Partida Rol por web

Requiem en Nueva Orleans

El monstruo del pantano Honey Island

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09/03/2016, 16:04
Baron Samedi

Los perros ladraban, la puerta retumbaba ante la llamada de alguien a quien no esperabas. No esperabas nunca a alguien porque nunca nadie iba hasta tu casa sin que le hubieses invitado y guiado. Y menos a las 9 de la tarde-noche. Te levantaste de la cama, donde estabas descansando tras un día de trabajo cortando algo de madera y cazando alguna rata del pantano.

Abriste la puerta, y te encontraste a una pareja, joven. Ambos rubios, monos, los novios ideales. No eras lo que esperaban ver, el abre bastante los ojos antes de saludarte nerviosamente, y ella parece retraerse hacia la espalda del muchacho.

Ho-hola, lamentamos molestar, pero nos hemos perdido y… no encontramos el camino de vuelta al coche, je – Sonríe nervioso, intentando calmarse – Seguro que usted sabe indicarnos hacia donde ir para encontrar de nuevo el camino o la carretera, o… ya sabe

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09/03/2016, 17:20
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

El ladrido de los perros no le alertó, muchas criaturas se paseaban cerca del perímetro de su vivienda y las criaturas estaban entrenadas para ladrar a la mínima de movimiento. Sin embargo, lo que si el sorprendió fue el hecho de escuchar golpes en su puerta, por lo que sin mucha gana se levantó de su catre y tomó el afilado machete de cazador para recibir a su invitado.

Abrió la puerta con una cara bastante hostil, y el machete en su mano izquierda, la hábil, no ayudaba en nada a la imagen que proyectaba. Clavó su mirada, inquisitorial y demandante, en los dos jóvenes frente a su puerta, que se encogieron con tan solo verle.

¿Cómo carajo llegaron hasta aquí? Preguntó en en un tono bastante hostil, apretando la empuñadura de su machete sin dejar de mirar a los dos chicos.

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10/03/2016, 21:05
Baron Samedi

El chaval no parece reaccionar demasiado bien a tu tono. Da un paso hacia atrás, pero se envalentona.

Ya te lo he dicho, nos hemos perdido. Solo queremos que nos señales el camino hacia la carretera, nada más.

La chica se fija en tu machete y parece estar apunto de echarse a correr a tu mas mínimo gesto violento, pero te fijas que con la mano izquierda el muchacho esta agarrándola. Tus perros siguen ladrando

Si no quieres ayudar, no te molestaremos mas, tío.

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10/03/2016, 21:38
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

La verdad es que no quería ayudarlos, pero si no los guiaba hasta la carretera lo más probable es que terminaran perdidos de nuevo, o peor, en el estómago de algún animal del pantano. Sin mucha gana asintió al joven, y terminó de salir de su cabaña, aún con el machete en la mano. - Los llevaré a la carretera. - dijo antes de pasar por un lado de la pareja y silbar un par de veces, la primera para callar a sus perros y la segunda para llamar a Rastreador, su mejor chucho, para ayudarle a evitar a los animales del pantano, o al menos evitar a los verdaderamente peligrosos.

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12/03/2016, 21:50
Baron Samedi

Rastreador sale al paso, adelantandoos y ladrando aquí y allá mientras explora el camino hacia la carretera. Hay que cruzar una puerta vallada con los típicos carteles de "cuidado con el perro" "propiedad privada" y "No pasar" para llegar desde la carretera hasta tu casa, pero si se viene desde el pantano hay pocas cosas que detengan a los despistados domingueros.  

La pareja se mantiene detrás de ti, siendo lo suficientemente cuerda como para no darte conversación. 20 minutos de paseo y llegáis a la carretera. El muchacho te da las gracias y te ofrece 20 pavos que no necesitas. Los rechaces o no, se marcharán en dirección sur y volverás a tu casa para no ser molestado de nuevo. Al menos esa noche. 

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15/03/2016, 19:29
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

Sebastian observó todos y cada uno de los avisos que él mismo había colgado, soltando chasquidos y blanqueando los ojos cada vez que veía uno. Para lo que han servido... Pensaba el ermitaño mientras caminaba por el no muy marcado camino de la ciénaga.

Los pavos los acepta ya que muy de vez en cuando tiene que hacer viajes a la ciudad para comprar materiales y provisiones cuando la cacería en el pantano resulta poco fructífera. No se despide de los jóvenes y desaparece muy poco después de haber llegado a la carretera principal.

El camino de regreso es bastante más rápido ya que es a su propio paso, y una vez llega a su cabaña guarda a Rastreador en las perreras comunales, aunque se asegura de darle una recompensa por su "servicio". Una vez dentro deja el machete en su acostumbrado lugar y sigue trabajando en sus talladuras de madera para pasar el tiempo hasta que sea la hora de dormir.

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16/03/2016, 22:48
Baron Samedi

Despertaste a la mañana siguiente, tras una noche de descanso. Otra vez te despiertan los ladridos de los perros pero esta vez vienen acompañados por el aparcar de un coche, al que se unen unos pitidos del claxon. Cuando sales a ver quien es, ves a dos tipos, uno de ellos enseñándote su cartera, con una placa de policía en el lugar en el que debería estar la foto de sus críos, o la de su mujer o la de su prima de Atlanta. 

El rubio, el de la cartera, masca chicle mientras te habla.

Anoche pasaron por aquí un par de jóvenes, se habían perdido. Les acompaño usted hasta la carretera, si no me equivoco, pero pese a ello no llegaron a casa. Nos gustaría que nos guiase por el mismo camino por el que los llevo a ellos y nos señalase el punto en el que se separo de ellos, por favor.

El "por favor" es una falsa muestra de cortesía. No es una petición, su tono y actitudes lo deja claro. El moreno se enciende un cigarrillo y mira a los perros mientras su compañero habla.

Y tráete a uno de los perros, seguramente necesitaremos rastrearlos. 

no

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17/03/2016, 19:16
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

Maldiciones y diversos insultos salieron disparados de su boca al escuchar el sonido del automóvil cerca de su cabaña, y más aún cuando escuchó los golpes en su puerta. Sin mucha gana se levantó de su catre y caminó hasta la puerta para abrirla, y al ver a los dos maderos no pudo evitar hacer una mueca de desagrado. Lanzó una mirada furtiva a los sitios donde suelen tener las armas reglamentarias, y se aseguró de que la placa del automóvil fuese, al menos en apariencia, igual a la oficial. La placa policial no significaba nada para él, y tampoco minimizó su gesto de desagrado hacia los policías.

- Pasaron, si, pero los guié hasta la carretera y ahí me separé de ellos. Puedo llevarlos pero no sacaré a uno de mis perros para rastrearles, sería imposible. - dice en tono firme mientras sale de su cabaña con un permanente gesto de mala hostia.

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18/03/2016, 23:34
Baron Samedi

El rubio te sonríe mientras su boca se abre y se cierra al mascar el chicle. 

Eres todo un amor, chico. 

El moreno se limita a mirarte fijamente, antes de sacar una libretita y un lápiz y ponerse a anotar cosas. 

Sube al coche, entonces. Si no llevamos al perro no tenemos porque echar a andar. - El policía rubio se sube al asiento de piloto, indicándote con un gesto que te subas a su lado, delante. El coche arranca antes de que el moreno se siente justo detrás tuya, con la libreta aun en mano, sin decir nada durante todo el viaje, a diferencia del rubio - Que lleva a un muchacho como tu a vivir en un lugar así? Las empresas de la ciudad deben estar como locos por tenerte como relaciones publicas. O como comercial, podrías hasta aumentar el numero de mormones con esa labia.

 

Esta todo el camino soltándote puyas como esas. Cuando el moreno le pide que le deje pensar, pasa a soltároslas a los dos. Hasta que llegáis al punto de la carretera donde te separaste de ellos. Cuando demuestras tu intención de marcharte de vuelta a casa y dejarlo ahí, los policías no parecen estar muy de acuerdo con tu punto de vista. 

Hay dos muchachos desaparecidos, y tu has sido el último en verlos. Te sugiero que colabores y nos ayudes a encontrarlos, o te detendremos como a un sospechoso. 

No te queda otra que ayudarlos, y te arrepientes de no haber traído al perro, pues te toca a ti hacer el rastreo. Pasáis horas en los pantanos, sin parar a descansar hasta mediodía. Los policías ya se han quitado las chaquetas y las llevan colgando de la cintura. Pantalones mojados casi hasta las rodillas, mangas arremangadas. El rubio esta de mal humor, el moreno sigue apuntando cosas en su libreta. 

Volvamos al coche, vayamos a comer y luego recojamos a uno de los perros del tipo este para ayudarnos a hacer el trabajo. No voy a pasarme el día caminando por este maldito lugar infestado de bestias devoradoras de hombres detrás de un desequilibrado cuando tenemos animales que pueden facilitarnos el trabajo a tiro de piedra.  

El rubio asiente, y el moreno espera a que los guíes de vuelta al coche.

 

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24/03/2016, 23:45
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

Sebastian le sonrió al rubio, aunque su sonrisa distaba bastante de ser amistosa. Sin decir nada más se montó en el auto de mala gana, aunque completamente alerta a los movimientos de ambos maderos. - Quizás los policías molestos con chistes que parecen sacados de una caja de cereales. - dijo al policía rubio con un tono irónico.

El camino hasta la carretera principal es bastante más corto en auto, aunque el trayecto se le hizo eterno gracias al humor del policía rubio, humor que alimentaba las ganas de Sebastian de arrancarle la garganta de un tirón. Al llegar, Sebastian les indicó dónde los había visto por última vez, pero cuando se disponía a marcharse el rubio intervino, de manera hostil. Sebastian observó a ambos policías, dudando de que en realidad se tratasen de oficiales comunes. - ¿Cómo estás tan seguro de que fui el último en verlos? Joder, ¿Cómo estás tan seguro de que yo les ayudé en primer lugar? pudo haberlo hecho cualquier otra persona. - sin embargo, no rechaza el ayudarles.

La búsqueda es ardua y larga, pero infructífera, puesto que rastrear a alguien en el bayou sin la ayuda de métodos tecnológicos o animales de caza era casi completamente inútil. Con el pasar de las horas, los dos policías se van desgastando, pero para Sebastian la situación es cotidiana, por lo que a duras penas gasta energía. Finalmente los dos maderos se cansan de dar palos de ciego, y finalmente llaman a un break para descansar, comer y buscar los animales de caza. El ermitaño considera durante unos segundos dejarlos a su suerte, puesto que fácilmente podría hacerlo si se lo propone, pero al final se decanta por guiarlos de vuelta puesto que los malditos saben llegar hasta su choza. Puta vida tete.

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27/03/2016, 18:14
Baron Samedi

Os pusisteis en camino hacia el coche, llegando un tiempo después. Te invitaron a subir de copiloto con el policía moreno detrás tuya, de nuevo.

Pero el camino no fue de vuelta a tu choza, el destino esta vez era Slidell, una ciudad cercana. 

Donde deberíamos comer, te apetece algo? El rubio le daba opción al moreno de elegir, pero este solo se encoje de hombros 

Me da igual, cualquier sitio.

Por el camino, el primero no deja de dar opciones de restaurantes o de estilos de comida, pero el moreno le encuentra pegas a todos. El rubio acaba enfadándose con su compañero, y pone su vista en ti, considerando la opción de dejarte elegir, pero la desestima

Nah, seguramente acabaríamos comiendo sesos de cría de caimán o alguna mierda así, joder.

El conductor no se lo piensa más, y decide detenerse en el primer lugar que encuentra; un restaurante de carretera a la entrada de la ciudad. "Mindy's road diner." Un lugar clásico, predecible y vacío.

Os sentáis los 3 en una mesa, mientras la Jukebox hace sonar una canción antigua, de Elvis. 

El rubio pide una hamburguesa con patatas, el moreno unos huevos estrellados. Ambos con cerveza. A ti te dejan elegir lo que quieres, aunque no estas seguro de que vayan a pagar por ti. Acaban por no hacerlo. 

Durante la comida no hablan de los desaparecidos, del pantano ni de nada así. Es el moreno el que lleva el peso de una conversación filosófica y amargada, que el rubio trata de ignorar concentrándose en la comida. Al moreno no parece interesarle la opinión de nadie mas salvo la suya ya que cuando el rubio dice algo, no le presta atención.

En la Jukebox vuelve a sonar la misma canción de Elvis, otra vez. Es la cuarta vez que suena, todas seguidas. Tus acompañantes no parecen darse cuenta, pero tu estas hasta los cojones de la puñetera canción. Al fin, todo acaba. Pagáis vuestra comida, y os volvéis al coche, deben de ser las 4 de la tarde, poniendoos en camino hacia tu choza, para pillar uno de los perros. 

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31/03/2016, 01:13
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

Una vez más, Sebastian se deja llevar por la corriente de los dos maderos, sabiendo que, cuanto más pronto los ponga tras la pista de los jóvenes, más pronto podrá estar de vuelta en su hogar, de vuelta en su tranquila vida. Durante todo el camino, Sebastian fija la vista en la línea de árboles a un costado del camino, ignorando de forma bastante competente el parloteo del rubio y el moreno, a tal punto que también ignora el comentario que hace el conductor acerca de los sesos de cría de caimán.

Cuando finalmente se detienen en la cafetería, Sebastian se baja del auto con las piernas entumecidas pues no acostumbra estar sentado tanto tiempo, y le toma unos cuantos segundos poder caminar sin ninguna dificultad. El ermitaño pasa luego de los dos maderos, con ambas manos metidas en los bolsillos laterales de la pesada chaqueta que lleva puesta.

No acompaña a los policías hasta la mesa, en su lugar prefiriendo sentarse en un taburete frente a la barra principal. Le pide a la camarera una hamburguesa y patatas fritas, y al igual que los dos polis, Sebastian acompaña su comida con cerveza. En ningún momento esperaba que los polis pagaran por el, así que le entregó los veinte pavos que el joven desaparecido le había entregado la noche anterior.

Una vez termina de comer, espera a los dos polis con tranquilidad, aunque tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano para no pegarle una patada a la jukebox, el Rey bien podía quedarse muerto. Cuando ambos acaban con su comida, Sebastian agradece que es hora de irse, en especial por la maldita canción. Una vez más se monta en el asiento del copiloto, y vuelve a fijar su mirada en el horizonte, mientras el rubio conduce hasta su choza.

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06/04/2016, 23:39
Baron Samedi

Los policías te llevan de nuevo a tu choza, y esta vez dejan el coche ahí porque te insisten en que lleves el perro, dejándote poca opción sin riesgo de ser detenido. Al llegar al punto en el que dejaste a la pareja perdida, dejan que tu perro huela una camiseta, con la esperanza de que el chucho entienda que tiene que seguir ese olor, como si fuese eso una película de los años sesenta. Te piden que ordenes al perro seguir el rastro, y no te queda otra que intentar hacer que tu chucho comprenda la situación. 

Rastreador parece captar la idea, y olfateando por la carretera acaba internándose hacia el pantano por la parte contraria a la que habías llevado a los maderos por la mañana. Una vez ahí, no te cuesta a ti seguir el rastro entre la maleza y el barro inundado. Incluso cuando cae la noche en Louisiana, el camino hacia vuestro objetivo esta claro. Y mas cuando el perro echa a correr, y comenzáis a escuchar gemidos de dolor suplicando ayuda. 

Llegáis a la procedencia de los gemidos para encontraros una escena dantesca. Desnuda, llena de cortes y con un brazo roto atado a un árbol esta la chica. Su blanca piel contrasta con el barro y la sangre, y su pelo esta apelmazado y pegado a su cabeza, tan sucio que no parece ni rubio. Cerca de ella, con la polla fuera y una pequeña hacha clavada en la cara, esta el muchacho. 

Iba a matarme... iba a matarme... lo dijo, iba a matarme... 

El madero rubio se echa las manos a la cabeza, y da un par de vueltas sobre si mismo. El moreno se enciende un cigarro, saca la pistola y le pega un tiro en la cabeza a la chica. Rastreador empieza a ladrar como un loco, y antes de que puedas reaccionar, escuchas otro disparo que te deja sordo del oído derecho, con un chorro de sangre saliendo de tu cuello, por donde ha penetrado la bala antes de clavarse entre tus vertebras cervicales. Caes de rodillas, una mano en el cuello, la otra en el barro del suelo. 

El moreno te mira, dando otra calada a su cigarro. El rubio mueve su pistola para apuntar a Rastreador. Todo pasa a cámara lenta. La sangre empapa tu camisa, y el chorro que ha caído en el suelo desaparece en el barro, que comienza a burbujear. Una explosión de tierra, agua y barro aparece en el lugar anteriormente manchado de sangre, y una figura femenina completamente desnuda y salvaje aparece gritando de rabia y furor. Ves como las balas de los policías impactan en su cuerpo agujereandolo pero apenas un par de gotas de sangre brotan de las heridas. Caes hacia adelante, y llegas a cerrar los ojos antes de impactar con tu cara frente al barro, muriendo. 

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09/04/2016, 03:33
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

Los maderos le habían traído de vuelta su choza, esta vez siendo más incisivos en su afán de utilizar a uno de sus perros para intentar encontrar algún rastro. A Sebastien le parecía una pérdida de tiempo, pues si bien existía una posibilidad de encontrarlos, dudaba que aún siguieran con vida, el pantano era inclemente con los incautos. Sin embargo, eran molestos, y el ermitaño quería sacárselos de encima de una vez por todas, así que ante su propia molestia y la amenaza de detención, cooperó una vez más, a regañadientes.

Rastreador no entendía del todo lo que tenía que hacer, después de todo lo había entrenado para alejarse de casi todo lo que vivía en el pantano, no acercarse, pero tras un par de indicaciones el chucho entendió a medias lo que su dueño quería, y obedeció. Era difícil seguir un rastro por puro olfato en la ciénaga, pero una vez se adentraron en el pantano a Sebastien le era relativamente fácil seguir las marcas y señales que los jóvenes habían dejado a su paso. Sin embargo, no era una tarea fácil y les tomó horas seguir el rastro, hasta que finalmente escucharon algo.

La escena le hubiese helado la sangre a cualquiera, pero no a Sebastien, pues él estaba acostumbrado a la vida dura del pantano y en más de una ocasión había presenciado horrendos crímenes, causando en él una gran insensibilización en cuanto a la violencia y a la empatía humana. Sin embargo, giró el rostro hacia los policías, para mandarlos a la mierda y largarse, pero es en ese momento cuando el policía moreno saca su reglamentaria y le revienta la cabeza a la chica de un disparo. Sebastian ya estaba preparándose para placar al policía, pero un segundo disparo le ensordece, y no solo eso, si no que también cae al suelo de manera involuntaria. Le habían disparado a él.

¿Ese era el fin? Malditos mil veces los malditos policías. El pensamiento atravesó su cabeza con la misma rapidez que la bala había atravesado su cuello y vertebras. Cayó al suelo sin musitar una sola palabra, no podía hacerlo, gastaba toda su energía en intentar mantenerse vivo, pero incluso aquello no iba a durar mucho. El barro en su rostro, una sensación que conocía muy bien, le daba un poco de tranquilidad, pero la ira en su corazón era muchísimo más fuerte, pero no era suficiente para lograr aferrarse a la vida.

La verdad es que la situación le había parecido extraña desde el principio ya que estaba seguro de que nadie le había visto ofrecer ayuda a los chavales. Joder, hasta estaba seguro de que era casi el único habitante humano en varios kilómetros a la redonda, no eran muchos los que preferían la vida de la ciénaga por encima de la agitada vida de la ciudad, eso lo sabía a la perfección. Y sin embargo llegaron, lo habían visto y lo sabían todo, de una manera mágica, algo que Sebastien no acababa de entender.

Quizás lo habían planeado desde el principio, quizás ellos mismos habían preparado toda la escena, aunque no acababa de entender cómo calzaba él en el plano general de las cosas. O por qué le querían muerto, en todo caso. Lo realmente importante del asunto es que lo habían logrado de alguna forma, salirse con la suya. Se cagó una vez más en todos los muertos y vivos de la pareja de policías, aún con el barro en su rostro, impidiendo su respiración.

Estiró un brazo, o al menos intentó hacerlo, pues estaba casi seguro de que no podía. Uno de los policías le apuntó a Rastreador, a Sebastien le hubiese encantado impedirlo, arrancarle el brazo al policía de un machetazo y luego matarlo a golpes con su propio brazo, pero las cosas no eran así, no iban a ser así.

Perdiendo lo que quedaba de su consciencia puede ver una extraña figura salir de la tierra, enfurecida, letal. Los policías intentan acabar con su vida igual que lo hicieron con la del ermitaño, pero extrañamente no parece sangrar, y se prepara para disponer de los policías. Una sonrisa se dibuja en el rostro de Sebastien pues, si bien iba a morir, los malditos que le habían asesinado tampoco dejarían el pantano.

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17/04/2016, 01:38
La bestia del pantano

Despiertas, con tu cabeza hundida en el barro. Lo notas obstruyéndote las vías respiratorias pero te da igual, no necesitas respirar. Tu mente lo comprende con rapidez pero realmente sin explicaciones. Te habían agujereado el cuello de un disparo y eso sería suficiente motivo como para no poder respirar ahogándote en tu propia sangre, pero tampoco notas ninguna obstrucción en tu por otra parte seca garganta. Tienes hambre y sed, ambas necesidades mezcladas entre si haciéndote imposible separarlas y diferenciar la una de la otra.

Levantas la cabeza, esperando encontrarte los cadáveres de los dos jóvenes y los dos policías, pero no. Estas frente a tu cabaña, con el coche de los policías a un par de metros de tu cuerpo. La puerta de tu perrera está abierta y no ves a ninguno de tus sabuesos, aunque los hueles, dentro de tu casa. Algo te mueve a entrar en ella, y tus pasos siguen el camino antes de que lo pienses. Colgados de una de las vigas los cuerpos de los policías gotean sangre, con los cuerpos llenos de horribles heridas y las ropas rasgadas.

Sentada en tu sillón, rodeada por tus perros que te miran fijamente sin mover un solo musculo, hay una mujer. Completamente desnuda, lo único que lleva para taparse es un vestido de barro, sangre y suciedad. Su mirada depredadora se clava en tus ojos.

Come.

Una orden fácil de seguir. 

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20/04/2016, 04:40
Sebastian Lacroix
Sólo para el director

Abrió los ojos y estaba ¿vivo? extraño. Mientras caía tenía la impresión de que despertaría muerto, o que no despertaría del todo. Sin embargo, todo funcionaba perfectamente... o eso creía él. Le tomó unos cuantos momentos salir de su estado de shock y percatarse de que aún tenía barro impidiendo sus fosas nasales, pero extrañamente no parecía necesitar el aire que no lograba atravesar la endurecida tierra, pero era incómodo, así que expulsó aire por sus fosas nasales, de tal modo que los dos tapones de barro salieran disparados hacia un costado.

La primera reacción fue llevarse una mano al cuello, en busca de los dos agujeros, de entrada y salida, que el maldito disparo del maldito policía le había causado. Ahí estaba, una prueba fehaciente de que debería estar muerto, y sin embargo estaba vivo... o algo así. La mano en su cuello le hizo sentir su garganta, la cual ardía con una sed incontrolable, ansías de algo, algo que Sebastien no acababa de identificar.

Luego de autoexaminarse por fin decidió levantarse del suelo, sus movimientos eran quizás más pesados de lo normal, pero toda la situación se le hacía extraña, y aún estaba en shock por el hecho de estar... en existencia. Los chuchos no están en la perrera, pero su aroma característico brotaba de dentro de la choza, y era extraño ¿por qué rayos podía sentir el aroma de sus perros?

Finalmente, y luego de autoexaminarse y cuestionarse unas cuantas cosas, decide encaminar sus pasos a la cabaña, pues había algo extraño en el aire, algo místico, que le compelía a entrar a la cabaña. Abrió la puerta de una patada, sin duda no podría cerrarla luego, y tendría que repararla, pero no le importaba mucho en ese momento. Con su mirada examinó todo el lugar, pasando por alto a los chuchos y a los dos policías, aunque tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para apartar la mirada del goteante manjar. Finalmente, sus ojos se clavaron en la mujer que estaba sentada en su silla. La miró durante varios segundos, entendiéndolo todo sin decir nada.

Soucouyant —, musitó. Había escuchado las leyendas y las historias de los chamanes y de la cultura Voodoo, aunque nunca les había hecho mucho caso. Sin embargo, estaba vivo cuando debería estar muerto, y ante tal verdad no podía hacer nada si no aceptar el hecho de que las leyendas eran ciertas. Asintió a su orden, y su mirada volvió a fijarse en los dos policías, mientras en su garganta el ardor iba incrementando. Se lanzó hacia el primero con instinto depredador, abrazando su nueva vida de manera definitiva.