la tarde trae el olor del puerto: Madera podrida, restos de alcantarillas y petroleo, una brisa cálida y húmeda que impregna las calles con su hedor. Además, las obras de demolición del centro del distrito crean un estruendo continuo de martillos neumáticos y grúas, con el ocasional trueno sordo del derrumbamiento de una fachada, que hace temblar el suelo, y cubre las calles con una nube de ladrillo pulverizado y polvo de cemento que se mete en los ojos y se pega a la piel y al pelo.

Y entonces lo vuelves a ver: Un pilar de luz caliginosa, fluida, como si se deslizase sobre las nubes. Apenas entrevista, aparece y desaparece entre los edificios. En ocasiones parece sólida y cercana, otras veces, apenas es un reflejo, un espejismo lejano.

Y siente un frío recorrerte la columna vertebral, un frío que no tiene nada que ver con los relieves apenas entrevistos, con las escaleras demasiado anchas, con las puertas demasiado estrechas y altas, con las sombras que parecen moverse ahí donde la Torre se confunde con la luz de la luna enfrema.

Te está buscando.

La Torre te está buscando.

Por todos los... -Digo, mientras me quito el sombrero, abriendo los ojos como platos.

Me parece que Alexander puede justificar ahora su locura... Que pena que esté muerto... Una flojera en las piernas y una expresión de miedo se apoderan de mi cuerpo  Y me parece que yo no tendré mucha mejor suerte...

No puedo evitar ponerme nervioso, y avanzo torpemente intentando recordar algo para rezar, mientras voy al punto de reunión con el grupo.

Seguro que ellos pueden sacarme de esto... Seguro... No habré dormido bien, no habré dormido bien... y el whisky...-¡Es tan jodidamente real!-Exclamo en medio de la calle.

Mierda... mierda...

Padre nuestro...

que me van a joder...

Haz algo de una puta vez...

y deja de dormirte.

Danos hoy tu sabe dios que cojones...

y sácame de esta...

Cada vez que vuelves la cabeza, la Torre parece estar más cerca. Escuchas el crujir de los edificios cuando la imponente mole blanquecina se aposenta sobre ellos, brillando a la luz de la luna. Las fachadas se agrietan visiblemente, las luces de la calle estallan repentinamente.

Mierda... ¡¡se acerca!!-Digo mientras rompo a correr, con todas mis energías.