Fornost Erain, primavera 1644 Tercera Edad

La taberna de las Siete Estrellas la regentaba Jo-Nag, un hombre bruno que emigró a la ciudadela Fornost Erain huyendo de la Gran Plaga en la década anterior. Como era habitual, casi todas las mesas estaban ocupadas, y en las que se encontraban más apartadas del centro estaban teniendo lugar reuniones de todo tipo. Algunas eran animadas discusiones sobre la política, otras eran encuentros clandestinos para negocios que necesitaban discreción. Porque en las Siete Estrellas, era frecuente encontrarse con personas con opiniones contrarias a la política que llevaba el rey Argeleb II.

–Aaren, pasa, bienvenido, dijo el tabernero al ver entrar al joven cazador. Era un cliente habitual estas últimas semanas. Solía quedarse a escuchar historias de los viajeros que habían visto tierras lejanas, sobre todo los que tenían que ver con los Faradrim Aran. La semana anterior había tenido más que palabras con unos rufianes por culpa de un caballo. Al final habían llegado a las manos, y la guardia de la ciudadela se había llevado después a los tres que habían provocado la pelea a dormir en los calabozos.

Ventajas de tener contactos, pensó y  sirvió varias jarras de cerveza. –¿Cómo llevas el ojo? Toma, a ésta ronda invita la casa, dijo y puso un par de jarras con tapa en la barra. Con un gesto indicó a una mesa apartada donde se encontraba sentado Theon, quien también había formado parte de aquella trifulca por casualidad, y se habían enfrentado juntos .

Theon estaba sentado en la mesa. Llevaba su armadura de cota de malla, y había encendido la lámpara de la mesa para estudiar unos papeles que llevaba, sin prestar demasiada atención al ruido que había en la taberna. En la mesa había también una infusión pero estaba sin tocar, y seguramente se había enfriado ya.

El posadero le sirvió las jarras a Aaren. Theon aún no le había visto desde el otro lado de la sala. Entonces comenzó a hablar un hombre a quien Aaren había visto varias veces, un cazador que soñaba con ser un Montaraz Real, igual que lo había sido su abuelo.

Theon estaba sentado en una mesa apartada. Llevaba su armadura de cota de malla, y había encendido la lámpara de la mesa para estudiar unos papeles que llevaba, sin prestar demasiada atención al ruido que había en la taberna. En la mesa había también una infusión pero estaba sin tocar, y seguramente se había enfriado ya. Observó nuevamente el tosco mapa que indicaba la ruta a seguir para llegar a Iach Sarn. El puesto militar era de vital importancia para Arthedain, y no en vano el tercer hijo del rey Argeleb, Minastir, estaba al mando allí. Un hombre con fama de impetuoso, pero un excelente general. Pero la situación con Aervallon había dificultado enormemente su posición allí. Aún quedaban restos de las huestes del Señor de la Guerra, pero cualquier presencia del ejército arthedainii era considerado nada menos que un acto de guerra por las tropas leales al usurpador sentado en el trono de Girithlin.

Usurpador… ¡Había pasado demasiadas jornadas escuchando a Barahir, sin duda! La realidad es que Aervallon ostentaba el cetro, y tenía sus motivos para delimitar al máximo la presencia de Arthedain en Cardolan. En cualquier caso, la situación era que Minastir necesitaba exploradores externos. Sin duda había algún Faradrim Aran actuando en secreto, eso ya se daba por supuesto. Pero necesitaba hombres para proteger los intereses de Arthedain y actuar a ambos lados del río Baranduin, sin formar parte del ejército, sin llevar el escudo de las Siete Estrellas. Un grupo no muy numeroso. En su zurrón, Theon llevaba cinco misivas a falta de firma del interesado. Y había acudido a las Siete Estrellas, porque aquí se reunían buenos cazadores y exploradores, y también porque era un punto de encuentro para aquellos que consideraban que la política pasiva y de contención no era el camino. Cardolan se estaba sucumbiendo, las hogueras de los campamentos orcos  en el norte eran visibles desde las murallas de Fornost Erain…  Y Arthedain se estaba aislando de todos.

El discurso de uno de los habituales de la taberna le sacó de sus pensamientos…

-¿Qué opináis? Lobos… ¿Hay Lobos en la sala?, dijo levantando su jarra. Estaba algo bebido, pero su voz era firme cuando comenzó a hablar. –Cardolan nos necesita. Más de lo que se creen. Porque han luchado, sí. Y han vencido, unidos. Pero nuevamente están en guerra hermanos entre hermanos, dúnedain entre dúnedain. Nuestra sangre mengua. Ya perdimos Rhudaur en el este, y no quiero ver sucumbir a nuestros aliados del sur. Nos necesitan. Los Señores Aliados de Cardolan, sí, lucharon contra el engendro de Angmar. Sí. Pero no fue Hallas de Dol Tinare quien acabó con el Señor de la Guerra. ¡NO! No fue Pelendur tampoco. Ni siquiera fue un mercenario norteño contratado con oro. No, señores. Y desde luego no fue un mediano de los que tanto le gustan a nuestro rey en sus años de vejez…

Abêl guardó silencio para escuchar los aplausos y las risas, aunque no eran demasiadas ya que iba bebido y no estaba llevando el cuidado necesario a la hora de hablar del rey, lo que incomodaba a algunos.

-¡Fue un Lobo! ¡SÍ! Fue un Lobo quien mató a Dagorhir. Un hombre de Arthedain, de nuestra sangre, criado aquí. Su padre vive por aquí cerca. Un buen hombre, quien tuvo que buscar su camino lejos de aquí porque no se le permitió ingresar en los Montaraces Reales. ¡Un Lobo desterrado! ¡¡Desterrado!!

Abêl siguió hablando cuando Theon vio a Aaren cargando con dos jarras de cerveza de camino hacia su mesa.

Jo-Nag me saludó cálidamente cuando entré en las 7 estrellas aquella noche.

Después de más de un mes, habíamos forjado cierta camaradería, algo que me agradaba en gran medida.

La semana anterior después del incidente con los borrachos se había acercado a mí y me había dado las gracias. Parecía ser que se trataba de unos liantes habituales, malos bebedores y peores cumplidores, por lo que el bueno de Nag no los echaría de menos en su bar.

Lo saludé con un gesto de Cabeza y después de que me indicase donde Theon me esperaba, le dí las gracias por su ofrecimiento y me dirigí hacia donde se encontraba.

Estaba sentado en su mesa habitual, y como tantas otras veces se encontraba sumido en sus lecturas.
Nunca podría entender como prefería aquellos libros y el hacinamiento diario a la sabiduría que el gran verde y el amplio mundo podían proporcionar al cuidadoso observador.

Aquella mañana como muchas otras en los últimos días, lo había animado a acompañarme al bosque y las colinas circundantes para buscar hierbas y raíces, pero educadamente había rehusado como solía para dedicarse en cuerpo y alma a sus lecturas.

Mientras me acercaba, el bueno de Eben seguía con su perorata sobre los lobos de Arthedain. Yo mismo lo había escuchado ensimismado los primeros días, pero era aquella una melodía que ya conocía y no me apetecía seguir oyendo las mismas notas.
Tome asiento enfrente de Theon siempre de cara a una de las salidas de la taberna.

Alargué una de las jarras hacia mi amigo y levante la otra para brindar.

Ninguno de los 2 era muy hablador y eso era algo que agradecía. Estaba cansado y mi capa mostraba las fatigas de la jornada. Había podido cazar unas piezas de conejo y de visón y recolectado un buen saquillo con algunas hierbas peculiares.
Me recosté y con calma saque mi pipa de la faltriquera y me dispuse a fumar un poco de la excelsa variedad de Valle Largo que mi buen amigo Thorian me había regalado antes de partir…
Los ojos entrenados hubieran podido descifrar los relieves labrados en la pipa, una formidable pieza de castaño de manufactura enana, grabadas en runas Cirth Erebor se distinguían las palabras Khazad yunder Vallahir bajo un relieve que mostraba el dibujo de un Valle dominado al fondo por un pico poderoso coronado por un sol menguante…

¿Que opinas? dije al fin despreocupado sin esperar una respuesta.

Yo era relativamente nuevo por la zona, pero no por ello carecía de criterio al respecto.

Hacia un par de semanas mis partidas de caza me habían llevado mas allá de los puestos fronterizos de Fornost Erain al norte.
Me había desviado en exceso de modo que decidí acampar al aire libre como solía.
Al día siguiente decidí aprovechar la contingencia para explorar los territorio de la periferia y pude rastrear las huellas de patrullas orcas de Angmnar que cada vez eran mas numerosa y frecuentes..

La desidia del Rey Argeleb los había envalentonado y con el paso de los días y la poca resistencia que se encontraban... su presencia se multiplicaba.

Yo había podido evitarlas por el momento, pero solo era cuestión de tiempo que otros no lo hicieran..
De modo que aunque no me gustaba tomar parte en las vidas ajenas, podía percibir cierta verdad en las grandilocuentes palabras de Abêl.

La mesa tenía el tamaño suficiente para contener las notas que estaba leyendo, la ya fría infusión que se había servido una hora atrás, la lámpara y los dos tazones de cerveza que traía Aaren consigo. Las miradas de ambos se cruzaron sin palabras, y Theon volvió a sus papeles una vez mas, asintiendo en silencio mientras releía la última nota, para luego enrollarlos y hacerlos a un lado.

Tomó la jarra de cerveza y dio el primer sorbo, alzándola levemente en saludo a su compañero, observándolo mientras encendía su pipa. Finalmente el silencio entre ellos se rompió, para acompañar el palabrerío de fondo que había en la taberna. 

- Eso depende de si eres un Lobo o no, eres un lobo? - sonrió mientras hacía la pregunta sosteniendo la mirada. Dudaba que el explorador comprendiera el alcance de las palabras que estaba diciendo Abél. Ese lobo del que hablaban, el hijo de Haldor, había sido un verdadero héroe, un montaraz como el que estaba frente a él ahora, pero decidido a actuar donde otros preferían mirar hacia otro lado, tal vez por indiferencia o tal vez porque no podían hacerlo de otro modo sin generar consecuencias aún peores de las que trataban de evitar. 

Su oído estaba atento a la reacción de los demás hacia las palabras del habitual alborotador, esa provocación le facilitaba el trabajo de sobremanera, seguro antes de irse le invitaría un trago por ello.

Podía percibir que el papel de mi compañero en todo aquel asunto no se limitaba a la mera observación.

Atisbaba en él un conocimiento mas profundo de la política de Arthedain del que solía aparentar, siempre estaba atento al entorno y a las gentes que frecuentaban la taberna, los evaluaba, sopesaba sus palabras y luego realizaba alguna anotación en su cuaderno...conmigo había hecho lo mismo la primera vez que nos cruzamos.

¿Un lobo? respondí entre sorprendido e incrédulo. Medité un instante mi respuesta y sonriendole continué

No, si has de compararme con una criatura del bosque, mas bien un Águila encontrarás en mi. Como una de esas doradas que se elevan libremente sobre las Nubladas y en las altas cumbres de Barazimbar, otean el lejano Oriente y se alimentan de los rayos puros de la mañana... divagaba abstraído, entonces volví en mi y concluí.

No, no esta en mi naturaleza inmiscuirme en asuntos ajenos, menos aún aquellos que no comprendo en profundidad como los que atañen a la "tierra del Rey" y sus reinos fragmentados.
Sin embargo, percibo que mas pronto que tarde eses mismos asuntos se verán entrelazados con otros que nos afectan a todos...pues la sombra del norte crece a cada día, muy al sur y al Oeste alcanzan sus negras manos, puedo dar fe de ello Theon...en ese momento una sombra cruzo mis ojos verdes...No, no tomaré partido en los asuntos de los hombres, pero tampoco escaparé de mi destino si este me lleva a caminar con ellos durante un tiempo.

Pero..., ¿no son acaso los lobos, un vestigio de años pasados?, una sombra perdida ya en los hados del tiempo y confundida entre fabulas leyendas e historia?...eso tenia entendido al menos...

Apuré mi jarra de cerveza, y observé curioso por la ventana, parecía que se había armado algo de bullicio en el exterior.

Cuando Aaren hablaba de las águilas sus ojos parecían brillar, casi que pudo transportarse a esas montañas que no conocía mas que de nombre, y pudo ver esos animales como soberanos de las alturas. Le intrigaba que aspecto de esas aves era el que inspiraba tanto a su compañero, sería la libertad? o la capacidad de verlo todo desde otra perspectiva? o tal vez la soledad en la cima de la montaña, o su reinado por sobre todas las otras criaturas. No podía saberlo aún, pero ese comentario quedó grabado en la mente de Theon.

- Porque esquivas los asuntos de los hombres? No es acaso eso negar nuestra naturaleza? las águilas no niegan los asuntos de las águilas - sonrió ante la simple comparación. No iba a interferir en la vida de ese hombre, lo que él decidiera estaba bien para Theon, pero si iban a compartir mas que una cerveza, quería conocerlo un poco mas - Eso que llamas destino es casi siempre caprichoso y por cierto muy ingrato, el destino gana las batallas? es el destino el que trae esas sombras del norte que has visto o es quien une a los valientes para combatirlas? Es él quien unió nuestros caminos o es quien los separará? Mucho he perdido por ese destino, el aliento de mis padres es solo un ejemplo, y me temo que todos padecemos de su locura, pero confío en que los hombres tenemos la fuerza para hacerle frente, para que cambie de opinión, para que recupere su cordura, al menos por un tiempo - su mirada parecía que se perdía a la luz de la lámpara, en una esperanza tenue pero profunda que guardaba dentro de sí.

Las palabras de Theon me llegaban ahogadas entre la algarabía de la cantina.

Abêl seguía con su discurso de propaganda sobre los Lobos, pero la audiencia comenzaba ya a desperdigarse entre las mesas adyacentes.

Unos acudían a la barra a por cerveza, otros se acercaban a las chicas de compañía y los más rezagados jugaban a dados y cartas en una gran mesa en el centro de la sala.

Sonreí hasta casi proferir una carcajada cuando Theon se mostró extrañado ante mi actitud. En verdad mi forma de hablar debía resultar realmente curiosa cuando menos, sobre todo para quien no estuviera al tanto de mis circunstancias.

No te falta razón amigo mío_ dije concediéndole su primera impresión.

Pero no son los asuntos de los hombres los que esquivo como sabrás. Pues como has dicho, hombre soy, y en mi naturaleza está sentirme ligado a sus designios. Pero has de saber también, que en mis cortos años, he vivido más tiempo alejado de los hijos de los hombres que entre ellos…unas veces por necesidad, otras por obligación y no las menos, por propia voluntad…

…durante mucho tiempo no tuve un lugar al que llamar hogar y aún en días posteriores, mi corazón se sintió divido entre 2 mundos…pero ahora puedo decir con orgullo que mi hogar es la tierra, y que en ella tengo una morada a la que regresar…

Y aún con todo, guardo en mi memoria el recuerdo de un refugio distinto, un sentimiento que trasciende mi propio destino. Una necesidad que nace de esa parte, que como bien adivinas está ligada a mi Naturaleza Dunedaín, pues el amor de una madre de sangre no es algo que se tuerza a la voluntad de ningún dios, o  a los hados de un pueblo o raza.

Esa es mi búsqueda y por ella me siento ligado a los asuntos de los hombres. Y no me refiero con ello a los hombres en su conjunto, sino al pueblo de los fieles y los hijos del Rey, que sin duda tú has de conocer mejor que yo.

Pues en verdad los designios de todos los pueblos libres, así como también de los animales y las plantas están en todo momento entrelazados, por cuanto todos compartimos esta tierra que yo llamo “mi hogar”… y no sufren menos las águilas, ni los sauces o los orgullosos Kazhad, ni aún los pequeños habitantes de la Comarca, de lo que lo hacen los hombres…y sin embargo también entre ellos encontrarás grandes diferencias, y entre los tuyos, no pocos son los que se sienten ajenos a los problemas de sus hermanos del sur o del lejano oriente…¿y por qué? me pregunto ¿Porque han crecido en lugares separados?, ¿porque practican distintas tradiciones? ¿No son acaso todos hombres como tú y como yo?...dejé unos instantes de reflexión y tras aspirar una profunda bocanada de mi pipa continué con aire cansado.

No, no creo que los designios de los hombres sean distintos al del resto de razas de la tierra media, salvo quizás los de aquellos que obran bajo el opresivo yugo de la sombra. Y aún entre ellos, no todos son culpables de su sino creo yo, pues poca elección en verdad han tenido la mayoría. Y si tu o yo, o cualquiera de los “lobos” que aquí hinchan sus pechos hubiésemos  nacido bajo la egida del hechicero…¿Acaso podríamos rebelarnos a la única realidad que habríamos conocido?

Todos somos uno mismo, y al tiempo todos somos distintos. Como un lobo o un Águila, yo lucho para proteger lo que creo mío por derecho, y hasta ahí llegará mi participación.

 En verdad, quizás algún día, el destino lleve al lobo y al Águila a juntar fuerzas contra un enemigo común. Pero ni uno ni otro olvidarán su naturaleza, y tras la eventual alianza, rara vez la verán prolongada. Pues aunque los dos son animales del campo, y han servido a un bien común, muchas otras cosas los separan, y poco provecho obtendrían unos y otros de tan insólita colaboración…

Es así y así ha sido por mucho tiempo, y al menos hasta hoy, no alcanzo a ver porque habría de cambiar…pero soy joven y de mis pocos años de vida, muchos menos aún son ricos en experiencia. Así que no daré nada por seguro ni empeñaré mi palabra en imponerme oscuros propósitos. Después de todo, tal vez algunos puedan torcer la voluntad del destino como sugieres…

Escuchó las palabras de su compañero de tragos con atención. Tal vez la cerveza o la importancia que le daba a esos temas habían logrado que hablase mucho más de lo que solía hacerlo, y eso era justamente lo que Theon estaba esperando. Cuando nombró que no se sentía de ningún lugar o cuando habló de su madre dúnedain, sintió como él mismo se revolvía por dentro, una profunda empatía se abría en esos momentos, para cerrarse luego con palabras sin esperanza.

Al menos había logrado comprender que no era un lobo, y distaba de serlo, era un águila y le gustaba serlo - Así que no eres lobo, entonces... El águila sigue su camino, independiente y libre, con la gloria del cielo, porque todo lo ve. El Lobo, sin embargo, poco puede solo, y es fuerte en su manada, es apasionado y fiel, feroz y noble a la vez, y por sobre todo es tenaz. El ojo del uno y el olfato del otro... - se quedó pensativo unos segundos - Que puedan unirse es algo de temer para sus enemigos, pero tienes razón en decir que esas alianzas son pasajeras, cada cual prioriza sus intereses, su territorio, y con eso terminan divididos, débiles, y poco pueden hacer contra otros depredadores. Cambiar eso no va a suceder por destino, tenlo por seguro, sino por elección. Te imaginas al águila decidiendo andar junto al lobo porque es consciente de que si se unen protegerán mejor ese bosque? Porque el lobo no comerá los huevos del águilas sino que protegerá su sueño, y el águila no atacará a los cachorros de lobo sino que los advertirá de los peligros que ve desde lo alto... el destino los ha separado siendo hermanos, como a los que ese hombre menciona entre gritos y tragos, y a menos que hagan algo al respecto, seguirán así- sus ojos brillaban por el resplandor de la lámpara.

Sonreí divertido ante el discurso de mi compañero.
Era consciente de que yo mismo había introducido la alegoría de los lobos y las Aguilas, pero al escucharlo en boca de un refinado militar como Theón cobraba una nueva y divertida dimensión.

Por un momento pude leer entonces a través de sus palabras, algo que no era fácil con el joven Edain.

Sus palabras eran sagaces y medidas, pero no estaban exentas de intención.

Grande entre todas las alianzas de la Tierra Media serían sin duda la de Lobos y Águilas como propones. respondí todavía sonriendo.

Y mas cosas nos unen de las que pareces sospechar, según creo. Dije al tiempo que me recostaba en la silla y dibujaba unos aretes exhalando el humo de mi pipa.

En verdad, me considero más un águila que un lobo como ya he dicho. Y como tú, entiendo que si ambos han de unirse en momentos de extrema necesidad, no existe mejor motivo que la sombra que ahora nos amenaza desde el Norte...no temas por tanto de mi compromiso con esta causa, amigo.

Sin embargo, ni soy lobo, ni águila.
Y aunque desearía poder surcar los cielos para dominar a mis enemigos desde las alturas; y mirando mas allá de los peligros, poder anticiparlos para proteger todas las cosas que me son preciadas. No es por eso que las envidio.

Sino porque su hogar es el firmamento; y es por ello que no están atadas a la tierra y no conocen el confinamiento. Jamás se deben someter a la justicia de los hombres; y ni este, ni ninguna otra raza, podrán subyugarlas o alcanzarlas...salvo quizás, por alguna saeta guiada por la mano del mismísimo Manwê. Y sería ese, un final glorioso, liberador, digno. Un final en cualquier caso.

Más como te digo, no soy Águila. Tampoco lobo, ni lo pretendo. Y aunque tu me veas como un Dunadan, tu hermano, mas cercano en la sangre que ninguna de las otras estirpes entre los hombres. Has de saber, que yo no me siento mas ligado a tu pueblo de lo que podría estarlo un lobezno arrancado de los brazos de su madre al nacer y criado largos años entre los polluelos de un nido de Águilas...

Soy por tanto hombre por naturaleza, y sin embargo, roca tallada al tiempo por necesidad. Y he de prestar mi ayuda a tu causa, mas por esta última, que por propia convicción.

Me detuve un momento para observar la reacción de Theon a mis palabras y concluí.

¿No es acaso suficiente para ti, que tu y yo, camaradas, tengamos esta convicción de guiar nuestras armas contra el enemigo común que se levanta en las baldías tierras de Angmar?
Y te llamo compañero, amigo espero, un día no muy lejano, no porque así lo hayan decidido nuestros destinos, la sangre o la herencias de nuestros ancestros...sino porque Lobo, Águila, Hombre o Roca, veo en ti alguien en quien puedo confiar y con quien me gustaría luchar espalda contra espalda por proteger aquello que nos es querido antes de verlo arrebatado por las sombras...

Esto te digo hoy pues, Theon de Arthedain. No encontraras hombre entre los tuyos, Lobo o seguidor del Rey, Gondoriano o descendiente de los reinos fragmentados, con mayor compromiso a tu causa, que aquel que lucha por convencimiento, mas allá de los deberes que le impone su naturaleza.

Dicho esto, le pedí permiso para ojear alguno de sus libros de Tácticas y busqué su consejo en las partes que no alcanzaba a entender. Tal vez en un futuro tales conocimientos pudieran salvarnos la vida.

Las metáforas y las fábulas le sentaban bien, disfrutaba de hablar de ese modo porque podía decir mucho sin decir nada. Aaren manejaba bien ese lenguaje, y entre idas y venidas habían llegado a expresar mucho mas de lo que cualquiera que estuviese escuchando hubiese podido comprender. No tenía frente a él a un lobo, pero sí a alguien en quien confiar, y eso era mucho mas de lo que esperaba conseguir en esa taberna.

- Luchar por convencimiento no tiene precio, mi querido Aaren, y tu confianza es un regalo que valoro enormemente, no tomo a la ligera tus palabras y espero que caminemos juntos todo lo que queramos caminar- una sonrisa se dibujaba en su rostro, combinada con su mirada firme y su ceño fruncido.

-Yo no soy un lobo, soy mas bien... un león. He encontrado a un águila en el camino, necesito ahora algunos lobos que nos acompañen para completar un equipo equilibrado. Puedo contar con la agudeza de tus ojos para encontrarlos?- preguntó, dando por sentado que a partir de ese momento compartirían buenos momentos y de los otros, pero que sus espaldas estarían cubiertas estén donde estén.

Cuando el explorador pidió sus notas, Theon no se las negó, y quedaron expuestos cinco pergaminos sellados e incompletos, con el escudo de Arthedain, eran misivas que permitían el libre paso entre ese reino y Cardolan. Había también un mapa centrado en el río Baranduín, y el nombre de uno de los hijos del Rey Argeleb. Miró fijamente a su compañero - Tal vez sea mejor que el contenido de estas hojas se quede conmigo, a veces el conocimiento es una carga pesada y un hombre que disfruta de la libertad no debiera ponerla sobre su espalda - le dijo mientras volvía a tomar los pergaminos con sus manos y los enrollaba.

....la guerra se lucha en muchos frentes, amigos. Cada hombre muerto es un golpe duro para nuestra supervivencia, y también cada granja abandonada, cada dúnadan que abandona estas tierras para ir al sur...

Abêl se había sentado en una silla, rodeado ahora de cinco o seis hombres atentos a cada palabra que salía de su boca.

-El más grande de los Faradrim Aran que he conocido se llamaba Haldamir, el Lobo Gris. Con el Capitán Telchrist fundaron la Hermandad del Lobo en las tierras más al norte de Angmar...