Partida Rol por web

El infante vio como Ponzoña se llevaba a la pequeña y estuvo atento a que esta no hiciera ningún ruido, pero el Hostigador había actuado eficientemente.
Ahora los separaba el pasillo ante los guardias, que los verían venir pero la sorpresa les podría dar al menos la oportunidad de vencerlos si conseguían ser eficaces. Esperó las indicaciones del Cabo y después cargó contra uno de los soldados, pero su ataque no consiguió dar en el blanco, la cosa parecía preocupante.

Sacamantecas observó al tal Kawashi a su lado. Parecía casi tan ansioso como el propio rufián por lanzarse contra quienes, hasta hace poco, habían sido sus compañeros en cierto sentido. Sacamantecas sonrió. Se sentía a gusto con gente a sí junto a él. Sabía cómo catarlos… y de qué palo cojearían llegado el momento.

Comprobó cómo el infante Preocupado cargaba a trompicones por el pasillo y negó mentalmente con la cabeza… No estaba en condiciones de ayudarles demasiado… Ahogó un resoplido y cargó también él, en completo silencio, dispuesto a degollar al guardia más cercano de un certero tajo de su sable.

Matagatos, tras dar sucintamente la orden con un gesto, se lanzó junto con el resto. A pesar de todos los dolores de la tortura, consiguió ejecutar un golpe medio decente, con el que alcanzó a uno de los guardias. Solo cabía esperar que pudieran derribarlos antes de que dieran la alarma o armaran demasiado jaleo. 

Resopló como un búfalo a punto de embestir, los orificios nasales dilatados, la mirada fija en sus enemigos. Dejó que atacaran primero, como cachorros de león que debieran empezar a aprender en las lides de la caza. Cuando uno tras otro actuaron, se lanzó a la carrera, imprimiendo al tiempo un movimiento giratorio a su maza, destinado su ataque a mitigar la deshonra de las heridas de la víspera.

Kawashi intentó dar la puntilla al soldado herido por la flecha de Sabandija, el sable de Sacamantecas y el golpe de Matagatos. Lo hizo de forma honorable, con el extremo de la lanza opuesto a la punta, golpeando la base del estómago y dejando al soldado sin aire. Elegante. Grácil. Kawashi dejaba los torpes movimientos de Preocupado en ridículo, y precisamente con el arma preferida del K'Hlata. El primer soldado cayó.

La espectacular embestida de Ponzoña contra el otro guardia fue demoledora. La armadura no fue suficiente para amortiguar el golpe. Sus costillas se rompieron y hundieron rasgando uno de los pulmones. El guardia no contraatacó. Alzó la vista, miró a los ojos a la salvaje fuerza de la Naturaleza y supo que estaba a un golpe de morir. Entonces gritó:

¡WARI NO TASHAGAME! ¡WARI NO TASHAGAME!

Ha dado la voz de alerta-aseguró Kawashi-. Subid las escaleras, recuperad a vuestra geisha. ¡Yo los entretendré!

El gran portón frente a las escaleras se empezó a abrir. Y cuando las dos hojas de oro macizo se abrieron, el umbral de la puerta fue ocupado por los trece samurais con los que se cruzaron al desembarcar en Puerto Rata.

Kawashi corrió heroicamente hacia la entrada del Palacio, tratando de retrasar a los samurais el suficiente tiempo para que los extranjeros pudiesen llegar arriba.

¡Banzaaaaai!

Sacudió la maza y la sangre que destilaba sus púas cayó al suelo con un sonido plástico. Un gesto de rabia por no haber dado un golpe que impidiera al soldado dar la voz de alarma se dibujaba en su rostro. De algún modo incluso su efectividad y gracia en el combate parecía marcada por una indeleble mala suerte que acababa mancillando todas sus acciones.

Ante las palabras de Kawashi, miró a Matagatos. Él decidiría si debían ayudar a aquel hombre contra los trece guerreros o abandonarlo para ir al rescate de una mujer que no se movería de allí.

Los dos guardias fueron abatidos a pesar de que Preocupado no consiguió impactar en ninguno. Pero su mayor preocupación llegó cuando el segundo guardia comenzó a gritar y a dar la voz de alarma. Por el otro lado del pasillo comenzaron a aparecer un buen número de soldados. Miró con curiosidad a Kawashi mientras hablaba y escuchaba el loco plan que les proponía.

Una geisha debe ser una puta en su idioma... ¿Pero como pretende hacer frente a tantos guerreros? ¡Está loco!

Si pensarlo mucho el guerrero se lanzó contra los recién llegados en una carga suicida y Preocupado intercambió miradas con el Cabo Matagatos esperando órdenes. No le importaba mucho la vida del prisionero, no era uno de los suyos y no se fiaba de él, pero si tenían que volver deberían enfrentarse a los guerreros y sería mejor ahora que contaban con uno más y que seguramente el ataque sorpresa de Kawashi los estaría sorprendiendo. O quizás podían llegar hasta Elefanta e intentar huir por otro lado aprovechando la ocasión.

Mientras Matagatos se decidía Sabandija aprovechó que tenía el arco en la mano para lanzar una flecha que acompañase a Kawashi a una muerte segura. Estos extranjeros eras muy raros. Si había una escalera lo lógico hubiera sido que subieran pro ella y Kawashi, si quería hacerse el héroe para dejar mal a Preocupado, se quedara allí esperando. De todos era sabido que una escalera daba ventajas al defensor frente a los atacantes, por muchos que fueran.

Sin esperar la respuesta del Cabo Matagatos a las miradas y preguntas de sus otros compañeros, Sacamantecas enfiló las escaleras y comenzó a subirlas con la clara intención de localizar a Elefanta. Quería largarse de aquella condenada ciudad cuanto antes. Y no podría hacerlo sin la puta. Maldita fuera su suerte.

El rufián mantuvo ojos y oídos atentos en todo momento, mientras aferraba su sable con armas manos, dispuesto a partir por la mitad al guardia que apareciera de la nada y se le pusiera en medio.

Por desgracia, uno de los guardias sobrevivió lo suficiente para dar la voz de alarma... Y aquellos 13 extraños guerreros aparecieron listos para defender a su señor. Era muy tentador subir ahora, dejar a Kawashi solo... Pero, por lo que sabía, debían salir por aquel mismo lugar, lo que quiere decir que tendrían que enfrentarse a los que sobrevivieran, puede que heridos, pero siendo uno menos. 

Lo mejor habría sido contenerlos en las escaleras, contando con la ventaja de la altura... Pero Kawashi les había negado aquella posibilidad. 

-Preocupado, acompaña a Sacamantecas arriba, dad con Elefanta. El resto debemos ayudar a Kawashi, o no tendremos lugar para la retirada. ¡Adelante!-exclamó, cargando a su vez, aunque el estado en el que se encontraba debido a la tortura hizo que fallara aquel golpe. 

Una ráfaga de preocupación pasó por el rostro de Ponzoña, fugaz como una nube interponiéndose en el sol del desierto. Eran trece. Ellos tan solo cuatro. Tres para el combate cuerpo a cuerpo y Sabandija con su arco. Era importante dejarlos fuera de combate cuanto antes. Inspiró con fuerza y se lanzó en tromba contra aquellos extranjeros vestidos extrañamente, tratando de derribar a los máximos posibles de tal modo que fuera más fácil abatirlos con posterioridad. Cuando el avestruz entierra su cabeza y tan solo muestra su culo al depredador, se convierte en una presa más fácil.

Las órdenes del Cabo Matagatos eran claras y Preocupado estaba acostumbrado a obedecer. Le preocupaba la inferioridad numérica en la quedaban sus Hermanos pero una orden era una orden.

-¡A la orden Cabo!

Sin vacilar comenzó a subir las escaleras en busca de Elefanta esperando que el indisciplinado de Sacamantecas no estuviera cometiendo alguna imprudencia, eso le preocupaba.

No debimos traer ningún seguidor de campamento, los matones de Usurero están bien para ajustar cuentas entre borrachos, pero una misión de este estilo necesita soldados disciplinados.

¡Esperad! ¡Voy con vosotros!-exclamó Bimbawa, subiendo las escaleras tras Sacamantecas y Preocupado.

Mientras, Ponzoña utilizaba sus técnicas de la tribu de la Hiena para tumbar a cuatro samurais a la vez. Cuando se dió cuenta, estaba rodeado por los enemigos que habían quedado en pie. Con una mirada de desafiante, en lugar de atacarle todos a la vez, le ignoraron y fueron a por Matagatos y Kawashi. El hiena no lo entendió hasta que un Nyueng Bao desarmado de armadura negra, más alto que el propio Ponzoña, le agarró en un abrazo de oso. El gigante no trabajaba solo. Un pequeño lancero hacía tándem con él, haciendo movimientos rápidos para colocarse, y perforar a la presa con movimientos rápidos y ligeros.

Los cuatro samurais derribados se pusieron en pie justo a tiempo de ver a uno de los suyos herir a Kawashi y otro herir a Matagatos. Usaban la táctica del dos contra uno, pero tanto Kawashi como el cabo estuvieron lo suficientemente rápidos como para sufrir más heridas. El quinto samurai corrió hacia Sabandija. Era como un rápido cervatillo, y cubrió la distancia entre la puerta y el pasillo, usando su katana para herir al Campamentero en el brazo.

Esperaaaad... voy con vosotros...-escucharon a sus espaldas.

Al llegar a lo alto de las escaleras, un largo pasillo transversal alfombrado terminaba a izquierda y derecha en una puerta de hoja doble. Había una tercera puerta, a medio camino por el ramal de la derecha. No había guardias, y unos pebeteros llameantes proveían de toda la luz del lugar.

Bimbawa empezó a olisquear el aire como un perrillo.

Snif, snif... ¿Lo oléis? Snif, snif... Flor de azahar, caléndula, esencia de rosa... ¡Es perfume de mujer! ¡Y del caro!

La sabuesa siguió el rastro hasta la puerta más cercana de la derecha. Así, había una puerta al fondo a la izquierda de la que no sabían nada... una puerta al fondo a la derecha de la que no sabían nada... y una tercera puerta de la que solo sabían que había perfume de mujer del otro lado. ¿Cuál abrirían?

Sacamantecas siguió a la fulana hasta la primera puerta. Inspiró hondo y olfateó el mismo perfume de mujer del que hablaba Bimbawa.

Volvió el rostro y miró a Preocupado. - Una puta nunca se engalanaría con perfume del caro. - Comentó.

Luego se encogió de hombros... - O sí... quizá el emperador de esta tierra ha decidido hacer de Elefanta su puta particular... y le compre perfume del bueno para que huela bien... no sé. - Explicó.

- El caso es que Elefanta puede estar en cualquiera de las tres puertas... y no pienso arriesgarme a dejar ninguna sin investigar hasta que demos con ella. - Añadió. 

Tras esas palabras hizo un gesto a Preocupado para que preparara su arma por si se topaban con problemas, y se dispuso a abrir lentamente la puerta con la mano izquierda, mientras con la derecha empuñaba el sable por si había guardias al otro lado.

Si había sólo una mujer, tendrían que darse prisa en reducirla o taparle la boca para que no diera la alarma.

Lo que faltaba... además viene la puta.

De todos los compañeros que podía tener aquellos dos precisamente eran los que menos útiles le parecían, incluso el pequeño Sabandija se había ganado un lugar preferente. Pero debía cumplir órdenes y eso haría. Dejó a Bimbawa seguir el rastro del perfume pero la siguió de cerca pues le preocupaba que pudiera pasarle algo. No veía soldados por allí, pero había tres puertas y tras cualquiera podía haber una desagradable sorpresa. La meretriz se detuvo ante una y el infante escuchó el razonamiento de Sacamantecas.

-Abriremos esta, si es perfume de mujer habrá una mujer dentro y Elefanta es una mujer. Pero vamos a hacerlo con cuidado. -Dado que era el único Hermano de la Compañía presente asumió el mando de la operación.- Tu abre la puerta y yo entraré cubriéndonos con mi escudo por si hay algún enemigo, aprovecha la cobertura si nos atacan. Bimbawa, tu quédate detrás y no hagas tonterías, si por rescatar a Elefanta te perdemos a ti este viaje será en vano.

Preocupado ajustó el escudo y la lanza mientras se preparaba como si fuera a enfrentarse a un ejército de enemigos. Le preocupaba que todo aquello tan solo fuera una trampa del enemigo, pero estaba de acuerdo con Sacamantecas en que no iban a dejar ni una puerta sin abrir hasta que encontraran a Elefanta y se la llevaran con ellos.

Me preocupa que los soldados reduzcan a nuestros hermanos, la muerte de cualquiera de ellos sería peor que la pérdida de Elefanta.

Solo los espíritus sabían que pasaba escaleras abajo y él tenía que cumplir una misión. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza dando a entender a Sacamantecas que estaba listo para entrar.

Sabandija vio cómo se le lanzaba uno de los enemigos encima y se pensó muy seriamente si desobedecer las órdenes y tirar escalera arriba. Sin embargo el samurai había sido más rápido forzándole a pelear.