Partida Rol por web

La mansión Svletana es una rica propiedad en los Barrios Centrales, muy lejos de la zona en la que el Rey Sombra acostumbra a moverse. La guardia vigila estas calles muy activamente, lo que hace que el hombre camine ligeramente incómodo, pero parece que se centran aún más de lo normal en la casa de Ilsa, dado que hace tres noches sufrió un ataque que casi acabó con la vida de dos de sus ocupantes.

Los desperfectos causados en la ventana han sido ya arreglados y el servicio, miembros en su mayoría del Gremio de Hosteleros, se ha encargado de limpiar toda la propiedad.

Cuando Oligis Ledoma llama a la puerta, una mujer de edad avanzada aparece en el umbral. Mirándole de arriba a abajo no sin cierto desagrado, espera a que se presente.

- Mi señora le está esperando - dice en tono severo. Pero, a pesar de sus reticencias, se echa a un lado para dejar paso. - Sígame por favor... ¡Y no toque nada! - advierte fijándose en cómo el Rey Sombra observa atentamente el lujo del interior de la casa.

La mujer guía al invitado por un pasillo, hasta una pequeña sala de estar donde se encuentra la maestra Svletana junto con un fornido guerrero del gremio de soldados.

- Ilsa, señor Balder - saluda Irina. - Su invitado ha llegado. El señor Ledoma - presenta al recién llegado antes de retirarse.

Ilsa vestía una estola blanca decorada en sus bordes con meandros recamados en plata. Dos fíbulas plateadas, una con la compleja forma de un monstruo marino, y la otra en forma de espiral doble circular, dejaban abiertos sus hombros y alas, que tenía plegadas a su cuerpo. Ilsa no era partidaria de las joyas, tal vez porque entorpecían el vuelo y no era usual en el gremio. Una simple cinturón oscuro con una flor plateada ceñía la prenda a su cimbreante cintura.

-Hola, señor Ledoma. -Dice Ilsa con media sonrisa en sus labios- No puedo sino admirarme de que en efecto se encuentre hoy aquí. Esperemos que su información esté a la altura de la fama que le precede...

El inquietante hombrecillo sonríe ladino y saluda ceremoniosamente con una leve reverencia:

- Maestra Svetlana – frota sus pálidas manos entre sí y dirige una mirada servil hasta lo irritante a su anfitriona, aunque por algún motivo parece algo incómodo con su inesperado acompañante – O-oficial Balder… no esperaba encontrar aquí a un militar… un miembro del prestigioso Gremio de Soldados de Uldholm…

Durante un instante parece titubear, pero luego se decide a seguir hablando:

- No quedareis decepcionada con la información que he obtenido, os lo aseguro… - vuelve a frotarse las manos con ese gesto tan característico - Tan solo espero que la recompensa por mis notables esfuerzos, que no han estado exentos de sus gastos, esté también a la misma altura…

-Tendrás tu compensación, no os quepa duda. Dice Ilsa con la seguridad que solo quien no ha tenido nada puede tener. -Tienes la palabra de la Casa Svletan. Añade completamente displicente al respecto para reforzar la idea. El valor de la palabra es sagrado para nuestra familia.-Sentencia.

-Ahora, habla. -Conmina con absoluto interés, con los ojos deseosos del mayor tesoro que existe sobre Uldholm, y sobre el cuerpo de los dos amantes que componen el mundo: la información.

Un extraño ansia brilla en los ojillos de Ledoma cuando oye las generosas promesas de la Maestra Svetlana…

- Bien, bien, bien – empieza a hablar con un susurro propio de quién está habituado al secretismo y la conspiración – He logrado averiguar algunas cosas muy interesantes sobre ese sujeto por el que habíais mostrado interés, Mark el Dindavara… por lo visto tenía asuntos personales contra vuestra peculiar amiga medio equina y su móvil era una especie de venganza personal, aparentemente por su cuenta y riesgo… pero en realidad no estaba trabajando sólo, ni mucho menos…

Hace una pausa llena de teatralidad, como para darse importancia, y sigue con voz ominosa:

- Algunos individuos pertenecientes a cierta organización… digamos delictiva… habían contactado con él antes del ataque proporcionándole información sobre el paradero de vuestra yegua boba, es decir que lo utilizaron como una burda herramienta para atacaros en vuestra propia casa sin enviar a su gente y sin dejar así pistas... apenas – toma aire y examina a sus interlocutores con atención – Tenéis enemigos peligrosos…

-Todo... -Ilsa hace una larguísima pausa meditando las palabras, tratando de moderar su temple en presencia del Rey Sombra- Todo lo relativo a esa organización me interesa, señor Ledoma. Respecto a nuestras relaciones con ella... recuerdo lo que decían nuestros Antepasados: "la grandeza de se mide por la talla de tus enemigos".

Ilsa agita las alas inconscientemente, como un águila impaciente por echar el vuelo.

El hombrecillo parece estar cavilando algo unos segundos y entonces la sorprende con una pregunta en lugar de las respuestas que tanto anhela…

- No quiero parecer grosero con nadie, menos aun con tan digno caballero – dirige a Balder una sonrisa de hiena empalagosa hasta decir basta – Pero… Maestra Svetlana… ¿Estáis segura de que no preferís continuar esta conversación en privado? – y aclara – Un hombre de honor como el noble guerrero aquí presente no querrá ensuciarse los oídos con según qué cosas indignas…

Ilsa se gira hacia Balder, como si acabase de descubrir que está allí presente. Lo cierto es que Balder era un miembro prominente de los Soles Azules, por lo que sería una acción poco prudente alejarlo de la conversación en aras de una privacidad que podría ser mal entendida.

-Balder es mi protector, señor Ledoma. -Responde. -No obstante, desconfío de este Oligis, Balder. Mi casa ya fue atacada una vez, y no me sorprendería que el mismo Mark del que está hablando con tanta precisión este Rey Sombra esté oculto en la parte alta.

Ilsa hace brotar una chispa eléctrica azulada de la palma de su mano, que recorre frenética su palma, que se cuela entre sus dedos vibrando.

-Antes de que sigas y propongas que nos quedemos solos, recuerda con que hablas con una Maestra de gremio, y que sé muy bien protegerme sola.

Las chispas crecen a lo largo de su brazo caóticas y brillantes.

-Recuerda nuestro último encuentro, Oligis.

Los ojos de Ilsa reflejan la furia contenida y una interrogación se forma en ellos.

-¿Balder, por favor, podrías comprobar que esa sucia rata no está arriba como la última vez?

El tenebroso hombrecillo traga saliva ostensiblemente al ver la demostración de poder de la Maestra Lenguatormentas. Tan pronto como se quedan a solas le susurra:

- Os ruego ante todo que no os precipitéis, mi señora, pues hay muchas cosas que seguramente creéis saber que no son del todo exactas – y tas estas crípticas palabras continúa su tan demorada explicación – El grupo del que os he hablado no parece pertenecer a Uldholm, sospecho que sean extranjeros infiltrados en nuestra amada ciudad, tal vez dindavaras, aunque no es más que una suposición… – la mira de hito en hito y añade la información clave – He logrado averiguar el nombre de su líder, una mujer llamada Asceltis… y de uno de sus lugartenientes, un gigantón cubierto de tatuajes llamado Alder ¿Os suenan de algo?

El soldado hace un gesto con la cabeza. - ¿Está segura? - pregunta a la maestra Svetlana. Una sola mirada de Ilsa sirve para convencerle, así que se retira de la sala antes de que el Rey Sombra continúe con la conversación.

"Un gigantón cubierto de tatuajes..." Tus conocimientos sobre magia te recuerdan que los sacerdotes de Ironbone se tatúan para acceder a sus poderes, lo que hace que sus huesos se conviertan, literalmente, en hierro. Desgraciadamente no hay muchos de ellos en tu Gremio. Sin embargo, el nombre de Alder te resulta extrañamente familiar. Ahora no se te ocurre por qué, pero estás segura de haberlo escuchado alguna vez. Tal vez alguno de los miembros de más edad del Gremio sepan con qué está relacionado.

Algo revolotea por la mente de Ilsa que aún no es capaz de conceptualizar. De momento guarda esa sensación mientras Balder se dirige a la parte alta. La maestra se mueve entonces a un punto a resguardo de la vista del piso superior e invita a Oligis a seguirle mientras hace desaparecer toda la parafernalia visual.

-Decidme más,- Inquiere murmurando- estoy seguro de que hay algo más, señor Oligis, reservado para mis oídos.

El hombrecillo se muestra súbitamente cauteloso, como si algo le estuviese preocupando:

- Tal vez deberíais formular las preguntas a las que estáis dando vueltas… – murmura – Para que yo pueda confirmar o desmentir vuestras sospechas.

La voz de Ilsa es apenas un susurro, apremiada por las circunstancias y con cierto fondo de temor y rabia en ella:

-Hablo acerca de cierta otra organización delictiva cuya intervención hasta ahora ha pasado desapercibida pero con la que debo entablar contacto, señor Ledoma. Una organización cuyo emblema es una máscara con forma de triángulo, ¿sabéis de lo que os hablo? Quiero conocer su relación con el grupo de esa Asceltis, con Adler y con ese mercenario entrometido. ¿Podéis ayudarme?