Partida Rol por web

A Jiboro no le hacía gracia tener que someterse de esa forma a unos extraños, pero entendía la situación, y había visto estas prácticas antes.

El rodiano se limitó a asentir, aceptando el trato, y acompañó a los sicarios hasta el deslizador.

El procedimiento normal en este tipo de casos, ya estaba acostumbrado a negocios así, pero eso no hacía que disminuyera el nerviosismo que me producía. Así estábamos totalmente expuestos, pero si querían hacer negocios sabían que no conseguirían nada haciéndonos daño. Al ver que Jiboro no ponía objeciones decidí acceder también.

-Vamos-

Tras aceptar con cierto desdén y dudas, os introdujísteis en el deslizador granate. Una vez dentro, os taparon la cabeza con una fina y opaca capucha. No os obligaron a despojaros de vuestras armas (cosa normal en cualquier operación de aquel tipo), pero tampoco ellos os dejaron de apuntar con sus blásteres durante todo el camino. Tras unos diez minutos de viaje os bajásteis en una especie de almacén bien iluminado, amplio, alto y muy extenso. En su interior, nada más bajaros del vehículo, podían verse otros deslizadores, esquifes de transporte de materiales, algún taller y gente trabajando aquí y allá. No sabíais si estábais dentro de Cirisha o en el exterior.

Pronto, un tipo acompañado de cinco hombres (aparte de los tres que os trajeron) se acercó. Su aspecto era recio y vacilante, pero no era impulsivo (sino que sus ojos mostraban experiencia).

¿Y éstos quienes son? -les preguntó a sus hombres, hablándoles directamente a ellos como si vosotros fuérais alguien inferior-. Sus súbditos le explicaron que tenían un negocio para él. Al principio no os miró ni a los ojos, luego se paró delante de vosotros y tras unos instantes tensos levantó su vista. ¿Y bien? ¿un negocio, decís?

Tras un rato llegamos a nuestro destino, un gran almacén donde apareció un hombre con actitudes de superioridad lo cual me hizo pensar que lo mismo era el tal Rocharch Framer que controlaba una de las facciones.

-Si un negocio que te puede hacer ganar mucho dinero- digo firmemente –siempre que seas la persona adecuada y puedas conseguir lo que buscamos- tras una leve pausa –nos han encargado comprar un cargamento de armas y hemos oído que es factible que aquí pudiéramos obtenerlo-

Mantengo un rato de silencio con el fin de que pueda pensar en lo que le estoy diciendo -¿Estamos hablando con la persona adecuada o perdiendo el tiempo?-
 

Sin duda la presencia de Rocharch hacía justicia a su reputación. Un cuerpo imponente y un gesto de alguien curtido, todo un tipo duro. No obstante, para llegar a ser alguien importante en el crimen organizado también hace falta una buena cabeza e instinto para los negocios. Jiboro esperaba que no rechazara el que le estaban proponiendo.

El rodiano no dijo nada. Se limitó a esperar una respuesta de Rocharch mientras intentaba no perder detalle de lo que pasaba a su alrededor, sopesando una ruta de escape rápida por si las cosas se torcían y había que emprenderla a tiros.

Mientras Luthar hablaba con Rocharch, os dísteis cuenta que los ocho tipos permanecía de pie, rodeándoos.

¿Perder el tiempo? Para nada... -respondió Framer-. Venir aquí sin nada que ofrecer sí que sería perder el tiempo. Soy Rocharch Framer, y aquí dirije el cotarro un servidor. Yo no dispongo de cargamentos de armas, pero sé quien sí que dispone... y un buen alijo. Por cierto, ¿cómo os llamáis?

El tipo quería entrar en presentaciones (al menos quiénes eran aquellos dos tipos que se habían entrometido en la boca del lobo con una petición de compra para hacer negocios con él).

Empezaban a estar las cartas sobre la mesa, ya estábamos con la persona adecuada o eso parecía en principio.
-Soy Luthar y mi amigo es Jiboro- respondiendo a la pregunta de nuestro interlocutor.

Mientras yo entablaba las negociaciones con Rocharch Framer, percibí como Jiboro ya estaba sopesando todas las opciones que tendríamos si la cosa se torcía y terminaba mal. Desde que él estaba conmigo me podía centrar más en las negociaciones ya que él se encargaba del tema de la seguridad. Y la experiencia me había hecho confiar en él ya que siempre tomaba buenas decisiones.

Volví a centrarme en Rocharch

-Pues si eres capaz de hacerte con ese alijo, garantizamos un buen pago por el- mientras le tiendo la mano -¿hay trato?-
 

Rocharch esbozó una sonrisa, dejando ver sus blancos dientes, mientras sus hombres no dejaban de permanecer allí, de pie.

Antes de responder a eso, déjame contar una cosa -parecían gustarle los rodeos, o al menos querer saber algo más de vosotros, al fin y al cabo-. A quién me refiero como dueño de un cargamento no es ni más ni menos que Jirar Lombas, el sobrino político heredero de los despojos de Ragar Lucio... -Rocharch, suponía, estando allí, que sabíais ya quién era Ragar-. Él vive prácticamente en su club por seguridad, pero sé que dentro de cinco días moverá un cargamento de armas bastante suculento, destinado al ejército... ¡Ah! ¿Pero no ha venido con vosotros nadie más? -Rocharch mostró algo de sarcasmo. Luego ladeó la cabeza y los labios, como quien hace el gesto de negación sobre algo tras imposiblidad-. Mmm... cuatrocientos mil créditos estándar es una buena cifra para conseguir lo que queréis... ¡Ah! ¡y vuestra colaboración!

Rocharch, entonces, se paseó un poco alrededor de vosotros, dándoos una vuelta hasta que se puso frente a vuestros ojos de nuevo.

Ahora soy yo el que pregunta -su cara se esombreció-. ¿Hay trato?

Cuando Rocharch dijo 400.000 Jiboro tragó saliva. No tenían esa cantidad de dinero. Luthar era un negociador nato, pero aquel tipo también lo parecía, y el hecho de estar rodeados intranquilizaba todavía más al rodiano.

Sin darse cuenta, se estaba llevando instintivamente la mano al bláster, pero se frenó a tiempo.

No hagas tonterías Jiboro. Cualquier mal movimiento puede fastidiarlo todo... pensó para sí mismo.

Jiboro confiaba en que su socio consiguiera reducir la cantidad, porque la situación olía peor que el pelaje de un bantha.

Las negociaciones nunca habían sido un cosa fácil, salvo que dieras con un incauto, pero no habíamos tenido la suerte de que fuera este el caso.

¿400000? Pensé para mi, hay que rebajar esa cantidad.

-No es factible pagar eso y menos aún si tenemos que participar en la operación de obtenerlas- digo con una leve sonrisa.

Haciendo unos leves cálculos mentales. -Digamos que lo justo sería...... 350.000 y la participación de dos profesionales como nosotros- sonriendo ampliamiamente sin menospreciar a tus hombres comprobarás que tener a mi amigo Jiboro en el equipo es una garantía de exito- mientras le doy una palmadita en la espalda a Jiboro

De acuerdo, 350.000 -asintió Rocharch-. Ahora os llevaremos a Cirisha, y en cinco días iremos a recogeros al mismo garito donde contactásteis con mis hombres. Preparáos bien y buscad un buen lugar para descansar. Lo necesitaréis, lo necesitaremos: advierto que no será fácil -decía el capo mafioso sopesando las posibilidades del asalto, aunque sin ofrecer detalle de cómo iba a ser exactamente-.

Acto seguido, Rocharch se dió la vuelta, despidiéndose, y se perdió en alguno de los talleres en los que sus hombres estaba trabajando. Vosotros fuísteis introducidos de nuevo en el deslizador granate y fuísteis llevado con vendas de nuevo al Rodiano Feliz. Tardásteis ahora un poco menos de los esperado.

* * *

Tras un rato deambulando por los alrededores de la parte sur de la ciudad (sin perder como punto clave la taberna del Rodiano Feliz (donde en cinco días habríais de estar), decidísteis buscar un lugar donde pasar esos días. Había muchos tugurios que ofrecían habitaciones para descansar. Al final de la avenida se encontraba un pequeño edificio metálico de cinco plantas, una especie de residencia particular. En su entrada había información acerca de sus precios: cinco créditos por noche no estaba nada mal.

El trato había sido cerrado, y ahora quedaban por delante cinco días para descansar. Bueno, quien dice descansar también dice "disfrutar todo lo posible", ya que uno nunca sabe cuándo va ser la última misión. Y esta tenía pinta de ser peligrosa, por las palabras de Rocharch.

Así, Jiboro tenía pensado seguir visitando los locales nocturnos. Tomar unas copas, jugar un poco y buscar alguna compañía femenina a ser posible, hasta lo que su bolsillo le permitiese. Luego, el último día antes de la misión, sería para descansar totalmente y preparar bien el equipo. Bláster, cuchillo, detonador térmico... Limpiando bien el arma y comprobando los comunicadores, para tratar de evitar que algo falle en el peor momento.

Cinco días de espera. Pensaba para mi mismo, eso no era buena señal y una pérdida de tiempo. Tiempo suficiente para meternos en problemas o peor aun para que nos metan, un planeta en el que los bajos fondos estaban en guerra abierta por el control no eran un buen lugar para esperar mientras se llevaba a cabo un negocio que lo mismo era mal visto por las otras partes.

Pero no nos quedaba otra que esperar. Conociendo a Jiboro como le conocía seguro que ya estaría pensando en salir a disfrutar de los antros mas sórdidos y oscuros de la ciudad. Lo cual no me desagradaba, lo mismo encontraba algún antro donde pudiera sacar unos créditos en alguna partida de sabacc.

-Bueno amigo, ¿Por qué antro tienes idea de que empecemos?-

-Lo cierto es que no tengo ni idea. Además, después de la tercera copa ya todos los sitios me parecen iguales-Jiboro rió de la extraña forma que lo hacen los rodianos, encogiéndose y estirándose su hocico como una graciosa trompetilla-.Vayamos por la zona donde encontramos a los secuaces de Rocharch, allí había buen ambiente.

Lo cierto es que deambulábais por la ciudad de Cirisha. No sabíais exáctamente si los hombres de Rocharch frecuentaban tugurios y cuáles, pero vísteis que el centro de la ciudad era bastante urbanita y lleno de antros luminosos y sucios, rodeados de callejones humeantes en sus laterales y partes traseras: un ambiente perfecto. Era como si el arrabal de la ciudad estuviera en el propio centro.

Entrásteis en un local de bastante ambiente. R3 se quedó en el hall para droides. Una música electrónica amenizaba el ambiente y numerosos proyectores enfocaban varias paredes donde se emitían paisajes distantes y relajantes, cuadros surrealistas o artistas cantando y actuando. La gente, de bastantes razas de la galaxia, se agolpaba en varios conjuntos de sillones y asientos en el centro y lados de la estancia, y otras tantas en la barra, que carecía de asientos. Había varios reservados en un lateral. La miscelánea caótica, extravagante y embriagadora hacían que aquel antro se llamara "Diez Mil Eones". Decenas de láminas de leds y fluorescentes iluminaban irregularmente los techos y paredes.

Jiboro quedó embelesado por la cantidad de luces, casi como un insecto atraído por la fuente de luz.

Este garito estaría bien para empezar la noche y encontrar algo interesante.

-Empecemos tomándonos algo- dirigiéndome a Jiboro señalándole la barra –a la primera invito yo-

Estuvísteis bebiendo un poco. Luthar gastó unos créditos en invitar a su compañero Jiboro, y por un rato os olvidásteis de todo el embrollo del encargo y de la suma de dinero. Pedísteis unas bebidas azules y verdosas, que con la luminiscencia de los leds de todas partes parecían hasta brillar por ellas mismas.

Echásteis un vistazo a aquel lugar mientras charlábais, y no había que ser un viejo jedi alerta de todo para comprobar que una mujer os estaba observando desde uno de los sillones cercanos a la barra. Os sonrió (no supísteis a cual de los dos) y luego se levantó para acercarse a vosotros. El movimiento de sus caderas os embriagó y os sorprendió. Era una humana bellísima.