Partida Rol por web

Quizá fuese un sexto sentido o quizá fuese su especial idiosincrasia debido a las vivencias de su juventud, pero Zendr copió el movimiento de aquellos extraños personajes de la sala. Sólo el destino de la diosa Desna pareció corroborar este presentimiento cuando, aún con los ojos cerrados, vio el estallido de luz que inundó toda la sala del Goblin Dorado ....

Fue un sexto sentido, pero la relación de hechos hizo que instintivamente cerraseis los ojos en el justo preciso instante en que una explosión de luz inundaba toda la habitación del Goblin Dorado. Incluso con los ojos cerrados pudisteis ver semejante luz, ..., menos mal que no os había cogido con los ojos abiertos ....

Poco a poco, empezasteis a abrir los ojos. La inmensa mayoría de la gente: camareras, personal de la casa, jugadores, etc ..., se agarraban los ojos en un gesto como de dolor, mientras que algunos gritaban que estaban ciegos ....

Pero no todos se habían quedado ciegos. La extraña muchacha con un sólo ojo y el resto de extraños individuos no estaban cegados. Estos últimos, con pinta de claros "matones" extrajeron sus espadas, y la muchacha de un sólo ojo, empieza a decir, como entonando:

- ¡Muy bien, amigos! ¡Todos al suelo! ¡No intentéis nada estúpido y os dejaremos vivir!

Cuando los hermanos se disponían a abordar a la muchacha, les sorprendió una explosión de luz que inundó toda la habitación del Goblin Dorado. Todo se tornó negro. Eran conscientes, pero no podían ver nada. Empezaron a escuchar griterío entre la gente y alguno que otro que alzó la voz diciendo que se había quedado ciego.

En medio del caos que parecía haberse adueñado del Goblin Dorado, una voz femenina, con melodioso acento, como si pareciese que estuviese cantando se alzó por encima de las demás:

- ¡Muy bien, amigos! ¡Todos al suelo! ¡No intentéis nada estúpido y os dejaremos vivir!

Un mediano de estrambótico sombrero y finas ropas nobles asomó su pequeña cabeza por encima de una mesas y observó con estupefacción lo que estaba ocurriendo, aún sin entender que había sido aquella cegadora luz que al parecer había dejado a la mayoría de la sala ciega.

- ¡Pardiez! !Por la rosa eterna! - exclamó el mediano con su melódica voz al tiempo que ponía sus brazos en jarra subido encima de la mesa- ¿Es esto alguna clase de atraco a este salón de juegos? - dijo al tiempo que esperaba la reacción de la mujer con un sólo ojo.
 

Un estallido de luz embargó toda la sala y el pícaro quedó completamente deslumbrado. Era incapaz de distinguir nada, con lo que cierto temor atenazó a su corazón cuando una voz melodiosa instó a saquear a los que se hallaban allí. Por unos segundos, pensó de que tal vez fueran los Mantis Rojos que definitivamente lo habían encontrado y que venían a cobrarse su deuda, pero cuando la muchacha voceó que sólo deseaban atracar al local, pensó que lo mejor era desaparecer... o almenos intentarlo.

Se echó al suelo y comenzó a gatear con dificultad. Buscaba esconderse bajo una de las mesas de juego y así pasar desapercibido.

Zendr vio el resplandor incluso a través de sus manos. Era consciente de la gran ventaja que tenía respecto al resto y no estaba dispuesto a perderla. De inmediato se puso a gritar: - ¡Aaaaah, mis ojos! ¡No veo nada!. Se cubrió los ojos con la mano izquierda de modo que podía ver sin problemas entre los dedos extendidos. - ¡Me cago en la boca de vuestra puta madre! ¡Estoy ciego!. Mientras con la derecha, tanteaba en su cadera en busca de algo útil. Si esa gente venía a robar, no iba a ser él quien se lo impidiera; él mismo se había visto obligado a hurtar en más de una ocasión. No obstante, rezó para que a los ladrones no se les ocurriese hacer daño a nadie, en cuyo caso se vería obligado a actuar.

Una luz cegadora se hizo presente en la sala y ya no pudo ver nada más. Una voz femenina se hizo escuchar por encima de la algarabía resultante y les trató con una condescendencia propia del que tenía la situación bajo control.

Lejos de arredarse, Dredmor dio uno de sus teatrales giros de capa y se encaró hacia donde había escuchado la voz...

¿Quién eres tú para dar órdenes? No me arrastro por nadie ni por nada, así que aquí me quedaré... No he salido de una pocilga para tirarme al suelo como una vulgar babosa...

Se cruzó de brazos y puso su "mejor" cara de seductor para poner punto y final a su magistral interpretación de ultrajado rehén. Aunque también se puso en guardia para cuando pudiera ver....

El estalido fue cegador. O lo hubiese sido de no haber oido la voz del Mar en el ultimo segundo que lo previno para taparse el rostro. Al volver a abrir los ojos, la moza tuerta y otros cuatro truhanes, espadas en mano, parecía que se disponian a cometer un robo a mano armada en mitad de la voragine de juego y apuestas. A Bodhi no le importunaba demasiado deshacerse de unas monedas para evitar la violencia...pero echando un vistazo a Martin, que ya había acumulado algo de dineros, temió por si le daba la locura de rebelarse para defender su malhadado tesoro. Con cautela, dio algunos pasos hacia atras para situarse junto a su amigo jugador. Su vara de madera de deriva estaba confinada a la entrada del tugurio, pero su cuchillo de pescador aun apretaba contra su cadera. Pero muy feas se tenian que poner las cosas para que el muchacho negro derramase sangre asi como asi...

El pánico parece adueñarse de la sala. Escuchas varios ruidos sordos, como si diversos bultos cayeran al suelo. Cuando intentas gatear entre las múltiples piernas topas con varios cuerpos de otras personas que han seguido la orden de la voz femenina, y que dificultan el camino hasta tu objetivo, pese a que estaba prácticamente al lado de tu posición.

Además, escuchas varios gritos de miedo y varios lamentos, del resto de personas en la sala, lamentándose de su ceguera. En medio de este bullicio pareces escuchar a tu hermano lanzando una seria advertencia:

- ¿Quién eres tú para dar órdenes? No me arrastro por nadie ni por nada, así que aquí me quedaré... No he salido de una pocilga para tirarme al suelo como una vulgar babosa...

Escuchas varios ruidos sordos, como si diversos bultos cayeran al suelo. No te resulta difícil de imaginar que diversa gente de la sala han seguido la orden de la voz femenina y yacen actualmente en el suelo, ..., pero claro está, no puedes definir el número de personas que ha procedido de este modo. Adicionalmente se generan diversos gritos y lamentos de otra parte de la gente ante su nueva condición de ciegos.

Tu seria advertencia parece caer en saco roto ...

El pánico parece adueñarse de la sala. Varios de los presentes pasan a hacer caso a la orden de la chica y se tumban en el suelo. Otros entran en pánico y empiezan a gritar de miedo y lamento ante su nueva condición de ciegos (entre ellos Zendr, que pasa desapercibido entre el resto de verdaderos ciegos).

Entre el griterío y confusión, las palabras de Mirn quedan en un segundo plano, sin suponer un claro desafío ante los rufianes, concentrados en las amenazas más cercanas.

El mago, o personaje con aspecto de mago por sus túnicas, causante de la explosión de luz, extrae un nuevo pergamino y se acerca al resto de malhechores. 

Mirn, que se había subido encima de una de las mesas para poder contemplar mejor toda aquella escena debido a su corta estatura, extrajó su pequeña espada corta decorada con motivos florales y con el mango de un color rojizo y apuntó con ella al mago que se disponía a utilizar aquel pergamino de desconocidas propiedades.

- ¡ Deteneos malhechor ! - exclamó el mediano de elegantes ropas - ¡Soltad ese pergamino ahora antes que nadie sufra daño...! - ordenó con voz melódica pero firme, a la vez que una especie de estallido rosado acompañó las palabras del pequeño y elegante mediano.

El mago fue confiado a la reunión de sus compañeros, pero algo pasó en el devenir de su plan. Un halfling se cruzó en su camino, y con los dones de Shelyn lo sorprendió haciendo que el pergamino que tenía en sus manos cayese al suelo casi como por voluntad propia ...

Zendr comprobó aliviado que, a priori, su treta estaba teniendo éxito. La sala estaba atestada de gente, de modo que se podía confundir bien entre el gentío. Divisó a los que habían iniciado todo aquello y decidió acercarse un poco más: en caso de que hubiese jaleo, más valía no estar desprevenido. Vio frente a su posición una mesa y decidió colocarse allí. Se aproximó dando tumbos, como si estuviese sufriendo mucho dolor: -¡Mis ojos! ¡Oh Desna!, ¿Por qué me has abandonado? Cuando llegó casi le da un vuelco el corazón; a su lado se encontraba un joven con el rostro muy -demasiado- oscuro. No era la primera vez que veía uno de "esos", pero le sorprendió igualmente. Se percató de que el rictus de sorpresa seguía en su rostro y se maldijo a sí mismo un par de veces. Si ese hombre estaba con los asaltantes, ya la había fastidiado, pues se habría dado cuenta de sobra de que podía ver. Apretó con fuerza el puño de una de sus dagas y le guiñó un ojo al oscuro desconocido a la vez que se llevaba el índice de la izquierda a los labios pidiéndole silencio. Elevó un silenciosa plegaria para que aquél hombre no fuera un enemigo y su acero no tuviese que beber sangre tan pronto...