Partida Rol por web

-¿Cuéntame Biza, qué sabes respecto a estos extraños sucesos? Yo debo reconocer que ayer perdí el sentido y la noche es una bruma para mi memoria. Por otro lado... -Ilsa duda en continuar- No debí dejaros marchar.

Se muestra afligida por la secuencia de sucesos de ayer que condujeron a los lamentables descubrimientos de esta mañana.

-Espero que me perdonéis por ello. Pero decidme pues... (añade, como para despejar las sombras de su interior).

- Como recordarás abandoné de forma repentina la reunión.- se explicó Biza entonando sus frases con aire conspiratorio. -Pensaba marcharme a casa.-

- A la altura de los Barrios Centrales una voz familiar llamó mi atención. En ese momento no la reconocí pero ahora se que era Rhenar.- de detuvo unos instantes y a los ojos de Ilsa pareció intentar ordenar los recuerdos de la noche pasada o al menos que no estab del todo segura o confusa por lo que recordaba.

-Emmm.- pareció hilar de nuevo la historia - Luego vi una fuerte explosión de hechicería. Fue realmente  intensa y unida al sonido del blandir de espadas. Coorí hasta el origen de aquel tumulto hasta que conseguí ver a dos hombres encapuchados de oscuros ropajes que se escondían entre las sombras de las estrechas callejas.-

-Ah!.- exclamó . - Arrastraban un enorme bulto y dejaban tras ellos  un cuerpo tendido en el suelo en mitad de la calle. Era Rhenar que yacía en un charco de sangre.- Biza parecía muy afectada al recordar aquello. -Ilsa, pensé que estaba muerto y no le atendí, pensé que debía seguir a los asaltantes...- casi empezó a llorar - ¿Crees que hice bien?. Quizás si le hubiera ayudado en ese instante ahora no estaría tan grave.-

-Creo que el destino de Rhenar estaba sellado. Dice Ilsa con pesadumbre mientras gira su rostro a la calle donde se mezclaban sin orden mendigos, pilluelos, siervos y señores en pos de sus propios asuntos. Cómo le habría gustado a Ilsa unirse a ellos en esos instantes. Después de ese momento de evasión que se había permitido preguntó: ¿Pero Qué ocurrió con Jezz, conseguiste ver adónde se la llevaban?

El sigilo destruye la magia.

Ya lo hice... tan sólo era una conjetura de esas... -Con un gesto airado digo- Bah, no te lo tomes tan mal, chico, seguro que quieres salir de aquí, ¿verdad? será mejor que busquemos la manera de salir de aquí... Al menos que te vayan a soltar pronto.

-¿Como?.- se sorprendió Biza -¿Como sabes que aquel bulto era Jezzabel?.- le preguntó algo confusa.

Biza no había reparado en que el bulto que sostenían los dos hombres podría ser Jezzabel pero se sorprendió muchisimo al ver como Ilsa lo daba por hecho. Empezó a sospechar entonces que supiera más de lo que decía y decidió que por ahora no confiaría en ella totalmente.

-Tienes razón, perdona, he deducido que era ella porque ha desaparecido y la vimos con Rhenar. Pero continúa con tu relato...

Comenta Ilsa impaciente.

- Yo no lo había pensado la verdad.- se sinceró pensando que quizás habria cometido un error al no caer en la cuenta.

- Los dos hombres arrastraron el bulto hasta un carro que les estaba aguardando. Salieron tan a prisa que no pude seguirles corriendo. Tuve que volar para localizarles.- Biza se dio cuenta de que había empezado a hablar demasiado deprisa

- En una quiebro uno de los hombres cayó al suelo. Me enfrenté a él usando la magia. Se escapó por poco pero le herí gravemente en la cabeza.-

Trago saliva, al ver el gesto preocupado del teniente. Se giro hacia el soldado que le habia preguntado, y recordo lo que le habia dicho Eric: "Es muy raro que un extranjero entre en la Plaza del Consejo, salvo que sea un embajador o un noble importante." Volvio a tragar saliva, y hablo:

-No soy de ningun gremio, pero pertenezco a la nobleza. Vengo de Dindavara, y me llamo Diana... Mezher.-dijo. Mezher era el apellido de una de las familias noble que vivian cerca de su aldea. No sabia mucho de Uldhom, pero en esos momentos deseo que no tuvieran censados a la poblacion o algo parecido y descubrieran su mentira.

¿Pago?

El hombre tatuado no dijo nada de ningún pago...

Yi Fan queda en silencio, esperando la explicación de Asceltis. No es que le interese el oro lo más mínimo, pero si Alder hubiese desobedecido una orden de la mujer del velo quizás pudiese sacar algún beneficio de ello...

-No se...a lo mejor me sueltan hoy, a lo mejor me sueltan dentro de tres días...pero teniendo en cuenta la invasión que se va a producir, prefier ser libre y dejar esto que quedarme encerrado, de haber sabido que pasaria esto me hubiese retrasado un poco...

Aunque teniendo en cuenta que estamos desarmados...no se yo que es más dificil.

El yelmo del guardia oculta su expresión, pero ves que su mirada te recorre de arriba a abajo. En ese momento te das cuenta de cómo debes aparecer ante él, tras un viaje de una semana y una mañana en prisión, cubierta de polvo y sudor, con las ropas rasgadas en algunos sitios y completamente desarmada y sin ningún tipo de joya o adorno. No es precisamente la apariencia que nadie esperaría de un noble.

Por el rabillo del ojo, te fijas en cómo Eric cierra los ojos, no sabes si encomendándose a sus dioses o sorprendido por tu mentira.

La profunda voz del guardia te vuelve a sorprender, haciéndote dudar por un momento si el propósito de los yelmos de acero que llevan es proteger sus cabezas o incrementar la resonancia de la voz.

- No puedes pasar - dice sin relajar su amenazante posición.

Sus sencillas palabras se extienden por toda la plaza como si barriesen todo el sonido, pues un gran silencio aparece tras ellas.

Ilsa observa fijamente a Biza pero absorta en sus propios pensamientos.

-Lo que cuentas es terrible, en efecto. Afirma Ilsa con evidente preocupación. Después de unos segundos de silencio, añade:

Entonces, ¿conseguiste seguirles el rastro o se te escaparon definitivamente después de ese lance? No deseo presionarte, querida Biza, pero creo que tus palabras son decisivas para nuestra causa en estos momentos.

Observo enfadada como repasaba su aspecto y le negaba la entrada. Empezo a pensar, y hablo como se imaginaba que hablarian los ricos.

-¡Escucheme bien! ¡Acabo de salir de una batalla, y despues de una larga caminata en el que tuve que vender mis pocas pertenencias que me quedaban, ¿Ahora me vienes tu diciendo que no puedo entrar? ¿Es que hace falta llevar millones de joyas y magnificos vestidos para indicar que pertenezco a la nobleza?

Mantuvo la mirada desafiante al soldado. No se atrevia a mirar a Eric, se lo imaginaba llorando y lamentandose de haber dejado hablar a Diana.

El rostro embozado de Asceltis no oculta sus ojos, lo que te permite ver que frunce el ceño ante tus palabras.  Ese gesto dura un instante, y al momento siguiente empieza a reir. Su carcajada te parece algo más natural, menos estudiada que sus risas anteriores.

- ¡Jaja! ¡El bueno de Alder no habla mucho precisamente! - dice en un tono divertido. - No me extraña que no dijeses nada sobre el pago si no te dijo que lo era... Me habías dicho que querías una casa en los Barrios Medios y él te dio las llaves, pero olvidó decirte que podías quedártelas. Las escrituras están en la misma casa, a tu nombre, por supuesto - dice aproximándose a ti.

- Ahora entiendo el desorden en la casa. Imagino que sería cosa de Areth. Me pregunto si le hubieses dejado arramplar en la despensa de haber sabido que era la tuya - extiende su mano y la pasa por tu brazo en gesto aparentemente cariñoso.

Volviéndose a sentar en la cama te mira con sus ojos castaños. Su tono se vuelve más serio cuando vuelve a hablar.

- Hablando de Areth... ¿Cómo se comportó durante la misión? ¿Qué opinión te merece? - Su última pregunta te sorprende, pues es bastante más personal de lo que estás acostumbrado viniendo de ella.

Las horas pasan mientras habláis y buscáis una posible escapatoria de la celda. Nadie entra a daros la comida, aunque por la iluminación podéis ver que ya hace rato que pasó el mediodía. Los gritos de queja de Areth hacen eco a los gruñidos de su estómago, pero nadie los contesta desde fuera.

Al cabo de un rato, escucháis cómo la puerta de entrada al pasillo de las celdas se abre, y el oficial Sömersen aparece por ella, seguido de una mujer menuda, ataviada con ricas vestiduras.

- Este es, señora. Alex Vangrant, el hechicero. Está acusado de disturbios menores en la puerta, pero su acompañante fue retenida esta mañana por el gremio de soldados, alegando que era un recluta del ejército.

Descuelga de su cinturón un manojo de llaves y selecciona una para abrir la puerta de Alex.