Partida Rol por web

Observas el gesto de negación del consejero justo antes de irte, pero no llegas a preguntarle si es una muestra de preocupación o de desacuerdo con alguno de tus comentarios. Lo más probable es que ambos, pero ahora no importa.

Sales del gremio y vuelas hacia la casa de Biza, sobrevolando la aparente calma de los Barrios Centrales. No puedes evitar preguntarte cómo la mayor parte de la gente sigue ignorando todo lo que ocurre en esta ciudad. Pero, ¿cómo vas a poder culparles si durante mucho tiempo tú has hecho lo mismo? Las políticas de los gremios ocupan la mayor parte de vuestro tiempo y vuestra energía. Fue así con Gorgonae y Cerberus sigue el mismo camino. Pero, esta vez, la amenaza parece que viene de fuera. Miras el resto de la ciudad y tu mirada se para en uno de los barrios de la Periferia. ¿Qué fue lo que Christian te dijo mientras volvías del cementerio cuando enterrasteis a Rowan. "A veces olvidamos que Uldnacht es mucho más extensa que los Barrios Centrales". Y ayer, mientras perseguíais al dindavara, los guardias sabían que, si llegaba a la Periferia, nunca le podríais atrapar. Mirando la cuidad desde lo alto, desde una perspectiva diferente, parece evidente que, cualquier grupo que quiera alterar el orden de la capital tendría una perfecta base de operaciones en esa zona, justo debajo de vuestras narices pero prácticamente invisible para vosotros.

Desciendes junto a la mansión de los Carkenna. Un sirviente te abre la puerta y te deja entrar al reconocerte.

- Maestra Svletana. Me alegra verla aquí. ¡La señorita Biza no ha dormido en toda la noche! Nos pidió que no entrásemos en la sala de estar y, sin el señor Eric en casa para controlarla, nadie se ha atrevido a hacer nada.

Te dirijes hacia la sala mientras la mujer sigue hablando. - Durante las últimas horas se ha escuchado una especie de cántico del interior. No sabemos qué está ocurriendo y... estamos preocupados.

Escuchas a lo que se refiere justo al otro lado de la puerta y, de repente, la voz de Biza se apaga. Dudas un momento y escuchas un grito de dolor al otro lado. Abres de golpe la puerta y ves cómo Biza cae de rodillas en el suelo. De repente algo parece empezar a crecer de su espalda y algo en tu memoria te hace reconocer las palabras de Biza, un conjuro que tú olvidaste ya hace tiempo.

Biza extiende sus reaparecidas alas con una sonrisa mientras nota cómo la magia de tu escuela vuelve a estar al alcance de su mente.

-¡Biza!-Exclama Ilsa sorprendida -¿Qué ocurre...? ¡Has recuperado tus alas! -Por un momento recuerda ese momento glorioso, ese renacimiento, pero pronto advierte angustiada que ella ya no recuerda ninguno de esos antiguos hechizos. Se aferra al folio rúnico que sostiene en su mano y ayuda a la nueva maestra a incorporarse.

-Debemos hablar Biza. -Dice después de que ésta se recomponga- Creo que Alder pretende hacer algo aquí, con la gente del gremio... o bien... bueno, no estoy segura. -Ilsa le dice lo sucedido esta mañana, así como sus sospechas de que trate de imitar lo que Biza hizo anoche, recuperando parcialmente su poder.

-Ayer estabas muy azorada. Me hablaste de un tal Fender y de un dindavara, Jhifan. Pero no atisbo a comprender la diferencia entre la sintonización de Diana y la nuestra. Necesito que me lo cuentes con calma, porque creo que eres la única que ha visto ese objeto y ha sobrevivido.

Lo cual la convierte en objetivo para la gente de Asceltis. Por cierto... ¿Dónde está la Guardia? Se pregunta a continuación.

La chica se vuelve hacia ti y sonríe mientras extiende las alas, mirándolas un momento, satisfecha.

- Así es - confirma. - Pensé que si el hechizo de sintonización menor podía funcionar, ¿por qué no iba a hacerlo el mayor? Al parecer ese medallón sólo es capaz de destejer la magia que está activa, pero no parece anular nuestra capacidad para lanzar hechizos.

Formalmente Biza puede tener razón, pero en la práctica muy pocos hechiceros recuerdan sus conjuros de sintonización una vez han realizado el ritual que les liga permanentemente a una escuela. Además, si el medallón se activa con un lenguatormentas volando, tal y como normalmente se organizan vuestros hechiceros en la batalla, al perder sus alas caerían irremediablemente desde lo alto.

- Sobre la magia de Diana poco puedo decirte, pues desconozco su escuela. Sin embargo, el medallón no actúa automáticamente. Pude atacar varias veces a Fender con un hechizo de rayo, pero sólo cuando consiguió resistir mi magia apareció esa luz azul del medallón.

Te paras a pensar en lo que ha dicho, recordando tus conocimientos sobre otras escuelas de magia. Diana era una hechicera de la Unidad Equina, cuya magia tiene la particularidad de que sólo afecta a propio hechicero. Si, tal y como cuenta Biza, Fender tuvo que contrarrestar el hechizo para activar el medallón, ese objeto nunca podría haber afectado a Diana porque sus hechizos sólo podrían ser resistidos por ella misma.

Biza escucha tu relato de esta mañana.

- Tienes razón, Alder está tramando algo... ¿Pero qué? - Se queda un momento pensativa y, de repente se ilumina su mirada, como si hubiera recordado algo. - ¡Ilsa! Uno de los informantes de las Gor... Cerberus nos dijo que Alder había sido visto en una casa de los Barrios Medios. Tal vez sea el momento de ir allí, porque ahora mismo no tenemos ningún otro medio de localizar a ese hombre.

¿Ir allí?, ¿con qué propósito, Biza? -Se pregunta Ilsa. -Nuestro único objetivo a estas alturas sería eliminarlo. -Ilsa se siente muy incómoda hablando de este modo, no obstante no encuentra otro modo de decirlo. -Pero no tenemos nada que vincule a Alder con lo ocurrido, salvo testimonios aislados y noticias ambiguas. Puede que la vía que te propuse ayer no sea la correcta.

Ilsa duda muy mucho de Oligis, y las últimas palabras de Merak le hacen dudar todavía más. De algún modo piensa que él ahora mismo es más peligroso incluso que Asceltis. Sin olvidar que existe una probabilidad muy sera de que haya un traidor entre los de Cerverus.

-Escucha Biza. -El rostro de Ilsa se enrojece por el azoramiento- Lamento todas las acusaciones y reproches que te he lanzado en estos últimas semanas. Es imposible ver con claridad y aunque arrastro mis propias culpas, de las que sé que nunca me desprenderé, no quiero seguir cargando con tu desprecio. Es evidente que no eres una traidora. No obstante, es una realidad que alguien de los nuestros pasa información al grupo de Asceltis. ¿Cómo se explica si no cuando la emboscada que acabó con Diana? Y a ello hay que sumar el ataque de ayer. Todo esto es muy extraño. Ahora lo sé. Y dicen que es de sabios rectificar.

Ilsa siente una gran losa pesándole en el pecho y un mínimo alivio sería de agradecer. Lo cierto es que el ataque de ayer permitió clarificar algunas cosas.

-Bueno, está bien, vayamos a ese lugar y examinemos la casa. A ver qué o a quién encontramos. 

Biza asiente, seria.

- Eliminarlo si hace falta... Aunque, de entrada podemos interrogarle si le encontramos. - Mirándola a los ojos, ves una frialdad en su mirada que no habías detectado antes de esta mañana. ¿Qué ocurriría realmente ayer para que se produzca este cambio en ella? ¿Acaso el efecto de ese medallón va más allá de la alteración de la magia? Desgraciadamente, pese a todo el tiempo que lleváis juntas, no conoces lo suficiente a Biza como para poder asegurar nada.

Tragas saliva antes de disculparte y esta vez la frialdad de su mirada se ve perturbada por las lágrimas que se acumulan en los ojos. Desde luego, Biza está bastante emotiva esta mañana.

- Gracias, Ilsa - contesta tras tu disculpa poniéndote la mano en el hombro. Durante un momento, se produce un silencio incómodo, que no tardas en romper.

- Sí, tienes razón - contesta. - Vamos para allá.

Salís del estudio para alivio de la doncella que te abrió la puerta, pero no os paráis a darle explicaciones. Una vez en la calle, abrís vuestras alas y despegáis hacia los Barrios Medios. Biza aún no controla bien el vuelo, por lo que os movéis más despacio de lo habitual, pero aún así llegáis a vuestro destino mucho antes que si hubiérais ido en un carruaje.

El comerciante que había pasado la información sobre Alder, intimidado por tener dos hechiceras lenguatormentas en su pequeña tienda, no tarda en indicaros la dirección en la que ha visto al hombre. Os dirigís hacia allí y véis una casa típica de la zona: dos pisos y, probablemente, una pequeña bodega en el sótano, dada la trampilla de carga que hay en uno de los laterales de la puerta. No es una mansión como las que estáis acostumbrados en los Barrios Centrales, pero está claro que no es un pequeño cuchitril.

Ilsa examina cuidadosamente los alrededores.

-No conviene que se nos vea mucho por aquí. -Dice mientras otea. -Te apuesto algo a que esa casa tiene acceso a las alcantarillas. Podríamos ver el tejado y tratar de entrar por arriba. -Piensa mientras se aferra a su querido zurrón de cuero.

-Puede que lo hayan tenido en cuenta, pero siempre es una opción. Otra posibilidad es buscar una ventana abierta. Aunque si nos pillan tenemos poca justificación para estar aquí. Nuestas alas nos delatan...

La casa a la que os habéis dirigido está en una zona residencial. Los pocos comercios que hay por aquí venden bienes de primera necesidad, como pan y alimentos frescos, para evitar a los residentes acercarse al mercado cada vez que necesitan algo.

- Tal vez sería mejor que esperases fuera - dice Biza. - Yo puedo moverme con mucha más discreción y, una vez esté dentro, abrir algún acceso para que puedas pasar desde un lugar discreto.

Sabes que los miembros de tu gremio no suelen acudir a esta zona y volar alrededor de la casa llamaría bastante la atención. Si Biza realmente puede esconderse con habilidad, tal vez sea vuestra mejor opción para entrar sin llamar la atención.

Ilsa sopesa las alternativas. No le agrada la idea de mandar a Biza contra un destino desconocido, pero cree que es la mejor opción. Por cierto que sigue cabiendo la posibilidad de que todo sea una trampa para atrapar a Ilsa. La hechicera no puede desprenderse completamente de esa idea. No obstante, ya está cansada de pensar, así que habrá que asumir algunos riesgos. Y esta acción parece uno de ellos.

-Esta bien. Yo esperaré por aquí.

Ilsa se dirige a algún callejón a la espera de tus movimientos.

-Pero ten cuidado y no arriesgues más de lo necesario.

Os ocultáis en uno de los callejones laterales de la casa y Biza echa a volar con discreción. A pesar de no controlar bien su vuelo, a la chica no le falta experiencia moviéndose con sigilo. Por un momento te preguntas dónde habrá aprendido esas habilidades, pero, recordando la época en la que se escapó de casa, sabes que es casi mejor no preguntar.

Tu compañera se encarama hasta una ventana y, con la punta de una daga consigue abrirla sin demasiada dificultad. Rápidamente se cuela al interior y la vuelve a cerrar. Aguntas la respiración por un momento y, a penas un minuto después, ves cómo se abre la puerta principal. Desde el interior, Biza te hace un gesto para que vayas.

Caminando mientras finges tranquilidad, como si fueras de visita a la casa, te diriges hacia la entrada y pasas al interior. Con un poco de suerte, no te ha visto nadie, pues a medio día esta zona no parece muy concurrida. Desgraciadamente, si alguien te ha visto, sí es probable que te recuerde, aunque hayas podido entrar sin que tu presencia resulte demasiado sospechosa.

Una vez dentro, ves que la casa tiene un pequeño recibidor con una escalera que sube hacia la planta por la que ha entrado Biza y baja desde el fondo de la pequeña sala hacia lo que supones es un sótano. Una puerta a un lado del recibidor debería llevar a una sala de estar y cocina, no muy grandes visto el tamaño de la casa.

- Arriba hay dos habitaciones. No parece que haya nadie en esa planta - susurra Biza señalándote la zona desde donde ha llegado. Sin embargo, que no haya nadie en los dormitorios no implica que la casa esté vacía.

El problema de tomar riesgos es que sus resultados son impredecibles. No existe ningún subterfugio legal que legitime la presencia de ambas aquí, salvo precisamente la propia inoperancia institucional de la Guardia (se dice Ilsa, para convencerse a sí misma del engaño). Siempre podríamos decir que la puerta estaba abierta y que teníamos indicios de que Alex estaba allí (doble mentira, pero no existe notificación oficial de su fallecimiento).

-¿Has examinado los dormitorios?- Ilsa no puede evitar hablar en un susurro apenas audible. Se siente completamente atemorizada y excitada al tiempo por la situación, que prácticamente le parece más propia de una opereta que de una situación real. -Simplemente con una prueba de la presencia de Alder tenemos suficiente. Y quizá con algún signo del uso de las alcantarillas... que no sea del gremio de asesinos...

Biza asiente con la cabeza y, con un gesto, te confirma que no hay nadie en el piso superior. Moviéndose con cuidado, se acerca a la puerta lateral y mira a través de los cristales.

- Nadie... - susurra. - Bajemos al sótano. Si sospechas que hay una entrada a las alcantarillas, sin duda estará allí.

Mientras os acercáis a la escalera, Biza desenvaina su espada. Aunque por un instante te preguntas por qué prefiere un pedazo de acero afilado cuando puede recurrir a sus hechizos, no tardas en darte cuenta que tal vez no sea una mala idea si el maldito medallón de Asceltis está por aquí cerca.

Los pasos sigilosos de la muchacha contrastan con tus movimientos. Poco acostumbrada a los espacios tan reducidos, tus alas rozan constantemente la pared, haciendo bastante más ruido del que te gustaría. Biza mira por encima del hombro más de una vez, reprendiéndote con la mirada.

Por fin llegáis a la planta inferior. La puerta del sótano está cerrada por fuera, así que no parece probable que haya nadie dentro. Biza guarda su espada y levanta el travesaño de madera que bloquea el acceso. Mientras lo hace, piensas que eso confirma tu teoría de la entrada al sótano. ¿Por qué si no iban a bloquear el acceso a la casa desde una de sus habitaciones?

El interior del sótano está completamente a oscuras. A pesar de todo, entráis con cuidado tratando de mantener la puerta abierta el menor tiempo posible para no llamar la atención más de lo necesario. Por una trampilla que probablemente usen para lanzar leña desde el exterior entra un mínimo de luz, pero tardáis unos largos segundos en acostumbraros a ella lo suficiente como para poder distinguir la silueta de una mesa en el centro de la estancia.

De repente, escucháis un ruido al fondo de la habitación: el movimiento de alguien que se mueve rápidamente hacia la pared.

Ilsa se queda paralizada cuando escucha el movimiento del fondo. No sabe muy bien cómo reaccionar, así que observa a Biza y se prepara para lo peor. Ante la posibilidad de que alguien trate de encerrarles dentro cerrando la puerta y pasando el travesaño, decide quedarse cerca de la entrada, mientras espera a que Biza avance un poco más. Hacía mucho que Ilsa no lanzaba hechizos para un combate. Apenas tiene experiencia militar básica y fue especialmente desagradable para ella, y ahora se ve metida de lleno en una escaramuza cuyas consecuencias le resultan difíciles de predecir.

Biza coloca la mano en la empuñadura de su espada y camina hacia el fondo de la habitación, interponiéndose entre Ilsa y lo que sea que haya provocado el ruido. Escucháis un grito ahogado cuando la joven hechicera empieza a moverse. Más acostumbrada a la oscuridad que vosotras y observando vuestras siluetas a contraluz, quien sea que está allí parece que os ha reconocido.

- ¿Alas? - La voz parece la de una mujer, aunque habla lo suficientemente bajo como para que no podáis reconocer su timbre. - ¿Sois Lenguatormentas?

Un pequeño destello de luz ilumina el fondo de la estancia, cuando la mujer que está allí empieza a encender una vela. Parpadeais mientras el sótano se ilumina y, lo primero que véis es que la chica que ha hablado es una hechicera de vuestra misma escuela. Tardáis un momento en distinguir su rostro, tras varias semanas aquí encerrada: Jezzabel.

Ilsa no pueder dar crédito a sus ojos cuando contempla la figura de la hechicera. Desde que conoció la muerte de Alex, ya daba por perdida hace mucho a Jezzabel. De modo que cuando la ve con vida sus ojos se inundan de inútiles lágrimas. Tan inútiles como redentoras de alguna manera. Parece que solo Cerberus creía en que ella podía seguir con vida. Ahora el problema esencial consistía en conservarla como tal.

-Las preguntas para después. Debemos salir de aquí volando. -Dice Ilsa inundada de emociones, hablando entre figurada y positivamente.- Antes de que llegue alguien.

La presencia de la hechicera llena de renovadas fuerzas morales a una Ilsa casi perdida en la calamidad.

La hechicera se mueve hacia vosotras y señala su pie, encadenado a una de las vigas de madera que sostienen la pared del sótano.

- Aunque pudiera soltarme, no creo que esté en condiciones de volar - dice con voz cansada. - ¿Quiénes sois? Supongo que no trabajaréis para Alder, ¿verdad? - Pregunta encogiéndose contra la pared, alejándose nuevamente de vosotras.

Biza te mira con cara de preocupación, preguntándose qué le habrá ocurrido a la hechicera. Con paso firme, se acerca a ella y levanta su espada. La mujer se encoje, aparentemente sin darse cuenta de que tu compañera no pretende hacerle daño. Con un chasquido metálico, la hoja del arma se mella al chocar con la cadena que aprisiona a la hechicera. Biza maldice mientras introduce la punta de su arma en el hueco de un eslabón y empieza a hacer palanca.

- Es inútil... - dice Jezz mirando finalmente a Biza. - La cadena no va a ceder tan fácilmente. - El augurio de la hechicera se confirma cuando la hoja de Biza se parte. Maldiciendo, la chica empieza a hurgar en el candado que une la cadena, sin éxito.

- Alder lleva dos días sin venir - dice Jezz. - Por favor, dadme algo de agua e idos. Si os encuentra aquí, os matará.

Ilsa siente un desgarro en su interior cuando comprende la aterradora situación que ha vivido Jezzabel estas semanas. Su espíritu se llena de rabia y durante unos segundos solo piensa en enfrentarse finalmente a Alder y resolver de una vez por todas la situación. Pero las probabilidades de supervivencia parecen decantarse en favor del Ironbone. Él conoce el terreno y el factor sorpresa puede que la propia Ilsa lo haya echado a perder. La situación parece desesperada. Este es uno de esos momentos que deciden el éxito o el fracaso en un conflicto, así que había que decidir con juicio, aunque con premura.

-Si la dejamos aquí y nos vamos -le dice con frialdad a Biza-, cabe la posibilidad de que Alder no descubra nuestra presencia y podamos regresar. O puede que sí la descubra, en cuyo caso... -Ilsa prefiere no terminar la frase como pensaba- en cuyo caso podríamos no volver a encontrarla. -Resuelve.

-La otra opción es que una se vaya rauda a avisar a la guardia, mientras la otra le echa arrestos y se queda vigilando o entreteniendo lo suficiente al maldito Alder para que la otra pueda regresar a tiempo -Ilsa traga saliva. Esta opción es verdaderamente arriesgada y en el fondo letal.- Cabe la posibilidad de vigilar desde arriba, pero necesitamos un testimonio externo que muestre la situación de Jezzabel, para conseguir tomar medidas con el Consejo. -Dice Ilsa rápidamente.

-Por último, podemos quedarnos las dos aquí mismo y confiar en la suerte. Pero este es un entorno cerrado. Alder tiene las de ganar aquí. Si queremos luchar contra él tenemos que poder disponer de todas nuestras capacidades, por lo que nos conviene enfrentarnos en el exterior... a él y a los que pueda traer.

El trilema de Ilsa tenía una solución difícil. Pero no había tiempo para resolver. -Yo optaría por que alguien se quedase en el exterior a la espera de que la otra llame a la guardia. Es más, yo me quedaré. Ilsa es consciente de que no tiene ninguna alternativa en un combate, pero con la suficiente habilidad tal vez, tal vez solo, podría incluso evitarlo.

-¿Qué te parece, Biza? No podemos abandonarla a su suerte... Dime Jezz, ¿hay alguna otra entrada a este almacén? -Pregunta desesperada. Si es así su única opción es permanecer en el interior.

Biza frunce el ceño mirando su espada rota.

- Eric había recibido un aviso por unos malditos sin-gremio que estaban matándose en la Periferia - dice cuando hablas de ir a buscar a la guardia. - Tardaríamos un buen rato en encontrarle en esas calles llenas de recovecos, incluso desde el aire...

Se agacha junto a Jezz y mira la cadena. Levanta una vez más su espada y, en vez de golpear el metal, empieza a lanzar tajos contra el poste al que está sujeta.

- ¡Maldita sea! O nos vamos de aquí las tres o no salimos ninguna... - dice realmente cabreada. - ¡Y si viene ese tal Alder ahora, se va a llevar unos cuantos rayos de regalo, tenga el medallón o no! - Los golpes retumban por toda la sala y te da la sensación de que la madera está transmitiendo la vibración de los tajos desesperados de tu compañera en todo el edificio. Sin embargo, su estallido de violencia parece estar dando su fruto, pues poco a poco, astilla a astilla, el poste parece ir cediendo.

Jezz niega con la cabeza ante tu pregunta, segundos antes de que Biza empiece a golpear el poste.

- Sólo la puerta por la que habéis entrado y la trampilla para mercancías - dice señalando al fondo del sótano a la compuerta prácticamente horizontal que habíais visto desde fuera.

Cuando escucha a Biza su rostro muestra cierto alivio al imaginar que por fin va a poder salir de allí. A pesar del miedo que le pueda provocar Alder, aún no ha perdido del todo la esperanza por escapar.

-¿Se ha usado esa trampilla últimamente?- Pregunta Ilsa mientras se dispone ya a salir. Duda un instante y se gira, se acerca a Jezz y le entrega una pequeña daga.

-Es menos que nada, pero por si la situación lo requiere... Le dice mientras coge su mano.- No te abandonaremos, Jezzabel.