Partida Rol por web

La mujer dejo de llorar y su cara cambio, y quedaba claro que estaba intentando componer con las piezas que le habías dado la parte del puzle que le tocaba a ella directamente.

Bueno. El no solía venir nunca, quizás vino a pedirme ayuda.

Se levanto rápido y se acerco al teléfono, lo tenía en el bolso que estaba sobre el taburete de la cocina, que también estaba solo a tres metros del sillón.

No lo he mirado, hoy el curro ha sido agotador.

Ella estaba mirando las llamadas perdidas, y se llevo la mano a la boca.

Me llamo 17 veces. Dios mío.

Las lagrimas volvían a sus ojos, pero miro al techo, y las contuvo, al menos por el momento.

Si estuvo en mi casa, es que necesitaba ayuda. Seguramente el hombre que le mato le venía siguiendo, y tuvo que esconderse.

Aquello era del todo incorrecto, pero no dejaste pasar la idea que ella te proponía. Esconder. Esa era la clave, quizás no había ido a allí a esconderse, pero si a esconder algo. La cuestión era, el que. Y donde.

Echaste un vistazo a la parte de la casa que podías ver, estaba claro que el destrozo era general, y que habían pasado también por el baño y el único dormitorio del lugar.

Los asaltantes habían encontrado lo que buscaban… 

- Sea como fuere, su asesino ya ha sido detenido y ha confesado - dijo, queriendo tranquilizar a la joven. Tenía un rostro bonito, y Richard imaginó que quizás en su juventud era mucho más atractiva, pero que dormir poco, los agobios, el trabajo, y quizás al tabaco, las drogas y el alcohol habían transformado aquel rostro. Siempre había algo que estropeaba drásticamente el cuerpo humano, ya fueran las enfermedades, los vicios o el paso del tiempo. Sólo para él, y para los de su especie, el tiempo era sólo algo que pasaba, como el viento.

¿Habrían sido cuidadosos quienes buscaban el producto? ¿Llevarían guantes? Él no llevaba en ese momento nada para tomar huellas, quizás tendría que pedir un favor a alguien de la científica para que registrase de pruebas el lugar, a ver si podían detectar alguna parcial, aunque fuera. Intentó recordar, ¿conocía a alguien de la científica de confianza? O si no, podría simplemente decir que era un favor para su amiga Sara May...

En ese momento, mientras tenias a la joven agarrada con firmeza y suavidad por los brazos, a la altura de los hombros, y sus ojos lagrimosos prendían una mirada de gratitud hacia ti, mezclada con tristeza por si misma cuando las cosas se precipitaron.

Con fuerza y violencia la puerta de la calle salto sobre la pared, al abrirse de una potente patada.

Dos hombres irrumpen en la habitación, siendo el más bajo de los dos, mas alto que tú mismo. Sin lugar a dudas, por su forma de caminar, como rinocerontes a la carga, eran los típicos hombres que no estaban acostumbrados a que nadie les frenera, ni una puerta, ni una persona. 

Zorra, donde esta lo que tenia tu hermano.

El hombre que venía detrás para al más bajo, y te señala, mientras hace un gruñido.

Y tu quien eres, el novio chulo. Date el piro.

Estaba claro que aquellos hombres habían venido a por lo que quiera que el repartidor hubiera dejado allí.

Aunque fuertes, no estaban preparados para enfrentarse a un vampiro. Aunque ciertamente el sol pegándote en la espalda tampoco hacía que estuvieras en tu mejor momento.

El otro hombre, que era incluso más grande y porque no decirlo, también más feo que su compañero abrió la boca para espetar unas tristes palabras en ingles.

Es fú ma te.

Notaste que ambos tenían acento europeo, no estabas seguro cual, quizás croata, georgiano, no era el momento de pararse a pensarlo.

Pues el chance de pararse para hablarte había pasado y ahora venían directos a por ti. Y en uno segundos estarían a vuestra altura. El piso no era tan grande.

Su mente inmortal actuó rápidamente, calculando las distintas opciones. Esos dos tipos no eran rival para él, aunque tuviera el cansancio y el sol en su contra, pero lo principal era retirar a Sara del camino. No sólo quería evitar que la hicieran daño -acababan de confirmarle que su difunto hermano había escondido algo allí- sino que hiciera preguntas absurdas acerca de cómo se había deshecho de dos tipos que eran el doble de grandes que él. También tendría que intentar usar el arma, porque al fin y al cabo era policía, y quería evitarse preguntas incómodas si no lo hacía.

- ¡Escóndete y cierra la puerta! - dijo, empujándola con suavidad hacia el pasillo que daba acceso al resto de habitaciones, para luego girarse a los dos matones - Soy policía, así que será mejor que os vayáis por donde habéis venido, si no queréis acabar entre rejas.

La frase soy policía hicieron que titubean un segundo, pero fue solo un segundo, el suficiente para que Sara cerrara la puerta de su dormitorio.

Sin embargo, con expresiones de furia en la cara los dos hombres te atacan. El primero de ellos se lanza sobre ti para golpearte la cabeza con fuerza mientras el segundo se armaba con un taburete te la cocina que fácilmente esgrimía como si se tratara de una ramita del árbol.

No era la primera pelea en que se encontraba, y sabía bien que lo que debía hacer era evitar que alguno de esos tipos le cogiera la espalda y le pudiera atacar desde lejos. Como no tenían armas de fuego, las cosas se simplificaban mucho, pero lo primero era evitar que ese mastodonte le inmovilizara para que el otro le diera con ese taburete. Aprovechando la inercia de su atacante, Richard se inclinó al lado derecho, interponiendo su pierna para hacerle tropezar mientras agarraba el brazo izquierdo del atacante para empujarle contra la pared.

La cara del matón al verse salir por los aires cuando en un ataque de celeridad el hombre que decía ser policía lo lanza por los aires haciéndole caer contra la pared del salón en todo lo largo que era, para luego caer sobre el sofá medio destrozado por sus propias manos.

No había visto venir el golpe, y sin embargo lo habían movido como si se tratara de un pajarillo y no de un peso pesado. 

Sin miramientos, y mucho menos tras ver volar a su amigo y compañero por los aires, el otro hombre alza sobre su cabeza el taburete, y lo esgrime contra la cabeza de su oponente que estaba al descubierto.

El taburete salta en mil astillas, al desintegrarse sobre la cabeza del hombre, y para estupefacción del gigantón, este aguanta de pie, sin dar muestra de dolor, y sin soltar una gota de sangre. 

Observó con satisfacción cómo el hombretón salía volando, pero se tomó demasiado tiempo, recibiendo aquel formidable golpe que habría roto la cabeza de un ser humano normal y corriente. Miró a Sanjin, haciendo crujir su cuello, y se retiró un pedazo de astilla que se había quedado en el dobladillo de la chaqueta.

- Ains... cómo os gusta haceros de rogar - dijo, lanzándose hacia su contrincante con los puños en alto. Se agachó, esquivando un puñetazo de aquellas manos que habrían arrebatado más de una vida, y lanzó dos rápidos puñetazos en las costillas del tipo con la mano derecha, para luego golpearle en el rostro con el puño izquierdo. Sintió como la nariz del hombre se rompía, segundos antes de lanzarle un puntapié al pecho que lo lanzó contra el suelo.

Como si de una película se tratara Straptom reparte golpes sin miramientos con sus manos que tienen la potencia de un buey de agua enfurecido.

El hombretón no sabe lo que está pasando, porque aquel escuálido niño mimado de Nueva York le está golpeando demasiado rápido para contenerlo, y demasiado fuerte para soportarlo.

Finalmente la patada lo manda volando hasta encajarse en el suelo en la entrada del apartamento, ocupando con todo su cuerpo hecho una bola aquel reducido espacio.

Mientras, el otro hombre, se levanta como puede del sillón, y de manera inconsciente, cegado por la rabia de verse superado, se encara para atacar al hombre que le acaba de mandar volar con un golpe de suerte.

- Chicos, en serio... lo estáis empeorando - dijo. La verdad era que lamentaba tener que pelear con aquellos dos tipos. Para Richard, combatir se había quedado en los campos de batalla y los cuarteles generales de la 2ª Guerra Mundial. Sin embargo, sabía perfectamente cómo funcionaban ese tipo de secuaces: probablemente temían más a su contratante que a él mismo, pese al despliegue físico del que estaba haciendo gala.

Él no era un especialista en artes marciales, aunque siempre le habría gustado aprender. Sin embargo, había aprendido a boxear, y sus habilidades sobrenaturales le convertían en una auténtica máquina de pegar puñetazos. Se lanzó contra el tipo que se acababa de levantar, golpeando su pecho con el antebrazo izquierdo para que reculase contra la pared, y luego lanzó, sucesivamente, un golpe al estómago y luego al mentón, con su puño derecho. La cabeza del tipo descendió y ascendió tan rápidamente, que su nuca pegó contra la pared a su espalda.

Su contrincante cayó de rodillas frente a él, aferrándose la boca como si todas las tripas le fueran a salir a borbotones por ella. No sería un problema al menos por unos minutos, pero su compañero había conseguido levantarse del suelo y seguía buscando pelea.

- Maldita sea - con el tiempo, se aseguraba de tener un vocabulario adecuado a la época en que vivía. Desenfundó el arma que llevaba en la bandolera, bajo la chaqueta, y apuntó al tipo - Os tienen que pagar mucho para ser tan concienzudos. Vamos a dejarnos de tonterías o en vez de a una ambulancia voy a tener que llamar al forense. De rodillas, ¿quién os envía?

El hombre se para en seco y te mira con una carga visible de odio en sus ojos. Pero lentamente se pone de rodillas y se pone las manos en la cabeza.

El otro hombre, que estaba completamente agitado, al verlo, te mira con la misma mirada asesina, y también hace lo mismo.

Te las apañas para colocarte en un lugar donde pudieras disparar a cualquiera de los dos si se movían.

Los hombres esta vez balbucean palabras, entre ellos más que contigo, en un idioma natal, no estás seguro pero dirías que es ucraniano, o quizás de la zona de Georgia.

No consigues llegar a ninguna palabra clara. Pero parece que ellos van a jugar también a hacerse los tontos con lo del idioma.

Tras un par de minutos llamas a la policía, y te contestan desde la comisaria más cercana.

Si, en que puedo ayudarle.

- Qué obedientes sois - dijo, antes de marcar, algo molesto por esa mala costumbre que tenían los detenidos de hacerse los tontos. La verdad es que quería librarse cuanto antes de ellos, ya que estaba preocupado por Sara May, pero se aseguraría de que les sacaban toda la información. Al fin y al cabo, habían atacado a un policía de servicio. Dio su nombre y número de placa, informando de la situación para que vinieran a detenerlos.

Los hombres no colaboran, y aunque les preguntas no consigues ninguna respuesta que te sea clara. Aunque está claro que se ponen muy tiesos cuando mencionas a su jefe, y esto te llama poderosamente la atención.

En menos de veinte minutos tienes allí a dos patrullas de agentes veteranos y jóvenes, les explicas lo sucedido y se llevan a los hombres detenidos.

Prometes que cuando acabes pasaras por su comisaria para hacer un informe y comentas varias veces que la mujer no ha podido ver nada, porque se encerró en la habitación, que pondrá la correspondiente denuncia llegado el momento.

No comentas que tiene relación con un caso de homicidio, ni explicas que hacías allí  a nadie, aunque no dudas que todos dan por sentado que tu y la joven Sara May tenéis un affair.  

Cuando ellos se han marchado, ella corre a tus brazos, y llora de nuevo, pues había pasado muchísimo miedo. 

Lo siento, lo siento, yo no fui capaz de llamar a la policía cuando me escondí, tenía mucho miedo, pensé que iban a matarnos.

Sus ojos llenos de lágrimas buscaron los tuyos, y te podías ver reflejado en las perlas de agua que salían de sus lagrimales.

No quiero quedarme aquí, me da mucho miedo.

La mujer cae sobre tu pecho, y se agita como si se tratara de un animalillo herido.

Richard la abrazó con cierto reparo. No encontraba atractiva a esa mujer en absoluto y, aunque así fuera, hacía tiempo que había dejado de tontear con los seres humanos. Tal y como cantaba Freddie Mercury, "¿quién quiere vivir para siempre?", él ya había visto suficiente gente morir por causas naturales como para encariñarse con alguien más. Nuevamente, como había aprendido a hacer con los siglos, interpuso su escudo moral y actuó como un auténtico profesional.

- No se preocupe, señorita Parker - respondió, separándola con suavidad de su cuerpo -Pondremos a una patrulla a vigilar su piso, y si no se siente cómoda allí, quizás en la comisaría...

Sabía lo que ella quería: quería que él la protegiera, que la acogiera en su casa. Pero él no era así, y sabía que si en vez de que con Richard Straptom hubiera topado con alguno de sus congéneres más viles, la habrían llevado a su casa para no ver la luz del día siguiente.

Ella se limpio la cara como pudo, pues el rímel había hecho mella en sus mejillas, asintió buscando con la mirada algún lugar donde esconder sus ojos llorosos.

Se separo lentamente del policía y intento concentrarse.

Bueno, en casa de mis padres, siempre escondíamos las cosas en el doble fondo del interior de los armarios. Este piso es muy cutre, pero lo escogí porque el armario tenía esa peculiaridad, tiene un doble fondo.

La mujer camino hasta la habitación y allí busco tus ojos por última vez. Sin duda, ahora mismo se sentía fuera de todo lugar en el mundo.

Solía pasar que las victimas de sucesos traumáticos sentían un apego emocional muy fuerte por las personas que las salvaban.

Estaba claro que ella estaba sintiendo una conexión emocional muy fuerte por Richard, pero este la había devuelto de golpe a la realidad.

Lo cierto era que quizás aquella vivienda no fuera segura, si el jefe de aquellos matones decidía mandar a alguien más a buscar lo que quiera que estuvieran buscando.

Tras meterse en el armario y trastear allí la mujer saca una caja envuelta en papel manila y la deja sobre la cama.

Espero que no sean drogas.

Dice mientras ella se empieza a morder nerviosa las uñas, y se agita inquieta desde lejos mirando la caja.

Estaba claro que no era de ella, y que al verlo en el lugar donde solían esconder las cosas de pequeños él y su hermano se había asustado de nuevo.

Tenías el dudoso honor de abrir el paquete delante de ella.