Partida Rol por web

Mordred vio como aquellos ladrones de tres al cuarto huían del callejón como gallinas cluecas. Habían hecho falta únicamente sus flechazos y los conjuros de su hermano, para que esa "chusma de muchos padres" pusieran pies en polvorosa. No era necesario gastar más flechas en esa recua de malnacidos. a Mordred no le molestaba que hubiera gente que se ganara la vida robando, pero había formas mucho más limpias de hacerlo. Todo era una cuestión de atención y foco. El rollo "¡¡Te mato jas yu!!" de matón desorejado hacia tiempo que había quedado arcaico y obsoleto. En una ciudad como aquella, donde el crimen formaba parte de modo de vida, malgastar tus energías en apuñalar a un borrachuzo... era cuanto menos discutible. 

Tanto su hermano como el mediano florillo, dieron rienda suelta a sus dotes interpretativas ¡¡Se hacían empalagosos ese par de brasas!! Pero habría que aprender a convivir con ellos... Bueno a su hermano ya hacía sesenta años que lo sufría...

Justo cuando el grupo iniciaba su camino hasta el anciano apaleado, una sonrisa socarrona y de medio lado, emergió en el rubro rostro del tiefling. Sólo tuvo que mirar a su hermano gemelo, para que éste obtuviera toda la información que el pícaro semiinfernal guardaba...

- Si estuvieramos solos, le dábamos nosotros el palo...- pensó de forma traviesa el ladrón. No en vano, ésa era su forma principal de subsistencia.

- ¡¡Mira hermano!! ¡¡A ése le han dao!!...- dijo señalando al anciano que acababan de rescatar. 

El pobre viejo borracho se intentó poner en pie a duras penas. Había recibido varios golpes, pero por el fuerte olor a vino que desprendía, intuíais que no los notaba lo más mínimo.

Mirn, en calidad de buen samaritano, le ayudó a ponerse en pie, cosa que arrancó un agradecimiento por parte del octogenario beodo:

- Grrraaaaaaaciiiassssssssh, chiiicoo. - Dijo con una voz más que vacilante. - Noooo, sheee, que queeeerrriian essstassss muchaaachaaas ... - Comentó sin noción de la realidad - ...., peeeroooo pareeeciiiaannnn eeee ....., eeeenoojaaadassss, ...., soolooo pooorrrrqueee cooogí essssta bolsa. - Dijo mientras la meneaba, acorde a sus vaivenes de cuerpo entero, y se hacía evidente el tintineo de monedas.

El viejo tropezó, y cuando parecía que su visita al suelo era irremediable, desafió las leyes de la gravedad y volvió a una posición recta. Se acercó a Mordred tendiéndole la bolsa:

- Podríiiiiaisssss devolveeerleee la bolsa a laass chhiiicaaasss, ..., yooo teeengoo baress que viiisiiitar. - Pero antes de abandonar al grupo, entrecierra los ojos a modo de curiosidad y se acerca y dijo - Te ha daadooo muuuucho el sooool, ....., te haaas pueestooo rooojoo.

Después de esto, se intenta alejar dando todo un recital de cómo caerse 10 veces en el mismo sitio.

Aquel era el día de suerte que durante mucho tiempo había esperado Mordred. Ya no hacía falta que se esforzara para arrancar las bolsas de los incautos transeúntes... ¡¡Las bolsas venían a él!! 

Miró con cara de pocos amigos cuando el abuelo borrachete, comentó algo de su color de piel... Si roja tenía la cara, no se imaginaba ese cierrabares como tenía de rojo la punta del capullo. Eso le recordó que cerca de allí había un grupo de mozas aseadas y muy profesionales. Había que darse prisa.

- Bueno chavales... Hay unas cien piezas de oro- dijo sonriendo, mientras tendía la bolsa para que todods comprobaran que decía la verdad.

El día estaba como ausente. Pese a que había tomado parte en la "salvación" del pobre borracho, ahora estaba sumido en una extraña contemplación del callejón. Incluso volvió a mirar a la extraña mancha negra del cielo de Riddleport.

Continuó así durante un tiempo, ajeno incluso a la ida del curioso abuelo borracho, y de las palabras de Mordred, como si estuviese sopesando algo.

Cuando la conversación parecía que iba a tomar otros derroteros, intervino:

- Este no es mi lugar. - Dijo de forma pausada, pero firme - No esperó que entendáis mis motivos, pero definitivamente un sirviente de la naturaleza no encaja en este lugar, ...., , y la naturaleza, y en concreto el mar, parece que reclaman mi presencia en otra parte. Siento dejaros así, pero he de marchar. - Comentó con plena convicción.

Pero antes de irse y de romper el aparente estado de shock de algún integrante del grupo por la repentina noticia, añadió unas extrañas, y quizá preocupantes palabras de más, mirando fijamente la mancha en el cielo:

- Guardaos de esa mancha en el cielo. No hay otro ejemplo análogo de esa mancha, que conozca, en la naturaleza. Los pájaros parecen evitar el cielo alrededor de esta, y aunque parezca una nube negra, el viento no parece tener efecto sobre ella. Además, parece como si su tamaño aparente, porque tampoco parece que sea estática, guarde relación con las mareas, ...., como más grande en marea alta y más pequeña en marea baja, ..., pero tampoco es un patrón exacto, porque a veces no guarda relación, ...., extraño ....

Bodhi volvió la vista hacia el cuarteto que ahora representaba el grupo:

- Llegó el momento de la partida. Que el fluir de los ríos, y las mareas del mar guíen vuestros pasos .... - y con estas enigmáticas palabras, a oso de curiosa despedida, el druida de ébano se perdió entre los callejones con la intención de salir de aquella ciudad que era como un insulto en sí misma, a la naturaleza.

La revelación del pintado lo dejó a cuadros, pero en cierta forma lo entendía. Aquel hombre negro, se había equivocado llegando a aquella ciudad de espabilados y vivos. El honor poco importaba en aquel lugar. Se preferían cualidades tales como la inteligencia y la picaresca...

- Que te vaya bien... Por cierto ¿Quieres tu parte?... Te la has ganado, campeón.- dijo el tiefling mirando al Bodhi.

Tal y como sospechaban, el anciano se encontraba sumido en un estado etílico lamentable. Tal es así que les dio de buena gana una bolsa cargada de monedas. Eso, al menos, hizo que el mal humor se esfumara y el bueno de Zendr recuperó su semblante risueño.

Luego, el hombre negro que en su momento se presentara como Bodhi les dedicó unas solemnes palabras antes de marcharse. Ya había quedado claro que aquél no era su sitio. Sin embargo, al varisio le costaba tanto encontrar gente que realmente valiese la pena conocer, que en su fuero interno, se entristeció de veras por la prematura separación.

Cuando éste ya se alejaba, Zendr alzó la mano para despedirse: - Suerte, colega. Nos volveremos a ver pronto. Cuidate.
"Nos volveremos a ver pronto": una fórmula que el muchacho utilizaba en cada despedida, pero que jamás se había hecho realidad.

- Un buen tipo, el Bodhi este. - Dijo, dirigiéndose al resto.

- Bueno, no sé vosotros, pero a mí no me gusta nada llevar la bolsa tan llena. ¿Vamos a algún sitio a celebrar nuestra victoria?

Los ladrones pusieron pies en polvorosa. Lo normal cuando descubrieron con quién se jugaban los cuartos... Un tiefling ya era peligroso de por si, así que dos les supuso demasiado reto para los rufianes de baja estofa. Más por él y sus habilidades mágicas que por el pedorro bocazas de su hermano y sus vacileos carentes de la poética teatralidad que el hechicero siempre ponía en sus expresiones. Y pensar que lo había salvado de los feos aquellos de las espadas aserradas... Como se arrepentía... Y lo ingrato que era el hijo de una mala puta servidora de Iomedae.

Se acercó al lugar donde el viejo había sufrido el ataque de los ladrones y para su sorpresa el pobre borracho les arrojó una bolsa tintineante de dinero.

Vaya hermano, el dinero llama al dinero... Pareces tener un imán para el oro y se te queda pegado.-lanzó la indirecta sin apenas inmutarse-Bueno, ahora podremos volver a nuestros asuntos...

Pero el curioso encuentro no iba a ser lo único sorpresivo que les deparaba aquel callejón. El extranjero negro empezó a decir gilipolladas sin sentido y a los pocos segundos dejó de prestarle atención cazando alguna palabra al vuelo. Total, que el negro se piraba.

Pues adiós. Que te vaya bonito

La sorprendente respuesta del anciano desconcertó al acomodado mediano, quien no quiso seguir entablando más conversación con aquel anciano que era igual o más malhechor que el grupo al que habían ahuyentado. Antes de que el clérigo de Shelyn pudiera añadir más el extraño hombre de tez morena pareció despedirse de forma algo repentina. 

En cierto modo se sintió apenado, pues aquel hombre llamado Bodhi parecía el único de todos los que se había encontrado en su camino que demostraba bondad y honestidad en aquella ciudad corrupta. 

- Os deseo lo mejor señor Bodhi - dijo el pequeño clérigo quitandose el sombrero y despidiendose con una reverencia casi nobiliaria. - que la Rosa Eterna llene de belleza y amor vuestras andanzas. - concluyó el perfumado galtienese. 

El azabache druida se fue sin aceptar nada del dinero, sólo alzó la mano en forma de despedida y se perdió entre la gente de la calle. El resto del grupo pensó que la mejor opción era retirarse al Goblin Dorado, comer algo y luego ya verían qué podían hacer.

Cuando llegaron al Goblin Dorado, Larur había vuelto con dos caras conocidas, aparte de otros que había conseguido reunir:

- Jejeje. He conseguido convencer a Mirri y Liry para que se vuelvan a unir, ¿VERDAD MUCHACHAS? JAJAJAJAJA - La cara, y sobretodo el bozarrón de Larur, denotaban que estaba satisfecho con su logro - ¡Pasad!, que comeremos algo para recuperar fuerzas. Luego miraré de encontrar unos cuantos cocineros, croupiers y guardas más, y es posible que mañana podamos volver a abrir. Pero tendremos que pensar en cómo atraer a la gente, ..., después del incidente será difícil convencer a la clientela. - Dijo aparentemente preocupado, pero sin perder la sonrisa.

Mirn se acarició la barbilla pensativo. Había que conseguir promocionar aquel antro de mala muerte y convertirlo en el casino insignia de Riddleport. El mediano de Galt aún no tenía del todo claro como había acabado participando en aquel negocio, siendo su misión allí únicamente la de completar un trabajo artísico para un senador del consejo revolucionario de Isarn, pero la naturaleza dispersa y curiosa de su raza le había llevado a agruparse, por unos días, con tan extraño grupo.

- ¿Qué hay de la ambientación musical, monsieur Larur? Unos buenos bardos para dinamizar las veladas con sus instrumentos y baladas son claves para todo buen local nocturno. - propusó el clérigo de la Rosa Eterna. - Tal vez podría contratarse a algún bardo famoso de la ciudad para que actuara la noche de la reabertura. Seguro que atraera muchos nuevos clientes - 

Los compañeros decidieron volver al Goblin Dorado tras la partida de Bodhi.
Al llegar, pudieron ver a Larur acompañado de dos muchachas. A una no la conocía, pero al ver a la otra... el corazón le latía como si tuviera que bombear la sangre a través del cuerpo de un gigante. La bella Mirri... y lo bien que le quedaban los cuernos a la condenada.

- Bueno -dijo, respondiendo a Larur, - yo podría recorrer las tabernas para dar el aviso sobre la próxima apertura. No llevo mucho tiempo aquí, pero ya conozco un par; el resto, las puedo encontrar.
El varisio se dirigía a su interlocutor, pero no podía apartar la mirada de la beldad que reflejaba el rostro de la hermosa Mirri.
- Traída al mundo sin duda para volver locos a los hombres- pensó Zendr. - ¡Un buen motivo para perder la cabeza!
El joven se ruborizó al percatarse de que, de nuevo, había dado voz a sus pensamientos. Carraspeó y dirigió la vista hacia el suelo, comtemplándose la punta de las botas.

- Aunque, por supuesto, estoy dispuesto a realizar cualquier trabajo que sea preciso.- Añadió, para disimular su falta de decoro.

- ¡¿Qué pasa chicas?!... ¿Me habéis echado de menos?- sonrió el tiefling al ver al par de muchachas. Mientras Larur hablaba, prestó poca atención, pero finalmente recordó que ahora el era un socio más del Goblin Dorado... ¡¡Eh!! exclamó el pícaro al tiempo que volvía a la conversación. Ya había pasado un buen rato dando un repaso visual a Mirri y Lyri... ¡¡Qué buenas estaban las condenadas!! Se montaba una cama redonda con ellas dos sin pensarlo dos veces... ¡¡Es más!! ¡¡Sería capaz hasta de pagar para follárselas sin piedad!!

- Bueno Larur... Vender drogas no es un negocio muy limpio que digamos, pero el pesh y flayleaf... Son drogas golosas y podrían darnos una buena inyección de dinero... No sé si me entiendes...- se acercó para susurrarle al guardia enano. - O quizás unos bonos a los clientes más fieles para que los gasten en abadesas en el Templo de Calistria...- Volvió a cuchichear sin llamar mucho la atención a expensas de lo que dijera Larur

De nuevo en el Goblin Dorado recordó que tenían un negocio que revitalizar. Evidentemente cada cual hizo propuestas acorde con su carácter.... y como no, su lascivo y crápula hermano se decantaría por el proxenetismo y el narcotráfico. Llegaría el día que lo recogería del fondo del río. Se volvió a preguntar por qué lo arrancó de las garras de aquella banda de macarras colorados.

Bien, es evidente que la actividad principal del Goblin Dorado seguirá siendo el juego, en eso estamos de acuerdo, no? Donde hay juego hay deudas y morosidad... y usura. Establezcamos un sistema de crédito para clientes por el que prestamos dinero a devolver junto a un porcentaje en calidad de comisión. Eso unido a un plan de gestión de cobros implacable permitirá que el dinero llegue a las arcas sin ninguna demora.

Lo dijo sin giros teatrales ni pantomima habitual. Estaban tratando temas serios y si había que dejar el destino del garito en manos del rapsoda, el borracho y el putero era mejor que alguien aportara algo de cabeza. En que momento...

Larur sonrió ante las diferentes propuestas:

- Os veo puestos chicos, pero no estamos para tirar el dinero, con lo que, lo que hagamos, tendremos que hacerlo nosotros mismos. - Comentó a todos ellos, y a Mordred le contestó en susurros - Me anoto los nombres para servirlos en un futuro en la sala roja. Je je je -

Posteriormente se dirigió a Zendr:
- Como guardia y vigilante de sala, estarías muy bien muchacho. - Y dirigiéndose a los hermanos ... - Y vosotros, ..., ¿haréis lo que se os da mejor, o preferís "explorar" nuevas tareas?

Mirn se llevó un dedo a su diminuta boca pensativo - ¿Nosotros mismos monsieur? ¡Oh! No soy trobador pero como buen siervo de la Rosa Eterna he desarrollado el arte de la música.... - empezó a decir al tiempo que rebuscaba en su zurrón del cual extraño una exótica flauta travesera con la forma de un dragon. - Puedo preparar una actuación como lo haría un Bardo y dinamizar la velada con algunas melodías agradables...y cantar algunas poesías de la tierra de Galt - dijo empezando a hacer sonar algunas notas de aquel instrumento que revelaron el buen sonido del instrumento. 

Mordred sonrió. Aquel lugar necesitaba un crupier profesional, y él, era el mejor. Se acercó a Larur y con rostro sonriente -Yo me encargo de los juegos. Ayer ya di una exhibición de cómo se deben hacer las cosas. - afirmó muy confiado de sus aptitudes para los juegos de azar y sus capacidades como mecánico -Aunque espero que sigas teniendo en cuenta los negocios que te he propuesto...- refiriéndose a sus comentarios anteriores. La droga y la priva podían ser una buena fuente de ingreso rápido, aunque comprendía que tal vez era demasiado pronto para meterse en camisas de once varas.

Zendr se mesó la barba cavilando sobre las palabras de Larur. - Guardia, ¿eh?
Bueno, en una ocasión había sido guardaespaldas. No se le daba del todo mal el noble oficio de partir piernas.
- ¡Guardia! Eso me gusta. Puedes contar conmigo.

Le vendría bien tener una ocupación medianamente estable. Demasiado tiempo llevaba ya vagando por los caminos haciendo pequeños encargos por cuatro monedas. Este barbudo señor le ofrecía un techo y un trabajo. ¡Todo cuánto necesitaba!

- Hay que joderse. Viviendo en un local de juegos... ¡Mi sueño hecho realidad!

El día pasó sin muchas más anécdotas a destacar, salvo que vieron fugazmente a Saul, que últimamente estaba muy desaparecido. Y al día siguiente, entre preparativos y otros menesteres, pasó más rápido de lo que ellos esperaban. Ya estaba cayendo la noche, y el Goblin Dorado estaba a punto de abrir.

Los chicos estaban cada uno en su puesto: Mordred se divertía calentando las manos con varias formas de barajar y cortar las cartas con una o ambas manos; Dredmor se hallaba por los alrededores del local "convenciendo" a transeúntes para que pasaran una magnífica velada en el Goblin Dorado; Mirn se encontraba repasando y tocando diversas tonadas de su tierra natal, una verdadera bella forma de arte en aquel lugar de vicio; y por su parte Zendr se disponía a otear a cualquiera que entrara en el local, pero eso después de tomarse un buen dorado y helado refrigerio.

- Mirn de artista.
- y Zendr de vigilante de seguridad.

Mordred barajaba las cartas con una habilidad que demostraba sus años de perfeccionamiento. Era un auténtico mecánico. Cualquiera que viera al tiefling usar un mazo de naipes, podría pensar de que se trataba de un prestidigitador, pero nada más lejos de la realidad...

- ¡¡Hoy me siento bien!!... A ver cuántos entran... ¡¡Tengo ganas de desplumar pardillos!!

Mientras preparaba todos sus utensilios para que la "banca ganara", lanzó una mirada a Liry... ¡¡Qué ganas tenía de darle candela de la buena!!