Regresáis a Zuheros a toda prisa para no perderos lo que sea que está ocurriendo. Desde la altura del camino del cerro habéis podido divisar que bastante gente continua frente a las murallas del castillo —puede que incluso haya más que cuando comenzaron a ajusticiar a los tres campesinos, hace dos horas— y es de allí de donde viene todo el jaleo y a donde os dirigís.
Al llegar, efectivamente descubrís que hay un buen puñado de vecinos más que antes y que el ambiente roza el de un alzamiento campesino. La gente grita e insulta a los soldados sin miedo y están armados con palos y herramientas. Además de los cuerpos de los tres hombres colgados se han sumado otros dos —un hombre y una mujer que no conocéis— que se balancean junto a estos. Hasta ahora, nadie se ha atrevido a descolgarlos por temor a represarías del par de ballesteros que están apostados en las almenas precisamente para evitarlo.
Escucháis a alguien comentar que esos matones del noble agarraron a otro que al parecer guardaba la daga de Don Fernando en su propia casa y que ahora le tienen en las mazmorras. En la otra punta, casi de casualidad, descubrís que vuestra madre está junto a un par de vecinas.
Salgo corriendo, y me abrazo a la cintura de madre de un salto:
-¡Madre, madre! ¿qué hace aquí?, debería estar en casa, este no es buen sitio. ¿por qué hay tanta gente colgada?, se están volviendo locos en el castillo. Hemos estado paseando, y hemos visto una jabalí, igual podríamos pedir permiso al conde para cazarlo. Por cierto -saco mi dedo acusador y señalo a Pedro- Pedro me ha pegado, y no una vez, sino dos.
- Anda... y esos dos ¿quiénes son y por qué los habrán matado? -Me pregunto en voz alta mientras miro de reojo tanto a los muertos que se bambolean en las cuerdas como a los vivos que poco a poco se iban enardeciendo cada vez más.- Y ¿quién será el del cuchillo?
Al ver como Teo corría hacia madre fui detrás de él a tiempo de escuchar lo que le estaba diciendo.
- Acusica. Ya te cogeré... -Le susurro mientras levantaba la mano para pegarle otro pescozón, pero al ver la mirada de madre cambié de opinión no fuera a ser yo el que se llevara el sopapo.- Madre ¿quién es el del calabozo? -pregunto curioso por si vamos a ver a otro más colgando.
—No les hagais caso, madre. Siempre están con las mismas tonterías —digo a mi madre antes de que se ponga a soltarles una de sus típicas regañinas. Me interesa más saber qué está pasando, que el divertimento de ver a los tres discutir y regañar.
—¿Qué pasa madre? ¿Por qué tanto alboroto?
Tras asaltar a vuestra madre con vuestras palabras y preguntas ella rompe a llorar y os abraza con debilidad. En un principio achacasteis su mala cara a su mal de estómago de esta mañana, pero ahora descubrís que no es solo eso.
—¡Se han llevado a vuestro padre! —solloza—. Esos canallas han encontrado entre la paja de casa la daga de don Fernando, pero él no ha hecho nada. Alguien tuvo que dejarla allí y avisarlos, ¿cómo si no sabían dónde buscar?
Justo en ese momento se asoma por las almenas el propio don Gonzalo junto a su mayordomo y anuncia que Tobías de Baena ha confesado ser el asesino de don Fernando.
—Al fin ha sido hallado el culpable de la muerte de mi hijo —dice con dolor—. Mañana será ejecutado en la horca por su crimen. Quien no acuda a presenciar la ejecución será duramente castigado. Y preparaos, porque si averiguo que alguno de vosotros ha estado encubriendo este delito, se las verá conmigo. ¡Y ahora largo de aquí!
Dicho esto, el conde se da la vuelta y ordena a su capitán que despeje la entrada.
Supongo que Tobias de Baena será nuestro padre, ¿no?
Me quedo pensativo:
Lo que daría por poder manejar una daga como esa, ¿por qué no me la regaló papá?, maldita sea, esto es una trampa, papá me la habría regalado seguro.
Caigo en una pequeña depresión y grito:
-¡PAPAAAAAA!
La depresión se torna rabia, y saco me preciosa piedra, la cual la lanzo hacia el capitán, sin muy buena puntería:
-¡MENTIROSOS!, ¡ASESINOOOOS!
Golpeo a Ramiro en el hombro, y doy otro golpe a Pedro, y digo en voz baja apretando los dientes:
-Hemos de hacer algo ya.
Motivo: lanzar piedra
Tirada: 1d100
Dificultad: 12-
Resultado: 49 (Fracaso)
Sí, Tobías de Baena es vuestro padre. Mencione su nombre solo en el primer mensaje de la partida, así que a lo mejor ha quedado un poco lioso mi post si no os acordabais xD
—¡No, esperad! —grito en un esfuerzo desperado por hacerme oir entra la gente, intentando dirigirme al noble— ¡Nuestro padre no lo hizo! ¡Podéis ir al camino y mirar las huellas! ¡Quién lo hizo tiene una herida de la pelea, seguramente en la pierna!
No me gustaba ver a madre llorar y encima por algo como aquello. Cuando oí a don Gonzalo proclamar que padre era un asesino y que lo colgarían al día siguiente, mi cara se empezó a encender de pura rabia y mis nudillos se quedaron blancos de tanto apretar mis puños.
- ¡Cabrones! A saber cómo habéis conseguido su confesión. Es inocente y podemos probarlo... Mi hermano dice la verdad, el culpable está herido. -Pero entre el griterío de la gente y que sólo éramos unos mocosos nadie nos hacía caso. Me volví hacia mis hermanos.- El pequeñajo tiene razón, tenemos que hacer algo. Esa panda de merluzos no sirven para nada así que tendremos que ser nosotros los que salven a padre.
En un instante diez soldados armados con lanzas salen del portón y comienzan a golpear a los campesinos que difícilmente pueden defenderse. Muchos empiezan a acobardarse y se preparan para huir a sus casas, pero otros resisten y luchan como pueden contra los abusos. La situación es tremendamente caótica y no hay demasiado tiempo para ponerse a pensar. Vuestra madre está destrozada y ha quedado como paralizada después de las palabras de sentencia del conde.
Añadid a vuestro post una tirada de Suerte con bonificación de muy fácil (+50%). Si la falláis significa que algún golpe os llueve y deberéis tirar un Esquivar (Agi) de dificultad fácil (+25%) para evitarlo.
Como no podía estarme quieto, me acerco donde están los guardias, y les grito:
-¡cerdos!, ¡asesinos!
Un palazo llueve sobre mi cabeza, y salgo corriendo:
-¡MAMAAAA!, me han pegado otra vez -comienzo a lloriquear abrazado a sus faldas mientras se me empiezan a caer los mocos
Motivo: suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: 74-
Resultado: 88 (Fracaso)
Motivo: esquivar
Tirada: 1d100
Dificultad: 57-
Resultado: 95 (Fracaso)
joder, que mala suerte, me los como todos doblados
Motivo: Suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: 38-
Resultado: 21(-50)=-29 (Exito)
Veo como los soldados empiezan a dar golpes a diestro y siniestro intentando que la chusma se vaya. Procuro apartarme de su camino arrimándome a madre para no recibir yo también una somanta palos.
Motivo: Suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 63 (Exito)
Las exclamaciones e insultos de Teodorico no pasan desapercibidos y un soldado le propina un buen golpe en los riñones. Por suerte, Teodorico se escapa rápidamente evitando así más posibles daños. Permanecéis unidos junto a vuestra madre, que se encuentra como perdida, dejándose llevar por vosotros.
Los soldados se ensañan con golpes violentos a vuestro alrededor. En un principio era evidente que no atacaban con filos ni hierro, pero cuando uno de ellos es acuchillado por un campesino comienzan a no solo golpear con el asta.
La mayoría empieza a correr en desbandada hacia sus casas y ya solo unos pocos combaten —posiblemente familiares y amigos de los ajusticiados— en lo que parece una lucha a muerte, llenos de rencor y venganza ante los abusos del noble y sus guardias. Los aldeanos no pueden ganar, pero al menos se llevaran algún soldado consigo.
Motivo: Daño Teodorico
Tirada: 1d3
Resultado: 2
Teodorico recibe 2 puntos de daño y se queda a 10 de quedar inconsciente.
Indicadme si os quedáis u os marcháis (y a dónde).
Me voy masajeando la zona afectada, sin ningún resultado, mientras me caen lagrimones:
-¡Mamaaaaa, vámonos a casa, snif snif, y ponme cataplasma, snif snif!
No era tan mala idea dejar a madre en casa, un lugar algo mas seguro que la calle en aquellos momentos.
Motivo: sanar
Tirada: 1d100
Dificultad: 12-
Resultado: 86 (Fracaso)
Supongo que entonces, el noble no ha oído lo que dije, ¿no?
Si ha escuchado tus palabras desde luego las ha ignorado.
Aunque me gustaría meterme en medio de la refriega a repartir palos a los soldados, la vista de las lanzas que portan así como ver cómo van cayendo tanto campesinos como soldados, hace que me lo piense un poco y tome la sabia decisión de salir por pies de allí.
- Será mejor que nos larguemos de aquí. Llevemos a madre a casa para que pueda curar a Teo y una vez allí ya pensaremos un plan para rescatar a padre. - Confié en que Ramiro aceptara mi propuesta ya que los soldados, al ver cómo caía uno de los suyos, cada vez se estaban volviendo más violentos.
Corréis sin remedio junto a otros tantos, casi arrastrando a vuestra madre, mientras el puñado de soldados hace cuenta de los envalentonados que quedan delante del castillo. No tardáis casi nada en llegar a casa y en silencio, con un nudo en vuestro estómago, os sentáis a comer los restos del guiso —mucha verdura y poco conejo— de hace dos días. Después de un rato, vuestra madre arranca a hablar, aunque sin dejar de sollozar.
—Llegaron y encontraron directamente la daga en ese montón de paja —dice María mirándolo con tristeza—. Alguien ha tenido que venir a esconderla en vuestra ausencia, mientras estaba yo postrada en la cama medio en sueños. Supongo que después iría con el cuento a los guardias. ¡Ay señor! ¿Qué vamos a hacer? ¿Quién puede odiarnos tanto como para hacernos esto? Nuestro pobre Tobías…