Partida Rol por web

Se podía decir que Gonzalo había vivido situaciones curiosas. Hasta, incluso, difíciles de repetir. Como aquella vez que encontraron a aquel noble pedante enganchado al trasero de una cabra. Pero aquella escena que acababa de presenciar...las superaba a todas!

Un ángel, unir el cielo y el infierno, unos objetos divinos... Aquello era cosa de locos! Pero más loco sería Gonzalo si dejaba escapar la posibilidad de salir de aquel lugar, evitando acabar de nuevo en el nauseabundo pozo.

Y por lo que le parecía al muchacho, el resto de grupo habían pensado lo mismo. Sin tomar en cuenta la devoción de Hernán por aquella misión papal, que su própia fe deseaba de forma total, observó como Agustí, Silvana y "el manco", aceptaban el encargo del papa Benedicto.

"No seas estúpido, y haz lo mismo que ellos!" pensó Gonzalo mientras se arrodillaba.

-Sus palabras solo muestran la verdad y el camino que debemos seguir. La luz que nos muestra en forma de palabras, será nuestra guia en la búsqueda que nos propone. Buscaremos esos objetos y le serviremos en este divino cometido.

"Cállate Gonzalo, que al final la cagarás!"...sí, mejor quedarse callado.
 

Al menos sabías que el delirio Papal parecía poseer algún atisbo de realidad, o como mínimo cierta base afianzada en las leyendas que solías escuchar de pequeña.

Ese Ramiel te sonaba de algo. ¿No era acaso uno de los servidores menores dentro de la Jerarquía Celestial? Un breve instante de reflexión te condujo a la verdad. Recordabas haber oído que había un cierto número de entidades angélicas de menor importancia que servían al Señor, realizando tareas muy concretas. Unos de ellos eran los tres Ángeles que le sirven en el Infierno: Duma, Tartaruchus y Ramiel. 

Así pues, el Papa aseguraba haber sido visitado por uno de los tres Ángeles guardianes del Infierno. Lógico que en el caso de interceder en un pacto entre Dios y el Diablo, fuese uno de ellos quien portara las comunicaciones entre ambas vías.

La pregunta es si todo sería verdad o un sueño del deleznable anciano. Pero verdad o no, al menos había resultado la llave para salir de lo que a todas luces habría de convertirse en vuestra tumba.

El Papa se frota las manos con regocijo. En su rostro una sonrisa de superioridad acompaña al deje de desdén con el que os habla en cuanto comprende vuestra afirmativa a sus propósitos:

-Sabía que habríais de ser razonables. Ahora pues, debo compartir con mis "nuevos colaboradores" la información que Ramiel me proporcionó para que comencéis estas andanzas.

El hombre carraspea para que su voz suene clara y firme, y comienza a hablar imitando el tono de voz con que Ramiel se hubo dirigido a él aquella misma noche:

-Son Ellos, Pedro, y solamente ellos quienes habrán de localizar el Cáliz de los Corrompidos y el Tesoro de los Apóstatas del Templo. Y para ello, mi querido Pedro, siervo de Nuestro Señor, lo único que deben hacer es consultar los pensamientos de los muertos...

La verdad es que aquel Pedro de Luna no era un mal orador. Entonaba a las mil maravillas y era capaz de cautivar con el poder de su narrativa, así que no os resultaba extraño que hubiese sido capaz a engañar a tantísimos siervos a lo largo de su longeva vida.

-Y eso fue todo. No me dijo nada más. ¿Se os ocurre, elegidos divinos y demoníacos, a qué habrá podido referirse?

-No hará referencia a visitar un cementerio?...O una cripta?... Creo que cuando se refiere a "consultar los pensamientos de los muertos", está hablando de ir allí donde descansan los muertos.

Había pensado en voz alta...y comenzó a creer que lo que habia dicho, podía ser una auténtica tonteria.

-La verdad es que no tengo ni idea...

-A mi lo de los "Pensamientos de los muertos" me suena más a anotaciones o libros escritos por alguien que ya falleció. Puede que tengamos que buscar en bibliotecas... Aunque si es así, yo no sería el más indicado para hacerlo. Lo del cáliz... Puede que el tesoro de los apóstatas del Templo esté relacionado con alguna orden templaria.*

Uuuuuuuuuhhhhhhhmmmmm... el Cáliz de los Corrompidos y el Tesoro de los Apóstatas del Templo... juraría que durante mis años de estudio escuche ambos nombres... pero mi memoria ya no es la que era, los achaques de la edad no solo se notan en el físico, la mente también se acaba resintiendo con los años...

Escuche con atencion y al final decidi hablar. 

-Lo unico cierto es que Raimiel es uno de los servidores que tiene Dios en el infierno. Eso resulta coherente, si se ha aparecido de verdad es normal que sea uno de esos angeles quien traiga el mensaje, nadie mas que uno de ellos podria propiciar un pacto entre el cielo y el infierno. Por otra parte, no habra sido un sueño y nada mas?- suspire tratando de ocultar mi preocupacion, seguia sin gustarme la mision- Buscar un caliz y un tesoro..., suena facil pero no me fio, ni sera un simple tesoro ni un simple caliz- me quede pensativa recordando que en mas de una ocasion habia oido hablar de un caliz de mucho valor, no era posible que se tratara del mismo. 

Sebastián observaba a todos con mucha cautela. Finalmente se rascó la cabeza y se decidió a decir algo no muy convencido.

- Esto... ¿Cáliz de los Corrompidos, Tesoro de los Apóstatas del Templo? A mi eso me suena a templarios.

Escuchar las palabras de Agustí tiene un efecto milagroso en tu concienzuda mente. ¡Las bibliotecas del casillo! ¡El legado del Papa! ¡Claro que tenía que ser eso! ¿Cómo no habíais podido caer antes en la cuenta? ¡Menos mal que Agustí se encontraba allí!

No pudiste dejar de sentir una cierta sensación de resquemor contra el monje y Benedicto. ¿Acaso no eran ellos hombres de cultura? ¿No se les debía presuponer cierta tendencia a la erudición? Y sin embargo había tenido que ser un modestísimo guardián de un camino, un antiguo bandolero, quien viniera a sacarle las castañas del fuego a hombres de tan supuestamente elevada y bien formada cultura.

Mucho hablar, mucho hablar. ¿Pero cuándo íbais a volver a comer como antes? Un manjar tan apetitoso... ¿Quién puede pensar en cálices y otras zarandajas cuando hay viandas de por medio? Aquel castillo debía de estar lleno de deliciosos manjares. A fin de cuentas, la mayoría de los monjes de confianza del Papa estaban bien rollizos. Te preguntabas dónde se hallaría la llave de la despensa. ¡Eso sí que era un auténtico tesoro y no ningún caliz de Cristo!

Diste un pequeño brinco al notar a Garbancito roerte los calzones y traspasar la piel hasta hincarle el diente a tu trasero. Él también parecía más pendiente de un posible almuerzo copioso que de ningún tesoro.

Y así prosiguió tu mente, divagando en temas ajenos a las desichas del Papa.

¿Cómo podía ser posible que en tu cabeza no surgiese ninguna idea decente? ¿Acaso el único miembro instruido del grupo no tenía nada que aportar ante Su Santidad el Papa? Sería demasiado vergonzoso si alguien saliese con una brillante idea o fuese capaz a revelar el enigma del guardián Ramiel mientras tú te limitabas a ejercer de espectador, sin aportar tus conocimientos, aprendidos en tus innumerables y largos años de estudio y meditación.

La sensación de hallarse con la mente en blanco te permitió ejercer de agudo observador de cuanto tenías a tu alrededor. Agustí parecía muy seguro de sí mismo. A su vez Silvana lo miraba como si su efigie le hubiese descubierto un nuevo mundo. ¿Qué estaría pasando por la mente de tan dispares sujetos?

¿Qué estaría haciendo Mara en aquellos momentos? Te preguntabas si te estaría echando de menos. ¿Sería acaso factible volver por el castillo a verla antes de proseguir con las andanzas papales? Claro que habría que buscarse una buena excusa para lograr convencer al grupo de perder el tiempo y regresar a Amposta, dando un rodeo en su periplo hacia... Hacia donde demonios tuvieran que ir.

Una buena excusa... Una buena excusa... Quizás el recoger provisiones... No, ésa era absurda. El Papa podría proporcionaros todo aquello que necesitaseis para el viaje. ¿Quizás ver a los amigos antes de partir? No, tampoco había una relación tan estrecha... ¿Y pedirle cuentas al Barón? ¿Estarían dispuestos los compañeros a regresar para pedir explicaciones?

Habías realizado una sugerencia excepcional, de ello no te cabía duda. Las bibliotecas papales debían de poder responder a todas las preguntas suscitadas por las enigmáticas palabras de Ramiel. ¿Dónde podría hallarse mayor fuente de saber que dentro de los muros de la morada de un Papa?

Te sorprendía que ni siquiera al Papa o a Hernán se le hubiese ocurrido tal cosa. A fin de cuentas, eran ellos los instruidos. Pero debía ser que la instrucción no siempre va de la mano de una mente aguda o del sentido común.

Silvana tenía los ojos clavados en ti, como si tus palabras hubiesen sido una especie de revelación para ella. Los demás parecían sumidos en sus pensamientos, ajenos a su entorno.

Un nuevo viaje...una nueva búsqueda. Pero esta vez, hacia algo desconocido, hacia algo que no llegaban a entender ni por donde comenzar.

Gonzalo se sentía cansado... Toda aquella historia, comenzaba a ser demasiado para un chico que lo máximo que le había preocupado había sido saber qué comería aquel día. Necesitaba descansar...y algo de cariño.

"Mara..." pensó el muchacho. Cuanto deseaba volver a verla, a abrazarla, a sentir su olor creca de él, a poder acariciar su cuerpo desnudo. Puede que...

-Creo que deberíamos iniciar la búsqueda por algún sitio.- dijo si alzar la voz demasiado- Por ejemplo... Si os acordáis, el barón, experimentó una misteriosa aparición en aquella cueva en la que fuimos a buscarlo. Te acuerdas Agustí? Puede que si le hacemos una visita, podremos sacar algo en claro. Qué os parece la propuesta?

Sumida en mis propios pensamientos no escuche los ultimos comentarios que hicieron mis compañeros. Como si de una revelacion se tratara abri exageradamente los ojos y mire a Agusti. 

-Si!-dije en voz alta sobresaltandome a mi misma- Me sorprende que un simple guardia como tu haya acertado. Por supuesto que "El pensamiento de los muertos" es lo escrito en los libros. Como no me he dado cuenta antes. A lo largo de la historia cientos de hombres han dejado sus pensamientos plasmados en pergaminos y papeles. Y vuelves a acertar diciendo que estos se encuentran en las bibliotecas. Acaso el mismisimo Papa no tiene una en este castillo? El legado del Papa, eso es, ahi deberiamos encontrar lo que buscamos, entre los libros que se almacenan en su propia biblioteca- sonrei ligeramente con un poco de malicia- Es patetico, os dais cuenta de que ni el mismo Benedicto ha sido capaz de llegar a esta conclusion? Con toda su erudicion, con toda su sabiduria..., que un grupo de gente humilde e "inculta" haya descifrado eso de "El pensamiento de los muertos" dice mucho a nuestro favor- Bastante mas animada que al principio de la conversacion, pense que tal vez no fuera tan dificil encontrar lo que nuestro carcelero nos pedia. Solo teniamos que ir a la biblioteca del Papa Luna y buscar los textos donde se hablara de los objetos que necesitabamos. 

Aunque le alegra saber que su idea de rebuscar entre los libros no ha caído en saco roto, la proposición de Gonzalo hace que un escalofrío le recorra la médula espinal.
-¿Volver a entrar en esa cueva embrujada? ¡Ni que me lo pidiera la misma Virgen de la Cinta aparecida a los pies de mi cama! No soy hombre que se amilane ante el peligro proveniente de las cosas mundanas, bien lo sabeis, pero solo recordar lo vivdo en la oscuridad de ese lugar hace que el vello de todo mi cuerpo se erice. No te lo tomes a mal, amigo Gonzalo, y si estás decidido a ir, haré lo posible por ayudarte, pero no veo la relación entre lo dicho por el Papa y ese lugar.

-No Agustí, amigo...no me refería a entrar de nuevo en aquella inquietante cueva, no... Mi intención es averiguar, visitando al barón, qué sucedió en el interior de la cueva, que pasó allí para que reaccionara de aquella forma. Puede que tengamos alguna pieza más para resolver este desconcertante misterio. Es un lugar que ya conocemos, podremos descansar y...decidir donde y como iniciar nuestra búsqueda "divina".

Gonzalo se notaba poco convencido con sus palabras. Era evidente que volver con el barón era una locura, pero sabía que allí le esperaba Mara. Puede que aquel fuera su objetivo real, donde cogerse dentro de toda aquella locura.