Partida Rol por web

Lee no puedo evitar darse cuenta de que el hombre al que había preguntado le miraba de forma curiosa, seguramente debido a su atuendo de monje y sus facciones chinas. Sin embargo, se inclinó levemente antes de indicarle la dirección. Por suerte, el Templo no estaba lejos, y según el hombre le señalaba por dónde debía ir, iba recordando el trayecto que había recorrido hacía ya más de un año, cuando había sostenido en brazos a la hija del sacerdote Ichijo, atacada por un espíritu mientras recogía agua en una fuente.

En pocos minutos, Lee tuvo claro el camino que debía recorrer.

En muy poco tiempo, Moriya y Shigen llegaron al Templo de los Ichijo. Situado en pleno Kyoto, en un pequeño alto desde el que se podían ver los tejados de las casas de la ciudad, se respiraba en el ambiente la quietud y la tranquilidad. Sin duda, esa quietud se vería truncada esa mañana, en cuanto el grupo de guerreros que iba a reunirse comenzara a tratar el grave asunto por el que se iban a congregar allí.

No se escuchaba nada más que el trino de algunos pájaros y el viento frío entre las hojas de los árboles. Salvo eso, todo estaba en calma. El maestro Shigen decidió rodear la tapia del templo para caminar hasta la entrada principal. Una vez que lo hizo, descubrió que la puerta del patio del Templo estaba abierta. Seguramente ya les estaban esperando.

A pesar de las miradas recelosas que le dedicaban, los transeúntes pudieron indicar fácilmente a Zantetsu dónde se encontraba el Templo de los Ichijo. Estaba en un alto, a unas cuantas manzanas de donde se encontraba él, y no tenía pérdida. Si caminaba siempre subiendo, lo encontraría fácilmente.

Era temprano, y seguramente la reunión no habría comenzado todavía. Podía emprender el camino y acudir al Templo sin más demora, o podía hacer alguna otra cosa antes de encontrarse con aquél extraño grupo de guerreros del que Okina le había hablado...

Kaori observaba apoyada en un árbol cómo el sol descendía poco a poco hasta ocultarse finalmente tras las lejanas montañas situadas al Oeste. Los últimos rayos de luz, anaranjados como anunciando la creciente oscuridad que no tardaría en cernirse sobre ellos, cautivaban a la joven hasta el punto de desconectarse de todo lo que sucedía a su alrededor, centrándose únicamente en ellos y contemplando cómo poco a poco iban desapareciendo del cielo.

El día había terminado y Shikyoh permanecía un día más ajeno y libre de su venganza. Además, pronto partirían hacia el templo.. donde quizás pasasen más de un día con otros asuntos distintos al de atrapar al criminal. Al pensar en aquello, Kaori emitió un leve suspiro molesto al tiempo que se volvía hacia Washizuka esperando que éste terminara de prepararse y decidiese guiarla hasta el nuevo destino.

Agradecí con un abrazo la pulsera de dragón que me obsequió Yuki y me la coloqué, observándola con una sonrisa en los labios.

Al llegar a la capital noté el frío y puse las manos en los bolsillos, observando todo el lugar mientras avanzábamos.

El maestro Okina dijo que podíamos ir a hacer algo pero la verdad no me apetecía hacer nada en especial.

-Quieres hacer algo Yuki-san?- pregunté a mi hermana mientras caminábamos.

- ¿Así que puede que la historia se este repitiendo?

Amano sonríe un tanto azorado. La verdad que no me había planteado esa similitud^* pero sí, es posible...

¿Cómo conseguisteis parar a ese hombre tan poderoso? Si no te importa me gustaría escuchar la historia, tenemos todavía mucho camino por delante.

Oh, claro, no es ningún problema. Verá, todo comenzó cuando gané un campeonato de shogi en aquella maravillosa fiesta, cuyo shake tenía un regusto espectacular... bueno, en realidad empezó antes cuando el Maestro de Lee...

Amano empezó a relatarle la historia a Hibiki mientras caminaba a su lado.

 Washizuka partió junto a Kaori a la reunión.

A Moriya le extraño ver la puerta abierta, y no haber escuchado ningún ruido de conversación dentro.

Puede que aun no hubiera llegado nadie, y que el monje encargado del cuidado del templo, estuviera orando a aquellas horas.

No obstante, y dado que ya estaban en la puerta, la abrió casi de par en par, para ver lo que había dentro, y entro al patio central del templo con paso firme.

Veamos que tiene el destino designado para mi hoy.  

Agradeció humildemente las palabras del hombre con otro ligera reverencia.

-Muchas gracias buen hombre, que tenga un buen día- se despidió con estas palabras para finalmente encaminarse hacia el templo.El tiempo apremiaba y más cuando el futuro del mundo estaba en juego.Volvería a visitar aquella mansión, nuevamente, pero sólo esperaba que fuese un lugar tranquilo...que no tuviera que salvar de nuevo a la hija del sacerdote.

Su caminar era enérgico.Su atuendo de monje a la par que su larga coleta de cabello lacio, se movían al unísono.Durante el trayecto como no, disfrutaría de lo que la madre naturaleza les había dado con tanto amor, todos esos paisajes, esos bosques, el cantar de las aves y de los insectos, la frescura del agua y el azul del cielo.Sin duda alguna, Lee ansiaba poder meditar como hacía hace poco tiempo, sin el temor de que si se descuidaba, podría perder todo lo que amaba en esa vida.

-Podíamos dar un paseo por la ciudad. Echaba mucho de  menos Japón-respondió. Yuki caminaba con aire distraído mirando los puestos y a las personas que por allí pasaban. Realmente había echado de menos oír su idioma y ver los edificios orientales. La joven sentía el tranquilizador peso de la naginata en su espalda y la tranquilidad de la compañía. Sin embargo, su alegría no estaría completa hasta que no se reuniesen los tres hermanos.

-¿Cómo han ido las cosas por aquí? ¿Has visto a nuestro hermano? ¿Alguna novedad aparte de la evidente? -Yuki miró a su hermano con una mezcla de sarcasmo y seriedad.- ¿Alguna...chica? Recuerda que tienes que mantener el linaje y esas cosas que Gensai decía

Yuki se llevó el puño a los labios fingiendo toser para ahogar una risa

-Esta bien, recorramos el pueblo- dije mientras comenzaba a caminar, más por el área comercial que otra cosa, a pesar de que los negocios no habían abierto del todo ya se podía vislumbrar la gran cantidad de cosas que ofrecían a lugareños y turistas.

Caminamos un poco por los distintos lugares, deteniéndonos para comprar algún bocadillo o admirar las artesanías del lugar o sencillamente conversar con algún comerciante.

-Las cosas han estado demasiado tranquilas- comencé a responder sus preguntas- la casa es bastante solitaria ahora y no he visto a Moriya desde que cerramos la puerta aquella vez...y en cuanto a lo otro, en algún momento llegará la indicada- dije sonriendo con los ojos cerrados.

—Ya... —Yuki imprimió ironía a su tono pero elevó la vista al cielo, preocupada. No tenía problemas con la lucha, aunque no había podido entrenar de verdad desde que sellaron la puerta; la sensación de que se enfrentaban a lo que no comprendían era lo que la preocupaba. Si el maestro tenía razón en sus presentimientos y la onmyoji no había sellado bien la puerta era porque habían luchado contra poderes que no comprendían del todo. Ni el mismo Kaede comprendía demasiado las fuerzas que habitaban en su interior. ¿Sabrían lo que hacer para cerrarla definitivamente? 

Poco a poco su paseo les iba llevando hasta el templo. El edificio iba apareciendo en el horizonte. Por supuesto nada que ver con aquellas extrañas velas que había visto en su viaje pero era sin duda más hermoso por su falta de ostentación. Un frío se iba extendiendo por los huesos de la joven, que trataba de evitar pensar en lo que les esperaba. Pero su destino no estaba escrito; las cosas no tenían necesariamente que acabar mal. Había que ser positivo, como el cabeza de chorlito número 1 que tenía a su lado. 

Sonríe por el comentario de su padre, eso significa que está de buen humor y que seguramente Hikari está bien aunque esté enferma. No puede esperar más tiempo a que lleguen los antiguos compañeros de misión... no llegaron a conocerse mucho pues solo coincidieron al final del viaje, pero el haber luchado contra el mal siempre une a las personas.

-Entonces me quedaré barriendo el patio y cuidando que todo esté en su lugar, Padre.

Coge la escoba y comienza a barrer el polvo y la tierra que ensucian el patio. No es que haya mucho pues una de las obligaciones de los sacerdotes y sus ayudantes es el tener limpio el tempo, pero es como un ritual que deben mantener para que los dioses encuentren su casa en perfectas condiciones.

Akari no llevaba más de cinco minutos barriendo el patio del Templo, mientras su hermano Juzoh la acompañaba, cuando oyeron un ruido afuera. Eran pasos en la hierba que circundaba la tapia del recinto, mullidos y leves, como si el que se acercaba caminase con extremo cuidado. Sin embargo, parecía haber más de una persona.

En efecto, en unos pocos segundos pudieron ver a un guerrero pelirrojo cubierto por una gabardina oscura, y a su lado un enorme gigantón de músculos imponentes y cabello blanco como la nieve. Eran Moriya Minakata y el maestro Shigen.

La historia que Amano le iba relatando a Hibiki mientras caminaban hacia el altozano donde estaba el Templo de la familia Ichijo se interrumpió de pronto. El guerrero se había quedado mirando al frente al girar una esquina, hacia la calle bañada por el sol de la mañana. En esa calle, que estaba casi desierta, dos personas les miraban también. Iban vestidos con el uniforme del Shinsengumi, con las katanas a los costados. Amano reconoció inmediatamente a uno de ellos.

Washizuka, por su parte, había salido en silencio junto a Kaori del cuartel, y estaban a punto de enfilar la subida del Templo cuando vieron acercarse a los otros dos. El capitán tampoco tardó ni medio segundo en reconocer a su antiguo compañero de viaje, enfundado como siempre en su llamativo kimono de color rosa.

Zantetsu no perdió el tiempo, pues aparte de su objetivo no tenía nada más que hacer en Kyoto. Así que enfiló cuanto antes su camino y llegó a la subida en zig-zag que llevaba al Templo, cubierta por escalones de piedra. Según subía, se encontró con que no era el único que se dirigía allí...

Justo delante de él iba un monje joven, vestido a la manera china, y con una larga coleta de pelo negro como el ébano recogida sobre los hombros. Lee no tuvo la menor duda de que el extraño anciano que se acercaba a él tocado con aquél curioso y ancho sombrero de paja era alguien muy fuerte. Y tampoco la tuvo Zantetsu. Sus instintos de guerreros les bastaban para darse cuenta de ello...

Yuki, Kaede y Okina caminaban en silencio, disfrutando del sol de aquella mañana luminosa. Si las cosas se torcían, pronto el cielo volvería a cubrirse de amenazadoras nubes grises... pero por el momento parecían tener tiempo, el peligro se antojaba menos amenazante que hacía un año. Sin embargo, todo aquello podía ser simplemente la calma que precedía a la tempestad...

Cuando vieron a lo lejos el Templo de los Ichijo, pudieron ver que no eran los únicos que iban en aquella dirección. Varias personas subían los escalones de piedra que conducían al edificio, y alguien parecía ya estar en la parte de arriba, junto a la puerta de entrada. Los que estaban a punto de acceder al Templo eran dos, uno de ellos tan grande que incluso a aquella distancia era llamativo, y el otro cubierto por una gabardina oscura... era sin duda Moriya, su hermano.

La enorme figura de Juzoh observó la figura que surgía de las sombras con el ceño fruncido y el puño apretado, quizás esperando encontrarse con un desgraciado que pensara sacar algún beneficio infiltrándose en un Templo. Sin embargo, su expresión se suavizó cuando reconoció el particular color rojo del cabello de aquel espadachín con quien luchó, codo con codo, contra aquel extranjero que había amenazado todo el país, y quizás, todo el mundo.

- Bienvenidos al templo - dijo, haciendo un ademán que mostraba la puerta, calentaba con una gran hoguera que proyectaba siniestras sombras en las paredes de la entrada. El hombretón tenía una sonrisa en su rostro, y vestía unas ropas tradicionales del templo que parecían expresamente hechas para su corpachón - Por favor, pasad y calentad vuestros huesos.

No pasa mucho rato hasta que llegan las primeras personas. Quizá, al principio, parece que sean lo pasos de un extraño que quiere colarse en el templo, donde todos son bienvenidos si es para hacer ofrendas o tener cobijo. Si quiere colarse para hacer otras cosas menos decentes, como robar, tendrá que pasar por encima de su cadáver, pero al ver que es son los invitados que comienzan a llegar sonríe.

-Bienvenidos, Minakata-san y Shigen-sama. Pasad, avisaremos a mi padre.

Se gira hacia su hermano.

-Juzoh, acompáñalos a la sala y avisa a padre.