Partida Rol por web

Frustrado por lo sucedido, y al ver que no nos han hecho, llegamos a casa. Estoy bastante enfado, pero intento calmarme y pensar en qué hacer.

Tal vez, en el montón de paja, podamos encontrar alguna pista más. Sino, tendremos que ir a la guardia directamente, o investigar por otro lado. No podemos permitir que hagan eso a nuestro padre, y más siendo inocente.

Así, miro la paja y alrededores, a ver que encuentro.

Comiendo en la mesa, y aun dolorido, comienzo a pensar en lo que va a suceder, y al pensar en padre muerto, rompo a llorar en la mesa.

-¡PAAAADRE!

Se que es lo que menos necesita madre en esos momentos, y en voz baja, comienzo a hablar con mis hermanos:

-Hemos de hacer algo, y esta noche es la idónea...

Me pongo a mirar la zona junto con mi hermano.

A pesar de que las noticias de la detención de padre me han quitado algo el apetito, rebaño el plato hasta que éste acaba brillando. Con la boca aún llena, asiento a las palabras de Teo.

- Sí, tenemos que descubrir quién quiere ver muerto a padre.

Me acerco a mis hermanos que ya están removiendo la paja para ver si yo consigo encontrar algo que nos pueda ayudar, pero lo único que consigo es posar mis manazas en el montón y desperdigar de mala manera la paja, con el consiguiente enfado de mis hermanos.

Vuestra madre apenas prueba bocado y continua con la mirada perdida mientras los tres os esforzáis en encontrar algo entre la paja. Por desgracia, ahí no hay nada y os desanimáis.

Realmente no tenéis mucha idea de que hacer ni por dónde buscar e irremediablemente se os pasa por la cabeza si no es posible que realmente vuestro padre haya tenido algo que ver con la muerte de don Fernando. Al fin y al cabo, ¿quién tendría intereses en tenderle una trampa a vuestro padre? En los trabajos de la construcción del palacio sabéis que es comprensible con los campesinos y no obliga a nadie a esforzarse por encima de sus capacidades. Incluso ha encubierto en alguna ocasión a alguno para que pudiera irse a atender su cosecha. O al menos, eso es lo que os ha contado él alguna vez en la mesa, también entre alguna mención a los reprochables excesos y abusos del hijo del conde.

Suponéis que para sus adentros si que pensaba que alguien debería pararle cuanto antes los pies a ese malcriado, aunque se os hace muy difícil de imaginar a vuestro padre cometiendo ese asesinato. Harían falta muchos más motivos para que él fuese capaz de haber hecho algo así anoche.

Con la cabeza hecha un lío tratáis de encontrar algún detalle que se os haya pasado por alto.

Rebuscando entre la paja, y apartando la que iba tirando Pedro otra vez en mi sitio, eso sí , sin decir nada, ya que me habían dado hoy bastante, mi cabeza era un torbellino de ideas confusas.

Allí no había nada, sólo la paja que se veía, pero ninguna pista ni nada que nos pudiera ayudar a salvar a padre. Porque... ¿no habrá sido él? Me empieza a doler la cabeza sólo de pensar, estoy hecho un lío y en aquel momento no se me ocurre ninguna idea brillante... como si alguna vez las tuviera.

Miro la paja en busca de algo que se les haya escapado a mis hermanos, aunque no creo. Eso me deja en blanco, sin saber qué pensar ni qué hacer.

Después de un rato termináis con sensación de vencimiento. El supuesto artífice de la trampa no ha dejado pistas evidentes y sois incapaces de recordar algún detalle del día de hoy que pueda ayudaros ahora mismo.

No tardan en aparecer algunas vecinas para dar muestras de afecto e intentar animar a vuestra madre. Aseguran que creen en la inocencia de Tobías y que todo esto se arreglara, pero lo cierto es que todo apunta a lo contrario. Vuestro padre está en las mazmorras del castillo —del que difícilmente podría escapar. No al menos sin mucha ayuda y sobornos— y en poco más de medio día será sentenciado. La única solución sería demostrar que es inocente, pero eso tampoco es cosa fácil teniendo en cuenta  las evidentes pruebas que tienen contra él y lo poco dispuesto a razonar que parece el conde.

Me acerco al fuego de la casa, y cojo tizones de carbón, luego voy hacia mis hermanos, y les digo:

-Ya se que podemos hacer, pintarnos como si fuésemos mendigos, con esa pintura aprovechamos y entre las sombras asaltamos el castillo, liberamos a padre y nos vamos a Galicia.

- Si eres más tonto no naces. -Le digo a mi hermano ya con la mano levantada para darle una buena colleja.- Tenemos que planear una buena estrategia... a ver Ramiro, a ti se te dan bien estas cosas de pensar y discurrir así que algo se te ocurrirá ¿no?

Antes de que Pedro lo preguntase, ya había pensado en algo. Así, digo— Lo único que se me ocurre es buscar a quien de verdad lo hizo. Lo que sabemos por lo que vimos en el camino es que hay alguien que tiene una herida en la pierna. Deberíamos empezar a buscar por ahí.

—A menos que hayáis visto a alguien así, tendremos que empezar a preguntar... ¿Alguna idea de donde empezar, o vamos a ver a las putas otra vez?

Abandonáis vuestro hogar sin saber muy bien a donde ir, pero esperando que mientras camináis por el lugar se os ocurra como resolver este turbio asunto. Fuera, una niña pequeña —hija de alguna de las vecinas— juega con la arena haciendo agujeros con sus propias manos.

—¿Se os ha muerto alguien? —dice sin inmutarse, como sin saber bien lo que eso significa, cuando pasáis a su lado.

-Aun no, estúpida.

Le saco la lengua.

Cuando Teo contesta a la muchacha, le doy una colleja. No sé muy bien si por lo que ha dicho, por contestar a la niña o por qué. El caso es darle la colleja. Pero de pronto, se me ocurre una idea.

—Hola pequeña... —la digo en tono amable— No habrás visto por ahí a alguien que fuese cojeando o con una herida en la pierna, ¿no?

Iba a darle otra colleja bien merecida a Teo pero esta vez Ramiro se me adelantó y luego perdí todo el interés al oír la preguntaba que mi hermano le hacía a la niña.

- Piensalo bien niña, tu respuesta puede ayudarnos a resolver un gran misterio -la miré con una cara embobada donde se reflejaba la esperanza de recibir una respuesta satisfactoria.

-¡Auuuuuh!, hasta mi otro hermano se anima a collejearme, se lo diré a mamá...

Me frotaba mi pobre colleja, mientras esperaba la contestación de la niña entrometida.

La niña os mira desde el suelo con una mueca y se ríe después de la colleja.

—¡Cojos hay a patadas! —dice con desdén al no saber muy bien el por qué de esa pregunta—. A quien si vi es al sepulturero entrar a hablar con vuestra madre, digo yo. Por eso pregunte.

Mientras me froto la colleja, les digo:

-Veis como es estúpida... -la miro y le comento- buscamos a uno que cojee desde hace poco tiempo, como si tuviese una herida.

- Eso niña, nada de señalarnos a los cojos habituales. -Me rasqué la cabeza con mi característico gesto de desconcierto pensando en las palabras de la niña.- ¿El sepulturero? Me pregunto qué querrá el sepulturero de madre... no pretenderá enterrar a padre antes de tiempo ¿verdad?

—Venga, venga, no os pongáis así —digo a mis hermanos. Normalmente les diría tontos, idiotas y esas cosas, pero no merece la pena con la niña delante. Hay que intentar ser amable— necesitamos que nos digas si has visto a alguien que cojease, con una pierna herida. Seguramente, la tendría manchada de sangre... ¿Has visto a alguien así?