Partida Rol por web

Mirn había recuperado algunas partituras que siempre llevaba consigo y se situó en uno de los escenarios del local, rodeado de las mesas de juegos. Todo buen local de juego tenía que tener una buena ambientación musical, y esto no era ninguna tontería, pues a menudo la música animaba más a los jugadores a sentirse cómodos en sus partidas y seguir apostando.

Las primeras notas empezaron a emanar de la exótica flauta del mediano produciendo sonidos agradables al oído. Las partituras que había elegido eran melodias alegres y festivas, sin duda las adecuadas para aquel local de juego.

El bueno de Zendr se hallaba en la entrada del Goblin Dorado observando a la gente que pasaba por la calle. Todos ellos eran potenciales clientes, quisiera Desna que fuesen muchos los que se decidiesen a entrar.
Estaba con los brazos cruzados, tratando de no mirar fijamente a nadie, evitando así que se sintiesen intimidados; al fin y al cabo, para que su trabajo tuviese sentido, la gente debía entrar primero en el local...

Mientras pasaba el rato allí de pie, se entretenia pensando en sus cosas, en tiempos pretéritos, cuando la Gran Soñadora tendía a burlarse de él día sí y día también.
Sacando a cabeza por la puerta y mirando al cielo dijo: - ¡A ver si haces que esto dure un poco, puta caprichosa! ¡Ja, ja!
En ese momento, un transeúnte pasaba por su lado y Zendr supo que le había oído y se apresuró a añadir con la mejor de sus sonrisas: - ¡Magnífico día para estar vivo! Y puede ser aún mejor si se adereza con buena cerveza, juegos y diversion. ¿Por qué no se da una vuelta por aquí dentro?

Las puertas al final se abrieron, y aunque entró gente, no se podía comparar con el gentío que había con el torneo pasado. Parecía que el "incidente" había disuadido a los habitantes de visitar el "supuestamente peligroso" lugar.

¿Podría el grupo girar esta situación?

El clérigo de la Rosa Eterna empezó a entonar agudas y melódicas notas de su exótica flauta en cuanto los primeros clientes empezaron a aparecer en el local. Situado en uno de los atriles, el mediano tocaba mientras no perdía la vista de la partitura que había colocado en un pequeño pedestal. Para iniciar la velada había elegido la "Sonata en Do menor" del famoso músico de Galt, Wolfang Muzart

Dredmor se pasó toda la tarde por los barrios bajos de Riddleport anunciando la reapertura del Goblin Dorado. Los extraños sucesos que todos creían conocer no eran más que maniobras de la competencia para acabar con el recién abierto casino. Al menos eso era lo que el tiefling trataba de grabar en la mente de los posibles clientes.

Cuando se abrieron las puertas, Dredmor volvió a la sala principal del Goblin Dorado. Debía estar alerta para apaciguar broncas, disuadir a los tramposos y perseguir a los morosos. Su capa iba de un lado a otro...

Señores, en el Goblin Dorado no nos gustan los tramposos... Mi hermano y yo nos los hacemos para cenar cuando se acaba la noche... Tampoco nos van las broncas, no empiecen una si no quieren acabar mal... Jueguen, ganen, pierdan, cobren y paguen... Sobre todo paguen!!!  Jajajajajaja 

La noche estaba yendo relativamente bien, a pesar de que la sala no rebosaba como lo hiciera la noche del torneo. El buen hacer de los guardias, entre ellos Zendr, la imponente presencia del mestizo de diablo, Dredmor, el ambiente con alegres y suaves tonadas de Mirn, y el juego inteligente de Mordred, ayudaban al buen curso de la noche. Sin embargo, la mala experiencia del torneo estaba todavía muy viva en las mentes de los asistentes, y los problemas eran fácil que apareciesen, aún con la perseverancia del grupo.

Como si estos llamasen a la puerta, varios hombres, a todas luces marineros con varias copas en el cuerpo, comenzaron a increpar a Mordred de supuestas trampas. Trampas que seguro se hicieron también en el torneo pasado, y que probablemente, para no ser descubiertos, simularon el número de ser robados para que no se descubriesen las trampas.

Mordred dejó los naipes sobre el tapete de su mesa. Algunos marineros tarugos y beodos, comenzaron a increparle de hacer trampa. Eso para ser sinceros era una verdad más grande que la Puerta Cifrada, pero el vástago semiinfernal estaba completamente seguro de que ese grupo de cierrabares no se habían coscado de la misa la mitad y ahora querían liarla parda. 

El pícaro comenzaba a estar un poco hasta las narices -y los cuernos- de tanto tocaguilinguis y sin dudarlo, se dirigió a la tropa que tenía delante:

- A ver payasos... ¡¡Aquí sobráis!! ¡¿Acaso podéis demostrar que estoy haciendo trampas?! Lo que creo es que sois un grupo de jugadores mediocres- dijo Mordred levantando la voz - Ahora os recomendaría que marcharais antes de que comiencen a llover chufas por todos los lados...

En cuanto se iniciaron los primeros indicios de una trifulca, Dredmor se acercó rápidamente con la capa ondeando a la espalda. La capucha quitada para mostrar el rostro más fiero que aquellos palurdos habían visto jamás. No dudó en encararse con el grupo de borrachines que se atrevió a acusar a su hermano de tramposo. Acusación harto veraz pero jamás admisible.

EHHHHHHHH Ya me estáis despejando la sala, que no sabéis lo que estáis diciendo... PAYASOS!!! Que lo mismo os vais calentitos... ¿A quién se le ocurre venir aquí a faltar? Pues a unos payasos que no tienen ni puta idea... Venga, largo, que no tengo los cuernos para tonterías...

Una pelea no era lo más adecuado para el negocio, pero tolerar una acusación de trampas en un casino era el fin. Si no daban la respuesta adecuada ya podían dedicarse al encaje de bolillos, que les iría mejor... 

A ver, tontos del haba.... ¿Tenéis pruebas que sustenten vuestras falacias? Si es así mostradlas cuanto antes, y si no lo es dejen las bebidas donde puedan y larguense. Aún pueden disfrutar de lo que queda de noche en otro lugar.... 

El griterío estalló mientras Zendr se entretenía rebuscando entre sus muelas un díscolo trozo de comida que se le había atascado.
Por fin ocurría algo interesante. Una buena pelea era justo lo que necesitaba para combatir el aburrimiento.
Así pues, se encaminó hacia el foco de las disputas. Por el camino, por suerte recordó que él era el encargado de la seguridad y que quizá no fuese muy profesional quitarle la vida a uno de los clientes.
Fastidiado por este súbito pensamiento, se acercó a las mesas de juego. Por lo que pudo entender entre el griterío, una panda de borrachuzos increpaban a uno de los hermanos cornúpetas. El grupo de achispados clientes sostenía que Mordred había hecho trampas.
Bien pensado, borrachos o no, el varisio no dudaba que posiblemente tuviesen parte de razón.
Peeero, su obligación era interrumpir la pelea y expulsar a los maleantes.

- Vaaamos, vaaamos. Déjenlo ya. No hay que pelearse, venga, señores, es hora de irse.
Con un gesto, invitó a los hombres a que le siguieran hasta la salida.

La mayoría de los marineros, bastante bebidos, parecieron hacer caso a Zendr y comenzaron a dirigirse a la puerta. Pero cuatro de ellos, frunciendo el entrecejo, se plantaron delante de los hermanos con evidentes intenciones lesivas:
- ¡¡Voy a poner a este bermejo más rojo de lo que es!! ¡¡A OSTIAS!! - Comentó uno de ellos abalanzándose, con un palo en la mano, sobre Mordred.

Pobres descerebrados... La bebida era un vicio muy malo. Siempre era mejor irse de putas. Más placentero seguro y con una "resaca" menos perniciosa, porque la que iban a tener ese contubernio de ebrios "calumniadores" iba a ser de órdago.

- ¡¡Ostias te van a faltar a ti para quitarte la tontería!! ¡¡HARTOSOPAS!!- dijo el tiefling mientras se apartaba de la mesa y sacaba de su cinto una daga... 

Con satisfacción por el trabajo bien hecho, Zendr siguió con la mirada al pequeño grupo que se alejaba hacia la puerta dispuestos a marcharse.
No obstante, cuatro de ellos continuaron en sus trece y no tenían intención de irse.
- ¡¿No me habéis oído?! ¡Fuera de aquí!
No había terminado de hablar, cuando vio que uno de ellos empuñaba un palo en actitud amenazante contra Mordred.
Una cosa era una disputa y otra muy distinta una pelea con armas; eso no podía permitirlo.

Al muchacho se le iluminó la cara durante un breve instante: - Colega, qué magnífico error has cometido...
Dicho esto, echó mano a sus caderas palpando en busca de su acero.

Algunos borrachines se dieron el piro diligentemente ante la intimidante presencia del hechicero tiefling, pero unos pocos pensaron, con la locura que solo podía provenir del bebercio, que podrían enfrentarse a ellos sin salir mal parados. Bien, ellos lo habían querido. Les darían matarile delante de todos los clientes para que la noticia cundiese por todos los barrios bajos de Riddleport. En el Goblin Dorado NO se hacían trampas y el que lo afirmara lo pagaría caro.

Me voy a comer vuestras vísceras para cenar. Ahora sí que la habéis cagado. PAYASOS!!! Chicos, démosle a esta piara de guarrinos lo que se merece.

El mediano cesó de tocar la flauta cuando el alboroto empezó a formarse en el Goblin Dorado. Parecía que aquel local estuviera condenado a las broncas y disputas cada noche, cosa que no favorecería en absoluto el negocio.

- ¡Pardiez! ¿Otra vez una pelea? ¡Esta vez no voy a rasgarme las ropas por cuatro bravucones de tres al cuarto! - exclamó indignado el mediano, cuyo concierto había sido interrumpido. 

Aquello había tomado un cariz, que Mordred no había deseado para el día de la segunda reapertura del Goblin Dorado. Parecía que aquel garito estaba condenado a la peor calaña de delincuentes de la ciudad, con lo que la bronca estaba segura. Sin pensarlo, el tiefling actuó de forma instintiva. Su hermano estaba a su lado, con lo que no tardarían en hacer correr a aquellos estomagantes. De todos los bares que había en Puertomisterio, aquellos capullos habían ido a privar al lugar equivocado.

Lanzó la daga a quemarropa mientras se movía a un lado. Ni siquiera miró el resultado de su ataque, pues uno de aquellos borrachuzos intentaba vadear la mesa de juego para flanquearlo. Con paso decidido dio un paso hasta ése, al tiempo que sacaba otra daga del interior de su casaca de cuero.

- Algunos no saldréis con vida de aquí...- dijo el pícaro con una sonrisa en la cara. El fuego del asesino que llevaba dentro comenzaba a arder nuevamente. Otra vez las circunstancias, hacían emerger al ladino ser que encerraba en su interior... 

La daga del hermano demoníaco se desvió un poco de su objetivo, pero lo suficiente como para perderse en la sala sin consecuencias para el borracho marinero.

Los marineros, a pesar de estar bajo los efectos del turbio alcohol, reaccionaron más rápido de lo que cabía esperar. Uno de ellos rodeó al compañero al que había disparado la daga Mordred, y vino en defensa de este. Lanzó un barrido con su palo para atizar en la cabeza a Mordred, pero el felino infernal estuvo atento y se agachó con rapidez esquivando el golpe.

Otro, rodeó la mesa por el lado contrario, en busca del infernal hermano. La suerte de Dredmor fue peor, ya que en una maestra ejecución, el borracho marinero arreó un importante golpe en la testa del desprotegido mago, que un poco más y se la abre.

La nota cómica la puso otro de los marineros, que en un alarde de gracia, intentó subirse cuál felino a la mesa para disponer de una posición ventajosa. Sin embargo, la ejecución del movimiento rozó más la escena de un perezosoal intentar trepar rápido por una rama. Pero a pesar de tardar una eternidad, consiguió encaramarse a la mesa.

Y por último, el borracho que había intentado ser objetivo de la mortífera daga de Mordred, dejó caer su palo y extrajo su espada corta ante la amenaza del felino infernal. Sin dudarlo, describió un arco con la espada corta con la malsana intención de provocar un doloroso tajo en la rojiza piel de Mordred. Pero el previsible golpe fue interceptado con facilidad por la daga de Mordred.

El ladrón retiró la mano para recuperar la posición, pero al hacerlo, su mano encontró resistencia al movimiento, y como era más débil que el diabólico hermano, su mano retrocedió sin el arma. La siguiente acción lógica, hubiese sido la precipitación de la espada al suelo, sin embargo, esta quedó "pegada" a la daga de Mordred, y el ladrón abrió los ojos como platos ante la situación. Estaba indefenso ahora, y su arma había pasado a formar parte del arsenal de Mordred.

La acción se inició de inmediato. Dredmor hizo gala de su velocidad lanzando una daga de buenas a primeras.... Tanto tocar los huevos con la puta espada serrada y cuando hacía falta se ponía a tirar cuchillitos. Menudo payús.... Iba a dibujar una sonrisa en su siniestro rostro cuando un palo le cruzó la cara de manera brutal. El impacto le desorientó un instante y le cabreó para toda la noche.

Bieeeeeeeeeeeeen, ya tenemos el primer plato!! Está algo duro para mi gusto.... Lo desmenuzaré un poco....

Sacó las manos de las largas y amplias mangas de la negra túnica que vestía y con la rabia apenas disimulada buscó cruzar la cara del borracho impertinente con las garras que su pasado infernal le habían legado.

La primera mano pasó muy lejos de la cara del cagallo humano que se convertiría en su cena... Aún trataba de centrar su mirada tras el golpe recibido. La segunda mano estuvo más próxima. Con suerte derribaría al truhán y podría hacer un poco de show....

Zendr vio cómo uno de los alborotadores intentaba atacar a Mordred ¡con una espada! Por desgracia para él el golpe fue lamentable.
No obstante, la situación estaba tomando la dirección que no debía. El varisio se acercó raudo a la posición del borracho desnudando a su vez sus espadas.
- ¿Te gusta jugar con espaditas? Espérate, hombre, que te voy a dar un par de lecciones...
El joven descargó un leñazo con la diestra dirigido hacia la testa del beodo.