Partida Rol por web

Turno 144-5

Norión se mantuvo en el caballo, pero la montura se alejaba del resto. Junto a la colina, Ragi seguía enganchado al arbusto, maldiciendo su suerte. Podía ver con claridad el huargo y el jinete a unos cincuenta pies encima de sus cabezas, como si de una inmensa estatua se tratara. Pero el vaho que salía de la boca de la bestia, su respiración agitada, y el calor que emanaba de su inmenso cuerpo no dejaban lugar a dudas de que se trataba de un monstruo vivo.

Girion cargó su arco largo y tensó la cuerda. Tenía línea directa al enemigo más próximo, pero la oscuridad y la lluvia empeoraban la visibilidad. Y la propia montura le daba protección al jinete.

En ese momento, Russef se tropezó al intentar buscar un escondite, y desesperado agarró al compañero más cercano... ¡A Ragi! El joven estaba intentando soltarse del arbusto cuando el hombre de Saralainn se agarró a su cintura en medio de la oscuridad, y los dos cayeron al suelo. Russef se dio un golpe fuerte con una roca en la cadera, y se le soltaron algunas de las bolsas que llevaba en el cinto.

El resto seguían ocultos junto a la pared rocosa. El segundo jinete de huargo apareció unos treinta pies a la izquerda desde la posición del grupo. Estaba de perfil, tratando de ver mejor a Norión quien cabalgaba a toda prisa hacia el norte-noreste. Dirección al río...

-Aguanta, Girion, le dijo en voz baja al joven. -Espera a ver, no estamos en posición. Son seguramente una pareja de exploradores, lucharíamos solo en caso de necesidad o si tuvieramos ventaja clara.

-Prasog matar humano y caballo, se escuchó de repente la voz de uno de los orcos.

El jinete que estaba más cerca del grupo se giró a su derecha para contestar al otro: -No, no ir más norte. Ahora al ushtar. 

- '¡Ugh!' - Ragi sintió cómo le agarraban por la cintura y cómo los arbustos le arañaban mientras caía al suelo. Por un momento creyó que le habían atacado. Se incorporó a medias, intentando devolver el golpe a ciegas, pero vio a Russef a su lado, en una torpe posición, y comprendió qué había pasado.

Estar el suelo y enredado en los arbustos hizo que el miedo se aferrase a su pecho. - '¡Si vienen a por nosotros estamos muertos!' - pensó. En ese momento escuchó el gutural sonido que era la voz del orco. Una oleada de alivio le recorrió al saber que todavía no les habían visto. - '¡Quieto, Ruseff!' - susurró, esperando la oportunidad para levantarse.

Al oír la voz que le pedía que aguantara y no disparara, Girion hizo caso y relajó la tensión del arco.

En un primer momento el joven se sorprendió, pero al instante comprendió que esa flecha solo podía provocar algo: un enfrentamiento que les podría causar bajas y, no solo eso, dar pistas sobre lo que hacían allí. 

A pesar de relajar el gesto, permaneció con la flecha cargada por si acaso y no dejó de mirar al huargo y su jinete que asomaban por la cima de la colina. 

Turno 144-6

El jinete se retiró de la cima, y se hizo el silencio únicamente roto por la lluvia suave pero que caía incesante. El peligro había pasado, o eso parecía.

-Los huargos eran una de las principales armas del Señor de la Guerra, dijo Eliver. El sargento miraba hacia arriba en busca de algo en la oscuridad, y a los lados. -Si eran dos, podían haber acabado con nosotros seguramente. No sé qué hacían aquí, pero estaban a menos de medio día de Sil Auressë.

El joven sargento miró a los demás. Norión no había regresado, y Denelloth se estaba retrasando. -El bosquecillo hacia donde nos dirigimos se encuentra a unas cinco-seis millas al este. Acompañó la frase con un gesto que les alejaba de la colina y de la dirección que habían tomado los huargos. -Había quedado con Denelloth en vernos en este punto, pero ya no es seguro.

Miro a Eliver con escepticismo, " mal asunto seria si dos infectos orcos con sus monturas acabarán con un grupo de tan diversos talentos, aunque estoy de acuerdo en evitar una confrontación que no hayamos planeado".

-Los huargos son extremadamente peligrosos, mucho más que sus jinetes. Y a menudo más inteligentes. En cualquier caso, mejor haber evitado el combate.

Eliver echó un último vistazo hacia la dirección de dónde habían llegado a este punto de encuentro. No se veía ni rastro de Norión ni de Denelloth.

-Creo que lo mejor sería avanzar. Pero que se queden dos aquí, con un caballo. Eärnil, tú ve delante a caballo en esa dirección, el resto iremos atrás.

A continuación dio indicaciones al soldado que les había acompañado, y al mercenario nórdico Wulfgar quien se había ocultado un poco más lejos del grupo. Era habíl trepando, y probaría subir a la cima de la colina para tener buena visibilidad, y el soldado a pie de la misma con el caballo.

El resto del grupo partiría ya, y eran seis: Eärnil iría en cabeza como explorador a caballo (el único que quedaba), luego el sargento Eliver, Eben y Ragi. En medio, Girion. Y cerrando Russef.

-¿Estáis de acuerdo?

Girion asintió a la propuesta del sargento.

No tenía mucha idea de táctica, aunque si habia huargos por las inmediaciones dejar a dos personas solas ahí era una temeridad. Pero por otro lado tenían que esperar a Denelloth y a Norión con su montura. 

Así el joven adan no dijo nada, simplemente se limitó a seguir el orden impuesto por Eliver y estar atento a todo lo que se moviera por las inmediaciones.

Leaniach era un buen jinete, y avanzó veloz en la noche. Denelloth iba sentado detrás del sargento. El viaje transcurría sin incidencias, y pasada varias horas estaban llegando al punto que marcaba el inicio del camino de Denelloth a pie.

-Hasta aquí, Denelloth, dijo Leaniach. Había comenzado a llover. -Voy a dar un rodeo por sudoeste. Tú debes seguir en esa dirección, hacia aquella colina.

Le daba palmadas al caballo. -Tsse, tranquilo, ¿qué ocurre?, le repetía. El caballo parecía más nervioso de lo normal en la oscura noche.

Ya desde el suelo y mirando en torno a sí, Denelloth extendió su brazo a Leaniach. -Gracias, Leaniah. Eres un buen hombre. Mientras lo decía, reparó en las palabras del sargento y en la inquietud de la buena montura que los había traído hasta aquí. Volvió a mirar a su alrededor, intentando familiarizarse con el entorno, detectar anomalías, reconocer el camino a seguir.

Denelloth se despidió de Leaniach, y miró a su alrededor. La lluvia no iba a cesar en toda la noche, así que se abrigó un poco mejor, y se dirigió hacia las colinas donde debería estar esperándole Eliver con los demás.

Comenzó a andar, pero algo le inquietaba. El suave viento parecía traer algunos ruidos extraños. Pero más que nada era una sensación. Una intuición. Entonces vio una bandada de aves volando hacia su derecha, alejándose de las colinas. Era raro ver esas aves volando de noche, y más en la lluvia.

La colina se encontraba a menos de una hora caminando. No era capaz de ver a nadie, pero los del grupo podrían estar ocultos.

Eliver dio las órdenes oportunas. Wulfgar aceptó trepar hasta lo alto de la colina, y el soldado se quedó a pie de la misma con el caballo. De esa forma, tendrían una buena vista de los terrenos circundantes, y un medio de transporte para huir a toda prisa.

El resto del grupo siguió el camino. Norión había desaparecido con el caballo de Girion, y el soldado se quedó el otro. Así que la única montura que quedaba era la de Eärnil. 

Eliver lideraba, luego Eben y Ragi. En medio, Girion. Y cerrando Russef.

Eärnil iba adelantado a caballo, pero volvía cada poco tiempo al campo de visión, Todo parecía tranquilo, y poco a poco la noche comenzaba a dar paso a un nuevo día. Entonces, veían el pequeño bosquecillo donde Denelloth había encontrado el lugar que ahora querían inspeccionar.

Es extraño lo de esos pájaros. Me gustaría que pasaran más cerca, ver si pudiera enterarme de algo gracias a ellos...

La lejana línea de colinas le daba mala espina. No había ningún animal cercano para recurrir a su ayuda. Pensaba en la lluvia, molesta acompañante que le impedía ver bien, aunque también ser visto. Pero Denelloth arde en deseos por encontrar la partida, su partida, así que aguza los sentidos y aprieta el paso en dirección al lugar de la cita, planeando ya un acercamiento indirecto cuando se acerque a su destino.