Partida Rol por web

En cuanto el niño sale corriendo, salgo tras el. Sus jovenes piernecitas corren mas rapido que yo. Maldigo en silencio al ver que va a alcanzar la casa poniendo en peligro su vida.

Vuelves a la sala que hace funciones de taller artesanal del ahora fallecido dueño de la casucha. Algo ha cambiado, además de la abrumadora cantidad de llamas que asolan la estancia. La puerta frente a la de entrada está abierta de par en par, y por ella penetra un abundante caudal de luz, pues da al exterior, posiblemente a una huerta. Percibes desde más allá del umbral a Gonzalo tosiendo como un loco.

Y de pronto, inesperadamente, notas una nueva presencia en la casa. El muchachito ha entrado en la casucha de nuevo, al grito de "El medallón de papá".

Acto seguido, se arrodilla en el suelo, camino al dormitorio de sus padres, y comienza a toser.

Tus esfuerzos por apagar las llamas resultan infructuosos. El fuego no solo no se ha atenuado, sino que la corriente de aire entre la puerta de la calle y la de la huerta lo ha avivado aún más. La propia huerta se ha convertido en un lugar enclaustrado entre muros, lleno de humo e irrespirable, y amenazando con prenderse fuego el jardín del mismo modo que el interior de la casa.

Además, desde el interior, en la sala que acabas de abandonar, percibes un ataque de tos que no parece el de Agustí, sino el de otra persona. Una mujer, o quizás un niño. Es un tosido agudo, casi infantil.

El niño se os escapa de las manos y penetra como una exhalación en la casa, sin que ninguno de los dos sea capaz a aferrarlo antes de que cometa semejante locura.

Al cabo de apenas unos segundos, percibís el sonido de unos violentos tosidos desde el interior, sin duda los del temerario jovencito.

Las llamas se han propagado por toda la estancia central de la casa. El humo comienza a afectaros aún a pesar de estar en el exterior.

Y Gonzalo y Agustí siguen dentro, al igual que el niño.

En el infierno. En el mismísimo infierno.

Observo al niño dirigirse a la habitación donde acabo de terminar con la vida de sus padres y mi primer instinto es detenerlo y sacarlo de ese infierno en que s eha convertido la casucha, pero la mención de ese medallón hace que cambie de opinión. ¿Será eso lo que andamos buscando?
Con un salto me sitúo frente al niño y le agarro por la pechera.
-Tienes que salir de aquí. -Le digo señalando a la puerta abierta que conduce al exterior.
-Dime donde está el medallón y yo lo recuperaré por tí.
Espero que la situación en la que nos hallamos juegue a mi favor y el chico me obedezca.

-Rediosla putísima!!!- Exclamó Sebastián mirando fijamente al infierno en que se había metido el chaval.

Vació su odre sobre la chamuscada manta que había usado inutilmente para auxiliar a la mujer momentos antes. Puso la empapada tela sobre su cabeza embozandose el rostro con ella y se lanzó al interior tras el insensato criajo.

-Mierda, no ha funcionado!-gritó Gonzalo al ver que su "estrategia" para apagar el fuego no solo había sido inútil sino que había empeorado la situación.

Ahora, la casa y el patio interior era cultivo de las llamas, y la sensación de ahogo era mayor. Para acabar de emporar las cosas, la corriente de aire había avivado el humo y ahora era casi imposible ver a dos palmos de donde estaba.

Pero entre palada y palada, y antes de perder el control sobre la fracasada opción de apagar el fuego, el muchacho puso oir la tos de una persona. Y no parecía ser de Agustí!

-Hay alguien ahí?-preguntó Gonzalo.

Y esquivando peligrosamente las llamas, mientras se tapaba la boca con la manga de su camisa para evitar respirar humo, se adentró de nuevo en el "infierno" en busca de aquella tos.
 

Maldigo un millon de veces mi torpeza cuando veo que el niño se me escapa de entre las manos. Vacilo unos instantes cuando veo que Sebastian corre hacia la casa y lo imito, me he propuesto atrapar al niño y salgo corriendo tras el. 

El niño tose como un loco en tus brazos, intentando emitir alguna palabra inteligible. Por fin, entre abceso de tos y abceso de tos, el lagrimeante muchachito, con los ojos irritados a causa del humo, consigue pronunciar palabra. Alza un brazo en dirección al dormitorio que acabas de abandonar, en el que yacen sus padres muertos, aunque él no lo sepa.

-El medallón de papá... Est... ¡Cof cof cof! Est... ¡Coooff coff coff! Mesilla... padre... Medallón... Al lado... Lamparilla... ¡Cooof cooof coooof! Lamparilla aceite...

Y, no sin haber realizado un excesivo esfuerzo al pronunciar tan escasas palabras, vuelve a prorrumpir en un severo ataque de tos, pero al menos no hace ademán de seguir avanzando hacia el interior de la casa.

Nada más que el niño termina de hablar, te percatas de que hay alguien a tu espalda. El humo apenas te deja percibir nada, pero intuyes que la silueta que se ha aproximado a ti proveniente de la terraza es la de Gonzalo. Cuando lo tienes a escasos pasos te das cuenta de que tiene los ojos tan rojos o más que el niño. Parece que no está llevando especialmente bien la virulencia del humo.

Y, por si fuera poco, la flamígera estancia completa su aforo con la entrada de Sebastián y Silvana, quien vienen corriendo tras el niño. ¡Bonito lugar ha escogido el grupo para reunirse!

Cuando te adentras en la casa, percibes una silueta familiar en medio de la sala. Es Agustí, que se halla agachado. Por un momento crees que ha sucumbido a la asfixia a causa del humo, pero al cabo de unos instantes percibes sus palabras sin atisbo de tos.

-Tienes que salir de aquí. Dime donde está el medallón y yo lo recuperaré por tí.

Estas palabras van dirigidas a la pequeña criaturita que tiene entre brazos. Es el niño al que habíais salvado de morir abrasado, que por algún motivo que desconoces -aunque las palabras de Agustí han menguado tus dudas- ha vuelto a penetrar en la casa.

El infierno... Un objeto del cielo y otro del infierno...

El infierno...

El medallón de papá...

¿Podría ser...?

Penetráis en la estancia con tiento, con muchísimo cuidado. Las llamas cubren prácticamente toda la sala y el humo apenas deja ver nada. Agudizando mucho la vista lográis distinguir levemente vuestro entorno. La antorcha lanzada hacia el interior de la casa había comenzado a arder con inusitada violencia, extendiendo su fuego hacia una especie de banco de trabajo de madera sito sobre ella.

No era una casona muy grande. No poseía buardilla, pero de la sala central -por la que habíais entrado- se accedía a otras dos por dos puertas apolilladas de esquina a esquina. Una se hallaba a en la pared de la izquierda, la otra frente a vosotros. No había más. Eso era todo. Un vivienda humilde, como tantas otras.

La sala en que os hallabais no era fácil hacerse una idea de lo que contenía, a causa del humo. Podíais distinguir los bordes de una raída alfombra de considerable grosor, así como el banco de trabajo de la familia. Hay algunas piezas de alfarería sin terminar, esparcidas por el suelo, fundiéndose ante el calor de las llamas. También hay algunos almohadones mullidos a modo de asientos sobre el suelo. Prácticamente todos han comenzado a arder.

Sabéis que había un hombre aquejado de la peste en la sala de la izquierda porque lo habíais visto asomado a la ventana, pero no daba señales de vida ni había tratado de huir del cuarto. Desconocíais si había o no más personas en la casa, además de Gonzalo, Agustí y el escurridizo niño.

En mitad de la sala percibís una silueta familiar. Es Agustí, que se halla agachado. Por un momento creéis que ha sucumbido a la asfixia a causa del humo, pero al cabo de unos instantes percibís sus palabras sin atisbo de tos.

-Tienes que salir de aquí. Dime donde está el medallón y yo lo recuperaré por tí.

Estas palabras van dirigidas a la pequeña criaturita que tiene entre brazos. Es el niño al que habíais salvado de morir abrasado. El niño tose como un loco en brazos de vuestro amigo, intentando emitir alguna palabra inteligible. Por fin, entre abceso de tos y abceso de tos, el lagrimeante muchachito, con los ojos irritados a causa del humo, consigue pronunciar palabra. Alza un brazo en dirección al dormitorio.

-El medallón de papá... Est... ¡Cof cof cof! Est... ¡Coooff coff coff! Mesilla... padre... Medallón... Al lado... Lamparilla... ¡Cooof cooof coooof! Lamparilla aceite...

Y, no sin haber realizado un excesivo esfuerzo al pronunciar tan escasas palabras, vuelve a prorrumpir en un severo ataque de tos, pero al menos no hace ademán de seguir avanzando hacia el interior de la casa.

Gonzalo ha aparecido corriendo desde la puerta del fondo. Parece tener los ojos tan rojos como el propio niño, como si el humo lo hubiera afectado profundamente.

Agustí mira a Silvana y Sebastián. Parece encontrarse bien a pesar de tener el rostro ennegrecido por el humo y la pluma de su sombrero totalmente churruscada.
-Llevaos al niño de aquí. Y también a Gonzalo, antes de que se asfixie del todo. Yo voy a por el medallón, que espero que sea aquello que estábamos buscando.
Dicho esto, Agustí se tapa el rostro con la manga y se adentra más en la casa en llamas.

-Estoy bien! Silvana, Sebastián, sacad al niño de este maldito horno, deprisa!

Gonzalo sabía que se estaba arriesgando mucho al quedarse en aquella casa en llamas, pero estaba convencido de una cosa: no había hecho todo el camino para, en el momento final, quedarse atrás. Además, no podia dejar a Agustí solo entre tanto peligro ardiente.

"El medallón...el patio...algo enterrado...". Gonzalo comenzó a atar algunos cabos y se le planteó la posibilidad de que aquello que había visto medio enterrado en el patio de la casa, podría ser el medallón que estaban buscando. Puede que, ante la posibilidad de que alguien se lo quisiera quitar a la família entre tanto jaleo, hubieran pensado en esconderlo. Era una posibilidad que reportaba más tensión a la situación: tendrían tiempo de probar suerte en el patio y, en caso de no tenerla, volver a entrar en la casa para buscar en la mesilla?

-Agustí, en la huerta de la casa he visto que habian enterrado alguna cosa. Puede que sea el medallón... Me encargo del patio y tu de la mesilla. El primero que encuentre algo que avise y nos largamos de aquí cuanto antes.

Acto seguido, se encaminó de nuevo hacia el patio, esquivando las llamas como una rata escurridiza.

Agarre al niño por donde pude y lo arrastre tratando de sacarlo de aquel infierno. Agusti y Gonzalo se ancargarian de encontrar el dichoso medallon. Definitivamente aquel era el objeto que andabamos buscando. 

-La mesilla, buscad en la mesilla!- grite desesperada intentando llegar a la puerta entre tanto humo- Esperaremos fuera a que salgais, no tardeis!