Partida Rol por web

Sacamantecas ni se preocupó de buscar al llegar a esa plaza. A él tanto le daba si encontraban a la puta como si no. Pero el resto de la comitiva parecían empeñados en seguir el rastro hasta el fin de los tiempos.

El rufián observó a todas las personas de la plaza con ojo crítico pero no se percató de si alguno hablaba su idioma o no. Para él todo eran rostros desconocidos y potenciales amenazas asi que simplemente se aseguró estar cerca de Usurero para protegerle en caso necesario.

Ponzoña miró en derredor. Los intentos de dar con alguien que hablara su idioma habían resultado inútiles, así que se concentró en buscar entre los presentes alguien cuyos rasgos recordaran vagamente a algún ancestro K´Hlata, confiando en que junto con la apariencia, entre su herencia se hallara también el conocimiento de su lengua. Que además quisiera hablar con ellos era harina de otro costal, pero cada batalla debía ser resuelta en asaltos sucesivos.

Matagatos siguió al resto a aquella plaza, consciente de las miradas de desconfianza, aunque no les dio demasiada importancia. Debían mantener un perfil bajo y no montar ningún alboroto, o podrían encontrarse en problemas muy serios, como ese tal shogun. Cuando llegaron, surgió otro problema, aunque menos serio... Ninguno hablaba el idioma de aquella gente. Solo les quedaba una alternativa, buscar alguien que pudiera entenderles, y estuviera dispuesto a hacer de traductor. 

Las palabras de Takeda sobre la frecuencia con la que parecían ocurrir "accidentes" con el enorme cocodrilo preocuparon aún más a Preocupado.

-Supongo que será mejor mantenerse alejado del agua. En cualquier caso no estaremos mucho tiempo por aquí.

O al menos eso esperaba. Buscarían a Elefanta y se la llevarían con ellos, un trabajo rápido y sencillo como estaban acostumbrados en la Compañía Negra, seguramente Rastrojo ya estaba utilizando sus poderes chamánicos para guiarlos hacia la prostituta. El aprendiz de chamán se fue con decisión hacia donde Takeda les habían indicado que quedaba el mercado de esclavos. Como el chamán abría la marcha y Ponzoña y Matagatos eran de su mismo pelotón decidió que él les cubriría las espaldas, cosa importante en una cuidad desconocida como aquella. Le preocupaba que alguien pudiera atacarlos por detrás.

Por fortuna los sodomitas ya están lejos.

Cuando se disponía a irse comenzó a contar a sus compañeros, una costumbre que había adquirido hacía tiempo para no olvidarse a nadie de su pelotón, le preocupaba dejar algún herido atrás o perder algún compañero por despiste.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... ¿Siete? ¡Pero si éramos ocho! ¡Nos falta uno! ¿Pero quien?

Ya empezaba a preocuparse cuando giró la vista hacia atrás y reparó en Sabandija, se le había olvidado que estaba con ellos, por fortuna sabía que habían entrado ocho en la barcaza.

-¡Eh Sabandija! ¡No te quedes atrás! Si quieres ir a una taberna ya irás a la tienda de Grog cuando regresemos!

Tampoco le prestó mayor atención al Campamentero y siguió en pos del resto del grupo confiando en que el pequeño K'Hlata iría detrás. Además un numeroso grupo de guerreros que se cruzaba con ellos y se puso en guardia por si no llevaban buenas intenciones.

Ya sabía yo que no era buena idea venir tras Elefanta, ahora vamos a perder una puta, un futuro chamán y varios buenos guerreros.

Por fortuna solo hubo un cruce de miradas entre ambos grupos y todos siguieron su camino. Cuando llegaron a la plaza sus preocupaciones aumentaron, por un lado había demasiada gente, así no podría vigilarlos a todos y además no parecía que ninguno fuera capaz de entenderlos y eso sería un gran problema.

Por mucho que Rastrojo zigzagueara entre la multitud para dejar a Sabandija atrás, éste siempre conseguía seguirle. Eso tenía de positivo que seguían todos juntos, y de negativo... que seguían con Sabandija. Pero lo importante era ahora encontrar a alguien al que poder preguntarle, o incluso que les hiciese de traductor en aquel lugar.

 Ponzoña encontró a un Nyueng Bao muy moreno, quizás con ascendencia K'Hlata. Había llegado a la plaza desde el puerto, y se había detenido delante de un puesto de fruta. En su cinto llevaba una katana envainada, como la de Peregrino.

 Matagatos puso sus ojos en una jovencita que hacía la compra con una cesta de mimbre, que de vez en cuando miraba de reojo a los miembros de la Compañía Negra, como si les vigilase. No era mujer para él, y el Cabo no podría hacer más con ella ahora que con Dedos en el pasado.

Cuando Preocupado llamó por Sabandija en K'Hlata, alguien le escuchó y usó el mismo idioma.

...una moneda, por favor...

Aquel golpe de suerte llevó a Preocupado a volver la cabeza en dirección a uno de los callejones. Allí le vió...

 Sentado en el suelo, había un anciano con aspecto de pordiosero. Un pañuelo en el suelo tenía tres monedas de cobre, de acuñación extraña, distinto al dinero que se manejaba en el seno de la Compañía. Tenía los ojos cerrados... quizás fuese ciego, quizás estaba dormido.

Ahora era cuestión de acercarse a alguno y preguntar.

Preocupado se giró con una mueca de alegría en dirección a aquella frase pronunciada en K'Hlata, no podía creer la suerte que tenía, seguramente los espíritus los estaban guiando.

-¡Eh Rastrojo! ¡Aquí hay alguien que habla nuestro idioma!

El hombre, un mendigo, se encontraba dentro de un callejón, lo cual le preocupaba un poco, no le gustaban esos sitios oscuros y estrechos, pero los espíritus les habían guiado hasta allí, así que con la mayor precaución y abriendo la marcha para proteger a Rastrojo o a cualquiera que lo siguiera se adentró y se acercó al anciano.

-¿Habla nuestro idioma? ¿No habrá visto por casualidad a...?

Y entonces cayó en la cuenta de su mala suerte, el único hombre que hablaba su lengua estaba ciego y no había podido ver a Elefanta, parecía que los malos espíritus le habían jugado una mala pasada. Escupió al suelo y tocó su amuleto para ahuyentarlos y no se dio por vencido.

-Estamos buscando a una amiga nuestra, se llama Elefanta y es una K'Hlata muy grande, quizás ha oído hablar de ella. Si nos ayuda le daremos una moneda.

Al menos había que intentarlo, quizás Elefanta hubiera llamado la atención, era una mujer muy grande y no se veían muchos K'Hlatas por allí.

- ¡Qué sí, qué sí!-  Aceleró el paso para que el infante no se preocupase más de lo normal y pronto alcanzó al grupo. Miraba distraído a las personas que sus compañeros encontraban y que parecían entender su idioma. No sabía por qué se preocupaban. Si Rastrojo podía hablar con los animales, ¿cómo no iba a ser capaz de comunicarse con otras personas, aunque hablasen diferente? Los gritos de Preocupado hicieron que Sabandija se acercase al viejo  Nyueng Bao. Igual que a Preocupado a Sabandija le parecía que el hombre era ciego. Quizá por eso se mostró menos esquivo que otras veces y se atrevió a acercarse y mirar de cerca las extrañas monedas. También pegó su cara, sujetándose el largo pelo para que no rozara al hombre, para ver si efectivamente estaba ciego o era la típica farsa de un falso tullido.

- Eso, una moneda.- Repitió el explorador K´Hlata ante las palabras de preocupado a la vez que pasaba una mano por delante de los ojos del viejo.

¿Pero qué demonios estaba pasando ahí? Ahora resulta que dependían de un ciego para enterarse de dónde estaba Elefanta. Sacamantecas refunfuñó por lo bajo y se cruzó de brazos. Si le hubieran hecho caso y se hubieran dirigido al puerto seguro que ya sabrían más y con suerte casi estarían de regreso al Campamento.

Ese viaje empezaba a cansarle. No era más que jugarse el tipo una vez detrás de otra. El rufián volvió a no intervenir en la conversación y se limitó en mirar sin disimulo y con descaro a cualquiera que se atreviera a acercarse demasiado a Usurero. Imponía lo suficiente como para amedrentar a cualquiera y si no… Si no al menos tendría un poco de acción.

Ponzoña detuvo su mirada en el hombre que acababa de llegar al puesto de fruta. El color de su piel era lo suficientemente oscuro como para poder considerar que en sus venas corría sangre K´Hlata. Era una jugada arriesgada pero entonces se fijó en su arma y el recuerdo de Peregrino pobló su mente.

Sus piernas parecieron moverse solas y pronto estuvo frente al Nyueng Bao. Y como viera hacer mil veces a su viejo compañero de armas, se inclinó levemente ante él, emulando la flexión de cintura y cabeza así como la posición de sus manos. Incluso su ronca voz pareció adquirir el matiz gutural de Peregrino al hablar.

-Una hermosa arma, señor. Hace tiempo peleé hombro con hombro con el dueño de un filo similar. Alguien a quien pude llamar hermano -dijo en K´Hlata.

Matagatos había vislumbrado a una joven que les miraba bastante. Quizás supiera quienes eran, o qué buscaban allí. Y si era así, quizás supiera también hablar su idioma, y estuviera dispuesta a ayudarles. Siguiendo ese razonamiento, se acercó a ella y, con toda la educación que pudo reunir, hizo una breve reverencia, imitando las que Peregrino hacía.

-Disculpe, señorita. Me preguntaba si podría ayudarnos. Estamos buscando a una mujer k'hlata, bastante grande. Probablemente la trajeron encadenada aquí hace unos días. ¿Podría ayudarnos a localizarla o darnos alguna pista?

Hahaha...-rió discretamente, como si Ponzoña hubiese dicho algo gracioso.

El extraño también hizo una reverencia a Ponzoña, muy leve, casi sin doblarse, como si estuviese en un estatus superior al del K'Hlata.

La belleza de un arma no se puede apreciar cuando está envainada, solo cuando se empuña y se puede apreciar su peso, su equilibrio... Mi nombre es Enomoto. Yo también compartí mi camino durante un tiempo con alguien al que podía llamar hermano... ¿Quién es usted y porqué me aborda por la calle como si quisiese ser amigo mío? Un viajero como yo está habituado a desconfiar de los extraños.

Mientras, a cierta distancia, la muchacha agachó la mirada para no mirar directamente a Matagatos y evitar que el demonio blanco le robase el alma. Habló entre susurros...

Mi K'Hlata no muy bueno. Yo Kaiho. Yo ver a mujer que tú buscar. Yo ayudar si tú liberar a Padre.

Vaya, una pequeña cuest... ión había desembocado en una misión accesoria.

Mi nombre es Tojo-dijo, aspirando la "j" como si fuese una "y"-. Venid a verme con monedas cada vez que queráis preguntarme algo, y os contestaré encantado. La puja de esclavos ha terminado hace un par de horas. Una mujer que el moderador describió como K'Hlata y grande fue vendida a Palacio... Al Shogún. No sé si será la amiga que buscáis...

El mal aliento de Tojo se exhaló al hablar, en plena cara de Sabandija. Al Campamentero le pareció que olía a alcohol. El bastón del viejo ciego tocó dos veces el suelo, y estiró la mano.

La moneda-pidió, aunque ahora que tenían la información, nada obligaba a pagársela.

Mientras, Sacamantecas siguió a Usurero por el mercado. Se comunicaba con simples gestos, indicando qué quería comprar y regateando con los dedos para marcar cuántas monedas pagar. Se centraba en comprar especias, raramente vistas en el campamento de la Compañía Negra.

-¿Padre? ¿Qué he la pasado a tu padre?-preguntó Matagatos a la muchacha, levemente ceñudo. Aquello no era sino otra complicación añadida, y la verdad es que ya llevaban unas cuantas. Esperaba no tener que enfrentarse a toda la maldita ciudad para recuperar a una prostituta.

Cabeceó afirmativo. A qué le daba la razón, era algo que Ponzoña no mencionó.

-Me llamo Ponzoña. No busco su amistad. No de momento -señaló el Hiena, preciso como el filo de una katana- pues como el manejo de la espada esta requiere su tiempo y solo cuando se esgrime puede apreciarse su valor y carácter. Busco otra cosa pero no quería abordarle como una león sobre su presa -en esta ocasión era el K´Hlata quien invertía las posiciones, en un juego que parecía divertirle-. Nos encontramos aquí para dar con una mujer de nuestro grupo que nos fue arrebatada y sospechamos ha sido vendida como esclava. Una hembra de tamaño descomunal en su género. Quizá la haya visto y pueda decirme algo al respecto. Después, tal vez podamos hablar sobre nuestros hermanos y sobre cómo Enomoto aprendió el idioma de los K´Hlata .

Preocupado escuchó las palabras del viejo ciego y reconoció en la descripción a Elefanta.

-Elefanta en Palacio, al Shogún... -Esos eran los datos importantes.- Muchas gracias Tojo, creo que puede ser ella. -Preocupado dio dos palmadas sobre el hombro de Sabandija para que dejara de molestar al hombre que les había ayudado.- Sabandija, quédate con nuestro amigo Tojo y págale su moneda. Yo voy a ir a buscar a Rastrojo para decirle lo que nos ha dicho, quizás quiera venir a hablar con él.

Sin decir más dejó al Campamentero en el callejón en compañía del anciano y salió a la plaza en busca de Rastrojo. Por fortuna encontrar a un negro entre la gente no era difícil allí.

-¡Rastrojo! ¡Rastrojo! Un hombre ciego nos ha dicho donde está Elefanta. Escuchó que habían vendido a una mujer K'Hlata muy grande a Palacio, al Shogún. Dejé a Sabandija con él y puedo acompañarte si quieres hablar con el anciano.

Con los ojos puestos en Usurero y sus cercanías, Sacamantecas prestó atención con los oídos al resto de la plaza. De momento no parecía haber peligro alguno pero los miembros del grupo de la Compañía se estaba disgregando poco a poco en pequeños grupos.

En un determinado momento, Preocupado apareció exaltado dirigiéndose hacia el despreciable chamán que supuestamente lideraba la expedición. Sacamantecas negó con la cabeza y cerró los ojos pero no dijo nada. A lo mejor con suerte habían averiguado dónde estaba la puta y por fin podrían largarse de aquel lugar. No estaba a gusto en un sitio tan abarrotado de gente. Su labor de proteger a Usurero era más complicada en medio de una muchedumbre.

¡Qué peste!- El fétido aliento fue suficiente para hacer retroceder a Sabandija. No había averiguado si el viejo era ciego de verdad pero que llevaba un "ciego" de no te menees, eso sí que era seguro.

- Ehm...¿aquí?- Pareció dudar el joven K´Hlata de las palabras de Preocupado. Después de todo él era un infante nada más, no su jefe. Pero al mentar a Rastrojo, Sabandija no pudo más que agachar la cabeza y resignarse.-  A ver...una moneda...donde puede estar...- No es que el explorador tuviera mucha ropa donde guardar un saquito con una moneda pero es que con lo que le costaba ganar el metal no era como para ir regalándoselo a cualquiera, por mucha información que les diera que, después de todo, no estaba contrastada.- Pero dile a Rastrojo que he tenido que dalre una moneda...- Esperaba que la Compañía le revirtiera el montante íntegro de lo que había tenido que dar por la importante misión. Como si la moneda se le hubiera pegado a la piel le costó entregársela al viejo borracho.

- Aquí tienes, Tojo.

Mientras esperaba por la respuesta de Rastrojo el infante fue pasando su mirada por toda las personas que los rodeaban mientras buscaba gente sospechosa o posibles enemigos, no quería bajar la guardia y le preocupaba que los pillaran desprevenidos.
Fue entonces cuando alguien llamó poderosamente su atención. El hombre iba llamativamente vestido y con unas ropas que al K'Hlata se le antojaron estrafalarias, sobre todo el sombrero que llevaba, nunca había visto nada parecido. Y al mirarlo tuvo una extraña sensación.

Es un mago, de esos que invoca a espíritus malignos.

Comenzó a preocuparse mucho pues no le gustaba esa gente, para él ya era bastante tener que convivir cerca de los magos de la Compañía, aunque al menos esos estaban de su parte, pero ese... ¿Que extraños poderes podía tener?

Quizás sea como el Dominador de Mentes y nos convierta a todos en sus lacayos y nos haga vestir como él. Eso sería muy preocupante.

Tocó su amuleto y escupió al suelo intentando alejar a los malos espíritus y debió funcionar porque el hombre desapareció de su vista. Algo más tranquilo siguió esperando por la respuesta de Rastrojo.