Partida Rol por web

Gonzalo recordó agriamente los días de encierro forzado del Papa y se sorprendió riendo de como era posible que la vida diera aquellos vuelcos tan sorprendentes: un día estás al borde de la locura y la desesperación...y al siguiente disfrutando de una comilona que pocas veces había podido saborear.

Pero aquella sonrisa se apagó en segundos. Él, ya solo deseaba acabar con toda aquella historia y poder reencontrarse con Mara. Con algo de suerte, podrían establecer algo de rutina en su nacida relación y poder disfrutar de su compañía. Cuanto deseaba volver a verla, volver a olerla, volver a sentir su cuerpo...

De repente, la llegada de un nuevo grupo a local, apartó a "el Rata" de su sueño a ojos abiertos. La opuléncia de aquel hombre llamó el instinto de ladronzuelo de Gonzalo. Aquel hombre no escondía su poder ni su dinero. Quién era? Su cara le sonaba, pero...

No, no acabó de relacionarlo con alguno de sus recuerdos. Tanto fue asi, que intentó volver a su "querida Mara" mientras engullía aquella comida y aprovechaba para esconderse algún bollo y algo de fiambre dentro de su zurrón. "Nunca se sabe" pensó el pícaro jovenzuelo.

Sebastián solo levantó un instante la mirada para volver al momento a las viandas.

El viajante y su séquito fueron instalados en una mesa contigua a la vuestra. Los criados hablaban ruidosamente mientras el viajero ricachón se sentaba a la cabeza de la mesa, aguardando por los alimentos que el posadero habría de servir minutos después.

En la mesa había una considerable agitación. Todos parecían muy satisfechos de hallarse allí, y hasta vosotros llegaban ramalazos de la conversación, en ocasiones ininteligible. Aún así, hicisteis el esfuerzo de poner la oreja a ver si se podía captar algo jugoso.

El tabernero llegó cargado de alimentos, con un menú aún más copioso del que vosotros podíais permitiros y que comenzaron a devorar con avidez, como si hiciera días que no probaban bocado.

Mientras comía, Agustí se metió un dedo en la oreja y lo agitó con fuerza para, posiblemente, aliviarse algún picor interno.

Con la panza bien llena llegó el momento de relajarse con un vinito y cotillear las conversaciones ajenas.

Segui centrada en la comida, hacia tanto ruido al masticar que no llegaba otro sonido a mis oidos.

Como siempre, la curiosidad de Gonzalo tenia personalidad propia. Sin darse cuenta, el muchacho estaba intentando conocer lo que en la mesa vecina estaban comentando...

Por lo visto el noble y su séquito han salido a toda prisa de Tortosa, rumbo a donde cuadre. Tu oído capta referencias constantes a "peste", "muertos por centenares", "el mismísimo infierno en vida".

Parece ser que han tomado todas sus posesiones y han salido por patas de la ciudad de Tortosa porque la peste negra se ha cebado profundamente con la ciudad.

También te percatas que cada dos por tres echa un vistazo a tu mesa, centrando su atención en Gonzalo y Agustí.

Sus compañeros vieron como el rostro del vagabundo palidecía ostensiblemente mientras escuchaba la conversación en la mesa de al lado. Se mordía nerviosamente las uñas mientras lanzaba miradas de reojo al viajero y su séquito. Cuando se decidió a abrir la boca, la voz salió temblorosa,  apenas un susurro.

-La peste….la peste ha llegado a Tortosa. Muertos por cientos. Cadaveres putrefactos en las calles...-

Agarró la jarra de vino mas cercana y la vació de un solo trago. El sudor perlaba su frente. Se limpió la boca en la manga.

-Gonzalo, Agustí, ese hombre no os quita ojo.-

Como un impacto doloroso, Gonzalo recordó en un flash de pocos segundos, la última vez que vio a sus padres, alla en Tortosa. Sus caras pálidas, sus cuerpos sudorosos por la fiebre, los vómitos de sangre de olor penetrante... Por aquel motivo abandonó la ciudad. sabía que nada podía hacer por ellos. Solo le quedaba escapar de aquella pesadilla y de una muerte segura.

Se hubiera quedado en aquella pesadilla si no hubiera sido por el comentario del Manco a respecto del hombre que estaba en la mesa cercana a la suya. Debía ser alguien que conocía a Agustí y a él mismo, por como decía que los miraba. Pero quién era?

Aquello intranquilizó aún más al muchacho. Instintivamente, apoyó su cabeza en la mano izquierda, simulando cansancio o dolor de cabeza, intentando esconder al máximo su rostro.

-Agustí, recuerdas su cara? Quién diantres es?

De pronto, el noble se gira hacia el tabernero y agita el brazo con vehemencia.

-¡Por todos los demonios! ¡A fé mía que tienes razón, Gustavo! ¡Vamos, vamos, mesero! ¡Una ronda de esta repugnante cerveza agria para todos los presentes! A fin de cuentas, acabamos de salir del mismísimo infierno... ¡Y hemos vivido para contarlo!

El tal Gustavo, criado, asiente con regocijo. La alarma y pomposidad del noble paracen haberse esfumado tras un par de buenos tragos a su jarra de agria cerveza, y ahora parece más alegre, menos tenso, mucho más cómodo. Da la impresión de que se ha quitado un enorme peso de encima y que por fin parece haberse dado cuenta de ello.

De pronto se gira, contemplando a Silvana con cierto interés.

-¿Te unes a nuestra mesa, preciosa? ¡Siempre hay lugar en mi mesa para una buena jamelga! ¡Y pareces la única de todo este cuchitril de mala muerte!

Agustí, que había intentado no mantener contacto visual con el noble por miedo a que fuera una de sus antiguas "víctimas" de sus dias de pillaje, se relaja al ver que éste no es más que un bravucón con la boca demasiado grande.
Mira a Silvana de reojo y sonríe al imaginar la respuesta de la mujer.

La alusion a mi persona me provoco tal susto que la comida se me fue por otro lado y casi me atraganto. Por suerte tosi y la mezcla que tenia en la boca salio disparada por toda la mesa. Me tome unos segundos para pensar, ese hombre se habia fijado en algunos de los que me acompañaban, la razon no la sabia y me propuse descubrir lo que pudiera sobre el noble varon.
Me puse en pie con toda la elegancia de la que fui capaz, me coloque el pecho descaradamente de forma que sobresaliera por encima de mi escote y sonrei con una dulzura totalmente inapropiada en mi.

-Sois muy amable al invitarme señor, pero tengo por costumbre no sentarme con desconocidos. Tal vez si me dijerais quien sois y me explicarais por encima que os trae a esta taberna cambiaria mis costumbres.- hice una reverencia que resulto mas bien comica- Pareceis alguien importante, no quiero ser descortes con vos asi que me presentare yo antes. Mi nombre es Juana y estoy aqui de paso.

Intente mantener la sonrisa y espere de pie con la esperanza de descubrir quien era el imbecil que pretendia que me sentara en su mesa.

-¡Vamos, vamos, chusma, haciendo sitio a la buena moza!- el noble empujó con el culo al criado que se encontraba a su lado, tirándolo al suelo, y limpiando con la mano el asiento para que se sentara Silvana- Mi nombre es Víctor de Tortosa, posiblemente el noble más rico de la ciudad. ¡Y no imagináis lo que acabamos de vivir allí! ¡El infierno!

Una inmensa jarra de cerveza fue situada inmediatamente ante la moza, y el noble aprovechó para brindar con ella con alegría.

-Amigos de la moza, arrimad una mesa y acercaos aquí. Hoy me siento generoso para todos. ¿Habéis estado alguna vez en el infierno, muchachos? ¡Tortosa es peor que ello!

Fingi la sonrisa mas cautivadora del mundo a pesar de mis dientes manchados y me sente al lado del noble varon, estaba dispuesta a aprovechar la ocasion y sacar provecho de ella.
Hice una seña al resto para que se unieran a mi y aceptaran la invitacion de Don Victor.